El episodio de violencia irracional e inexplicable, desde cualquier punto de vista, recetado a los chihuahuenses por parte de quienes han integrado un segmento operador sustancial en el proyecto político del gobernador electo, Javier Corral, llama a la reflexión urgente sobre el régimen que se avecina a partir de octubre y por cinco años más.
Los manifestantes del martes fueron convocados a “tomar Palacio” por Jaime García Chávez, cabeza de la Unión Ciudadana que lleva varios años alimentando un expediente penal en la Procuraduría General de la República contra César Duarte (lo hace al alimón con el gobernador electo); así como por los diputados del PAN, Rogelio Loya y Ana Gómez Licón y Víctor Quintana, también de la Unión Ciudadana y general en el equipo corralista.
Ni siquiera pueden ellos intentar engañar a la sociedad con el recurso manido de los “infiltrados” en la manifestación, porque está demostrado palmariamente que fueron ellos los que hicieron la convocatoria pública para llevarla a cabo. Aparecieron en todas las imágenes previas a los disturbios. Literalmente encendieron la mecha y después desaparecieron. El saldo: miles de empleados aterrorizados sin deberla ni temerla, el histórico Palacio destrozado en sus accesos principales, periodistas agredidos aun tras identificarse, policías gravemente lesionados, cerca de 100 detenidos (29 finalmente sujetos a investigación) y la sociedad chihuahuense asustada, atónita y sin poder creerlo.
¿Por qué los habitantes de la capital no lo podían creer? Si bien desde hace al menos un año tienen motivos sobrados para quejarse y hasta protestar de igual manera que la del parte, o peor, por la vida de perros (callejeros) que les han dado sus autoridades en varios rubros no lo quisieron hacer y punto. El 5 de junio se desquitaron de forma muy democrática y muy pacífica metiendo 100 mil votos para el PAN sobre los candidatos del PRI.
No dejaron los buenos chihuahuitas piedra sobre piedra del PRI en el Municipio. Arrasaron con las cinco diputaciones que había por elegir, la sindicatura, la alcaldía y la gubernatura. Todo completito se lo entregaron al PAN. Los juarenses le dejaron al tricolor al menos varias diputaciones y hasta la sindicatura.
Justo el día de los disturbios los chihuahuenses sufrían sus calamidades permanentes como falta de transporte público (como la han sufrido casi un año), se lamentaban por las filas estilo venezolano en las gasolineras y un calorón de 40 grados que obliga a otro martirio allá: el tandeo para surtir agua potable prácticamente en toda la ciudad. En esta temporada más de la mitad de la ciudad sufre lo indecible por la grave ineptitud en la administración del agua.
Nunca imaginaron en Chihuahua que a sus penurias del día a día se fuera a sumar un escándalo en Palacio porque el “tirano Duarte” (así lo llaman García Chávez y Javier Corral) y sus operadores en el PRI hayan impugnado la elección y en el Congreso del Estado los diputados tricolores hayan intentado ingresar recursos a las arcas del Estado mediante la bursatilización de algún rubro como las carreteras o las partidas federales. Estos fueron algunos de los argumentos públicos para “invitar” a la manifestación.
A los diputados del PAN que participaron en la convocatoria no les alcanzó la malicia, o no la quisieron alcanzar, para saber que la izquierda chihuahuense debía solidarizarse con las protestas de Oaxaca y de otras partes del país. No es la primera vez que ocurren movimientos sincronizados de esa naturaleza a nivel nacional. Algunos acuerdos sobre el movimiento los tomaron el fin de semana anterior en la región serrana de Creel y varias casas de seguridad en la propia capital del estado.
De eso se trataba, de armar relajo, no de otra cosa.
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En su momento se dijo que Patricio Martínez era un niño de pecho comparado con César Duarte. Lo dijo uno de los operadores más finos que tuvo el gobernador; un observador implacable de la conducta y personalidad de los políticos que duró en la actual administración lo que dura en cantar un gallo.
Ahora el principal asesor en jefe mironiano asegura que Corral es un Duarte pero con envoltura panista. Mirone trató de rechazar el señalamiento, pero los días también se conocen por las vísperas.
Este escribidor dijo antes del martes de la protesta en Palacio que Corral debía estarse preparando para gobernar y no para jugar a las vencidas con la administración saliente. Ese juego terminó el 5 de junio; ahora tiene cinco largos años para cumplir todo lo ofrecido en campaña, entre otras cosas no únicamente que se haga justicia –como usa ahora el juego de palabras– sino “meter a la cárcel a Duarte”, como insistió desde que encabezó personalmente su denuncia ante la PGR.
Y si en estos momentos el Estado no es todavía de García Chávez, de Corral, de la Unión Ciudadana ni de los escasos panistas en ese proyecto, entonces Duarte seguirá siendo gobernador hasta septiembre. ¿Por qué la carencia total de lógica para entender esto que es básico dentro del sistema democrático que se ha dado la República?
¿Corral es un Duarte con empaque del PAN?
Mirone no tiene duda que la pregunta, que el solo comentario, molestará considerablemente al gobernador electo, y ni se diga a don Jaime, a Quintana, etc., pero entre ellos, y dos más que tuvieron la prudencia de no pararse en la manifestación, Lucha Castro y Gabino Gómez, ya hay falta de entendimiento. Hubo pleito horas antes de los hechos en Palacio porque de plano no hubo coincidencia en la forma que protestarían.
Era obvio que en esa lógica de la realidad estrictamente chihuahuense no había necesidad de un movimiento de esa naturaleza. De lo que hay necesidad es de la convocatoria y trabajo político fino y contundente que debiera estar llevando el gobernador elector para planear su administración y, desde su espacio, ayudar en resolver problemas urgentes que agobian a los chihuahuenses, en los que de plano no atinan las salientes a dar pie con bola. Ayer lo repetimos en este espacio.
