La crisis que produce el estrés hídrico por la sobredemanda del vital líquido rebasa la capacidad disponible en esta ciudad, por el agotamiento de los mantos freáticos.
Esta situación ya provocó un choque entre el alcalde Cruz Pérez Cuéllar y el director ejecutivo de la Junta Municipal de Agua y Saneamiento, Sergio Nevárez.
El encontronazo se había tardado, pero finalmente se dio, ante la presión de la ciudadanía que carece del servicio de agua entubada en sus casas, que reclama soluciones inmediatas para sus necesidades básicas.
Si esas soluciones inmediatas recaen en la primera autoridad municipal, como responsable de dotar los servicios básicos a la población, era su obligación atenderlas y, por lo visto, lo comenzó a hacer, abasteciendo con pipas los tambos de agua de 3 mil familias de las colonias conocidas como Los Kilómetros, ubicadas a lo largo de la salida a la carretera a Casas Grandes.
Apenas el pasado 20 de junio, Cruz Pérez Cuéllar había anunciado el reparto de agua en esas colonias mediante 20 pipas rentadas por el Municipio, dentro del programa Cruzada por mi Casa, y enfatizó en aquella ocasión que se realizaría a través de la Dirección de Desarrollo Social, en coordinación con la Junta Municipal de Agua y Saneamiento.
Pero la comunicación se rompió entre las dependencias y el agua dejó de fluir a las colonias.
El alcalde acusó que la JMAS les impidió abastecer sus pipas con el vital líquido y la descentralizada señaló que había crisis hídrica en ese pozo.
En ambos casos los argumentos son válidos, el primero porque habla de sensibilidad para atender una necesidad vital, y el segundo porque confirma que los mantos están agotados y debe administrarse mejor el reparto.
Pero no se trata de ver quién tiene la razón en este conflicto, sino de resolverlo con urgencia, independientemente de colores partidistas o razones electoreras, porque la gente no puede sobrevivir sin agua.
Bajo esa premisa, lo más importante es la coordinación de esfuerzos y capacidades, no de acusaciones que llevan la crisis al nivel político, cuando se trata simplemente de una demanda social que no admite demoras ni pleitos.
Muchos argumentos técnicos debe tener el director ejecutivo de la JMAS para impedir que las pipas municipales carguen agua y la repartan, pero la ola de calor extremo que azota la ciudad y flagela a miles de juarenses, que no tienen agua para bañarse y mucho menos para sus aparatos de aire acondicionado, debe ser el único que lo mueva para encontrar una solución al problema.
Como administrador del recurso hídrico de la ciudad está obligado a que lo poco que hay en los mantos que abastecen la ciudad, alcance para todos, principalmente para los que sobreviven del agua en tambos.
Hasta ahora, en Ciudad Juárez se estima que el 95 por ciento de la población fronteriza tiene acceso al servicio de agua entubada o suministrada con pipas, pero el consumo por día rebasa los 250 litros por persona recomendados por organismos internacionales, de acuerdo con el estudio “Indicadores de uso sustentable del agua”, realizado por el investigador del Colegio de la Frontera Norte, Luis Ernesto Cervera Gómez.
Toda esta agua que llega a los domicilios fronterizos se extrae de los acuíferos Bolsón del Hueco y Bolsón de Mesilla, que además de compartir con los vecinos del otro lado del río, están sobreexplotados, con un problema grave de recarga por la sequía que prevalece en la región, que en opinión de los especialistas, traerá consecuencias drásticas a corto plazo, como las que ya estamos viendo en esta temporada de calor infernal.
Si esta situación no hace mella en la población para evitar los desperdicios, las fugas, y para usar de manera responsable el líquido, en poco tiempo no habrá agua ni para llenar las pipas. Así de sencillo.
Por eso, la discrepancia del alcalde con el administrador de la JMAS hizo mucho ruido en la opinión pública, porque se trató de un reclamo fuerte a un problema grave, que recibió también una respuesta enérgica, porque la crisis del agua es real.
Pero esas diferencias públicas de ambas autoridades solamente agravan la situación, porque sus decisiones polarizan, politizan y complican las soluciones, distrayendo la atención de lo que está pasando en todo el norte del país, donde las ondas de calor extremo han encendido los focos rojos.
Esas alertas rojas, que ya se materializaron en el desabasto de agua y en la sed para millones de habitantes de Nuevo León, y que está a punto de ocurrir en Sinaloa, donde las presas están a menos de la mitad de su capacidad, para uso agrícola, industrial y doméstico, nos dicen a gritos que en Juárez, en Chihuahua, pongamos las barbas a remojar.
Por si lo que ocurre en dos de las entidades más ricas del país, que eran de los que mayores recursos hídricos presumían, no fuera suficiente, vemos que en los estados del centro y sur de los Estados Unidos, la onda de calor y la escasez de agua tienen en jaque a más de 100 millones de personas.
Las temperaturas que alcanzan los 45 grados centígrados en el norte y sur de Texas, en el oeste de Oklahoma y en el sur de Arizona, y han provocado muertes por deshidratación, apagones y fallas en el suministro de agua, mantienen coordinados a los gobiernos municipales, estatales y federales para atender a la población y aminorar el impacto climático.
Esa es la postura que debe prevalecer en nuestras autoridades de los tres niveles de gobierno, porque el horno no está para bollos, antes de que tengamos que lamentar muertes por deshidratación, sed o golpes de calor.
Si de por sí, el Gobierno federal se ha mantenido ausente en las respuestas que requiere la ciudad en materia hidráulica, para aprovechar las aguas de lluvia y recargar los agotados mantos, tenga usted la seguridad, amable lector, que a la problemática del estrés hídrico no le entrarán hasta que se aproximen los días del comercio electoral y vengan a vendernos espejitos.
Por lo pronto, si la responsabilidad recae solamente en las instancias estatales y municipales, lo menos peor que pueden hacer es pelear por un derecho al agua que es de todos y es inalienable.
Así que, para que la sed no nos alcance, agua que no has de beber, déjala llevar en pipas a la gente con sed.