En un duelo mano a mano entre Mario Mata y César Pacheco, las apuestas sin duda se inclinan a favor del panista. El priista no trae historial ni de espolones propios ni trayectoria respetable que lo avalen.
María Ávila descansa su punch en los arreglos que el Partido Verde ha sostenido con el PRI. Carece por completo de fuerza individual. No es exagerado aseverar que por sí sola no obtendría un sufragio ni de los despistados.
Ella no tendría suficiente oposición en Alma López, Xóchitl Contreras o Maura González, sino en el anti priismo del distrito por el que ha sido nominada y el sólido pro panismo en dicho sector.
Lucía Chavira de Quezada no ha participado previamente en duelo electoral alguno. Su buen trabajo en el DIF –al lado de su marido el ex alcalde chihuahuita, Marco Adán Quezada– quizá la mantenga a salvo de la golpiza amiga que el ex alcalde recibió al concluir su periodo.
Pero doña Lucía tendría enfrente a un tiburón que busca la candidatura no creyendo que puede ganarla, sino convencido de que ganará la diputación. Es Juan Blanco Zaldívar, un panista con mácula y duro cochambre pegado a su trayectoria como ex alcalde, pero sin problemas para que Jorge González Nicolás le autorice la carta de no antecedentes penales. Jurídicamente es impoluto y moralmente recurrirá a la escasa memoria popular.
No es todo en ese ruedo; el espacio ha sido mayormente ganado por el PAN y por periodos hasta considerado bastión blanquiazul. También es un sector que le da sus descontones al PRI como rechazo a los malos regímenes en el Municipio, el Estado y la Federación. Hay que tomarlo en cuenta.
Liz Aguilera, la Contralora General del Estado, respetuosamente pero tampoco sería pieza para Blanco ni para el PAN por mucho que llevara por delante la reputación del apellido y el peso de la maquinaria tricolor. Chihuahua capital arrojó dos diputaciones de mayoría para el blanquiazul.
Fernando Uriarte no debe sufrir complicación alguna. Para nada es de los que se duermen en sus laureles. No lo pudieron tumbar de la JMAS. No deja cabo suelto ni las cosas al ahí se van. Esa será su dinámica, más el bendito plus de que ese terreno ha estado pintado de tricolor siempre. No lo ganaría ni Gómez Morín en varias reencarnaciones. El PRI perdería ese distrito sólo si el PRI lo quisiera perder; también hay que tomarlo en cuenta. El primer priista del Estado tomó la mejor decisión para ese espacio.
Es bastante parecido el escenario para Adriana Terrazas Porras. Con algunas dificultades pero su mensaje al priismo se sobrepuso a sus oponentes internos. Profundo, certero como de francotirador, extra fino como de cirujano, dijo en su momento (y Mirone lo informó a sus lectores): “soy el mejor gallo de Serrano”. Más clara ni La Pechocha o La Negra Tomasa. Sabía lo que decía. Hoy es flamante precandidata.
Ella está siendo enviada a un distrito también cómodo, con historial tricolor suficiente, pero ni con eso se quedará sentada para que le haga la tarea el presidente Serrano, su padrino que le infligió cuando fue necesario sus aleccionadoras nalgadas por crasos errores cometidos en la Dirección de Desarrollo Social pero que hoy va con todo por el éxito en el distrito.
Adriana hará lo imposible por ganarse sus propios votos. No le dará chance alguno a sus opositores partidistas, ni aunque le ordenaran bajar los brazos.
¿Raúl García sería su oponente? Sólo sería de cuidado si la campaña la hiciera en campo y no en el Sanborns o el Vips.
Alejandro Domínguez aparece como un extraño híbrido colocado para abanderar un distrito que raramente gana Acción Nacional, pero que sí lo ha ganado.
Todavía no se sabe a quién tendrá del blanquiazul enfrente, pero de antemano puede asegurarse que la ultraderecha enquistada en el tricolor hará hasta lo imposible por levantar su mano el primer domingo de junio. No es remoto concluir que es el candidato del Dhiac-PRI y del Dhiac-PAN.
No es santo de la devoción de Duarte, pero su posición es negociada con el efímero ex alcalde Alejandro Cano y sus eventuales padrinos –más uno, menos el otro– Patricio Martínez y Reyes Baeza. Cuauhtémoc y Parral, sedes de los restantes dos distritos, no tienen definidos aún los candidatos ni por un partido ni por el otro. El de Parral es PAN comido para el PRI, más ahora que cayó en las garras de la ambición el otrora panista, Miguel Jurado Contreras.
