Experta en el juego del suspenso, la cúpula del PRI sigue barajando las cartas para la elección de su próximo dirigente nacional; los días definitivos para el suceso están marcados del 18 al 22 de agosto.
De aquí a allá, el priismo local está con el alma en un hilo, esperando que las decisiones transformen el panorama político estatal por una eventual salida anticipada del gobernador César Duarte, quien se perfila entre el cuarteto de figuras tricolores con posibilidades de suceder a César Camacho en el CEN del PRI, o catapultarse al Gabinete como parte de los enroques que vienen. Es obvio que el mandatario estatal ya está incómodo en su actual cargo; son muchos los obuses hacia su Administración y más los que vienen para la campaña electoral.
Desde hace meses el padrinazgo político que ejerce Emilio Gamboa sobre el gobernador Duarte ha cabildeado el perfil del chihuahuense como uno de los posibles sucesores de Camacho, impulsado por un grupo de mandatarios estatales que se han venido rolando la Presidencia de la Conferencia Nacional de Gobernadores.
Todo parecía ir sobre ruedas hasta la primera decena de julio. Duarte había conseguido un espacio de privilegio al ser incluido en la visita de Estado que llevaría al presidente Enrique Peña Nieto a Francia.
Pero la ecuación política se transformó abruptamente por la fuga del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán del penal de alta seguridad de Almoloya, desde entonces se ha precipitado otros acontecimientos que modificaron radicalmente los escenarios y complican la decisión presidencial para los cambios políticos en el Gabinete y la dirigencia del PRI. No puede Peña darse el lujo de acumular mayores por dónde ser golpeado.
El mismo César Camacho, quien deja la dirección política del tricolor para ir a la Cámara de Diputados y eventual coordinador de la bancada priista, marcó la premisa de los acuerdos políticos de los que emergerá el próximo presidente del CEN: el que llegue no debe aspirar la Presidencia de la República en el 2018.
Hay otras condicionantes que deberán cruzarse para elegir el perfil, pero esa es la central, porque a nadie le cabe duda que la decisión se tomará en base a las proyecciones de la sucesión presidencial.
Y ahí esta el quid del asunto.
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Entre los candidatos más placeados para llegar al Comité Ejecutivo Nacional el PRI están el exgobernador de Sonora y actual coordinador de la bancada tricolor en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones; el gobernador de Chihuahua, César Duarte; el secretario de Agrícultura, Enrique Martínez.
Otros nombres, como el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, y el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, suben y bajan, como ha sucedido con otros miembros del Gabinete.
Sin embargo, la compleja coyuntura del país eleva el grado de dificultad para la toma de decisiones en Los Pinos respecto a la dirección política del partido.
Si hasta ahora la crisis generada por los desplantes de la primera dama, Angélica Rivera, los escándalos de la Casa Blanca y hasta la fuga de El Chapo se han podido capotear con manejo mediático interno, el peligro real de colapaso sexenal está en la mala racha económica que atraviesa el país, y ya empieza a trastocar las variables macroeconómicas, y bajar a nivel micro, en el bolsillo y la mesa de los mexicanos.
La acelerada depreciación del peso de esta semana, el cubetazo de agua fría del reporte del Coneval, que habla del crecimiento de la pobreza en le país y el boquete financiero al presupuesto federal, producto de la caída de los ingresos petroleros que obligan a un nuevo recorte del gasto previsto para el finales del año, sí pueden descarrilar cualquier acuerdo de los grupos políticos del PRI para nombrar dirigente con la mira puesta en la sucesión del 2018, pueden incluso sacar de nuevo al tricolor de Los Pinos.
En ese laberinto se encuentra el presidente, Enrique Peña Nieto, del que depende la designación del nuevo presidente del PRI, y de la opinión e intereses que se mezclan entre su primer círculo de colaboradores, dos de los cuales, al menos, también tienen la mira puesta en la sucesión y tienen claro que la dirigencia priista será definitoria en la elección del candidato presidencial dentro de dos años.
En el menú de posibles próximos dirigentes del PRI se repite día a día el gobernador de Chihuahua, César Duarte, a quien los expertos en lobby que trabajan con el senador Emilio Gamboa Patrón han paseado por las columnas políticas de los principales diarios del Distrito Federal, con mayor énfasis en los últimos días.
A Duarte se le placea también como un posible nuevo integrante del Gabinete presidencial, más concretamente en la secretaría de Agricultura.
El principal inconveniente que tiene el gobernador de Chihuahua en su intento de alcanzar la presidencia nacional del PRI, es el propio proceso sucesorio estatal, donde otras corrientes de expresión política dentro del priismo local ya han reclamado públicamente piso parejo para todos los aspirantes, cuando observan la cargada de Palacio hacia sus delfines, Enrique Serrano y Javier Garfio, y sus acuerdos para duartizar a otros prospectos, como a Héctor “Teto” Murguía.
