Las amenazas de Donald Trump continúan sacudiendo a México y en Ciudad Juárez crece el temor por el terremoto que aquí podrían desatar cuatro de sus eventuales acciones: aplicar altos aranceles, operar deportaciones masivas, cerrar completamente la frontera a la migración y combatir del lado mexicano a los cárteles de las drogas.
Ninguna frontera en el país depende en su empleo tanto de la industria manufacturera de exportación como Ciudad Juárez. Seis de cada diez plazas laborales están en el esquema transnacional que se articuló para reducir los costos de producción de aquello que finalmente se consumirá o utilizará principalmente en el mercado de Estados Unidos.
Todas esas exportaciones, ya sea en partes o en productos terminados, son a las que el presidente electo de Estados Unidos pretende aplicar aranceles hasta del 25 por ciento.
Los impactos económicos pueden ser múltiples. Uno muy radical sería el cierre de plantas si eventualmente lograra Trump la relocalización en su propio territorio, ya que se supone que ese es el objetivo: forzar a las empresas a regresar a Estados Unidos. Así que la caída en el empleo sería el más devastador efecto. Ya hay contracción y pérdida de plazas en la industria por todos los vaivenes políticos, pero no en los niveles que podrían devastar a una ciudad tan dependiente de la maquiladora.
Además, todas las previsiones sobre el impacto de incrementar aranceles apuntan a un fenómeno inflacionario que no únicamente pegaría fuerte a los consumidores estadounidenses.
En la frontera Juárez-El Paso hay mucho intercambio comercial y claro que el incremento de precios también pegaría de este lado. Nadie desconoce que hay múltiples productos que se consumen en el mercado local, pero vienen del otro lado del río, ya sea por importaciones, por contrabando hormiga o documentado. Es un mundo de actividad comercial entre ambas ciudades.
Y hablamos en principio del efecto de los aranceles aplicados unilateralmente por Trump. Si se desatara la guerra y México respondiera a un arancel con otro arancel como advirtió la presidenta Claudia Sheinbaum en su respuesta al presidente electo de Estados Unidos, la escalada inflacionaria y el incremento de precios sería mayor, como mayores serían los impactos en la economía de las familias juarenses.
México es el primer exportador a Estados Unidos luego de sobrepasar a China desde hace meses. Así que no nada más en Juárez habría consecuencias. Al final, el terremoto puede tener muchas réplicas, ya que también Canadá entra en la ecuación y todavía falta ver cuál será la reacción de China.
“El 20 de enero, como una de mis muchas primeras órdenes ejecutivas, firmaré todos los documentos necesarios para cobrar a México y Canadá un arancel del 25 por ciento sobre TODOS los productos que entren a Estados Unidos, y sus ridículas Fronteras Abiertas” escribió Trump la semana pasada en su plataforma Truth Social.
“¡Este Arancel permanecerá en vigor hasta el momento en que las Drogas, en particular el Fentanilo, y todos los Extranjeros ilegales detengan esta invasión de nuestro País!”, agregó el republicano.
Estados Unidos es el mercado para el 80 por ciento de las exportaciones mexicanas, desde alimentos, metales, manufacturas, bebidas, instrumentos médicos y, sobre todo, autos.
En Juárez florece la manufactura para el sector automotriz, la electrónica y la industria textil, pero también la de equipo médico y de aparatos electrodomésticos.
En el caso de la industria automotriz, es tal su integración en toda Norteamérica, que los componentes pueden cruzar las fronteras hasta siete veces antes de que el automóvil llega a un concesionario. Tanto arancel dispararía el costo final de ensamblaje.
De acuerdo con distintos analistas, para México, los aranceles originarían que las exportaciones no petroleras hacia Estados Unidos se reduzcan hasta en un 26 por ciento, afectando gravemente a industrias clave como la automotriz y la maquiladora, justo las que conforman el motor económico de esta ciudad
Por lo pronto, Juárez queda en el centro de esa guerra comercial que se avecina, o, mejor dicho, que se intensifica, luego de la competencia que marcó la dinámica mundial del nearshoring o relocalización de empresas.
