Nunca en la historia patria costó tanto tener un presidente surgido de los camerinos de la política partidaria para ser colocado en la altísima responsabilidad de conducir el destino de la nación, a partir de un cuadro estético superlativizado por cámaras y micrófonos de las grandes televisoras nacionales expertas en llevar a los míseros hogares cuentos de hadas, princesas y reyes –y ahora hasta a grandes potentados del narco– que sirven de espejismo para engañar al hambre y a las carencia de todo.
Su calificación actual a cuatro años de haber asumido el timón de Los Pinos lo dice todo: 2.3. Igual como ocurre en tantísimas ramas de la vida pública, los aspirantes a alcaldes, a gobernadores, a presidentes, deberían ser obligados a demostrar su capacidad administrativa paralelamente al resultado electoral. “Si las cámaras de televisión engordan, por lo tanto engañan”, repite a este escribidor una mujerona adorable con derecho de picaporte al oído mironiano (asegura ella que la tele le sube dos tallas, pero se carga al menos equis y media alrededor de la pancita, o de la cintura sugerente).
Enrique Peña Nieto despidió por estos días al secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso. Ganó el hecho grandes titulares y espacios analíticos sinfín por todas partes debido a los motivos extraoficiales de la separación que poco o nada tienen qué ver con la función esencial del ahora exfuncionario en su área.
Le adjudicaron a Videgaray –y la damos por buena– la visita de Donald Trump a México y el desangramiento de Peña traducido en solemnes pero categóricos señalamientos, rechazo generalizado, caricaturas ridiculizantes y francas agresiones lapidarias. No le quedó hueso sano al señor presidente de los pocos huesos sanos que viene arrastrando con su 2.3.
Peña no parece un tipo así como para desollarlo. No es malo por sí. Si lo fuera ya lo sabríamos. Es, en cambio, bastante ingenuo y altamente influenciable, una combinación igual de peligrosa que si fuera un ogro callejero, porque al final de cuentas las consecuencias llevan al desastre. ¿Acaso su sentido de la lógica no lo alertó cuando Videgaray le recomendó la visita del candidato presidencial republicano?
Donald Trump es para los mexicanos peor que Hitler para los judíos; peor que Pancho Villa en Columbus. Es para los aztecas en territorio mexicano, estadounidense, y donde quiera que se encuentren, una afrenta no sujeta de perdón ni consideración de especie alguna, porque además Trump ha sido patológicamente reiterativo en las agresiones. Vino a México y se mió en la bandera nacional, no en Peña.
Como dirían las mamás “de antes”, ¿en qué cabeza cabe que sería de auxilio para la imagen de Peña la presencia de Trump en el país? Pudo ser una apuesta de lotería la del señor presidente, pero no solo no alcanzó reintegro, sino que el boleto comprado por Videgaray resultó falso.
Hace mucho tiempo ese funcionario debió ser despedido porque en su parte medular no dio resultados. Es igual que miles de “servidores públicos” en esos rangos. Han pasado toda su vida en las alturas que desconocen por completo la realidad sufrida por millones de mexicanos, y por lo tanto sus decisiones cupulares terminan en fracasos una y otra vez con efectos catastróficos para las mayorías.
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El despido de del hoy exsecretario de Hacienda no sirvió para mejorar la imagen del presidente ni servirá para recomponer la opinión de los mexicanos sobre la desacreditada clase gobernante.
Es imposible disuadir a la sociedad de que “lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho” cuando lo malo supera con creces lo conseguido y cuando conductas como la desplegada en la visita de Trump, o las visitas presidenciales a España, Canadá, Francia… solo han servido de alimento para parodias y chistes de toda índole.
Lo verdaderamente sustancial es que el número de ejecutados en el país durante los cuatro años que lleva Peña es casi igual al de los seis años de Calderón y que precisamente la inseguridad y la violencia no han sido contenidas en extensos territorios de la república. A nivel de la calle continúan igual o peor los asaltos, los robos de vehículos, los robos a casas… etc.
El panorama económico es más desalentador que un insomnio crónico, que una migraña permanente. El precio del barril del petróleo ha bajado más del 50 por ciento en un par de años; el dólar empezó el sexenio en 12 pesos y ya va rozando los 19, el salario mínimo no sube más del 2.5 por año mientras los precios de los productos básicos han tenido aumentos de 100 y hasta mil por ciento.
Al régimen de gobierno encabezado por el presidente le tienen desaparecidos a 43 estudiantes en su cara y no ha habido poder humano en el país que ofrezca explicaciones ciertas sobre lo ocurrido. Masacres por diversos rumbos del país, igual.
La corrupción ubicada incluso en la antesala del despacho presidencial se ha pretendido minimizar con una solicitud de perdón a los mexicanos que solo ha provocado mayor coraje y desazón.
Dicho en términos de pragmatismo frío, Peña Nieto no empezó mal su administración; al contrario, su operación política de inicio fue criticada por algunos personajes opositores, pero por su gran eficacia, al convencer al PAN, PRD, etc., de firmar el ahora tristemente célebre Pacto por México.
Aquel acuerdo le regresó a Peña el alma al cuerpo que le había arrebatado Andrés Manuel López Obrador en la campaña y jornada electoral, donde el morenista no se acercó al 0.5 por ciento de diferencia que obtuvo frente a Felipe Calderón, pero sí logró 15 millones y medios de votos y envió hasta el tercer lugar a la panista Josefina Vázquez Mota, con 12 millones y medio de sufragios. La diferencia con Peña fue de siete por ciento. Hoy El Peje es frente al PRI y al PAN más que un Trump frente a Hillary.
