Sobre advertencia no hay engaño, han dicho las autoridades de Salud del Estado, que por fin se han puesto las pilas para admitir que estamos a un paso de retroceder al semáforo epidemiológico rojo, por el alto nivel de contagio de Covid-19 en los principales municipios.
Si hasta el día que hicieron esa advertencia, las autoridades habían sorteado el problema con frecuentes dudas y titubeos, por la incertidumbre propia de la contagiosa variante ómicron, los contagios que se registraron en la última semana en 15 municipios de la entidad, los hicieron ver la realidad.
De acuerdo con el reporte de la Secretaría de Salud de Chihuahua del viernes pasado, el estado llegó a 117 mil 181 casos de Covid-19, con 9 mil 229 muertos en dos años de pandemia.
De este total, 24 mil 726 casos corresponden a nuevos contagios en el último mes, según el registro diario global que lleva la Universidad de Medicina Johns Hopkins.
Con la nueva ola de contagios, 15 municipios encabezados por Chihuahua y Juárez, con 620 y 476, respectivamente, se mantienen con números superiores a los 5 casos, e incluyen a Parral, Cuauhtémoc, Delicias, Nuevo Casas Grandes, Ojinaga, Camargo, Guachochi, Meoqui, Saucillo, Aldama, Santa Bárbara, San Francisco del Oro y Praxedis G. Guerrero.
De ahí, la llamada de atención de la gobernadora para las autoridades de los 15 municipios, porque es un hecho que les ha faltado comunicación y vigilancia con la población, para que se respeten las medidas sanitarias, todos los días, en todos los sectores y en todas las actividades.
En una conferencia reciente de especialistas en el tema de la pandemia, la galardonada periodista científica china Jane Qiu, dijo que actualmente, con la aparición de la peligrosa variante que tiene al mundo de rodillas, la gente confunde especulación con realidad, lo que genera mucha desinformación que frena a su vez los esfuerzos por aplanar la curva del contagio.
Eso aplica perfectamente en la entidad, donde las propias autoridades de Salud han exhibido el desconocimiento de la magnitud del problema, cuando han autorizado una y otra vez el regreso a clases presenciales, que también se han diferido una y otra vez.
Cuando se permite que los efectos del teléfono descompuesto ocupen los vacíos de información, la especulación y las falsas expectativas siguen generando los comportamientos irresponsables que ahora están pasando factura.
Si los principales focos de infección están debidamente localizados a nivel municipal, pero no se han mapeado en cada una de estas 15 localidades, para detectar las fuentes y aislarlas, seguirán dando palos de ciego y conferencias de prensa con estadísticas de problemas, no de resultados.
Hasta ahora, el sector Salud se ha limitado a repetir las mismas recomendaciones preventivas del 2020 y 2021, pero nada ha dicho de algún programa o estrategia para el seguimiento de contactos de las personas contagiados, algo básico para el control de la pandemia.
Lo estamos viendo con las pruebas Covid que la gente se realiza, pagándolas de su bolsillo, obligadas porque tienen un enfermo o se las exigen en sus trabajos o para viajar. Cuando alguien se hace la prueba y es positiva, el resultado pasa a los registros de la Secretaría de Salud y ahí se queda, porque no hay seguimiento de los contactos que tuvo esa persona los días previos a que se le manifestara el virus.
En los casos de muchas personas que se realizan las pruebas, si resulta que son portadores, se aíslan y tan tan. Nadie, aparte de sus familiares, sabe de su contagio y nadie exhorta a sus cercanos a resguardarse por 7 días para evitar la propagación del Covid. Este es un círculo vicioso que parece no tener fin, porque la población carece de información suficiente y pertinente.
Por eso, ahora que se advierten las altas probabilidades de volver al semáforo de alto riesgo y restricciones totales, mucha gente sigue desconfiando de la veracidad de ese peligro, como si se tratara del pronóstico del tiempo, donde tampoco dan una.
En el caso concreto de Juárez, retroceder al semáforo rojo desquiciará todas las actividades no esenciales, paralizará la economía, la producción industrial, aumentará el desempleo y puede colapsar al sector Salud, donde médicos y enfermeras están al límite por el agotamiento de una lucha que no ha parado en dos años.
El semáforo rojo significará, de nueva cuenta, el cierre de puentes internacionales, para los que van, no para los que regresan todos los días por tener la ciudadanía o la residencia, y que son también potenciales portadores del virus.
