Juárez suma 50 homicidios en lo que va de septiembre. La violencia volvió a colocarse como dueña de la ciudad y desbordó a los gobiernos local y estatal.
Es en ese escenario que aterriza Omar García Harfuch, no como invitado de honor sino como bombero de emergencia. Su llegada a Juárez está marcada por el olor a pólvora y sangre fresca: 50 muertos en quince días que confirman que aquí la violencia no da tregua.
El telón de fondo no es menor. Hace apenas unos días la presidenta Claudia Sheinbaum citó en Palacio Nacional a la gobernadora Maru Campos y al alcalde Cruz Pérez Cuéllar. No fue una mesa de coordinación, fue un regaño disfrazado de diálogo. La postal lo dijo todo: Sheinbaum al centro, los dos mandatarios a los lados, como alumnos reprobados a quienes se les revisa la tarea porque los números de la violencia resultan indefendibles.
Mientras tanto, en las calles de Juárez, el tablero criminal se mueve sin pausas. La llamada “limpia del cristal” convirtió la ciudad en un cementerio a cielo abierto.
El resto de Chihuahua, sin duda, no escapa de la violencia. Para muestra un botón: el caso de Gran Morelos, donde seis personas fueron asesinadas en plena corrida de toros y negocios terminaron incendiados en el municipio vecino. La Fiscalía insiste en llamarlo “riña familiar”, pero las armas largas, los incendios y la presencia militar cuentan otra historia: la del crimen organizado marcando territorio frente a un Estado que se queda corto.
La visita de García Harfuch lleva un doble mensaje. A los criminales, que la Federación se mete al juego. A los gobiernos locales, que su fracaso ya no puede disimularse con boletines de prensa. Si la violencia arrastró a nuestros gobernantes hasta Palacio, ahora la presidenta les envía un emisario incómodo que llega a poner la cara.
En Juárez nadie espera milagros, pero todos entienden la señal: cuando la Federación manda al secretario de Seguridad es porque el incendio ya no lo apagan las corporaciones locales. García Harfuch aterriza como bombero en un campo minado, y la gente sabe que mientras se reparten culpas en las mesas de coordinación, la verdadera coordinación la tienen las funerarias, que nunca fallan a la cita.
………………
El secretario de Economía del gobierno 4T, Marcelo Ebrard Casaubón, será otro que aterrizará en Chihuahua en los próximos días, con fecha aún por definir, para reunirse con autoridades estatales y municipales y, en particular, con el sector productivo de juaritos que anda con el Jesús en la boca por aquello de los aranceles de Trump y el regreso masivo de migrantes.
Desde los puestos de mando del empresariado nos cuentan que hace meses esperaban con ansias locas la visita del excanciller, excorcholata presidencial y ahora encargado de la política industrial y comercial del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Las preocupaciones no son para menos: una caída en la generación de empleos de manera sostenida, la postergación —si no es que cancelación— de proyectos de inversión extranjera directa y la incertidumbre que ha generado el estreno de un nuevo poder judicial que a leguas se nota apenas anda viendo en qué archivero les dejaron los asuntos pendientes de resolver.
En particular, hay dos temas que molestan y preocupan: el incremento salarial aprobado desde el inicio de la era 4T, que ha resultado insostenible para decenas de micro, pequeñas y medianas empresas, así como la pérdida de competitividad frente a otras entidades del mismo país, y la pérdida de libertad empresarial con una nueva oleada de regulaciones que puede desanimar la inversión.
Le comentan a Mirone, por ejemplo, que han causado enojo reglamentaciones como la llamada “Ley Silla”, y no porque les moleste comprarle un banquito a su empleado para que se siente un rato durante la jornada de trabajo, sino porque lo hicieron obligatorio, con ley y sanción incluida.
Mejor hubiera sido ponerse de acuerdo entre el empleador y el empleado, dicen. No es poco lo que va a escuchar el secretario Ebrard. Tampoco es cosa menor lo que el avezado político les va a decir: el curso que llevan hasta ahora las negociaciones con el impredecible gobierno de los Estados Unidos para renovar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y las gestiones para abrir nuevas rutas comerciales en caso de que el vecino del norte nos ponga el doble muro: el de las barras de metal y el de los aranceles.
………………
La Fiscalía de Chihuahua insiste en encuadrar el crimen de Leslie G. C., como feminicidio agravado y homicidio en grado de tentativa contra el bebé que le arrancaron del vientre. Esa es la versión oficial, la que se sostiene en tribunales.
Pero hay un ángulo que incomoda: la propia asesora jurídica del caso plantea a Norte Digital sobre un intento de trata de personas, un negocio de 200 mil pesos donde el recién nacido iba a ser vendido a una pareja LGBT en Estados Unidos.
No es un exceso retórico. Un testigo protegido declaró que la transacción estaba pactada. La videollamada que La Diabla —Martha Alicia M. A.— sostuvo con una enfermera mostró no a una, sino varias personas en la escena.
¿Eso parece obra de una sola homicida?
El trasfondo podría ser todavía más turbio: medios de comunicación han documentado que el hijo de La Diabla, Martín Torales Méndez, El Max o El Jr., purga condena en el Cereso 3, y está ligado al grupo criminal La Empresa. Desde ahí, según el propio expediente, vinieron amenazas y conexiones que apuntan a que este feminicidio fue solo una pieza de una maquinaria más amplia.