La zona manzanera es sencilla, pero puede dejarse en relativamente sencilla. En la actualidad hay alcalde y diputado local panista por esa región. Aunque el PRI domina la zona serrana que forma parte de la demarcación electoral, un buen candidato azul y una buena tajada proveniente de las debilidades de los gobiernos federal y estatal, podrían lograr la travesura.
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Este ejercicio un tanto atropellado y muy generalista, en su inicio va encaminado a desmenuzar cómo inicia la precampaña electoral 2015 con nueve diputaciones federales en juego, para dónde apunta la brújula de los principales actores que participan en ella y, dependiendo de los saldos esperados en junio, qué podemos visualizar hacia el 2016 con su mega pastel grandote y de muchos pisos para la repartición.
Vamos a los detalles:
Mario Mata se perfila como el candidato del PAN por el Quinto Distrito con sede en la mediana pero explosiva Delicias. Todos los indicativos surgidos de Palacio de Gobierno apuntan a que su opositor será el priista, actual diputado local, César Pacheco. Es muy amigo del gobernador Duarte, presume.
Mata es de cuidado. Llega a la pista montado en los buenos oficios de su ex secretario del Ayuntamiento en Delicias y jefe de los diputados del PAN en el Congreso, César Jáuregui Moreno, quien a la vez mantiene controladito y por su brecha al dirigente estatal del PAN, Mario Vázquez Robles. Baila al son que le tocan Jáuregui y los aliados del Dhiac-Yunque.
Ese respaldo no lo es todo, Mata se presenta en la batalla del 2015 con varias condecoraciones importantes: le ganó al PRI en Delicias hace cinco años y remontó una sangrienta guerra sucia en la elección local intermedia para dejar al PAN en la alcaldía con Jaime Beltrán del Río a la cabeza. Se dice que operaron en su favor gentes financieras de Palacio. Chismes al fin; triunfos son triunfos, podría haber dicho el centenario florentino.
Ha quedado claro que, en paralelo a la campaña constitucional de este año, seguirá su precampaña por la gubernatura el senador panista, Javier Corral Jurado.
No tiene el legislador vela en el entierro. Su participación formal en la elección de candidatos azules es cero, así que deberá continuar la lucha flanqueado operativamente por la dirigencia estatal de Morena y su aliado en varias guerras, Jaime García Chávez, y moralmente, por El Cid panista, Pancho Barrio, quien al final de la campaña quizá busque entonar el auto epitafio del héroe hispánico: “Ruy Díaz soy, que yago aquí encerrado, y vencí al rey Búcar con treinta y seis reyes paganos. De estos treinta y seis reyes, veintidós murieron en el campo; los vencí en Valencia después de muerto encima de mi caballo”. Ni al Campestre saldrá Barrio a buscar votos.
Esa campaña de Corral debe ser tomada en cuenta en el contexto analítico presente, porque sin duda influirá en los resultados electorales de este año; poco o mucho, pero tendrá su impacto específicamente en las zonas urbanas. El va por el 2016 pero su activismo ya empezó desde el 2014.
Las definiciones del calendario electoral para decidir sobre las primeras candidaturas –o precandidaturas– nos permiten ir adelantando que las circunstancias de control del poder que mantiene el PRI le permitirían a sus candidatos ganar la mayoría de los distritos sobre los que ha mantenido hegemonía, pero admitiría que la tendrá bastante complicada al menos en tres. Uno más ganado por el PAN y sería el acabose en 2016.
Está colocando el tricolor un buen candidato en el primero con Uriarte, también en el segundo lleva fuerza con la cetemista Georgina Zapata, una muy mala en el panista tercero con María Ávila, una buena con Adriana Terrazas en el cuarto, otro malo como César Pacheco para el quinto –si de favorito pasa a convertirse en el candidato–.
Aparecen también dos posibles fuertes en el seis como Lucía Chavira o Liz Aguilera, pero no tan fuertes como para derrotar a Blanco. En el siete –Cuauhtémoc– se especula sobre varios nombres pero en territorio bastante tricolor; en el octavo ya quedó Alejandro Domínguez con las características descritas al inicio, si bien fuerte, no seguro; falta saber quién llega por el PAN. El noveno también es de especulaciones en el tricolor porque es el más priista de todos.
