Nervioso, visiblemente alterado, tartamudeando al leer un parte de novedades, así se vio el fiscal general del estado, Roberto Fierro, al dar una improvisada conferencia de prensa, sobre los 17 eventos violentos registrados desde el jueves hasta la mañana de ayer, que dejaron un saldo de 11 personas muertas, 12 heridos, y daños materiales por cientos de millones por los negocios quemados y los que tuvieron que cerrar por miedo a correr la misma suerte.
El terror, que se extendió por toda la ciudad tras los ataques armados, los incendios y cuerpos desmembrados, se hizo más evidente ayer en la mañana, cuando las calles de Juárez lucieron desoladas, como en los peores meses del 2008, 2009 o 2010.
Ese mismo terror es el que debe haber sentido el responsable de la procuración de justicia de la entidad, que no da una en su cargo, porque la impunidad que han tolerado a los grupos criminales tiene al estado muy caliente y a Juárez en llamas.
No obstante, y ante la gravedad del panorama, el fiscal se atrevió a decir que la ciudadanía debe estar tranquila, que la inútil mesa de seguridad está alerta y en reunión permanente, y que la investigación “profunda y contundente” que realizan sobre los trágicos hechos “dará resultados muy positivos”.
Palabras huecas en las que ya nadie cree, porque solo se dicen para salir del aprieto en que lo pusieron los periodistas que lo abordaron y le preguntaron lo que no supo responder: ¿qué fue lo que pasó en el interior del Cereso número 3, que desencadenó la serie de ataques terroristas y simultáneos que desquiciaron la ciudad, pero, sobre todo, evidenciaron la nula capacidad de respuesta de las corporaciones policiacas, de la Guardia Nacional y del ejército?
Roberto Fierro no lo quiso revelar, o simplemente no tiene nada que decir, porque sus sabuesos siguen dando palos de ciego, como en todos los casos de alto impacto que han ocurrido en la ciudad.
Tampoco quiso decir que el grupo criminal que protagonizó y organizó la violencia en la ciudad es la pandilla de los Mexicles, el brazo armado del Cartel de Sinaloa, que así reaccionaron por la muerte de uno de sus líderes que estaba preso.
“Me reservo el nombre” dijo, cuándo lo cuestionaron los reporteros, por la identidad del grupo responsable, a pesar de que desde el mismo día de los hechos era conocido por todo mundo.
Y a pesar de que el alcalde Cruz Pérez Cuéllar alzó la voz para exigir que se transparenten los hechos del penal, que causaron la violenta reacción de los delincuentes asesinos, el fiscal se aferró a guardar silencio, el mismo silencio que ha guardado a lo largo de esta crisis el secretario de seguridad pública estatal, Gilberto Loya, quien no dijo dónde estaban sus fuerzas estatales al momento en que ocurrieron los ataques sincronizados, cuando se supone que están en patrullaje permanente.
Los únicos que se vieron entrándole al peligro y siguiendo el rastro de los sicarios incendiarios, fueron los agentes de la policía municipal. En ellos y en nadie más estuvo la carga de la crisis, apoyados solo por el ejército, mientras que los guardias nacionales, los estatales y los ministeriales, andaban perdidos y llegaron siempre tarde a los 17 eventos.
Fue la Policía Municipal, justo es reconocerlo, la que dio con la pista de una de las células y llegó hasta el domicilio del Infonavit Aeropuerto, donde se resguardaban 6 sicarios, para cercarlos y detenerlos, apoyados por un comando de asalto del ejército.
Otros que se la rifaron y les pusieron la muestra a los estatales de para qué sirve la testosterona, fueron los elementos de seguridad vial, que se trenzaron a balazos con un grupo de sicarios y lograron detener a 4 de ellos, con el respectivo armamento que portaban.
En las acciones de los agentes municipales, uno de ellos resultó herido de gravedad, porque estuvo en el fuego cruzado, y hasta ayer por la tarde se mantenía en terapia intensiva.
Así, solo los municipales apoyados por el Ejército se colocaron en la línea de fuego y dieron resultados, mientras que los estatales, ministeriales y federales, siguieron al pie de la letra la estrategia del Tío Lolo, la cual dominan a la perfección.
