No es tema central para este domingo la impugnación del PRI sobre los resultados electorales del domingo 5 de junio. Vamos hoy sobre la fotografía sociopolítica de la ciudad a grandes rasgos, con todo y sus antecedentes, y el reto que tienen frente a sus ojos y manos las autoridades electas.
La impugnación, sin embargo, no la podemos hacer a un lado porque de broma pasó a muy seria. Es pésima la referencia como ejemplo, pero ad hoc para el momento, ese chiste de Polo Polo cuando se puso en huelga aquel órgano del cuerpo de los encargados de descargar humores y más, colapsando todo. Lo más empieza por lo menos.
Se supone que los hechos expuestos en la denuncia tricolor no son ciertos debido, sobre todo, a su magnitud. Hablamos de 170 mil votos y no de 10 mil, dijo una sesuda analista priista de las nuevas amigas de Mirone (agua fresca en la jarra), y por lo tanto resulta imposible que los miles de ojos de representantes del PRI en las casillas no los hayan detectado. Las actas de casillas rechinan de limpias en su inmensa mayoría.
Pero la impugnación ya desató el enojo de los ciudadanos que acudieron a sufragar, molestó al alcalde independiente electo, está afectando de manera casi fatal a los miembros del Instituto Estatal Electoral, del Tribunal Estatal Electoral y del Instituto Nacional Electoral que acaparó la elaboración de las boletas electorales (¡¡¡ya les sacaron su filiación priista… pero en contra del PRI!!!).
También está haciendo pedazos la impugnación los acercamientos para la transición entre la administración entrante y la saliente, botó la posibilidad de un acuerdo sobre el mentado crédito estatal que sería votado esta semana en el Congreso (contemplado aparentemente en el presupuesto de este año), obligará a la intervención de las dirigencias nacionales de los partidos y del Gobierno de la República, y está creando un frente del gobernador electo y exgobernadores del Estado (Patricio, Barrio, Baeza y Reyes) quizá no contra la administración de César Duarte, pero sí contra la amenaza de inmovilizar al Estado, crear caos, anarquía e ingobernabilidad.
Indudablemente tienen la palabra en los siguientes días el presidente Peña y el jefe de los senadores priistas en la Cámara Alta, Emilio Gamboa.
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Vamos al tema central:
Si las administraciones municipales, estatales y federales derivadas de partidos distintos al Partido Revolucionario Institucional (PRI) hubieran sido al menos medianamente efectivas otro gallo le hubiera cantado a esta heroica frontera.
Juárez tuvo casi 12 años de régimen panista consecutivo en el manejo del Ayuntamiento. Fueron alcaldes los blanquiazules Francisco Villarreal, Ramón Galindo Noriega, Gustavo Elizondo Aguilar y Jesús Alfredo Delgado Muñoz, El Güero. Años antes fue primer alcalde panista en la historia de Juárez Francisco “Pancho” Barrio Terrazas, quien luego tomó turno en la gubernatura durante seis años, 1992–1998.
La gloria blanquiazul fue alcanzada en la Presidencia de la República en el año 2000 con el guanajuatense Vicente Fox Quezada y reafirmada en el 2006 con el michoacano Felipe Calderón, dos panistas que tuvieron mucho en sus manos para atender lo que en lenguaje sociopolítico se ha dado en definir como “problemas ancestrales que afectan a la principal frontera del país”.
Si nos ponemos estrictamente objetivos, la famosa alternancia partidista le ha servido de muy poco a los habitantes de esta frontera. Proporcionalmente los déficits y deficiencias de 1983–1986 cuando fue alcalde Barrio Terrazas fueron los mismos con los 12 años de sus sucesores correligionarios azules y los mismos con los relevos priistas de otros 12 años, Teto Murguía, José Reyes Ferriz, de nuevo Teto y Enrique Serrano.
Si bien hubo esos 12 años de régimen tricolor consecutivo en la Presidencia municipal y administradores priistas en el Gobierno estatal de 1998 hasta 2016 también hubo alternancia federal con Fox y Calderón de 2000 a 2012. La “regularidad priista vertical” en los tres órdenes de Gobierno federal, estatal y municipal ha sido desde 2012 y lo seguirá siendo hasta septiembre de 2016 que retome el PAN el Gobierno estatal y un independiente la alcaldía. El primero electo por cinco años, el segundo por solo dos, con posibilidad de reelección tres más.
En todo ese tiempo de “alternancia democrática” Ciudad Juárez tembló con los sádicos feminicidios y se condolió el mundo con las historias estrujantes de crueldad halladas en los cuerpos de cientos de mujeres tirados en Lomas de Poleo, en el cerro del Cristo Negro, en el Lote Bravo, en el Campo Algodonero… Apenas el año pasado en los arenales de San Agustín.
A los asesinatos de mujeres se les sumó luego el infierno de 2007–2011 con el apocalíptico arribo de Juárez al primer lugar de las ciudades más violentas de la tierra por la lucha sangrienta entre bandas criminales que terminó con la vida de casi 100 mil personas, una gran cantidad de ellas víctimas inocentes. La economía se paralizó y la ciudad quedó devastada, con números rojos más profundos de los que venía arrastrando en todos los rubros: salud, educación, empleo, seguridad, inequidad fiscal…
Los policías municipales y estatales fueron diezmados; la mayoría cayeron acribillados, otros desertaron, solo quedaron quienes hacían labores de oficinistas. La Procuraduría General de la República prácticamente desapareció su delegación aquí.