Aquí es donde el asesor mironiano tiene razón en el empaque corralista. El trabajo político no se ve por ninguna parte. Parece que la campaña sigue y que su única razón de existir se llama César Duarte. ¿Y cuándo se vaya Duarte qué va a ocurrir, a seguir tras su sombra?
Después del triunfo el equipo de Corral empezó a reunirse con el secretario de Hacienda, Jaime Herrera. Vieron los números, aparentemente se asustaron, gritó el gobernador electo que no admitiría más deuda y su equipo fue retirado de manera sigilosa pero abrupta. Nadie de ellos fue autorizado por Javier para emitir una opinión ni definir posiciones. “Solo yo y a través de esta vía”, repitió en su Face.
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El gobernador electo está obligado hoy a trabajar en bien de Chihuahua en las condiciones políticas, sociales y legales existentes. No hay otras para este momento ni habrá pretexto para no presentar resultados. Ganó la elección porque hay enojo hacia los salientes a nivel estatal y nivel federal. Si el manejo del Gobierno fuera óptimo, seguramente no había ganado.
Las rabietas, los desplantes, la intolerancia, la suficiencia que raya en el histrionismo y la infinita alergia al duartismo debe colocarlos a un lado para iniciar la entrega–recepción, dando detalles sobre quiénes serán los integrantes de ese equipo y transparentando toda la información. No llegan a manejar recursos privados, sino públicos.
En el ala panista de sus operadores aparece gente con grandes capacidades y actitudes de verdadero servicio y demócratas, como Guillermo Luján, César Jáuregui, Arturo Fuentes Vélez, Fernando Álvarez. Manejaron parte de la campaña y Mirone sabe que siguen en la transición, pero Javier los mantiene escondidos cual si fueran producto de pecado inconfesable.
Pancho Barrio indudablemente también se mantiene cerca y no tiene mácula como exgobernador o exsecretario de gabinete federal en el manejo de recursos, si acaso el reproche de los propios panistas por no haber ganado elecciones para su partido en la entidad después de la propia de 1992. También se desconoce el papel que juega de cara al nuevo régimen.
Dentro del propio panismo un asunto que debiera estar resolviendo Corral es el de su propia relación con el equipo que ganó la Presidencia municipal de Chihuahua encabezado por María Eugenia Campos, César Jáuregui Moreno y Mario Vázquez.
No están lejos los chihuahuitas de sufrir una nueva confrontación radical entre su Gobierno municipal y el Gobierno estatal igual a la que padecieron con Duarte como gobernador y Marco Adán Quezada, cuya consecuencia más desastrosa y penosa sigue siendo la crisis en el transporte masivo, parte de la sonorosa derrota.
Desde el cuartel de Corral saben que la campaña de Maru recibió algo así como 40 millones de pesos de empresarios propriistas relacionados con Palacio de Gobierno precisamente para derrotar al marquismo–reyesbaecismo que tuvo como candidata a Lucía Chavira.
La campaña de María Eugenia fue marcadamente propia. Hubo diferencias fuertes y abiertas con Corral y su equipo de principio de campaña hasta el cierre de la misma. Lo dijimos en este espacio: a la candidata le sobraba el dinero, Corral no traía ni para los burritos (por decirlo de alguna forma).
Ese trabajo de acercamiento –no de reconciliación, porque no habrá reconciliación– sigue pendiente como la zozobra al respecto entre los chihuahuenses. Ellos desconocen –y quizá ni quieran conocer– quién pagó la campaña de Maru y el enojo de Corral. Ellos brindaron su voto a ambos porque se hartaron de pachangas con Juan Gabriel hasta en sus más tradicionales festejos, como los patrios del 15 de septiembre, y porque cada día, desde hace muchos meses, sufren por el transporte para trasladarse por la ciudad. De esto que es urgente no les ha dicho nada ni su alcaldesa electa ni el gobernador electo. Ha habido más pláticas entre Corral y Cabada (lo cual esperemos sea bueno para los juarenses) que entre el gobernador electo y Maru. Está Corral bastante enojado con ella y su equipo.
Desde este espacio hemos informado que Corral ha sostenido reuniones secretas con los exgobernadores priistas Patricio Martínez, Reyes Baeza y Fernando Baeza –o con interlocutores de ellos– en la búsqueda de crear un buen clima político y de entendimiento durante la transición y la siguiente administración.
Es buena idea, se diría excelente, pero los conocedores de la realidad política estatal saben sin temor a equivocación que esos acercamientos no son otra cosa que la conformación de un frente contra Duarte, a quien le acaba de dar la puntilla de la traición Patricio. Con los Baeza la relación no solamente no ha sido buena, ha sido pésima, de choque y peleas permanentes. Así que los vientos ahí son de más guerra.
Por estas semanas viene la elección de dirigentes del Sindicato Nacional de Trabajadores del Estado (SNTE), en sus secciones estatales Octava y 42, con todo lo que implica para el sistema de educación básica en todo el estado; después viene la potencialmente explosiva elección de directores y rector de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Al mismo tiempo están las tortuosas discusiones sobre los presupuestos de fin de año en las alcaldías y Gobierno estatal, así como los presupuestos 2017.
Los sucesos del martes y el completo inmovilismo de los electos para evitarlos deben significar una llamada fuerte de atención sobre la necesidad urgente de la operación política más amplia para remendar lo que está descosido en el Estado, para superar las diferencias que sea necesario superar en bien de las instituciones chihuahuenses y aprestarse a atender déficits y rezagos sociales que aquejan tanto a las zonas urbanas como rurales de la entidad.
Esperemos que las vísperas de este mal arranque poselectoral no se extiendan para los siguientes cinco años.