El año del gallo, iniciado ayer, al que la astrología china le atribuye características como el despertar y la madrugada, podría ser el periodo en el que asistamos a cambios importantes. La crisis bilateral México–Estados Unidos está develando debilidades y fortalezas en el tejido social, económico y político del país.
Basta ver cómo la política antimigrantes, la construcción del muro y el fin del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan) nos trajeron de cabeza a los mexicanos esta semana que llegó a su fin; la primera de las 207 restantes que tiene por delante el presidente norteamericano, Donald Trump, en el periodo de cuatro años en la Casa Blanca.
De los tres temas, al ciudadano común los que le llegan directos son la construcción del muro y las medidas de control de flujos migratorios, dictadas por medio de órdenes ejecutivas firmadas por Trump. La renegociación o cancelación del Tlcan impacta en el interés directo de la cúpula económica y política.
Se observó con claridad como en cuanto Trump mandó el primer tuit por delante, adelantando la construcción del muro y las medidas migratorias, reaccionó el nacionalismo mexicano. A una sola voz los ciudadanos rechazaron la agresión del nuevo Gobierno estadounidense.
La presión rebasó a los negociadores de Los Pinos, que iban llegando a Washington, y encajonó al presidente Enrique Peña Nieto para cancelar la visita de Estado contemplada para este martes 31.
De ahí en adelante, la semana se fue desenvolviendo entre un estridente cacareo de los políticos. A ratos parecía que serían capaces de hacer a un lado sus apetitos partidistas y personales para ponerse del lado de la sociedad. El debilitado Gobierno de Enrique Peña Nieto hasta oteó la posibilidad de montarse en la ola del rechazo antitrump para recuperar un poco de terreno tras la andanada de manifestaciones y muestras de repudio en su contra, generadas por el gasolinazo al inicio del año.
En esos vaivenes anduvimos toda la semana. Una incertidumbre que pegó al mercado financiero, disparó el dólar y solo logró cierto grado de sosiego el viernes pasado, cuando el magnate mexicano Carlos Slim Helú expresó optimismo en que Trump no avanzará al grado de destruir las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos.
El único mexicano que se ha sentado a la mesa para conversar con el nuevo presidente estadounidense también expresó su punto de vista sobre la línea de conducción que debería seguir la diplomacia mexicana para lidiar con Trump: “Desde una posición de firmeza, sin enojos, pero también sin entreguismo”, de manera que se negocie en paquete los temas que el inquilino de la Casa Blanca está planteando uno por uno.
Con la objetividad de “business is business”, el mangante mexicano ubicó de mejor manera la banda de la negociación en la que se puede mover México frente al cambio político en Estados Unidos.
Y es que al final de cuentas, los analistas han venido diseccionando una serie de errores cometidos por el aprendiz de diplomático, Luis Videgaray, en el manejo de la mesa de negociación para el primer encuentro, ahora frustrado, entre los presidentes Enrique Peña Nieto y Donald Trump.
Los expertos en relaciones exteriores y en la agenda bilateral México–Estados Unidos coinciden en el precipitado y erróneo desempeño de Videgaray. Parece que no le sirvió de nada el episodio de la visita de Trump candidato, cuando tras ser recibido en Los Pinos, cual jefe de Estado, regresó a un evento de campaña en Arizona y anunció que el muro iría, lo pagarían los mexicanos y ya se lo había informado al presidente Peña Nieto.
El martes Videgaray se volvió a engolosinar con su supuesta cercanía a Jared Kushner, yerno de Trump y asesor de la Casa Blanca. Dicen los expertos que no se aseguró de conocer a detalle la agenda de arranque de gobierno del presidente norteamericano y tampoco guardó las formas con otros miembros influyentes de su equipo.
Como haya sido, lo cierto es que por un rato pasaron a segundo término los temas de la política doméstica como el gasolinazo, los escándalos de corrupción, etc.
Pero parece que Los Pinos, en ese afán casi obsesivo por quedar bien con Trump, vuelve a cometer un error tras la llamada del viernes entre ambos presidentes, en la que acordaron mantener las negociaciones y no hablar más en público sobre el tema del muro y el empecinamiento trumpiano de que México pague el costo de la muralla, superior a los 15 mil millones de dólares.
Apenas se conoció ese acuerdo, admitido por la oficina de la presidencia mexicana –pero no por la estadounidense–, se reactivaron las diferencias. El poquititito respeto que pudo haber logrado Peña Nieto con la cancelación de su visita a Washington, se desplomó de nuevo.
No se ve fácil para el equipo de Los Pinos recomponer el barco; suben y bajan decisiones. El lunes estaba programado un encuentro del presiente Peña Nieto con los gobernadores de todo el país, y ayer se conoció que lo difirieron al martes. Quizá estén esperando el tuitazo mañanero del lunes, disparado por Trump, para ver qué más hacen.
