A partir de mañana el dirigente estatal del Partido Acción Nacional (PAN), Mario Vázquez, no podrá estirar más la liga. Deberá nombrar coordinador de la próxima bancada mayoritaria en el Congreso del Estado.
Ha venido posponiendo la decisión para utilizar esa facultad como moneda de cambio en su anhelo de conseguirse un cargo de primer nivel en el gabinete corralista. Lunes o martes debe estar hecho el nombramiento.
El dirigente blanquiazul no ha podido hacer química con el gobernador electo. Su única liga con Javier es la pertenencia al mismo instituto político y su único canal de comunicación es obligado porque ostenta la Presidencia estatal de Acción Nacional, de ahí en fuera la distancia es abismal; y no de ahora, desde antes que Vázquez Robles consiguiera la reelección al frente del blanquiazul.
Corral Jurado no solo no ha compartido el sello negociador que Vázquez le impuso al PAN chihuahuense en relación con la administración del gobernador, César Duarte Jáquez, sino que ha hecho fuertes críticas por esa conducta, pero a cambio ha recibido las propias y prácticamente fue dejada su campaña de lado por el equipo vazquista.
No lo olvidemos, Mario Vázquez trabajó hasta el último instante de la precampaña porque el candidato a la gubernatura fuera otro, el diputado federal Juan Blanco, y muchas encuestas fueron publicadas ofreciendo ventaja al también exalcalde de la ciudad de Chihuahua, pero en un último segundo Corral y Gustavo Madero se hicieron de la nominación como en esos juegos cardiacos de beis o de basquetbol donde la ventaja mínima de un equipo se vuelve en contra al caer el último out o sonar la chicharra el final.
Obligados por las circunstancias, ambos han tratado de poner su mejor cara ante cámaras micrófonos y cámaras; se les ha visto reunidos comiendo en restaurantes de medio pelo hacia arriba, pero bajo condiciones de olla a punto de explotar.
Otro detalle en esa relación, en esa mala relación –y decir detalle es poco–, está en la pertenencia de Vázquez a otros dos equipos que no son exactamente lo mismo pero casi: el Dhiac–Yunque, la alcaldesa electa chihuahuita, María Eugenia Campos, y el coordinador parlamentario del PAN en el Congreso del Estado, César Jáuregui Moreno.
A María Eugenia se le ha trepado el poder sin haber tomado protesta. La mesa directiva en el Congreso del Estado no pudo conseguir su licencia definitiva para separarse del cargo y continuar su camino hacia la alcaldía. Los administradores del órgano legislativo no pudieron conseguir que les contestara el teléfono para que acudiera a firmar el documento respectivo, debió ser César quien se encargara del asunto en el último minuto.
Parece un dato menor, pero la misma actitud la ha desplegado Campos junto con Vázquez en relación con el gobernador electo. Ella sigue siendo considerada producto de un acuerdo para recibir apoyo de Palacio de Gobierno en la campaña electoral con el objetivo de debilitar a la candidata del PRI, Lucía Chavira, pero en detrimento también de la candidatura precisamente de Corral. Al final la estrategia le salió muy bien al panismo sin que fuera el plan, porque terminó devorando al priista Enrique Serrano.
En ese intríngulis está debidamente colocado, por supuesto, el coordinador legislativo blanquiazul, que literalmente ha venido cargando en sus espaldas las ínfulas incomprensibles de la señora alcaldesa y ha guiado por la senda de las negocias a Mario con la operación de algunas figuras destacadas del Dhiac: Arturo García Portillo y Marco Bonilla, que son los que dirigen la transición en el municipio Chihuas.
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Con todo eso Vázquez alberga todavía la esperanza de que le tiren un pial, le late el corazón por la Secretaría de Desarrollo Rural, pero esa área se comprometió desde un principio para que fuese el Consejo Estatal Agropecuario quien haga la propuesta.
De hecho ya tienen en el equipo de transición dos nombres: Ricardo Marquez, presidente de Unifrut, y Rubén Chávez Villagrán, quien es miembro y directivo de la Unión Agrícola Regional de Productores de Maíz en Cuauhtémoc, promotor de la siembra de transgénico, que lo lleva a chocar de frente con el ala de izquierda de las organizaciones sociales incluidas en la Alianza Ciudadana, como El Barzón y el Frente Democrático Campesino. Eso descarta de plano al dirigente panista.
El otro autopromovido es el mormón Jeffrey Jones, pero tiene la misma tendencia de Chávez Villagrán respecto a los transgénicos, y por lo tanto el ala izquierda le pone tache.
Con esa grilla interna a Vázquez no le quedaría más que aspirar a ser nominado a la Secretaría de Desarrollo Municipal, que Corral planteó volver a crear, porque el perfil profesional no le da para otra área.