Esos datos se sopesan también en el plano nacional en la configuración del perfil que debe reunir el próximo dirigente del PRI, que a su vez sería uno de los árbitros en la elección de los candidatos a gobernadores en los doce estados que tendrán elecciones el próximo año.
Más cercano al interés de Los Pinos, otra característica que debe tener quien se convierta en el presidente del CEN priista es la de no tener aspiraciones presidenciales y por ahí también se anotó un tache el gobernador Duarte.
Se dio hace menos de dos meses, en la celebración del Día del Maestro, cuando a Duarte le ganó la ambición o su osadía política: oficializó la minigubernatura –a la que después le dio muerte de cuna– y prácticamente destapó su anhelo más acariciado de emular las hazañas de Vicente Fox y de Enrique Peña Nieto, que de la Gubernatura de sus respectivos estados alcanzaron la Presidencia de la República.
El otro que quiere dirigir el partido y tiene turno de espera para la Presidencia es Manlio Fabio Beltrones. Ya declinó esa aspiración hace cuatro años a favor de Enrique Peña Nieto.
El exgobernador de Sonora es un viejo lobo de mar en las grandes ligas políticas nacionales. El papel que ahora juega César Duarte como “prodigio político” desde la Gubernatura lo desempeñó el propio Manlio hace 21 años, cuando el sistema político mexicano se cimbró por el magnicidio del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio.
A Manlio le tocó hacer las veces de forense, sepulturero y hasta partero, para destapar como candidato sustituto a la Presidencia, al que, entonces, era el coordinador de la campaña presidencial del PRI, Ernesto Zedillo.
Expresidentes nacionales del PRI y analistas políticos coinciden en que el próximo dirigente, además de no tener aspiraciones presidenciales, debe ser un personaje cercano a Enrique Peña Nieto, respetado por otros personajes destacados del tricolor.
En ese marco encajan dos prospectos, principalmente: uno es el exgobernador de Coahuila y actual secretario de Agrícultura, Enrique Martínez y Martínez, quien mantiene una relación política y amistosa con el presidente Enrique Peña Nieto desde hace años. Cuando fue delegado del CEN en el Estado de México le tocó manejar la elección a gobernador del propio Peña Nieto y los proceso intermedios.
De ahí que a Martínez se le vea como un figura más neutral respecto a los grupos políticos que se conforman para buscar al candidatura presidencial en la sucesión del 2018 y un operador político que reportaría directo al presidente.
El otro perfil similar es el de Aurelio Nuño, el jefe de la Oficina de la Presidencia, considerado el cerebro gris en Los Pinos, por sus credenciales académicas, no obstante su juventud y su inexperiencia en la praxis para enfrentar el descarnado mundo de la política mexicana le restan posibilidades, especialmente cuando se tiene que enfrentar el próximo año el reto de refrendar el triunfo en elecciones de gobernador en una docena de estados.
Duarte ha hecho trascender que mantiene derecho de picaporte en Los Pinos gracias a su estrecha relación con Nuño.
Del grupo Atlacomulco, el mismo al que pertenece el presidente, se ha impulsado al secretario del Trabajo, Alfonso Navarrte Prida, como uno más de los posibles dirigentes del PRI. Su nombre ha bajado en el ranking de los últimos días, pero de alguna manera, en la liturgia del tricolor se vería normal que otro mexiquense llegara a sustituir a César Camacho.
La semana pasada los priistas de todo el país peregrinaron hasta la explanada del Comité Ejecutivo Nacional para darle cobijo al presidente, vapuleado por las difíciles circunstancias en que se encuentra su Administración.
Ahí aprovechó para dejar claro que conforme a los códigos del propio partido, él todavía lleva mano en la elección del nuevo dirigente, pidió no adelantarse a los tiempos políticos y arengó contra el populismo y la demagogia.
De ese encuentro salieron también las primeras definiciones al marcarse el calendario del proceso para designar la nueva dirigencia. Este miércoles 5 está citada la reunión del Consejo Político Nacional para marcar las reglas, lanzar la convocatoria y el tiempo para el registro de aspirantes.
Lo seguro es que el que se inscriba será candidato de unidad, una vez consensadas las cosas con los grupos internos más importantes dentro del partido y el interés de Los Pinos.
Los cálculos son que el próximo el PRI tendrá la definición del próximo presidente del Comité Ejecutivo Nacional, entre el 18 y el 22 de agosto, después de que en la casa de enfrente, el PAN, haya pasado su propia elección interna, para sustituir a Gustavo Madero.
