Resulta que el Centro de Convenciones volvió a dar la nota. Así, sin hacer ruido. Como esas visitas incómodas que llegan cuando ya habías cerrado la puerta, apareció con una sorpresa bajo el brazo.
El 13 de agosto de 2024, la Secretaría de Hacienda del Estado firmó el mentado fideicomiso con el mismo objetivo del famoso F214 de 2011. El mismo, el mismito: hacer el Centro de Convenciones de Juárez.
El detalle es que nadie se enteró. Ni empresarios, ni regidores, ni la raza. Nadie.
El asunto salió a flote más de un año después, en días pasados, cuando el Congreso de Chihuahua autorizó cobrar una UMA por empleado, por año, a las empresas juarenses, de aquí hasta 2036. Un cobrito chiquito, dicen… que suma entre 50 y 60 millones anuales.
Esa fue la respuesta oficial a las súplicas del sector empresarial, luego de que la mera mera del grupo Zaragoza donara el terreno por la Tomás Fernández y se armara el discurso de que “ahora sí va en serio”.
Pero aquí viene lo bueno: del nuevo fideicomiso no se sabe absolutamente nada.
Del viejo, en cambio, sabemos todo. Sabemos la notaría, los nombres y, sobre todo, sabemos cómo se quemaron casi 300 millones de pesos en quince años de proyectos fallidos: laguitos en El Chamizal, diseños de arquitecto estrella, excavaciones en Los Hoyos… puro humo.
Ahora resulta que hay otro fideicomiso, firmado en silencio, que va a convivir con el que ya existe y que administra Javier Gómez Ito, donde ya hay 215 millones guardados y otros cincuenta y pico que debe el Municipio.
La pregunta que corre en los pasillos es simple y malosa: ¿por qué hacer otro, si ya hay uno? ¿y quién lo maneja?
Porque nadie ha visto el contrato, nadie sabe quién se sienta en la mesa y nadie explica cómo se van a mezclar los dineros.
Eso sí, el notario actual ha sido más abierto que sus antecesores, hay que reconocerlo. El problema no está ahí, sino más arriba.
Algunos dicen que la opacidad es porque ya todos andan pensando en Navidad y no en rendir cuentas. Otros, más cínicos, creen que el 13 de agosto de 2024 fue un “error de dedo”. Que al redactor se le fue el año, el mes… o la conciencia.
Sea como sea, el chisme político es este: el Centro de Convenciones revivió, el fideicomiso también, y Juárez vuelve a poner el dinero… sin saber quién lo cuida.
Don Mirone lo deja sobre la mesa.
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En una amena velada celebrada el pasado 3 de diciembre, el secretario de Hacienda del Gobierno del Estado, José Granillo Vázquez, recibió lo que bien podría considerarse su destape no oficial como candidato a “algo” en las elecciones de 2027, en las que —como todos sabemos— estarán en juego cargos tanto federales como estatales.
Uno de los contertulios asistentes a aquella reunión, ya entrada la noche y un tanto más entrado en los calores del alcohol, se levantó de su silla y, a grito en cuello, anunció a Granillo como aspirante electoral, suponemos —obviamente— que por el Partido Acción Nacional, y los arrimadijos que se le junten.
En aquella ocasión, el “destapado” no dijo ni sí, ni no; apenas esbozó una sonrisa nerviosa y continuó con la ceremonia, un tanto informal, que estaba encabezando.
La anécdota no pasaría de ser una simple chunga de no ser porque la versión de que Granillo Vázquez ya se coló en la fila de los aspirantes corre con fuerza en los corrillos, tanto del Palacio como de la Torre Legislativa y, por supuesto, en los del local de la avenida Zarco, donde despacha la dirigencia estatal del PAN.
Los bonos de Granillo subieron como precios de alimentos en Argentina después de que “logró” meter un uno-dos-tres-cuatro en el Paquete Económico 2026 sin salir despeinado siquiera: ahí quedó el aumento del 33 por ciento al ISN; del 50 por ciento al Impuesto Universitario; tres mil millones “del águila”, prestados, y una ampliación de 25 años para pagar la deuda de casi 60 mil millones de pesos que carga la administración estatal.
Lo que son las cosas: mientras que en otras latitudes se le ve como el villano que nos dejará endeudados por los días que nos quedan, para el grupo en el gobierno es el héroe que se las arregló para meter dinero a la caja en la siempre complicada etapa final de una administración.
No es gratuito que la propia gobernadora, en una reunión de festejo por la aprobación del Paquete Económico, haya pedido un aplauso para su operador financiero… y que los demás miembros del Gabinete se lo hayan concedido sin chistar.
Como decíamos, Granillo y compañía se las arreglaron para aumentar impuestos y pedir más dinero prestado sin despeinarse. ¿Cómo no iba a ser así? Si después de que se aprobó todo ese armatoste financiero en el Congreso, la nota no fue ni la deuda ni los impuestos, sino que dos diputadas se fueron al baño justo al momento de la votación.
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Hace días Don Mirone les platicaba en este espacio que el grupo parlamentario de Morena va a tomar la “chiquitolina” dentro de muy poco tiempo, porque perderá al menos a uno de sus miembros.