Mario es ingeniero civil de formación, pero los corralistas no quieren soltar Obras Públicas. Si logra finalmente una negociación la salida para el presidente del PAN sería esa, a cambio el gobernador electo podría operar mejor la elección de dirigente estatal y de coordinador parlamentario.
La Junta Central de Agua y Saneamiento podría ser otro premio de consolación que aceptaría sin dudar el dirigente partidista, pero es una área en extremo delicada por la cantidad de miles de millones que representa, como por su potencial político electoral.
El toma y daca está a todo lo que da. Para Vázquez es una simple negociación política. Así la percibe, pero del lado de equipo del gobernador electo lo perciben más como un chantaje político.
Pancho Barrio, jefe de la transición, es un lobo rigorista que conoce a detalle la conducta y personalidad de Vázquez. La reprueba tanto o más que su muchacho, el gobernador electo.
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Pero vamos a los términos reales, si Vázquez obtuvo su primer periodo al frente del PAN estatal con Cruz Pérez Cuéllar como padrino y su reelección con el apoyo de Javier Corral, quiere decir que no es ningún tonto. El hombre ha cambiado, quizá no para bien, pero ha perfeccionado su inclusión en las grandes ligas del poder con artes cuestionables.
Es Mario como aquella muchacha que hizo equipo con chicos de la colonia con los que hacia ronda cada noche y de vez en vez la relación de amistad se convertía en algo más con uno y otro. Se dejaron de ver un tiempo todos ellos, se rencontraron al cabo de algunos años y ella les aclaró de entrada que había cambiado. Alguno de ellos mostró rostro de decepción pero ella saltó de inmediato y dijo “¡Eit, eit!, no te equivoques, mijo, sí he cambiado: ahora cobro”.
En el equipo de Vázquez consideran que tienen influencia sobre nueve diputados electos a los que usará sin duda para la negocia: Víctor Manuel Uribe Montoya, del Distrito 04; Gabriel Ángel García Cantú, del 05; Gustavo Alfaro Ontiveros, del 06; Laura Mónica Marín Franco, del 07; Liliana Aracely Rivera, del 09; Nadia Xóchitl Siqueiros Loera, del 12; Jorge Carlos Soto Prieto, del 15; Jesús Alberto Valenciano, del 19, y Citlalic Guadalupe Portillo Hidalgo, del Distrito 20.
Cinco de los próximos legisladores de Acción Nacional son proclives a la corriente interna del PAN que respalda a Javier Corral: Blanca Gamez, del Distrito 01; Maribel Hernández, del 08 de Juárez; Francisco Javier Malaxecheverría González, del 14 de Cuauhtémoc; Carmen Rocío González, del 18 en Chihuahua, y acaban de jalar hacia ellos a Jesús Villareal, del Distrito 11 de Meoqui.
Está aún indefinida en su postura la diputada electa Patricia Jurado, de Nuevo Casas Grandes; Miguel Latorre, del Distrito 16 de la capital, juega en su propio equipo con fuerte influencia dhiaca.
Si no hay negociación Mario y los dhiacos impulsarían para la coordinación a Gabriel García o Jesús Valenciano. Se quedaría chiflando en la loma la buena amiga mironiana Blanquita Gámez.
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La otra cuerda para hacer presión en manos el dirigente estatal del PAN, es el margen de maniobra que posee en el proceso de renovación de la nueva dirigencia, programado para finales de octubre. Ayer mismo se instaló la Comisión Estatal Electoral para ese fin.
De no llegar a la negociación política que espera, Vázquez tiene una carta fuerte para anteponer a la propuesta de la línea corralista: sería el diputado federal Juan Blanco como la postura dura, pero hay otra intermedia en la figura de Roberto Fuentes, el abogado del comité estatal.
Del lado de Corral estarían Fernando Álvarez Monje y, con menor posibilidad, Ramón Galindo, que no oculta hoy su exasperación porque no avanzan los principales aspectos de la transición en Ciudad Juárez. Él está a cargo acá.
Resolver la elección de dirigente estatal implica una delicada operación política, tanto del equipo del gobernador electo, Javier Corral, como de las corrientes internas del partido, y es ahí donde las cosas se complican.
Fuera de la corriente de la llamada Familia Feliz en la que se ubica Corral, el resto de los grupos panistas se sienten excluidos del equipo de transición y desesperan ante la posibilidad de no ser tomados en cuenta en el reparto de posiciones dentro de la administración estatal. Vázquez es cabeza de la lista.
Hay una frase que define el mal humor panista que se está gestando hacia el equipo del gobernador electo, “el Gobierno de Corral será tan plural que hasta habrá panistas”. Reflejan con ello su malestar por los nombramientos de personajes de izquierda, de las organizaciones sociales y gente identificada con grupos del PRI, que se mencionan para ocupar cargos en el próximo Gobierno. Es el otro punto debidamente aprovechado por Vázquez y sus aliados.