Las peleas por el poder político guardan tremendas similitudes con las disputas entre bandas delictivas. En la historia reciente del país tenemos los casos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu. Para el mundo político fue como el asesinato de un Carrillo Fuentes, Guzmán Loera, Lazcano o Arellano Félix. Habrá gritos de indignación por el comparativo, pero los hechos son irrebatibles. Culpables o inocentes las víctimas, pero sus desenlaces fatales se dieron en ese contexto de tipo mafia.
Y así como ocurre en las grandes ligas de la política y el crimen organizado nacional ocurre en el ámbito local. Las campañas electorales fueron montadas en viles temas delictivos, ya sea con el hurto multimillonario de dinero público, ya sea directo, sin escalas y sin sutilezas con el cruento mundo del narcotráfico. Las ideas y las propuestas fueron suplidas por la acusación y la denuncia.
El mundo magisterial chihuahuense, fiel espejo del magisterio nacional, vive hoy también su propio episodio electoral interno anegado por situaciones contrarias al interés general de los chihuahuenses y de los propios maestros como agremiados directos. Hemos ido abordando el tema en este espacio durante las últimas semanas: es la elección de secretarios generales en las secciones Octava y 42 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Puede este escribidor narrar cientos, miles de historias de maestros que en las colonias depauperadas de las zonas urbanas y en los ranchos más recónditos de la geografía estatal se mimetizan con sus alumnos y sus familias y comparten no únicamente sus academias invaluables con ellos, sino sus propios alimentos. Son niños hambrientos que apenas pueden mantener los ojos abiertos por la desnutrición y agotamiento consecuente.
No es una exageración sostener que los maestros han salvado miles de vidas quitándose la tortilla de la boca para darla a los niños. Apóstoles de esos abundan. Ellos merecen no únicamente un aplauso y pleno reconocimiento, sino la solidaridad y mucho, muchísimo apoyo.
Pero los más de los maestros buenos son sofocados, asfixiados y silenciados por unos cuantos maestros malos que desafortunadamente mantienen el control de las grandes mayorías con múltiples artilugios como la amenaza, la presión, el chantaje y hasta la extorsión.
Otro gallo le cantaría a la educación en el país con una cúpula del SNTE distinta a la que conocemos en las últimas décadas. También en esas altas jerarquías hay excepciones, pero son tan pocas que terminan sucumbiendo ante la máxima de la ley de Herodes.
Carlos Jonguitud Barrios, aquel oscuro líder de Vanguardia Revolucionaria, inició su liderazgo como “vanguardista”, pero de inmediato fortaleció las ligas del SNTE con asuntos estrictamente partidistas (PRI); se enriqueció más allá de la indigestión, de tal manera que incomodó al padrino de padrinos, Carlos Salinas de Gortari, quien terminó por destituirlo por transformarse en un amenaza hasta para el mismo PRI.
La sucesión de Jonguitud no pudo ser más dramática. Elba Esther Gordillo construyó un gigantesco andamiaje de corrupción que hizo palidecer al “vanguardismo” y se dio el lujo de convertir al SNTE en un partido político que en cada elección es colocado en subasta para el mejor postor. Se estrenó con el conservador y “rabiosamente democrático” Acción Nacional. Sin ese apoyo indudablemente hubiera sido presidente de la República Andrés Manuel López Obrador y no Felipe Calderón. La diferencia entre ambos fue de apenas 250 mil votos, o el 0.5 por ciento de la votación nacional.
Al más puro estilo del crimen organizado, Peña Nieto cobró cara la afrenta tanto por la traición de la maestra como por su desafiante conducta al inicio de su régimen. Enriquecimiento inexplicable, lavado de dinero, delincuencia organizada y desvío de recursos son los delitos por los que ella permanece en la cárcel.
Las pérdidas para la educación en el país son incuantificables, tanto en dinero como en horas clase. La pirámide de Jonguitud y Elba Esther es igual en todo el territorio nacional, con las excepciones de aquellas zonas del país dominadas por la Coordinadora Nacional de la Educación (CNTE), que no es igual a la jerarquía del SNTE, ha resultado peor.
Por todas partes hay Jonguitudes y Elba Estheres peleando por dinero, no por mejor educación para sus comunidades.
¿Dónde pasó los últimos meses, nada más y nada menos, el actual dirigente estatal de la 42, René Frías Bencomo? Los pasó haciendo campaña electoral bajo las siglas del PRI en un distrito de la región serrana. Ahora es uno de los poquísimos diputados electos por el PRI (ganó el tricolor seis de 22; los restantes 16 para el blanquiazul) aunque llegando al Congreso retomará sus siglas de Nueva Alianza como una más de las múltiples negociaciones que resultaron menos que mal al tricolor en el presente proceso electoral que ha concluido lleno de impugnaciones sin sentido.
Toda la estructura física, humana y recursos económicos de la 42 fue dispuesta para esa campaña electoral de Frías como ha sido no desde que el SNTE es Panal, sino desde que era un apéndice más del PRI. Imaginemos el impacto colosal para la educación chihuahuense en todo ese tiempo.
Jonguitud Barrios, Elba Esther, etc., son más recordados como activos partidistas –ocuparon incontables cargos legislativos y de Gobierno– que por su aportación para la educación de los mexicanos.