Palacio no negoció el control del PRI estatal, dispuso que al frente quedara Karina Velázquez, de quien el domingo hablamos sobre su fervor al gobernador; y como segundo a bordo, Alfredo Aguirre Carrete, operador nato de Enrique Serrano, lo cual significa que la intención es obtener el 100 por ciento del 2015, no el 70; no menos.
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El Partido Acción Nacional propuso en la Cámara de Diputados modernizar el Poder Judicial de la Federación con una reforma constitucional en reversa, que parece ir a chihuahuanizar la Corte, en un esquema similar a “la oxigenación” que aquí le dieron al Supremo Tribunal de Justicia.
En la coyuntura de la reciente elección del nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la idea panista busca aumentar el número de ministros que integran el pleno del máximo tribunal del país, de 11 que actualmente lo conforman a un total de 21.
Según esto, con la iniciativa de ley que ya está en el seno de la Comisión de Puntos Constitucionales, los diputados de Acción Nacional buscan garantizar a los mexicanos acceso a una justicia pronta y eficaz.
Justifican el aumento en el número de ministros en el rezago de asuntos dentro de las salas que integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación y, ante lo que suponen será una mayor saturación una vez que entre en vigor la oralidad de los juicios penales, contemplada en el nuevo sistema de justicia que deberá estar funcionando a mediados del próximo año en todo el país.
La exposición de motivos de la iniciativa blanquiazul sostiene además que con la vigencia de la nueva Ley de Amparo, aprobada el año pasado, hay más casos en la judicatura federal y muchos de ellos siguen el proceso hasta el máximo nivel en la Suprema Corte, lo que ha saturado de trabajo los despachos de los once ministros que ahora la conforman.
Pero no sólo es eso, en la reciente elección del nuevo presidente de la Suprema Corte, donde fue designado el ministro Luis María Aguilar Hernández, en una de las votaciones más reñidas en la historia del Poder Judicial federal, en la que fueron necesarias 32 rondas y tres recesos, para destrabar el empate, frente a los apoyadores del otro ministro, Arturo Zaldívar.
Los conocedores de la entraña del Poder Judicial señalan que el equilibrio fatal, generado en el interior de mismo, se debe a la polarización de los dos grandes bandos creados, en donde están de un lado quienes buscan independencia de las decisiones de la judicatura del centro del poder político expresado en el titular del Ejecutivo, y por otro, quienes se alinean a las directrices del primer círculo del presidente.
En la reciente elección de presidente de la SCJN, se presentó además la coyuntura singular, en la que el número de ministros era par, con diez de ellos participando en la votación, tras la muerte de Sergio Valls Hernández en diciembre pasado.
Pero más que una modernización del Poder Judicial, la propuesta del PAN significa una vuelta al reloj histórico de veinte años atrás, para regresar al estadio que había en al inicio de sexenio de Ernesto Zedillo, allá en la década de los noventa, cuando el ahora ex presidente anunció una reforma constitucional que redujo de 26 a 11 el número de integrantes del pleno de la Suprema Corte.
En esa especie de juego de número, para ampliar los espacios dentro del Poder Judicial, el PAN podría salir beneficiado. Ya aprendió que sí puede lograr una cuota partidista, como se hizo en Chihuahua con la reciente reforma en donde le tocaron dos de los 13 espacios que fueron renovados en el Supremo Tribunal de Justicia, compartiendo una parte con el propio establishment de la judicatura, otra con el grupo que detenta el control político y una para sí mismos.
Al final de cuentas, ¿qué más da?, si para lograr esos espacios se tenga que incrementar casi al doble el aparato burocrático del Poder Judicial y el presupuesto, siempre y cuando se logre una tajada que garantice el acceso a figuras vinculadas al panismo que pasarían a formar parte de la casta dorada.
No hay que olvidar que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación son los funcionarios públicos que más dinero le cuestan al erario, con salarios superiores a los 600 mil pesos mensuales, un bocado suculento para cualquier miembro de la clase política mexicana del que pueden disfrutar durante quince años de manera ininterrumpida.
Nomás falta que la negocia entre el PAN, proponente de la reforma en reversa, y el PRI, que ahora detenta el poder político en el país con epicentro en Los Pinos, sea de la misma forma que sucedió en Chihuahua, ya saben que camino seguir, aquí parecen haber ensayado la fórmula.