El próximo miércoles cae la cortina para las campañas político electorales. Habrán terminado ocho semanas de intenso proselitismo, en las que los candidatos hicieron todo lo posible, con los medios y recursos a su alcance, para posicionarse en las preferencias de quienes acudirán a las urnas el domingo próximo.
A ocho días de la jornada electoral del 5 de junio, el jalón final que puedan dar los partidos y candidatos, podría variar poco el contenido que ya traen sus alforjas. Medio punto o un puntito más, medio punto o un punto menos, podría reducir las diferencias, no más. Las condiciones en este momento si mucho alcanzan para eso.
En los albores del 2016, cuando apenas se vislumbraba el panorama electoral del estado, se generaron expectativas con la irrupción de la figura de candidatos independientes. Se llegó a pensar que ellos podrían modificar radicalmente la ecuación del bipartidismo PRI–PAN que ha caracterizado los procesos políticos de la entidad.
Al final de la contienda las marcas partidistas aparecen fortalecidas, la disputa por la gubernatura el 5 de junio se dará indiscutiblemente entre los candidatos de PRI, Enrique Serrano, y el del PAN, Javier Corral, con un abanderado independiente, José Luis “El Chacho” Barraza, que no levantó lo suficiente para colocarse codo a codo en la pelea sucesoria. Hizo ruido, pero nada para incomodar a los tiburones de siempre.
El resto de los partidos que entraron a la contienda, PRD, Movimiento Ciudadano y Morena, tienen un panorama poco esperanzador, con mayores probabilidades de que este último obtenga un mayor rédito electoral con el resultado de las urnas el primer domingo de junio. El Peje y su partido apuntan para posible relevo en el 2018.
Seis candidatos a la gubernatura, nueve partidos en la competencia electoral, más los independientes, y el bipartidismo sigue aquí.
¿Cuál es la razón? Vamos por partes:
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Apenas entrado diciembre el PRI no aguantó más la presión interna y destapó a Enrique Serrano como su candidato a la gubernatura. Junto con él repartió espacios a los adversarios internos con mayor estructura; Héctor Murguía a la alcaldía de Juárez y Lucía Chavira a la de Chihuahua, como compensación al grupo del exgobernador José Reyes Baeza.
Tras ellos quedó el resto de los precandidatos: las senadoras Graciela Ortiz y Lilia Merodio, los señuelos del baecismo Oscar Villalobos, Víctor Valencia y Jorge Esteban Sandoval y el del duartismo, Marcelo González Tachiquín, que terminó abruptamente el sexenio castigado por movimientos que no agradaron al padrino Duarte.
El PRI sufrió retortijones internos, pero al final logró remendar la famosa unidad partidista, aplicando la receta Beltrones, de repartir espacios a todos los disciplinados.
Desde esa base, Enrique Serrano arrancó precampaña en febrero y en abril la campaña constitucional. Sobre la marcha a los priistas les fueron dando cohesión dos retos que tenían todos en común: ganar la elección y hacer frente a la irritación ciudadana y la mala imagen de sus gobiernos en municipios, estados y la Presidencia de la República.
En aras de dar una imagen de fuerza y pluralidad, el PRI decidió pactar una alianza con minipartidos que le aportan en conjunto 5 puntos porcentuales de la votación, a cambio de garantizarles el trasvase de votos para obtener espacios en el Congreso y garantizar el financiamiento público.
Esa alianza con los chiquipartidos le ha venido funcionando al Revolucionario Institucional desde hace décadas; de hecho, se ha considerado que es creación suya para debilitar a auténticos opositores como el PAN, el PRD en su momento y ahora Morena.
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En Acción Nacional, desde el Comité Ejecutivo Nacional aguantaron el proceso interno de selección de candidatos, hasta tener definido el adversario en Chihuahua. De los cuatro aspirantes perfilados inicialmente con posibilidades, Juan Blanco, Jaime Beltrán del Río, Carlos Borruel y Carlos Angulo, ninguno llegó al final, cuando desde la cúpula nacional se decidió que el perfil adecuado para ir contra Serrano era el de senador Javier Corral Jurado.
Ahora es posible observar que si bien el cálculo fue bueno, la operación no lo fue tanto. Corral se fue de frente con su campaña, respaldado esencialmente por organizaciones políticas de izquierda, pero haciendo a un lado las fuertes estructuras representadas por quienes compitieron hacia la nominación. Ya veremos el tamaño de su razón.
