Aunque haya sido de última hora, resulta positivo que las autoridades de Salud hayan metido reversa respecto al color del semáforo epidemiológico asignado a Juárez, para colocarlo en el mismo nivel de emergencia de la capital del estado, Delicias y los municipios del noroeste, donde la pandemia registra repuntes peligrosos.
Lo malo de este repentino cambio, es que puso en evidencia que los responsables de la Consejo Estatal de Salud están titubeantes ante la emergencia, y como dicen una cosa, dicen otra, al más puro estilo de la Chimoltrufia.
Si en la mesa de las decisiones sanitarias carecen de información real y actualizada, estaremos viendo únicamente ocurrencias y con eso no se contiene el terrible virus. El regreso al semáforo naranja les da finalmente la razón a los médicos colegiados de la ciudad, que, a pesar de haber sido ignorados, mucho insistieron para que las autoridades municipales y estatales implementaran medidas restrictivas para eventos masivos, y controles más estrictos en las zonas de mayor concentración pública.
Ahora que regresan las limitaciones –como en los aforos– sería bueno que la Consejo de Salud informara cómo van a supervisar que las medidas sanitarias se cumplan en el servicio de transporte de pasajeros, donde los operadores siguen trabajando con unidades sucias, a su máxima capacidad y que nunca son desinfectadas.
A Mirone le dieron un claro ejemplo del incumplimiento sanitario que prevalece en el transporte público, con el hecho de que en la ruta Oriente-Poniente, los choferes que han resultado contagiados con Covid-19 no cumplen con el aislamiento obligatorio de 14 días y vuelven al volante presentando solamente el resultado negativo de una prueba simple de antígenos.
Seguro que esto no ocurre solamente en una de las muchas rutas de pasajeros que tiene la ciudad, además de los miles de camiones de transporte de personal que dan servicio a la industria maquiladora y que, con mayor razón, deben someterse a las medidas preventivas.
Habrá que ver si los nuevos titulares del ramo se ponen las pilas para vigilar, sancionar y meter en cintura a los concesionarios que siguen reacios a respetar los protocolos.
Ya es hora también de que los gobiernos pongan a chambear a sus creativos, para que se lancen campañas públicas que orienten a la gente y digan la verdad sobre la gravedad del problema. El color del semáforo ilustra el esquema de las medidas generales que se deben adoptar, pero no despeja las dudas y miedos que el ciudadano común tiene.
Lo estamos viendo en el caso del regreso a clases presenciales, que la Secretaría de Educación ha programado para el 10 de enero, como si todo se encontrara dentro de la normalidad, disposición que a todas luces es incongruente con la emergencia que estamos viviendo y que desconcierta a los padres de familia, que ya no saben a quién hacerle caso.
La pesadilla del 2020 y 2021 apenas comienza en versión recargada y es obligación de todos cuidarnos.
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Cara e ineficiente, así fue calificada la pasada Legislatura del Estado por el censo nacional de poderes legislativos 2021, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
El mediocre papel de la Sexagésima Sexta Legislatura, que presidió Blanca Gámez Gutiérrez, hizo juego con el lamentable trabajo de la Administración estatal de Javier Corral, que mantuvo sometidos a los diputados a sus ocurrencias y caprichos, principalmente para llevar a cabo venganzas políticas.
De acuerdo con el ejercicio de evaluación del INEGI, el Congreso corralista ocupó el cuarto lugar de las legislaturas estatales del país que más gastó, con un monto que alcanzó los 465 millones de pesos para promulgar únicamente cuatro leyes.
El pobre trabajo legislativo pone en vergüenza a los diputados que integraron la pasada Legislatura, y demuestra, de paso, la sumisión que tuvieron con el Ejecutivo, que se olvidó de gobernar para saciar sus odios y bajas pasiones.
El censo realizado del 14 de junio al 29 de septiembre, pone además de manifiesto que al igual que el Poder Judicial de la época corralista, los poderes estuvieron siempre a las órdenes del gobernador para consumar sus obsesiones, y nunca al servicio de la ciudadanía.
Si la ineptitud doliera, todos los diputados que acompañaron a Corral en el segundo periodo de su mandato, del 1 de septiembre de 2018 al 31 de agosto de 2021, estarían ahora unidos en un solo grito.
Es cierto que en ese Congreso hubo novatos en las lides legislativas, pero también muchos políticos de colmillo retorcido como Omar Bazán, Alejandro Gloria, Rubén Aguilar, Miguel Ángel Colunga, Fernando Álvarez Monge, Miguel de la Torre, Gustavo De la Rosa Hickerson, Benjamín Carrera y Misael Máynez, por citar algunos.
Por lo mismo, nada justifica que, con ese pésimo desempeño a tan alto costo para los chihuahuenses, hayan ido a la Torre legislativa solo en calidad de patiños, y hasta cobrando por ese triste papel. Con este gris desempeño, el actual Congreso que preside Georgina Bujanda lucirá genial hasta con las iniciativas y exhortos que no trasciendan.