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En el tema migratorio, Juárez también se ubica en medio del sándwich. A la ciudad le ha ido mal y se ha vivido aquí la peor crisis humanitaria cuando se ha privilegiado este puerto para realizar las repatriaciones de migrantes de distintas nacionalidades, detenidos en muy variados y distantes puntos de la frontera o en el interior de Estados Unidos.
Donald Trump y sus colaboradores ya anunciaron la operación de deportaciones más grande en la historia de Estados Unidos.
Si a ese escenario se le suma el cierre total de la frontera y la cancelación de cualquier programa de asilo, Juárez se coloca bajo la tormenta perfecta, ya que convergerían una vez más (como ocurrió en la crisis del 2018) los flujos que vienen del sur y los que regresan del norte.
Pero menos estaría lista la ciudad para atender el fenómeno, si se considera la crisis económica que en paralelo generarían la pérdida de empleos y la inflación derivada de la guerra arancelaria.
“Déjenme ser claro: va a haber deportaciones masivas porque acabamos de pasar por una crisis de migración ilegal en la frontera. Cualquiera verá que nueve de cada diez personas que soliciten asilo terminarán con una orden de deportación”, dijo durante la semana el zar fronterizo del presidente electo Donald Trump, Tom Homan.
Precisamente estuvo en Eagle Pass, Texas, donde se reunió con Greg Abbott, uno de los más duros gobernadores antiinmigrantes en los Estados Unidos.
En esa visita, Dawn Buckingham, comisionada de Tierras de Texas, anunció que el estado seguirá ofreciendo tierras a Donald Trump para la construcción de centros de detención que ayuden en la política de deportaciones masivas.
Homan habló después de que la presidenta Claudia Sheinbaum hizo pública la carta enviada al presidente electo, en la que además de advertir respecto al ojo por ojo en materia arancelaria, también consideró que “no es con amenazas ni con aranceles como se va a atender el fenómeno migratorio ni el consumo de drogas en Estados Unidos. Se requiere de cooperación y entendimiento recíproco a estos grandes desafíos”.
“No nos pongan a prueba. La gente quiere un país seguro. Es tiempo de hacerlo. Manos a la obra”, respondió Homan, confirmando las intenciones de Trump, quien ya adelantó que también en materia migratoria actuará desde el primer día en que tome posesión.
Homan supervisó la instalación y reforzamiento del muro fronterizo, otras de las acciones anunciadas por Trump. En total se han construido mil 488 kilómetros de muro, aunque la frontera es de 3 mil 141 kilómetros.
El zar recorrió la frontera con Abbott antes de hablar con los soldados y policías estatales que han sido enviados a Eagle Pass para la Operación Estrella Solitaria, desplegada por el Gobierno texano.
“Este es un modelo que podemos aplicar en el país”, dijo Homan respecto a la forma en que Abbott ha frenado los cruces ilegales.
Trump ha asegurado que sellará su frontera con México y solo se permitirá el ingreso de personas de forma legal o regular.
“Vamos a sellar nuestras fronteras y vamos a tener que dejar a la gente que entre en el país. Queremos que la gente regrese. Tenemos que dejarlos regresar, pero lo van a tener que hacer de manera legal. Tienen que venir, pero de manera legal”, dijo el presidente electo.
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Otra inquietud más en torno a los planes de Trump surgió durante la semana, cuando la revista Rolling Stone publicó que en el futuro Gabinete de Donald Trump se debate la alternativa de enviar a México “equipos de exterminio” encubiertos, acciones con drones o ataques aéreos, como parte de su guerra contra los cárteles de la droga.