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Las secciones Octava y 42 del SNTE en Chihuahua aglutinan al grueso de la fuerza docente que hay en el estado; entre maestros y personal de apoyo –o también llamado administrativo– los números rondan las 70 mil personas. Es una cantidad absolutamente impresionante. La educación de nivel básico y medio está prácticamente en sus manos. La cobertura en escuelas privadas es menos que significativa.
Ellos, la Octava y a 42, tendrán elección de dirigente entre jueves y viernes próximos en eventos que han venido siendo manejados como si fueran privados aunque se trate de un proceso que debe ser del máximo interés de la sociedad chihuahuense en general y no únicamente del propio sindicato. Debe formar parte de la propia agenda de los gobernantes, pero nada se escucha en sus discursos ni sus posicionamientos. Seguramente forma parte de intereses político partidarios, pero hasta ahí.
La elección de dirigentes se lleva a cabo dentro de un proceso secreto y sectario donde ni tienen qué ver autoridades de ningún tipo ni mucho menos asociaciones de padres de familia u organizaciones relacionadas con el ramo educativo.
El secretismo y el sectarismo son obligados para la cúpula del SNTE precisamente porque son miles de millones de pesos los manejados por la organización, ya sea en presupuesto educativo general o en cuotas aportadas a la parte sindical por sus agremiados. No son cuotas voluntarias, son de a fuerza.
Los llamados ingresos líquidos disponibles del Gobierno estatal son de 23 mil millones de pesos, de los cuales el 43 por ciento (10 mil millones) van a parar al rubro educativo. Mucho se ha cuestionado que el SNTE sea patrón y empleado, pues prácticamente toda la estructura educativa de la entidad está ocupada por sus miembros que, para mayor reprobación, gran cantidad de esos funcionarios obtienen su sueldos como tales y siguen recibiendo salarios de profes cual si estuvieran desempeñando actividades docentes.
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El gobernador electo, Javier Corral, y su equipo de transición saben perfectamente de lo que habla Mirone, no porque lo hayan leído en las noticias o por la fama pública que haya corrido.
Ellos experimentaron en carne propia la fuerza implacable del SNTE cuando, prácticamente los mismos panistas de ahora, fueron régimen estatal entre 1992–1998.
Una ligera sacudida al árbol de la corrupción –los famosos comisionados que se cuentan por miles– provocó que la educación en la entidad fuera paralizada y que significara una de las razones principales por las que el blanquiazul tuviera debut y despedida en el Poder Ejecutivo y perdiera la mayoría en el Congreso del Estado a las primeras de cambio. Las cúpulas del sindicato se hicieron más fuertes, más desafiantes y peligrosamente impunes.
Luego no bastaron las dobles o triples plazas. Con Elba Esther llegaron los negocios multimillonarios de los seguros y grandes empresas de crédito diverso, efectivo y hasta computadoras.
La ambición y el desorden en Chihuahua llegó a tal extremo que fue asesinada la maestra Sonia Madrid, integrante de la dirigencia de la Sección 42. Ella murió a balazos tras descubrir los grandes negocios realizados por integrantes de la organización sindical con empresas de seguros.
La red de complicidades fue tan efectiva que, aún descubierta, mantiene en la cárcel solo a uno de los responsables, mientras otros de ellos siguen formando parte de la estructura de la 42 y uno –o quizá algunos más– fueron sacados de la entidad e integrados a la estructura nacional del SNTE. Todo tan público como conocido y descorazonador.
Esa es la influencia del SNTE en el ámbito educativo y en ellos estriba la importancia de la sucesión en sus cuadros.
Tanto la Octava como la 42 han permitido a sus actuales dirigentes formar parte de la nueva comalada de políticos millonarios. Por la Octava siguen los fuertes señalamientos y denuncias contra su actual dirigente, Alejandro Villarreal Aldaz, quien fue convertido en el líder sindical favorito del sexenio tanto por la fuerza política que representa como por su principal virtud que no es la docente, sino la histriónica y la cantada, dos características indispensables para ser aceptado en los círculos cerrados de Palacio.
A cambio, las manos de Villarreal fueron llenas de dinero tanto producto del sindicato como de las aportaciones gubernamentales. Todo, absolutamente hasta el último centavo, salido de ese 43 por ciento que el presupuesto público le dedica a la educación en el estado. Una de sus propiedades, el elegantes restaurante La Gloria, de ahí fue pagado, del dinero de todos los chihuahuenses.
Muy tarde, hace apenas escasos meses, los sindicatos fueron contemplados en la ley estatal de transparencia como sujetos obligados. Con grandes limitaciones, pero esa es la única rendija por donde ahora la sociedad puede asomarse a los manejos financieros de dichas organizaciones. No hay más, la opacidad, la discrecionalidad y los manejos recurrentemente delictivos de las cúpulas del SNTE han sido los principales factores de crisis ancestral en el sistema educativo mexicano.
Desde la dirigencia nacional del SNTE fueron enviados delegados a las dos secciones para cuidar el proceso interno y amarrar a los delegados rumbo a los congresos del 14 y 15. La consigna es evitar que cualquier externo a sus intereses ingrese ahí, así como abrir la cancha solo a quienes garanticen que combatirán al que consideran su principal peligro y amenaza hoy por hoy: el gobernador electo, Javier Corral.
Esa es ahora su gran preocupación. No lo es la educación, no es la sociedad chihuahuense que debiera participar activamente hasta con su opinión en esa decisión, que si bien es gremial implica repercusiones gigantescas para el presente y futuro del estado.