Imaginemos otra vez, por un momento, a la ciudad desierta, los comercios y oficinas cerradas, las maquiladoras operando a medio ritmo, los supermercados desabastecidos, los precios al alza y el cobro de servicios de luz, agua y teléfono sin tregua.
Para nadie en su sano juicio es bueno este escenario, y, por lo mismo, no basta que las autoridades hayan visto la luz y adviertan que el rojo será nuestro castigo por desobedientes e irresponsables. La salud pública es un derecho constitucional inalienable y, por tanto, obliga a las autoridades de los tres niveles de gobierno a disponer de los recursos y programas necesarios para garantizarla.
Si la rápida propagación de la variante ómicron tiene su causa principal en el comportamiento humano, de acuerdo con la tesis de la reconocida viróloga Angela Rasmussen, investigadora del Centro para la Ciencia y Seguridad de la Salud Global con sede en Washington, D.C., es este factor el que debe de atender el Consejo Estatal de Salud, con brigadas móviles de detección, seguimiento y vacunación, pero sobre todo, orientación para que la gente sepa, de primera mano, lo que tiene que hacer para protegerse y proteger a los demás.
Cuando estas unidades operen en las colonias identificadas como fuentes de altos contagios, y se desplieguen con ellas las campañas de orientación pertinentes, la gente dejará de adivinar, de especular o de esperar que del cielo les caiga el milagro.
Se trata de hacer tiros de precisión que los especialistas de los centros de ciencia con más reconocimiento, como los CDC, Jonhs Hopkins, OMS y Lancet, han recomendado hasta el cansancio, para anular la desinformación y concientizar a la población mundial de acatar las medidas sanitarias más elementales.
Si algo tan básico no se hace, menos podemos esperar que en el servicio de transporte, considerado una de las fuentes de mayor contagio, por las pésimas condiciones sanitarias en que opera sin respetar los aforos ni el uso de cubrebocas de choferes y pasajeros, se puedan acatar las recomendaciones.
Si la advertencia del semáforo rojo fue dada el viernes, al día siguiente tendrían que haber comenzado con una estrategia específica en los 15 municipios más contagiados, pero no fue así. Todo siguió como si nada, en la normalidad a la que nos ha acostumbrado la ineficiencia gubernamental.
Se les ha advertido a los ciudadanos de que ahí viene el lobo, pero no se les dice claramente cómo evitar que llegue a morderlos, y mucho menos se les dan las armas para enfrentarlo.
Si la lógica recomienda que la mejor defensa para una amenaza es la anticipación, y esta se logra con información oportuna, ¿qué están esperando las autoridades para hacerlo?
Una conferencia de prensa y campañas mediáticas sin tiros de precisión, no funcionan cuando el enemigo es invisible, se mueve por el aire en todos los ambientes y se incuba ante el mínimo descuido, cuando menos se le espera.
Dar por sentado que todos saben lo que tienen qué hacer, es tanto como creer que no hay escépticos y seguidores de las teorías conspiracionistas, que influyen en sus círculos cercanos para desobediencia, para que la gente no se vacune y no respete los protocolos sanitarios.
Si a todo eso le agregamos que, hasta noviembre del año pasado, a nivel nacional la gente le tenía más miedo a la delincuencia que a la pandemia, de acuerdo con la última encuesta Mitofsky, ello confirma la necesidad de acercar a la población la información adecuada a tiempo, antes de que sea demasiado tarde.
De acuerdo con la encuesta número 91 de la conocida empresa de opinión pública, el 45.1 por ciento manifestó tener más miedo a la delincuencia, el 28.6 a que su economía decaiga y solo el 16.7 por ciento al Covid-19.
Esos datos, de hace apenas dos meses, revelan dos cosas: que la gente está sufriendo más por los embates de la delincuencia organizada y desorganizada y que, además, no tiene información precisa de los alcances de las nuevas variantes surgidas y de las que vendrán, que se confunden con una gripe o un catarro.
La delincuencia se puede combatir con más vigilancia e inteligencia de las corporaciones, que hasta ahora ciertamente no tenemos, pero la virulencia de la pandemia y sus consecuencias que nos pueden llevar a un semáforo rojo, por segunda ocasión en dos años, no tienen otra solución que la cooperación de la población, cuando esta esté bien informada y concientizada de que nadie estará a salvo hasta que todos estemos a salvo.
Así de simple.