La muerte de Dylan Nahum Gutiérrez Saucedo no puede simplemente olvidarse, como si nada hubiera pasado.
Murió por acudir al gimnasio a practicar deporte. Era un joven sano de 17 años, con toda una vida por delante, aunque ya no pudo graduarse de preparatoria porque tuvo ese final absurdo.
Una práctica de boxeo con sparring en la que aparentemente fue noqueado por otra persona de mayor peso, fue lo último que hizo. No recibió atención médica oportuna, fue internado en el Hospital General, pero no sobrevivió a una agonía de 12 días.
El caso generó indignación en la comunidad deportiva y en la sociedad juarense en general, ya que se evidenciaron presuntos hechos de negligencia y omisión por parte de los entrenadores y responsables del gimnasio Oasis Gym al que acudía Dylan.
Por eso se ha puesto sobre la mesa la discusión sobre una necesaria reglamentación de las prácticas deportivas en los distintos espacios en que se realizan, se trate de instalaciones públicas o privadas.
Es urgente poner la mirada en los protocolos que deben seguirse en los gimnasios, tanto para las rutinas diarias como ante cualquier emergencia, pero además con énfasis en los requisitos que deben cumplir los entrenadores a cargo.
Prácticamente no hay regulación alguna. Ni municipal, ni estatal ni federal. Los gimnasios pululan por toda la mancha urbana, incluso en colonias populares, aunque no estén debidamente equipados, ni supervisados.
Los gimnasios privados, en todos los estratos sociales, se han convertido en negocios muy lucrativos que ni siquiera están obligados a contratar personal que acredite la debida capacitación para dirigir entrenamientos o atender primeros auxilios.
En los hechos, cualquier persona se queda a cargo de las prácticas deportivas, se trate de levantamiento de pesas o de las múltiples disciplinas que implican contacto físico y combates.
“Cuando se tiene todo, se trata de un accidente deportivo, cuando falta, se trata de una negligencia”, dijo de manera contundente y sobre este caso, el doctor Lorenzo Soberanes, especialista en temas de salud pública y excomisionado de boxeo de Ciudad Juárez, en una entrevista con Norte Digital.
Claudia Valenzuela, con experiencia en distintos equipos profesionales de la ciudad, también participó en la discusión pública y compartió que fue justamente la falta de atención adecuada para las emergencias de los atletas, lo que la llevó a estudiar la carrera de Entrenamiento Deportivo.
En sus casi 40 años de recorrido como entrenadora en distintos gimnasios, le tocó observar incidentes graves, por lo que se centró en aprender las maniobras y conocimientos que pueden salvar la vida de un deportista en medio de una emergencia.
“En un mundo ideal, todos aquellos que deseen dedicarse a dar conocimientos de deportes a otros, deberían pasar por la carrera, en la que se les enseña toda una metodología para tratar e identificar situaciones de riesgo, así como tratar las lesiones y emergencias”, consideró la especialista.
Una situación recurrente que tanto Soberanes como Valenzuela consideran indebida, es que muchos exdeportistas se dedican a entrenar a otros principiantes, inmediatamente después de dejar su práctica, sin la necesaria capacitación, lo que representa un riesgo para la integridad de los deportistas.
………………
En el caso de Dylan Nahum fue evidente la mala praxis de parte de los entrenadores y responsables del gimnasio al que acudía, por lo que bien puede hacerse la lista de los yerros, en la que también coinciden los especialistas consultados por Norte Digital.
El primer punto tiene que ver con la práctica de sparring a la que se sometió a Dylan, con otra persona de mayor peso y tamaño, ya que, como boxeador más débil, se le expuso a un mayor castigo.
Por lo que narraron compañeros de Dylan a su madre Irlanda Saucedo, la práctica no fue debidamente supervisada por el entrenador a cargo.
Esos ejercicios deben ser totalmente controlados, por lo que nunca debería llegarse al nocaut.
Si, como hizo público el entrenador, Dylan le comentó hasta después de la práctica que no se sentía bien porque no había dormido bien, ni había comido ese día, de eso debió de percatarse antes, en un contacto verdaderamente cercano, precisamente para verificar si el joven estaba en condiciones óptimas. Era esa su responsabilidad básica.
El entrenador aseguró que Dylan nunca fue noqueado en la práctica de sparring, pero la madre del deportista, Irlanda Saucedo, afirma que la autopsia fue clara al señalar que murió por “enclavamiento cerebral, edema cerebral y traumatismo craneoencefálico”.
De cualquier forma, si estaba mal antes de la práctica de sparring o su condición de salud se derivó de lo que pasó en el entrenamiento, hubo responsabilidad del entrenador que autorizó o programó el ejercicio de contacto.
Además, esperar más de una hora para que se le dieran atención médica, después de que Dylan se desvaneció, pudo ser determinante en el desenlace fatal.
Nadie de los encargados y trabajadores del gimnasio tenía los conocimientos mínimos para actuar en el caso. Ni siguieron protocolo alguno. Aparentemente, ni siquiera se contaba en el lugar con un botiquín para primeros auxilios.
Hasta que empeoró la salud de Dylan, se le llevó primero a una clínica, donde tampoco se le atendió, y finalmente se ingresó al Hospital General. Claramente no se valoró debidamente la condición crítica en que se encontraba.
También fue evidente que no hubo canales de comunicación efectivos con la familia, que se enteró de lo sucedido hasta que el joven estudiante fue ingresado al hospital, más de una hora después de que fue noqueado o de que se sintió mal.
………………
Pese a las omisiones visibles y las denuncias de negligencia y falta de atención debida para Dylan, sigue sin conocerse actuación alguna por parte de la Fiscalía General del Estado, que se supone investiga la muerte del estudiante.
Tampoco ha informado que no se haya abierto o que se haya cerrado la investigación por falta de elementos. Como representación social, tiene ese pendiente de aclarar ante la sociedad juarense que merece el esclarecimiento pleno del caso.
La muerte de Dylan obliga además a que el Congreso del Estado también ponga su mirada en legislar lo que haya que legislar, para que el vacío legal no sea pretexto de autoridad alguna para no actuar ante el riesgo que corren más deportistas como Dylan.
Por lo pronto, el Instituto Municipal del Deporte bien podría actuar auxiliado por la Dirección de Gobierno y la Dirección de Desarrollo Urbano, para tener ubicados todos los centros deportivos de ese tipo que deberían ser inspeccionados, incluso también en materia de Protección Civil.
El Instituto, al menos debería establecer lineamientos que garanticen que las personas que vayan a ejercitarse estén cubiertas con un estándar de seguridad mínimo, y apliquen protocolos en caso de sufrir un accidente deportivo.
Protección Civil también podría exigir la certificación de entrenadores en primeros auxilios, como se exige en albercas la certificación de los salvavidas a cargo.
Los regidores, que en teoría son los representantes populares más cercanos a la población, tienen ahí un pendiente por atender. Gestionar la actuación de la autoridad e impulsar la debida reglamentación, debería de ser parte de su agenda.
Existe una Comisión de Cultura Física y Deporte. También una de Juventud, otra de Gobernación y una más de Ecología y Protección Civil.
Sus integrantes pueden actuar, igual que los diputados que representan a los distritos juarenses. Lo que no se debe admitir es que una muerte tan absurda, como la de Dylan Nahum, vuelva a repetirse.
La no repetición de una tragedia y la búsqueda de justicia si hay un hecho criminal qué castigar, deben ser la prioridad. Ni la indiferencia, ni la inacción oficial tienen cabida cuando la vida de nuestros jóvenes está en riesgo y prevalece un clamor por verdad y justicia.