Pero ese mismo día, además de la crisis diplomática con los vecinos norteamericanos, el presidente tendrá sitiada la Ciudad de México con las movilizaciones de las organizaciones sociales en contra del segundo gasolinazo del año, que se pretende entre en vigor el cuatro de febrero.
Son dos frentes muy difíciles para el agobiado Gobierno de Peña Nieto. Los problemas de política externa que se volverán conflictos sociales y presiones económicas conforme se hagan efectivas las acciones de política antiinmigrante de Trump o cumpla su amenaza de imponer gravámenes adicionales a las exportaciones mexicanas.
En lo doméstico no amaina la molestia de los ciudadanos por el incremento a los combustibles. Las acciones de protesta se han mantenido vigentes en lo que va del mes y repuntarán esta semana.
Aquí en Juárez está programado el paro en un amplio número de gasolineras; y en el resto del estado, para el martes están anunciadas las tomas de oficinas de Recaudación de Rentas; el cinco de febrero irán sobre las casetas de peaje, en rechazo al nuevo gasolinazo.
El problema no es menor, sobre todo porque atender ambos frentes implicaría reconfigurar toda la política económica del país, lo que no ha estado en la visión el grupo de tecnócratas que conforman el equipo económico de Los Pinos.
Diferentes voces, desde el empresario Carlos Slim, el expresidente Ernesto Zedillo y otros expertos en economía, están hablando de la necesidad de diversificar las alianzas comerciales de México, de buscar mayor independencia de la economía y la política norteamericana y de fortalecer el mercado interno con la reactivación del campo y la industria nacional.
Sin embargo, esa posibilidad queda dinamitada de antemano con decisiones de política hacendaria, como el incremento a las gasolinas, que prácticamente colapsa las actividades económicas primarias y secundarias del país, disminuye el poder adquisitivo de las familias y contrae el mercado interno.
La semana que sigue será igual o más complicada.
Conflicto en el Ichitaip
La liga se tensó al máximo entre el Palacio y el presidente del Instituto Chihuahuense de Transparencia y Acceso a la Información (Ichitaip), Rodolfo Leyva, al que los neófitos operadores políticos del nuevo amanecer quieren imponer a Ricardo Gándara como secretario técnico, el segundo cargo en importancia dentro de ese organismo, que se supone autónomo.
Gándara fue aspirante al cargo de consejero en el reciente proceso de designación, pero su nombre no entró al paquete de promovidos porque su baja calificación lo dejó por debajo de los diez primeros lugares. “Panzó” el examen de conocimiento.
El hombre en cuestión es marido de la secretaria de la Función Pública, Steffany Olmos, quien ha movido cielo, mar y tierra por colocarlo en la nómina del Estado.
Quizá no sería tan problemático conseguirle un cargo público, a no ser porque el señor Gándara está obcecado en entrar al Ichitaip, donde ya había trabajado hace algunos años. Ni siquiera parece haber reparado en que ocupar un cargo de esa naturaleza conlleva un claro conflicto de intereses, porque él y su mujer estarían en áreas con funciones relacionadas con política de transparencia.
Eso sin contar el nepotismo que va cobrando carta de naturalización en varias áreas del nuevo amanecer.
La presión para que Gándara entre al Ichitaip ha venido escalando. Han intervenido en el asunto el secretario de Gobierno, César Jáuregui Robles; el presidente del Comité Estatal del PAN, Fernando Álvarez, y el coordinador de la bancada del PAN en el Congreso, Miguel La Torre, quien por cierto ya tiene colocada en el instituto a Cinthia Mayela Rodríguez, su aún esposa –de la que está separado–, nombrada directora de Acceso a la Información.
Ninguno de ellos consiguió modificar el criterio de Rodolfo Leyva, quien tiene su propio prospecto para el cargo. Se trata del exmagistrado Salvador Amaro Castillo, con doctorado en Derecho y más de treinta años de carrera judicial. El nombramiento estaba contemplado para darse el jueves.
Eso paró de pestañas a los operadores del nuevo amanecer. Se les inflamó la víscera y ordenaron al consejero Alejandro de la Rocha iniciar el cabildeo para destituir a Leyva de la presidencia del Ichitaip. No contaron con la determinación del funcionario, que se tardó nueve años en llegar a ese cargo tras varios intentos y un largo litigio legal de por medio.
Si mantienen la idea de removerlo de la presidencia, el conflicto jurídico atravesará los cinco años del nuevo amanecer. De eso no hay la menor duda.
El problema ya causó un roce entre el gobernador Javier Corral y el presidente del Ichitaip, Rodolfo Leyva. Sucedió el viernes, al concluir el informe del presidente del Poder Judicial, donde ambos marcaron sus posturas.