A estas alturas sería también bueno saber, dónde estaban el fiscal de la zona norte Jesús Manuel Carrasco y el secretario de Seguridad Pública Estatal, Gilberto Loya, cuando las balaceras y los incendios cundían por toda la ciudad, porque no se les vio en ninguna de las intervenciones policiacas.
Ahora que las fuerzas municipales les hicieron su chamba, capturando a 10 malandros que participaron en tres de los 17 hechos siniestros, el fiscal Fierro y su lacayo Carrasco, tienen la punta de la madeja para llegar al resto de los responsables y de sus jefes, sin excusas ni pretextos.
Los detenidos saben dónde, cuándo, cómo y quiénes planearon la serie de ataques, así como las ubicaciones de sus casas de seguridad y los nombres de sus patrones.
Estos son los mismos que prendieron fuego a 4 funerarias de diferentes colonias de la ciudad, dando muerte a tres miembros de la familia Arriaga, propietaria de tres de esos negocios.
Si en aquellos hechos Carrasco dijo que no podía proporcionar información, porque se trataba de “asuntos delicados”, ahora que ya les pusieron en charola de plata a 10 de los Mexicles incendiarios y asesinos, ¿cuál será su excusa?
Nada más falta que en las inútiles mesas de las mentiras, perdón de seguridad, se manejen las revelaciones que los malandros hagan y todo se vaya al traste, porque de que hay filtración de información en esas reuniones, donde todos se echan confeti, la hay.
Ayer que la gobernadora llegó a esa reunión y giró instrucciones a su equipo de incomunicación para que informaran a los medios de su “preocupación y presencia” en la mesa de seguridad, se le veía muy azorrillada, muy distinta a la Maru que el miércoles pasado les dijo, con micrófono, a los malandros “que no se metan en el estado de Chihuahua”, esto durante la colocación de la primera piedra de la Torre Centinela.
Quedó claro que esa advertencia de Maru se la pasaron por el arco del triunfo los delincuentes y de paso le dijeron, claramente, que ellos no son de Chihuahua, que Chihuahua es de ellos, como ha quedado de manifiesto por la violencia incontenible que se registra en todos los puntos cardinales del estado grande.
Cuando en su mensaje centinela la gobernadora dijo que hoy en día existe un gobierno del Estado, una secretaría de Seguridad Pública, una Fiscalía General del Estado, y que no van a dejar que vengan a imponerse, conjugó mal el verbo, porque no es que vayan a venir los delincuentes, ya están aquí, no se han ido y, por lo que vimos el jueves negro, no se irán con pura saliva.
El mensaje que envió la gobernadora ayer en su cuenta de Facebook, donde dijo que los juarenses no están solos, no se sostiene en los hechos, pues en la contención y persecución de los delincuentes sus fuerzas estatales y ministeriales brillaron por su ausencia y deficiencia.
Como suele ocurrir en estas situaciones, a río revuelto ganancia de charlatanes, pues tampoco faltaron en esta ocasión los políticos oportunistas que quisieron aprovecharse del momento con pronunciamientos ridículos, a cientos de kilómetros de sana distancia, y después de escuchar la conferencia mañanera, donde dijeron que en Juárez todo estaba bajo control…pero no dijeron de quién.
Dos de esos folklóricos políticos, los disputados local y federal Francisco Sánchez e Hiram Hernández Zetina, fueron imprudentes y torpes al abordar los hechos con el único propósito de captar los reflectores, cosa que sí ocurrió, porque les llovieron críticas por gandallas.
Quedó muy claro que hacen falta más que discursos y lamentos para combatir a los bandidos. No bastan las ordenes huecas de Maru para organizar operativos policiales “peeermanentes” que no dan resultados, ni las “condenas enérgicas” de los diputados que a nadie asustan.
La ciudadanía quiere acciones tangibles, con todos los criminales en prisión pagando por sus atentados terroristas y asesinatos. Los rostros asustados de los gobernantes prometiendo lo imposible, no solucionan la crisis, ni mitigan el dolor de las víctimas fatales de estos hechos.
Juárez no debe regresar al pasado violento, pero sí deben caer las cabezas de los criminales y de los jefes policiacos que los protegen, y se les está haciendo tarde para comenzar la depuración.
A las familias de todas las víctimas, a los compañeros caídos del grupo radiofónico Mega Radio, nuestras sinceras condolencias.
Descansen en Paz.