Mientras esa fecha llega, en Chihuahua la expectativa se mantiene desde Palacio, donde continúan jalando los hilos de la política local a su ritmo y marcando sus propios tiempos al resto de los poderes del Gobierno.
El viernes, la Diputación Permanente dejó en stand by la convocatoria a un periodo extraordinario; no se acabaron de configurar las señales para quien marca la directriz a la torre legislativa, cuadras más adelante, sobre la Calle Libertad.
Se difirió esa convocatoria para el próximo martes, en una nueva sesión de la Permanente, que necesariamente tiene que llamar a periodo extraordinario a fin de desahogar la licencia a la diputada perredista y subordinada de Palacio, Hortesia Aragón, que se va ocupar una curul en la Cámara de Diputados.
Los diputados priistas prácticamente han sido arraigados en sus lugares de origen para que estén listos por otra eventual licencia, esta del gobernador César Duarte, y designar gobernador interino, en caso de que al ballezano le haya funcionando su permanente empeño por abrirse espacio en las ligas políticas nacionales y sea llamado al PRI, como se ha promovido, o a un cargo en el Gabinete de Peña Nieto.
Si se le hace ir al PRI, habremos perdido la posibilidad de verle dentro de tres años con la banda presidencial cruzada al pecho; si le catafixian la promoción por una secretaría, lo seguiremos observando tirarle pedradas a la luna con todo su empeño, y si no sucede ni una u otra cosa, la sucesión del 2016 se pondrá más candente de lo que ya está; entones sí, los gritos de piso parejo se oirán hasta el Altiplano.
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Mientras en el PRI resuelven si hacen presidente al gobernador chihuahuense, otro paisano se embarcó en la intifada por la Presidencia nacional del PAN, donde Javier Corral logró el jueves quizá empatar en el debate interno a su adversario, Ricardo Anaya, pero de ahí a que su llamado a la rebelión de las bases le alcance para ganar elección interna del domingo 16, todavía falta.
En el PAN, la disciplina partidista, los usos y las costumbres no operan de manera vertical y casi automática como en el PRI, en donde sí existe una especie de corporativismo grupal, que inclina la balanza en las elecciones de dirigentes nacionales y estatales.
El establishment panista se apostó en su mayor parte por la figura del que fue hasta hace poco el secretario general del CEN, Ricardo Anaya, en alianza con Gustavo Madero, otro chihuahuense en las ligas políticas nacionales, pero tanto él como Corral mantienen su base de apoyo en figuras nacionales de la ultraderecha del Dhiac–Yunque.
Corral aprovechó la oportunidad de las corrientes que se oponen al control maderista; a su estilo, está llamando a la rebelión contra el continuismo. Los conocedores de los vericuetos de la grilla panista le dan escasas posibilidades de triunfo el domingo 16, donde el CEN y la gente de Gustavo Madero tienen el control del proceso interno, donde más de 477 mil militantes pueden acudir a sufragar directamente para designar al dirigente.
En una de esas, si no gana en las urnas, Corral puede ganar en la mesa la elección, tiene amplia experiencia en litigar el resultado de los procesos internos, y lo peor del caso es que los propios pecados legales de PAN lo han hecho posible en todas las ocasiones en que salió airoso.
Recordemos el litigio por los zombies de Batopilas y los desmanes internos del 2009 y el 2012.
Marco Adán sigue haciendo la lucha a Juárez
Quienes coincidieron el viernes en el restaurante Shangri La, durante la hora de la comida, fueron el exalcalde de Chihuahua Marco Quezada y el directivo de televisión Jorge Rodríguez Berlanga. El aspirante a la Gubernatura del Chihuahua hacía un receso durante su agenda de actividades en una gira más por esta ciudad, mientras el chico de Televisa era festejado por un grupo de amigos juarenses.
Quezada Martínez tuvo una serie de entrevistas con algunos medios de comunicación de Ciudad Juárez, además de reuniones privadas y encuentros con diversos grupos de la sociedad civil, regresándose a chihuahuitas tierras ayer sábado, donde, a decir de sus colaboradores cercanos, le fue muy bien…
Rodríguez Berlanga fue designado como nuevo jefe de Televisa Guadalajara, la segunda plaza más importante de la empresa, después de sus oficinas centrales en la Ciudad de México, pero superando a la repetidora de Monterrey. Sus amigos lo despidieron con todo y música. Marco aprovechó.
El precandidato tricolor a la Gubernatura no tomó vacaciones para seguir su campaña; tampoco descansaron las senadoras Lilia Merodio ni Graciela Ortiz. Serrano y Teto se perdieron a descansar unos días.