Después del Pacto Peña se desplomó y con él se llevó al país en todos los ámbitos. Se abandonó por completo a sus colaboradores que lo han conducido a la caricaturización un día y el otro también. El Pacto fue dentro de la clase política mexicana (pues lo firmó la mayoría) como el burro que tocó la flauta, o de plano la publicidad en campaña que lo puso al frente del Ejecutivo federal no fue más que maquillaje y mucho dinero pagado a las televisoras. Ni político ni administrador. El cataclismo. Remota la enmienda hacia 2018 aunque vengan más cambios de forma si no se decide por los de fondo.
Pleito por el Tribunal Superior de Justicia
El proceso de designación de jueces en el Tribunal Superior de Justicia en la semana que concluyó levantó diversas lecturas políticas, con expresiones fuertes y categóricas –desde luego– del gobernador electo Javier Corral, de representantes de organismos empresariales y de quienes están y han estado dentro del Poder Judicial chihuahuense.
Los discursos de Javier Corral a través de sus cuentas de Facebook y Twitter representaron sin duda los primeros mensajes hacia el Poder Judicial un adelanto de la relación que tendrá con sus integrantes. “Es evidente que urge una reforma integral al Poder Judicial en Chihuahua que le devuelva su autonomía e independencia”, en otras palabras, quitar a los que dejó el régimen de César Duarte y suplirlos por gentes afines a su proyecto de gobierno.
Para algunos, el gobernador electo no fue informado adecuadamente de lo que sucedería, ya que no se trataba de un “albazo” para nombrar ese mismo día nuevos jueces. Varios de sus operadores se fueron con ese borrego, llegando incluso a promover que los organismos empresariales se manifestaran en contra de ese proceso sin conocer cómo se llevaría a cabo.
Pero la bronca ingresó al estómago del Poder Judicial. Se mostraron posturas radicales entre los 27 magistrados. El magistrado presidente Gabriel Sepúlveda sacó una mayoría complicada de 17 votos a favor y 10 en contra. En los de corazón azul fue normal su postura en contra, mas no así de quienes deben su posición, y cheque, al sistema que va concluyendo.
Sobre estos 10 votos en contra, levantaron su banderita en contra varios incondicionales del expresidente José Miguel Salcido, entre otros Leo Alvarado, Rogelio Guzmán, y los juarenses Roberto Siquieros y Marco Tulio Cano, pero no se quedaron ahí, sino que el mismo expresidente Salcido pretendió criticar los lineamientos a través de su cuenta de Facebook con resultados nada halagadores a su persona. Le llovieron señalamientos.
Le reclamaron a José Miguel, entre otras cosas, que nunca cumplió con la transparencia en la designación de jueces y que en su momento hizo lo que el gobernador en turno le pidió, eso sin contar los señalamientos de meter a la nómina a sus familiares y amigos.
Para Salcido acercarse a los corralistas le representa también buscar impunidad, ya que precisamente en su gestión fue cuando se realizó la construcción de la Ciudad Judicial en Chihuahua capital, una obra que aún es muy cuestionada y donde Salcido estampó su firma (aunque la haya construido y cobrado Everardo Medina), además de auditorías pendientes, su cuestionada jubilación forzada, entre otras linduras que le achacan. Sus incondicionales parecen obligados a protegerlo desde la comodidad de sus salas.
Pero quien de verdad puso la cereza en el pastel fue el magistrado de sangre azul Luis Villegas. El otrora fanático hasta la inmolación de Javier Corral aplastó sin misericordia la “intromisión” del electo en los otros poderes. Lo hizo en una carta de la que prometió tres demoledoras partes.
Por lo visto será precisamente Luis Villegas, el examigo, quien dirigirá la artillería en defensa de la “autonomía” del Poder Judicial, bajo el viejo dicho de que “para los toros del jaral, los caballos de allá mesmo”.
Villegas andaba por ahí distraído revisando sus expedientes, sufriendo con dolor lacrimoso y profundo la definitiva partida del ídolo Juan Gabriel, y buscando las palabras adecuadas y pertinentes para incluirlas en lo que seguramente habría convertido en una apología casi espiritual del autor del Noa Noa ,pero Corral lo sacó del inspirador marasmo y arrancó el monstruo entintado que lleva dentro.
“Estaba yo muy tranquilo, lamentando públicamente la muerte de Juan Gabriel, cuando vino a incomodarme con sus declaraciones el hasta hace unas pocas horas gobernador electo, sub iudice, Javier Corral Jurado; tras sus improperios me sulfuré (lo que es muy frecuente en mí) y dado que mi pecho no es bodega, va esta carta dividida en tres partes”.
El magistrado ofrece a Corral una clase de separación de poderes, de conceptos, de nombres, de protocolos; se refiere también a su intervención en el proceso interno de elección de rector en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), en la integración de órganos electorales, etc.
Con esa pluma poco diplomática tendrá que lidiar ahora y por cinco años el gobernador Corral si busca la “urgente reforma integral al Poder Judicial”.
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P.D.- La separación de Pancho Barrio del equipo de transición del señor gobernador electo, Javier Corral, no habla específicamente de ruptura entre ambos, pero la explicación del exgobernador es tan innecesariamente detallada y extensa que da la impresión de que no tuvieron oportunidad de platicar en corto con profusión el tema –en medio una relajante copa de tinto– y decidió el anuncio por los medios ahora favoritos de corral, las redes. Eso sí, el momento para esa noticia es el menos oportuno. A la transición le faltan tres semanas, y al frente de la transición estaba Francisco Barrio Terrazas, el chicotito moral del flamante gobernador electo. ¡¡¡Que empiecen las lecturas!!!