A mediados de enero, Ricardo Anaya, Santiago Creel y Gustavo Madero, los impulsores de Corral, consideraron que el senador era el mejor posicionado para enfrentar al candidato priista y socavar la imagen del Gobierno de César Duarte.
La decisión se mantuvo a pesar de la reacción interna. La mayoría de los precandidatos aguantaron el jalón aunque sin sumarse genuinamente a la guerra, excepto Jaime Beltrán del Río, que decidió renunciar al PAN.
Para entonces la cúpula panista ya tenía claro que un grupo de empresarios, otrora sus aliados y financiadores de campaña, había decidido explorar la vía de las candidaturas independientes.
Desde las últimas elecciones esos empresarios ya venían regateando su flujo de dinero hacia el blanquiazul. Ahora lo cortarían de manera tajante para trasladarlo a un proyecto propio, visualizado en la figura de la candidatura independiente.
Con Corral como abanderado a la gubernatura, el PAN pertrechó las candidaturas a las alcaldías con mayores posibilidades de ganar o retener el poder, entre ellas Chihuahua, Delicias, Cuauhtémoc y Camargo. Buscó perfiles ciudadanos donde su marca era débil, fue el caso de Juárez y de algunos distritos locales.
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Las decisiones de los dos grandes partidos de Chihuahua modificaron el espectro de la sucesión.
Con Serrano como candidato del PRI, respaldado principalmente por el poder económico de los empresarios fronterizos, y un abanderado del PAN con el que jamás han embonado, una parte de la clase empresarial de Chihuahua decidió su apuesta por el proyecto de un candidato independiente; decidieron ir a la competencia con uno de los suyos e importaron del Altiplano a José Luis “Chacho” Barraza. A lo largo de la campaña lo quisieron vender como chihuahuense pero no lo consiguieron, aunque lo sea. Casi toda su vida la ha pasado en la Ciudad de México.
Parte de esos empresarios ya se habían apalabrado con otros precandidatos del tricolor y se sintieron en desventaja frente a la designación de Serrano, no lo pensaron mucho para colocar fondos generosos en un proyecto independiente, ahora que por primera vez tenían esa opción.
Barraza contó con recursos para pagar una estructura que recabó 200 mil firmas para solicitar su registro ante el IEE; le fueron reconocidas 150 mil tras la “revisión”.
Ha tenido también dinero suficiente para hacer propaganda y mantener brigadistas en los principales municipios del estado, en la promoción de su candidatura.
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Si los intereses empresariales reaccionaron a las candidaturas del PRI y el PAN, el impacto se dio también en el Gobierno estatal, que decidió blindar al candidato tricolor y la sucesión en sí misma.
Palacio operó con sus aliados del PRD para que la candidatura de ese partido quedase en manos del expanista Jaime Beltrán del Río, y estrechó sus lazos con Movimiento Ciudadano, otro de sus aliados en los últimos tres años, para que otro expanista, Cruz Pérez Cuellar, con una rivalidad personal hacia Javier Corral, desplegara su campaña.
La estrategia central estuvo encaminada a fragmentar el voto del PAN y, por otra parte, combatir directamente la figura del candidato albiazul, Javier Corral. “Para que la cuña apriete debe ser del mismo palo”, pensaron al modo ranchero.
En el ala más radical de la izquierda chihuahuense, expresada en el Movimiento de Regeneración Nacional, la designación panista de Corral también hizo estragos. Víctor Quintana, la figura central de Morena para candidato a gobernador, no aceptó la nominación y se alió al candidato del PAN, en su lugar quedó Javier Félix Muñoz, él y su partido han tenido que hacer un esfuerzo doble para mantener presencia.
Por las vísperas parece que el cálculo fue erróneo. La campaña terminó polarizada entre el PRI y el PAN, con discurso central en contra de la corrupción, el endeudamiento del Estado, el fracaso del ViveBús, considerados el talón de Aquiles del Gobierno priista del Estado, que incluso unificó en contra al abanderado independiente en el nivel de críticas y señalamientos.
En esas condiciones, la disputa por el poder en Chihuahua vuelve a darse entre el PRI y el PAN. El llamado al voto útil que está haciendo Acción Nacional estrechará los resultados electorales el 5 de junio, pero la tendencia es al bipartidismo
Es previsible que las candidaturas independientes queden como una experiencia interesante, los partidos aliados al PRI sobrevivirán gracias al voto tricolor; el PRD y Movimiento Ciudadano resultarán en una presencia testimonial y Morena podría ser el partido que crece este 2016. El canto de las urnas pondrá a cada quien en su lugar.
Don Mirone