Ni para dónde voltear, dicen los pocos priistas de hueso colorado que siguen fieles al tricolor, pese a la indigencia en que los ha postrado Alejandro “Alito” Moreno, quien el martes se negó a renunciar a la presidencia nacional de este partido, cuando se lo pidieron los exdirigentes a puerta cerrada.
Posterior a la reunión, donde sus picudos colegas le espetaron que mucho ayuda el que no estorba, Alito Moreno dijo a los medios en la Ciudad de México, que no se va del partido porque no lo puso un presidente de la República, sino que fue electo por dos millones de priistas, una afirmación que ni él se creyó.
En la conferencia de prensa, Alito estuvo flanqueado por la secretaria general Alma Carolina Viggiano y por la chihuahuense Graciela Ortiz, secretaria de Planeación y Estrategia, quien exhibía una cara de hastío y de pocos amigos ante las preguntas de los medios.
Detrás de una malhumorada Chela, se dejaba ver su fiel escudero Alejandro Domínguez, en posición de firmes, esperando la orden para colocarse las rodilleras. Al final de la mesa del presídium, se veía el diputado juarense Hiram Hernández, muy entretenido, respondiendo mensajes en su celular.
Las declaraciones optimistas y conciliadoras de Alito Moreno, contrastaban con los rostros de quienes lo acompañaban. Unos de fastidio como el de Chela, otros de solidaridad con su líder, pero los más de preocupación, porque saben que con esta dirigencia van que vuelan rumbo al precipicio.
Desde agosto del 2019, cuando asumió la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Alejandro Moreno ha perdido 10 estados de la República.
El año que entra están en juego los últimos dos bastiones tricolores, Coahuila y el Estado de México, por lo que los expresidentes del partido Manlio Fabio Beltrones, César Camacho, Pedro Joaquín Coldwell, Carolina Monroy, Beatriz Paredes, Humberto Roque Villanueva y Claudia Ruiz Massieu, así como los jerarcas Roberto Madrazo, Jorge de la Vega Domínguez, Miguel Ángel Osorio Chong, Dulce María Sauri Riancho, José Antonio González Fernández y Augusto Gómez Villanueva, le pidieron que ahuecara el ala, pero se toparon con pared, como dijo el propio Alito, aunque refiriéndose a las intenciones de Morena de desprestigiarlo para que abandone la dirigencia.
Total, que como dijo el ranchero: la tierra tan dura, los surcos tan largos y con esos bueyes hay que arar… hasta agosto del 2023, cuando Alito entregue lo que quede del PRI y su alianza se enfile rumbo a la madre de todas las batallas, en el 2024.
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Y si en el PRI nacional andan rompiéndose las medias por debajo de la mesa, en el estado de Chihuahua la calentura política sube al igual que la calentura ambiental, y trae a todo mundo sudando la gota gorda.
Igual que en la lucha libre, a dos de tres caídas sin límite de tiempo y todos contra todos, en la entidad se está registrando una escaramuza grotesca entre Morena, PAN, MC, que, aunque en cuadriláteros diferentes, se están pegando con singular emoción y olímpica alegría, rompiendo todas las formas que, en teoría, deben guardar gobernantes y políticos.
Por un lado, el delegado federal Juan Carlos Loera le aplicó a la gobernadora Maru Campos el calificativo de zorra, aunque haya sido en sentido metafórico, como dijeron los lacayos del mandamás de Bienestar.
Loera habló en los micrófonos de una estación de radio en la ciudad de Cuauhtémoc, donde fue entrevistado sobre las afirmaciones de Maru en Durango, donde acusó al presidente de México de haber metido las manos en las elecciones de junio, con dádivas y amenazas.
“La zorra no se ve su cola” dijo el hombre fuerte de la 4T en la entidad y la respuesta se viralizó como la gran ofensa, aunque no faltaron los morenistas que defendieron a Loera diciendo que solamente utilizó una metáfora para responder, aunque ciertamente no es una metáfora, sino un dicho popular que se refiere a las personas que solo ven defectos en los demás y no los propios.
En otro entarimado, el alcalde Cruz Pérez Cuéllar se les fue a la yugular a los integrantes del Fideicomiso del Centro de Convenciones y en particular a su dirigente, Carlos Murguía, al cancelar la entrega de recursos a este grupo y cualquier negociación en conjunto en la Ciudad de México, por mentirosos y por pretender imponerle una agenda.
Además de que les exigirán cuentas claras sobre todos los ingresos que ha recibido el Fideicomiso desde que se creó, la postura del alcalde deja muy claro que no será en terrenos de El Chamizal, donde se construya la obra, si es que algún día se construye.
Luego, al tercer ring se subieron los dirigentes de movimiento ciudadano en la entidad, para defenderse de las intenciones de Javier Corral, de quedarse con el partido naranja, para continuar con sus proyectos, pues el inepto exgobernador no sabe vivir despegado de la ubre del presupuesto oficial.
Unos dicen que son efectos de la canícula adelantada que estamos sufriendo en la entidad, pero lo cierto es que la cercanía de las elecciones del 2024 tiene muy nerviosos hasta a los morenos, sobre todo porque Chihuahua no es territorio de la 4T, aunque tengan concentrados a todos sus operadores en Juárez.
Y mientras todos se dan hasta con el molcajete, la ciudad sigue en estado de desastre, con violencia, basura, apagones, suspensiones inesperadas del servicio de agua, caos en las calles por las obras del BRT, pero sobre todo por la violencia imparable.
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La que anda desatada y muy volada, porque le han dicho que puede ser la próxima alcaldesa de Juárez en el 2024, es la inquieta e inculta diputada federal Andrea Chávez, quien presume en sus redes sociales los piropos que le hacen quienes la quieren ver en la silla de la Presidencia municipal.
La legisladora morenista subió a sus redes unas fotos donde aparece al lado del delegado federal, Juan Carlos Loera, durante la pasada visita que hizo a la ciudad el secretario de Gobernación Adán Augusto López.
Esas gráficas dieron pauta al hilo de conversación de sus seguidores que la quieren como alcaldesa de Juárez y hasta como la próxima gobernadora, dijo una de sus fans que no se midió, tal vez porque andaba insolada.
Las autopromociones de la joven legisladora ya han despertado la inquietud y los celos de los seguidores de Cruz Pérez Cuellar, porque todo mundo sabe que el alcalde buscará la reelección que le permite la ley, si no se le atraviesa una que otra despistada como Andrea.
La diputada plurinominal está haciendo ruido innecesario antes de tiempo, cuando aún tiene mucho por hacer, como mejorar su breviario cultural, para que no vuelva a confundir varón con Barón.
La millennial debe entender que en política la forma es fondo, sobre todo si aspira a disputar una silla tan emproblemada como la de la Presidencia municipal de Juárez.
Ahora bien, si va a permitir que sus huestes anden retozando rumbo al 2024, mándeles electrolitos, sombrero y bloqueador, porque con estas calenturas ambientales que estamos viviendo van a ponerse más morenas que el partido guinda.
No debe olvidar la diputada federal que los celos en política son sumamente peligrosos y corrosivos, y muchas veces producen, como en muchos matrimonios, divorcios tóxicos.