Los actores en pugna por el control del Comité Directivo Municipal del PAN, el dirigente Jorge Espinoza Cortez y el presidente estatal Mario Vázquez Robles, de continuar así su relación convertirán el venidero proceso electoral en otro desastre para el partido de Gómez Morín en Juárez. El primero, con una capacidad de decisión de corto alcance, y el segundo con ávida rapacidad, que no le importa dejar en cueros al escuálido Comité Municipal.
La cronología es apabullante. Desde que Espinoza tomó las riendas del partido, hace un año, el 19 de noviembre, se advertían tiempos de cambio para el panismo local. Pero como no todo cambio significa progreso, a estas alturas muchos están conscientes de que sí cambiaron, pero para mal.
El día de la toma de protesta a Jorge Espinoza faltaron sus contrincantes en la elección para la dirigencia municipal: Sergio Madero, Edeberto “Pilo” Galindo, Andrés Solís y Nico Montelongo, con quienes se había peleado para ganar el favor del presidente estatal.
En este tiempo y desde la campaña, pensando que la mano de Mario Vázquez estaría presta a ayudarle cuando la necesitara, y con ello impulsar su propósito final de llegar a ser candidato del PAN a la Alcaldía en el 2016, la ingenuidad del novato dirigente lo llevó a renunciar a sus percepciones salariales como presidente del CDM, que su antecesor se había fijado en unos 50 mil pesos mensuales, poco más, poco menos.
El mes de diciembre fue de calentamiento, el abogado del ramo financiero apenas se había acomodado en el puesto, sabía de la rapiña del anterior presidente, por lo que aguantó vara y se dispuso a celebrar una austera Navidad. Pero en enero siguiente, con las arcas vacías, la cuesta fue más difícil, sobre todo por el proceso electoral que se le venía encima. Para el mes siguiente la gota que derramó el vaso fue la engañosa medida del Comité Estatal para manipular a su gusto los recursos de todos los comités municipales, que debían renunciar –con documento firmado y todo– al manejo de sus correspondientes prerrogativas, mediante lo cual supondría un manejo mas efectivo por parte del área de finanzas del Comité Estatal y del propio Mario Vázquez.
Fueron varios meses en los que Espinoza era acosado día y noche por la dirigencia estatal de su partido para que firmara el “convenio” de colaboración entre el CDE y el comité a su cargo. Hacerse el occiso en ese tema le valió una andanada de excusas de la Secretaría de Finanzas del PAN para no entregarle las prerrogativas que le corresponden al CDM, o depositárselas con muchos días o semanas de desfase; no se diga los recursos adicionales para asambleas o eventos del partido, aquí la respuesta era definitivamente: “no hay”.
Se sabe que Acción Nacional recibe unos 47 millones de pesos para su gasto ordinario al año, de lo cual destina alrededor de millón y medio para Ciudad Juárez, que distribuye en pagos mensuales de unos 130 mil pesos para desarrollar todas sus actividades, pagar servicio a funcionarios del comité, empleados, etc. Siendo Juárez la plaza más importante por su demografía electoral, prácticamente recibe migajas de la dirigencia estatal o, como lo señaló el propio Espinoza en alguna declaración, “una limosna”.
Finalmente, a mediados de mayo, a tres semanas de la elección de diputados federales, el presidente del Comité Municipal del PAN truena contra el dirigente estatal y hace pública la presión a que es sometido y lo métodos de sometimiento de Mario Vázquez.
En entrevista con NORTE de Ciudad Juárez destapa la cloaca y hacer reveladoras confesiones:
“Yo quiero que Mario Vázquez saque las manos de Ciudad Juárez, queremos que cumpla sus compromisos de apoyar al Comité Municipal y no que nos condicione el apoyo con base en su conveniencia … No se vale que nos tenga socavados y que condicione los dineros que vienen etiquetado para el PAN de Juárez”, declaró angustiado.
A la vez que anunciaba su renuncia si Vázquez lo hacía, firmó un ultimátum para que le entregaran en ese momento las prerrogativas que le eran retenidas, con las siguientes palabras: “Yo renuncio mañana si no veo ese apoyo. Si hay ese apoyo lo reconsideraré. Ya estuvo bueno… yo no voy andar solo como pendejo. Ya estuvo bueno”.
El final de la película ya se conoce: la derrota en Juárez arrasó hasta con el Distrito 03, que era lo que mantenía la dignidad de los azules en pie.
Después tuvieron que entrar al quite los santones del partido, entre ellos Javier Corral, Pancho Barrio, Gustavo Madero y compañía, para calmar las aguas, pero el cristal ya estaba roto, cualquier ventisca lo volvería a romper. Y así fue.
Las relaciones ya no mejoraron, por el contrario, se tornaron frías y muy ácidas –el trato es lo estrictamente oficial–, Mario Vázquez dejó de acudir a las reuniones de los miércoles y no se diga a eventos de mayor significado para los panistas; el 25 de octubre pasado, en la Asamblea Municipal, el presidente estatal del panismo ignoró el evento donde se sabía de un levantamiento de las bases que se manifestarían ese día en contra de las imposiciones del dirigente para poner como candidata a la Alcaldía a su pareja sentimental, Daniela Álvarez, pero además de los candidatos a los 10 distritos locales que ahora estarán en juego, la planilla de regidores, síndico, ¡todo! Y así sucedió. Pero el remedio fue peor que la enfermedad: envió como su representante al antipático Nachito Galicia, a quien se le ocurrió enfrentar a los panistas organizados por Fernando Donjuán.