Y sin embargo, las autoridades descartan la hipótesis de trata. Prefieren el encuadre cómodo: feminicidio y tentativa de homicidio. Nada que obligue a reconocer redes criminales, ni a abrir la caja de Pandora de un mercado negro de bebés.
La historia de Juárez se repite: en los noventa se negaron los feminicidios como patrón, en los dosmiles se minimizaron las desapariciones de adolescentes en el Valle, y hoy se intenta reducir a un expediente individual lo que huele a crimen organizado.
Mientras tanto, la familia de Leslie no recibe al bebé. Permanece hospitalizado, bajo custodia del DIF, como si también fuera sospechoso. La justicia que avanza a plazos burocráticos hasta marzo de 2026. Y una víctima que fue primero mujer, luego madre, y finalmente mercancía en el radar de una red de muerte.
La pregunta es incómoda pero inevitable: ¿Fue el caso Leslie un feminicidio atroz o un feminicidio con fines de trata?
………………
El aún subsecretario de Movilidad, César Komaba Quezada, ha recibido la “luz verde” para seguir en el cargo, con sueldo, prestaciones, compensaciones y todo, y además hacerla de presidente del Comité Municipal del Partido Acción Nacional en Chihuahua.
El domingo pasado rindió protesta como presidente del Comité Municipal panista, y no habían pasado ni 24 horas de esa ceremonia cuando su jefe (¿en serio, es su jefe?), Gilberto Loya Chávez, secretario de Seguridad Pública, dejó entrever que continuará desempeñando su cargo como subsecretario.
Mientras no cobre su sueldo como directivo municipal del PAN, podrá continuar despachando como encargado de Movilidad en el estado de Chihuahua.
Diría el clásico del cine mexicano: “¡Fíjate que suave!”, despacha como funcionario durante la mañana y como grillo en la tarde, ¡y con permiso!
O sea que tendrá toda la bendición de las alturas del gabinete para operar la designación de candidaturas en el municipio, que no son pocas: cinco diputaciones, una sindicatura, 11 regidurías y una alcaldía, más sus respectivos suplentes.
¡Beca para echar grilla!
Komaba tiene un rico historial que lo pone como el político panista más suertudo de toda la galaxia. Recordemos aquella elección local de 1992, cuando se encontró tirada, así, literalmente, una diputación local.
Y los ciudadanos que estaban tan contentos porque ya se habían librado de un funcionario que, en cuatro años, no pudo reparar los semáforos de las ciudades con mayor congestión de tránsito vial.
El usuario que llega al cruce difícil, rezándole a todos los santos para que no lo choquen, deberá esperar a que encuentren a otro subsecretario que sí pueda, al menos, comprar focos y reparar cableados para semáforos, o pintar rayitas en las calles para saber dónde va el carril.
Pobres los panistas de Chihuahua, por lo visto tendrán que seguir en un crucero de cuatro altos, esperando a ver si el que viene en el otro sentido le cede el paso, como le hacen los automovilistas, porque así nos dejó el tal Komaba.
………………
La Patria desfiló con charros, cadetes y soldados marcando el paso. Pero en el templete principal, donde los reflectores no perdonan, la Patria también desfiló con outfit: guinda. El alcalde y su esposa llegaron combinados, él en guayabera bordada y ella en vestido sobrio, ambos en la misma gama. Muy coordinados, muy de pasarela. Pero, ojo: en política no existen las casualidades cromáticas.
Porque apostarle al guinda es más que coquetería conyugal: es estrategia política.
El guinda dejó de ser un simple color elegante para convertirse en uniforme no escrito del régimen. Lo mismo pinta espectaculares que cubre chalecos de brigadistas y ahora, mire usted, hasta viste a las primeras filas de los actos cívicos. No fue un guiño romántico de pareja: fue un guiño de alineación con el poder que manda desde Palacio.
Alguien dirá que exageramos, que solo es moda. Pero ya sabemos cómo se juegan las apariencias en este negocio: en política hasta el clóset vota. Así como el azul panista inundó corbatas y camisas durante los años de Acción Nacional, y el tricolor priista se volvió uniforme de Estado, hoy el guinda se presume como el sello de pertenencia. Quien lo porta manda un mensaje claro: “aquí estoy, del lado correcto de la historia, o al menos del presupuesto”.

Lo curioso es que el guinda no se lució en un mitin ni en un arranque de campaña, sino en la ceremonia patria más solemne: el desfile de Independencia. El día en que el país debería vestirse de verde, blanco y rojo, apareció un nuevo protagonista en la paleta. La independencia se celebró, sí, pero la dependencia cromática se exhibió con toda la naturalidad del mundo.
Y si alguien cree que esto es asunto menor, recuerde: los símbolos pesan más que los discursos. El uniforme, el color, el gesto… todos son parte del guion. Y ayer, en pleno templete, el guinda se metió hasta la cocina de la fiesta patria.
Así que mientras los caballos relinchaban y las bandas tocaban marcialmente, los que saben leer entre líneas entendieron el verdadero pase de lista. La Patria desfiló, pero Morena también. Y en esta ciudad, el vino ya no solo se brinda: se viste.
Don Mirone