Así se asegura en el reportaje titulado “El equipo de Trump debate ‘¿Hasta qué punto debemos invadir México?’, de los periodistas Asawin Suebsaeng y Andrew Pérez, publicado el pasado miércoles.
“¿Hasta qué punto debemos invadir México?” es la pregunta de un alto miembro del equipo de transición de Trump citada por los periodistas.
El reportaje plantea que se analiza realizar una “invasión suave” de México, es decir, que Estados Unidos envíe a fuerzas especiales de forma encubierta para asesinar selectivamente a los líderes de los cárteles de la droga, un plan que supuestamente el propio Trump habría aceptado en conversaciones privadas.
La presidenta Claudia Sheinbaum restó seriedad a lo publicado y consideró esa información como “una película”.
“Es toda una película. ¿Cuál es su base? Yo lo que me sustento pues es en la conversación, dos conversaciones que he tenido con el presidente Trump y ya en su momento pues la comunicación que haya con su equipo de trabajo y en el momento que entre”, dijo la mandataria, quien aseguró que su Gobierno siempre defenderá la soberanía de México.
Sin embargo, diversos analistas consideran que no habría que subestimar esas informaciones, ni ninguno de los amagos de Trump, quien podría privilegiar en esta ocasión el actuar para congraciarse con sus electores y para amedrentar a sus socios comerciales, sin medir las consecuencias reales.
Las propuestas, según Rolling Stone, incluyen ataques con aviones no tripulados o ataques aéreos contra la infraestructura de los cárteles o laboratorios de drogas, el envío de entrenadores y “asesores” militares a México, el despliegue de equipos de exterminio en suelo mexicano, una guerra cibernética contra los narcotraficantes y sus redes, y hacer que las fuerzas especiales estadounidenses realicen una serie de redadas y secuestros de figuras notorias.
Ubicada históricamente como la Joya de la Corona en el negocio del narcotráfico, Ciudad Juárez, no quedaría ajena a ningún tipo de acometida.
De todos es conocido el efecto que en el incremento de la violencia generó precisamente en esta frontera la “Guerra contra el Narco” iniciada por el presidente Felipe Calderón.
La intervención de las fuerzas federales y del Ejército, lo único que logró fue que escalara la violencia criminal, se incrementaran los delitos de alto impacto, se diversificaran las actividades delincuenciales, aumentaran las víctimas colaterales y se fragmentaran los cárteles, con un impacto más nocivo para la sociedad.
Eso sin contar que, a final de cuentas, la intervención se inclinó por uno de los grupos criminales, como quedó demostrado en el proceso que llevó a la condena en Estados Unidos de Genaro García Luna, el exsecretario de Seguridad Pública, por trabajar para el Cártel de Sinaloa y facilitar la entrada de toneladas de cocaína hacia aquel país.
¿Qué garantizaría que el Gobierno de Donald Trump no hiciera lo mismo y se apostara con alguno de los cárteles en conflicto? La historia podría repetirse y las consecuencias también.
Además, ya se dio una muestra de lo que puede desatar la intervención de Estados Unidos. Nada más hay qué ver cómo se incendió Sinaloa como consecuencia de la operación que terminó con Ismael “El Mayo” Zambada en una prisión de Estados Unidos. Y justo hubo ahí algún acuerdo entre autoridades de aquel país y uno de los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, para que la captura y entrega pudiera concretarse.
Desde el 9 de septiembre, cuando inició la refriega y la escalada violenta, se han registrado en Sinaloa cerca de 400 homicidios dolosos por el enfrentamiento entre Mayos y Chapitos.
Ya hay pues, demasiados frentes abiertos y en Juárez no se han logrado contener las violencias homicidas y feminicidas, frente a los múltiples enfrentamientos entre grupos y reconfiguraciones de las células criminales.
Ojalá y todo sea ficción o mera retórica. Juárez no soportaría que se conjuntaran otra vez los peores índices de criminalidad con una crisis migratoria y una depresión económica.