Desde entonces, Vázquez no es invitado a las reuniones, informes, eventos precampañeros; el rompimiento es total. Aun después del encuentro cafetero que sostuvieron los dirigentes estatal y municipal, del jueves pasado, luego de que el martes anterior amenazara Espinoza con salir a los medios a señalar nuevamente los excesos de Mario Vázquez.
Conforme a la lógica, entraña el siguiente cuestionamiento: ¿por qué sería diferente el resultado del proceso electoral que se avecina si las cosas entre uno y otro dirigente están igual o peor?; o, ¿es posible pensar en la victoria cuando “la unidad” se queda solo en el discurso, y en los hechos prevalecen los golpes bajos y la guerra de declaraciones? A ello deberán de dar respuesta los propios líderes panistas envueltos en esta batalla, cuyo enemigo es su propio ego que actúa con base en sus intereses. Mientras las bases esperan un aliento de cordura en sus líderes que los lleve a pensar de nuevo en la brega de eternidad que tanto pregonaron los fundadores del partido pero que ahora sus representantes insisten con terminar.
La veintena de desaparecidos
Los desaparecidos siguen siendo un estigma para Chihuahua y un problema que evidencia la frágil paz del estado, con zonas completas donde la presencia del crimen organizado permanece intocada.
Por semanas, la Fiscalía General del Estado mantuvo en reserva la desaparición de siete trabajadores de una empresa de comunicaciones, cuando instalaban antenas de radio en el corredor de Galeana y Buenaventura, en la zona noroeste del estado.
Durante años en esa región se han sucedido hechos violentos propiciados por los grupos criminales que ahí operan y permanentemente se disputan el control del territorio, por las rutas para el trasiego de enervantes y otras actividades ilícitas, como el tráfico de indocumentados, el contrabando de maquinaria agrícola y la introducción de vehículos extranjeros.
En junio de 2009, cuando ya el ambiente político empezaba a caldearse por la sucesión gubernamental del año siguiente, fueron asesinados los dirigentes mormones Benjamín LeBarón y Luis Widman, en lo que se señaló como una venganza de células criminales ligadas a La Línea, el brazo armado del Cártel de Juárez, después de las movilizaciones encabezadas por la comunidad de origen extranjero, tras el secuestro de uno de sus miembros.
La presión que ejercieron los colonos mormones contra los delincuentes que los tenían asolados con secuestros y extorsiones llevó a las autoridades policiacas y militares a desmantelar a un grupo armado que tenía su reducto en el poblado de Nicolás Bravo, lo que derivó después en el homicidio de los activistas LeBarón y su cuñado Widman.
Pero eso solo fue la punta del iceberg de un complejo problema de inseguridad en la región que se logró sofocar en los últimos años pero continúa vivo y actuante.
En la misma zona de la colonia LeBarón, en el municipio de Galeana, en octubre del 2009 un comando levantó a tres agentes de la Policía Federal Preventiva, comandados por el agente José Alfredo Silly Peña, cuando se trasladaban a Ciudad Juárez después de pernoctar en uno de los poblados; los cuerpos aparecieron semanas después en una mina abandonada.
A ese episodio de violencia siguió un vasto operativo policiaco–militar en la región, en medio del cual se registró la desaparición de tres miembros de la familia Alvarado, a finales de diciembre del 2009, en el poblado de Benito Juárez, que habían denunciado la presencia de cabecillas de las células criminales dentro del poblado.
Desde entonces no se ha vuelto a saber del paradero de Nitzia Paola Alvarado Espinoza y sus primos Rocío Alvarado Reyes y José Ángel Alvarado Huerta, presuntamente detenidos por un grupo de 10 militares.
El miércoles estuvo en Chihuahua el subsecretario de Derechos Humanos de la Segob, Roberto Campa Cifrián, para atender los planteamientos de activistas, entre ellos el problema de desaparición forzosa, de los que se tienen registrados poco más de mil 500 casos en la entidad, 350 de ellos en Cuauhtémoc.
A esa cifra se agrega la reciente desaparición de lo siete trabajadores de la compañía de comunicaciones que tenían la tarea de instalar antenas de radiocomunicación, fondeadas con recursos del Plan Mérida, que servirían para puentear enlaces entre las distintas corporaciones policiacas.
Los familiares de los trabajadores Carlos Antonio Perales Carrera, Dámaso Luna Cevallos –de 17 años–, Elisardo González Gardea, José Refugio Gardea, Miguel Reyes Martínez y Ramón García Betances, se entrevistaron con Campa Cifrián, como lo hicieron las familias de otras víctimas de desaparición.
Lo que particularmente llama la atención de este último caso es que se trate de trabajadores especializados en la instalación de antenas de comunicación, un fenómeno que se replica en otras entidades del norte del país, donde se han detectado redes de comunicación radial y telefonía celular, con su propia estructura de torres repetidoras de señales encriptadas, y Chihuahua no es ajeno a eso, está demostrado.
Está otro caso latente de desaparición masiva, el de los hermanos Antonio, Eduardo y Nicolás Orozco Terán, de 29, 27 y 24 años, respectivamente; los primos Jesús Vargas Orozco, de 21, y Luis Ángel Orozco Mares, de 15 años. Así como Joel Chaparro Bujanda, de 27; Guerrero Norberto Rodríguez Molina, de 15; Salvador Ramos Valerio, de 17; y Antonio Núñez, de 16 años, ocurrido en septiembre pasado. Familiares de los hermanos han interpuesto denuncias, pero no han tenido respuesta alguna sobre las investigaciones.
Don Mirone