Pese a que andaba resfriada, a la gobernadora Maru Campos se le vio muy animada ayer, en los dos eventos que tuvo en materia de seguridad pública, en las oficinas de Gobierno del Estado.
Con ella se vieron muy de cerca el alcalde Cruz Pérez Cuéllar y el delegado federal Juan Carlos Loera. Mal harían si, para presentar programas en el combate al problema más sentido de los juarenses, que es el de la inseguridad, se mostraran todavía divididos y sacándose la lengua.
En el arranque del Operativo de Proximidad y Vinculación con la ciudadanía, el secretario de Seguridad Pública estatal, Gilberto Loya, anunció que a las labores de patrullaje y vigilancia de la ciudad se sumarán 100 agentes, con lo que aumentarán a 200 el estado de fuerza en la ciudad.
De acuerdo con el mensaje del jefe policiaco, la estrategia de este programa pretende mejorar la “puntería” en materia de vigilancia, aunque no dijo cómo lo van a lograr, sobre todo en las colonias donde los malandros rifan y controlan.
Todos los planes que se hagan para mejorar la seguridad son buenos, si son congruentes y realistas con la realidad de una frontera con tantas carencias, que ha sido tomada como botín por delincuentes y también por malos policías.
Si consideramos que la población de Juárez es de 1 millón 600 mil habitantes, con 200 policías estatales en el operativo de proximidad, les corresponderá vigilar a 8 mil ciudadanos por cabeza, lo cual, como lo pongan, es materialmente imposible.
No faltará el genio optimista que diga que, sumados con los elementos de la Policía Municipal y de la Guardia Nacional, la vigilancia será más efectiva porque tendrá un mayor radio de alcance.
Eso pasaría si las corporaciones se sumaran realmente y trabajaran coordinadamente en el campo, pero las malas experiencias de todos los operativos conjuntos que se han inventado, y que solo cambian de nombre en cada administración, nos dicen que ni antes ni ahora, las policías han trabajado de forma unida ni sincronizada para prevenir y combatir la delincuencia.
Las estadísticas no mienten, pero sí ponen a cada quién en su lugar cuando se emprenden programas rimbombantes que están muy lejos de ser efectivos, simple y sencillamente porque se hicieron sobre las rodillas, nunca en el territorio violento que debe ser atendido.
La ciudadanía podrá darle el beneficio de la duda a este nuevo operativo, pero cuando ninguno de esos 200 agentes que van a patrullar atiendan los llamados de emergencia y cuando tampoco se les vea en los momentos de crisis en los que se necesite su presencia, se acabó la luna de miel con Maru.
Con ese estado de fuerza tan precario, será imposible tener esa puntería a la que se refirió el secretario de Seguridad estatal. Cualquiera de las pandillas que controlan el narcomenudeo en las colonias y el centro de la ciudad los superan en número, en armas y en piedras.
Seamos realistas; sin servicios efectivos de inteligencia, sin tecnología, sin capacidad de reacción, sin infiltración de los grupos criminales ni elementos confiables e incorruptibles al cien por ciento –lo cual es una utopía– todos los programas han sido un rotundo fracaso y un pretexto para gastar más presupuesto.
Si lo que se pretende es acercar a la corporación con la sociedad en las zonas comerciales, de esparcimiento, industriales y residenciales, como lo dijeron en el evento de ayer, entonces el operativo va a ser de relaciones públicas e imagen, y no de combate a la inseguridad.
Si como su nombre lo dice, los agentes estatales van a estar próximos a donde se les necesite, debemos pensar que cuando surja un atentado contra cualquier ciudadano o ciudadana en las zonas de su operación, van a intervenir de inmediato o van a enfilar sus patrullas en sentido contrario al lugar del evento, como ocurre actualmente con todas las corporaciones.
Muchas de estas preguntas se deberán de despejar en el transcurso de su operativo y Mirone estará pendiente de los resultados de esa proximidad y vinculación, no vaya a ser que se convierta en otra de las muchas mesas de seguridad que organizan los tres niveles de Gobierno y que han servido para dos cosas: para nada y para pura vacilada.
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Nos dicen que los nuevos titulares de la comunicación social del Gobierno del Estado andan muy creativos, inventando el hilo negro para tener control de lo que se publica o deja de publicarse del quehacer gubernamental.
César Navarrete, el flamante coordinador general de Comunicación Social, e Ignacio “Nacho” Galicia, director de Prensa, experimentarán con un nuevo modelo de difusión gubernamental que ya ha generado críticas por parte de los reporteros que cubren la fuente estatal y todas sus descentralizadas.
Por lo pronto, desde la coordinación de Comunicación Social ya se cocina la desaparición de vocerías y los pocos que queden en operación, limitarán sus funciones a simples enlaces, sin facultades para dar declaraciones, emitir comunicados ni fijar posicionamientos de la dependencia que representan.
Con estos cambios en el modo de comunicar desde el Gobierno, se busca centralizar lo que se informe y que haya siempre una línea institucional en las políticas públicas que se difundan, con un solo canal por donde fluya la información que generen todas las secretarías, direcciones generales, direcciones de área y descentralizadas.
Vaya genios los que se alcanzaron esta tremenda puntada. El sistema es similar al usado en la administración de Javier Corral, (nomás les faltaría su periodiquito Cambio 16), periodo en el que se evidenció la desconfianza que tenían los del círculo íntimo del innombrable 2, en los titulares de comunicación de las distintas oficinas.
Ahora será casi igual y, por ende, debemos de esperar que los resultados que tuvo Corral con este método, propio de dictaduras o sistemas totalitarios, también sean los mismos para la gobernadora.
De implementarse el nuevo modelito comunicacional, significará un problema para todos los medios que cubren la fuente estatal a la hora de buscar información exclusiva, o de iniciativa de sus jefaturas de información, no del boletín ni de pool.
Los colegas de la capital del estado ya lo sufrieron con el gobierno anterior, cuando la carga de trabajo se centralizó en la oficina principal y se generaron cuellos de botella, que retrasaron la entrega de información y, por ende, los horarios de cierre de prensa, radio, televisión y medios digitales.
Los periodistas hacen changuitos para que el flujo de información no se burocratice, ni se vuelvan a las formas de opacidad con que se operaba la comunicación en tiempos de Javier Corral, cuando su verdad era lo único que le importaba que llegara a los medios, y lo demás quedaba sobrando.
Maru Campos ha expresado su intención de hacer de la coordinación de Comunicación Social una verdadera oficina al servicio de los periodistas de Chihuahua, con base en la apertura, transparencia y buena información, sin maquillaje.
Esperemos que predomine la cordura y se respeten los procedimientos para atender la información que requieren los medios, porque no es con ocurrencias como se mejora la comunicación.