Ya se veía venir. De hecho, ya nadie daba un cacahuate por el bloque de 12 votos que representaba el partido guinda en el Congreso del Estado, pero el panorama viene mucho más cargado de lo que se pensaba.
Como ya es bien sabido, el grupo sufrió un resquebrajamiento cuando el diputado Óscar Avitia Areyanes votó a favor de que el Congreso no presentara candidaturas a magistrados al Tribunal Superior de Justicia.
A esa grieta se sumará ahora la batalla abierta que librarán la diputada Rosana Díaz Reyes y su excoordinador, Cuauhtémoc Estrada Sotelo. No es cosa menor: será una contienda en el terreno jurídico de la que no saldrá bien librado el grupo que representa a la 4T en Chihuahua.
Como ya lo ha anunciado, la diputada morenista —que sepamos, no ha renunciado a su militancia— presentará denuncias por violencia política en razón de género contra Estrada, por haberla “linchado”, dice ella, por aquello de que se ausentó de la votación justo en el momento en que se iba a someter a consideración del Pleno el nuevo crédito del Gobierno del Estado y el refinanciamiento a 25 años de la deuda actual.
A casi una semana de aquel desencuentro, la diputada juarense aún no presenta su demanda porque, entre otros detalles, se encontró a medio mundo de vacaciones y no pudo integrar todo el expediente que pretende enviar al Instituto Estatal Electoral (IEE).
Pero de que lo va a hacer, lo va a hacer, apenas termine el “Lupe-Reyes” y se reinicien las actividades en las oficinas públicas.
¿Qué va a pasar? A reserva de que el órgano electoral y las instancias que le sigan le den la razón a una o al otro, por lo pronto a Estrada le van a aplicar la misma que a Miguel Riggs en el Ayuntamiento de Chihuahua: prohibido acercarse a su denunciante, o sea, a la diputada Rosana.
Eso sí que va a complicar las cosas, porque tendrán que reacomodar incluso la distribución de las curules para que Estrada no quede cerca de Díaz. Con ese estado de cosas, ya podemos adelantar que la 4T tendrá, si acaso, 11 votos en lo subsiguiente, que sirven para muy poco de aquí a que termine la legislatura.
¡Ufff! Y faltan casi dos años.
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Muy en serio se está tomando su papel el recientemente nombrado coordinador general del Parque Central, Rafael Roberto Butchart Sánchez, quien anunció que, por la temporada navideña, se ampliará el horario de dicho espacio desde ayer y hasta el próximo 11 de enero, de las 8 de la mañana a la medianoche.
Claro está, dijo, siempre aplicando las medidas de seguridad pertinentes para que las familias juarenses puedan acudir con confianza a disfrutar de los atractivos colocados en el parque.
Sin embargo, no fue el anuncio lo que llamó la atención de los reporteros de la fuente, sino la tamaña “guaripa” con la que se presentó el funcionario que, desde finales de noviembre, es el encargado del resguardo del parque.
Las risillas nerviosas —de esas que se tapan con la libreta para no perder la compostura— no se hicieron esperar, pues el joven funcionario llegó ataviado al estilo Woody, con un sombrerazo tal que ya no sabían si preguntarle con seriedad o si aún traía una serpiente en la bota.
Lo cierto es que “Woody” Butchart tendrá que cuidar algo más que la seguridad del parque. También deberá velar por su propia silla, pues opera bajo la mirada de águila —atenta, fiscalizadora y poco paciente— de su cohabitante del lugar: la titular de la Subsecretaría de Desarrollo Humano y Bien Común en Juárez, Austria Galindo, suspirante a la alcaldía, con quien ya ha tenido algunos desencuentros por el control del terruño.
Así que mientras el Parque Central permanecerá vigilado hasta la medianoche, el nuevo sheriff haría bien en recordar que en estas fechas no solo se cuidan renos y nacimientos, sino también territorios.
Porque en el parque habrá luces, villancicos y familias paseando… pero en las oficinas aledañas se juega otra posada, una sin piñata y con golpes bien medidos, donde más de uno quiere quedarse con el control del pesebre.
Y en esas, ya se sabe: no siempre manda el que trae sombrero, sino el que reparte los regalos.
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La visita del nuevo director ejecutivo de la JMAS, Marco Licón Barraza, al despacho del alcalde Cruz Pérez Cuéllar dejó una postal que no pasó desapercibida en los corrillos políticos: cordialidad, sonrisas medidas y un discurso de coordinación sin sobresaltos.
Nada que ver con los tiempos recientes. La relación entre el Municipio y la Junta de Aguas hoy luce tersa, casi institucional, muy distinta a la dinámica ríspida que marcó la gestión de Sergio Névarez, cuando cada encuentro parecía más un pulso político que una reunión de trabajo.
Licón llegó con mensaje claro: trabajar de la mano, sin colores y con proyectos compartidos, particularmente en el tema de colectores. Cruz, por su parte, respondió en el mismo tono, subrayando la necesidad de coordinación para mejorar la calidad de vida en la ciudad.
Habrá que ver si la luna de miel dura, pero por lo pronto, el agua dejó de estar revuelta en la relación Municipio–JMAS.
Don Mirone