La suma de todos esos saldos es la que viene a administrar en la Presidencia municipal, Armando Cabada, surgido de proyecto independiente; sus regidores con mayoría plena y un síndico de origen priista y pésima fama del que no se puede esperar nada, Aarón Yáñez. En la gubernatura llega al relevo Javier Corral. Por el Gobierno federal sigue de frente hasta el 2018 el priista Enrique Peña Nieto.
Cabada y Corral conocen mucho más de lo que Mirone ha descrito en pinceladas generales sobre la historia reciente de Juárez no tanto por su participación en el mundo político, sino por su origen en el oficio periodístico.
Cabada describió durante más de una veintena de años desde el Canal 44 cada malestar de la ciudad y sus habitantes; desde una escuela sin bancas o sin maestros, hasta enormes tumores malignos como los feminicidios, el narcotráfico o la corrupción. Corral se ha asumido más como periodista que como político, aunque lleve 30 años de cargo en cargo público. En ese tiempo no ha dejado la pluma, y si bien sus temas no son “aldeanos” como los de Cabada, sí abordan con recurrencia algunos de los males peores que agobian a la república.
Ambos saben que poca ayuda tendrán del Gobierno federal y no podrán colocarla como pretexto para llevar a cabo sus correspondientes tareas. Los delegados federales en Juárez seguirán prácticamente como un cero a la izquierda, así como lo fueron antes con los 12 años de gobierno panista y lo son de nueva cuenta con el régimen peñanietista. Son una carga tremenda para los juarenses, tanto por los sueldos que perciben, lo que gastan sus oficinas, como por los impuestos que se llevan. Juárez produce millonadas y recibe centavos del Gobierno central.
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De acuerdo con el Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP), Ciudad Juárez mantiene un rezago de pavimentación en sus calles cercano al 40 por ciento, pero del 60 por ciento que sí tiene pavimento, este se encuentra “en un estado de regular a malo”. Ello produce una extraordinaria contaminación.
Esta frontera tiene más de 100 mil casas vacías, lo que produce vandalismo e inseguridad; el transporte urbano público masivo es de los más malos de la entidad (ahora increíblemente le gana la ciudad de Chihuahua). Se considera que la Policía municipal está conformada por 2 mil 500 elementos, frente a una población aproximada al millón 400 mil habitantes. De acuerdo con los estándares de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) debe haber casi tres policías por cada mil habitantes; entonces, Juárez debiera contar con aproximadamente 4 mil policías. Por cada turno de cada ocho horas solo hay 600 policías cuidando la ciudad.
Según las estadísticas del propio IMIP, en un análisis de disponibilidad de servicios básicos, infraestructura urbana y calidad de vida, tiene determinado que sufren el mayor rezago al menos 146 colonias de la ciudad.
Así podríamos ir detallando cada aspecto de los grandes temas deficitarios que sufre esta frontera y que deberán enfrentar los nuevos regímenes: falta de escuelas, maestros y bancas; camas de hospital y médicos; alumbrado público; recolección de basura; el paso del tren por el Centro y tantos etcéteras más.
Tan solo por la industria maquiladora la ciudad genera arriba de 250 mil empleos y una riqueza anual por varios billones de pesos de los que se originan números incalculables en impuestos (el secreto mejor guardado de las haciendas estatal y federal) pero el presupuesto municipal es diminuto, de apenas 3 mil 300 millones de pesos por año. No alcanza con eso para dar a las maquiladora lo que sus miles de obreros necesitan en salud, educación de sus niños, hospitales, seguridad… la misma lista.
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Queda con lo anterior comprobado que la alternancia partidista en el Gobierno no ha separado a Ciudad Juárez de aproximadamente el 40 por ciento de sus déficits en todo (policías y pavimento son el referente). Ni autoridades panistas, ni priistas; ni municipales, estatales ni federales han podido o querido bajar esas estadísticas negras. ¿Lo harán Cabada y Corral?. Está por verse.
Ambos políticos se condolieron hasta lo más profundo durante la campaña electoral tanto por las penurias sufridas por el grueso de los juarenses en su subsistencia diaria como por la terrible desigualdad financiera y discriminación con la que es tratada la ciudad a la que ofrecieron todo. Exhibieron en grandes decibeles su indignación por la ineficacia “y corrupción” de quienes han tenido bajo su mando a los gobiernos municipal y estatal; ahora lo tendrán ellos y las expectativas son tan grandes, y los retos tan monumentales como los votos que han hundido hasta lo más profundo al PRI.
Es hora de impedir que miles de millones del presupuesto público se vayan a fortalecer Ciudad Vallina, o a construir vialidades en “la nada” (plan de movilidad) o permitir fraccionamientos con recursos públicos en Riberas del Bravo (hoy ejemplo vivo de corrupción, indolencia y desprecio oficial por la vida humana), etc., etc.
El punto anterior nos lleva a una reflexión final que tiene qué ver con la calidad y no con la cantidad, en sentido amplio.
Efectivamente los rezagos son insultantes, pero la falta de optimización y calidad en el manejo de los recursos materiales y humanos lo son más. No es posible sacrificar tanto dinero en obras que a muy pocos les sirven; tampoco es admisible que los pocos policías y agentes de tránsito sean utilizados para “morder” en retenes ofensivos o donde se les pega la gana, o que el sindicato del Municipio siga literalmente robando las arcas del Ayuntamiento, o que la junta de aguas y el sistema de transporte sean estatales cuando deben servir por estricto sentido a los juarenses…
Esperemos a la vuelta de año y medio venga un cambio importante en todo lo descrito, que se noten los avances, y que no volvamos a los análisis de por qué el PRI vuelve por sus fueros con el mismo voto duro de siempre. El tiempo apremia.