En torno al asesinato de Ulises Nache Trujillo conocido como Delta 1 o El Principal, cada vez cobra más fuerza la versión de que el líder criminal fue abatido por el propio cártel al que pertenecía.
Eso se comenta entre corporaciones policiacas, al considerar dos cuestiones. En primer lugar, la forma en que ocurrieron los hechos la noche del lunes en las inmediaciones del fraccionamiento Vilago en el que residía.
Aunque no hay claridad de la cronología, quedó evidenciado que no operó el perímetro de vigilancia que un capo de ese nivel siempre articula. Hasta se comenta que ese primer perímetro pudo haber actuado en la ejecución o se encargó de “ponerlo” para que eso ocurriera. Así fueron sorprendidos los dos policías municipales que en ese momento traían cachucha de escoltas y quedaron abatidos, igual que el principal objetivo.
Se trató de una operación muy bien orquestada, de ninguna manera “un topón”, en la que no tuvieron qué utilizarse armas largas. En la zona del crimen únicamente se levantaron casquillos de pistola calibre 40, armas cortas preferidas ahora por los grupos criminales y usadas también por los policías.
En segundo lugar está toda la información que ahora se ha conocido, respecto a que Nache Trujillo ya estaba en la mira de distintas corporaciones mexicanas e incluso agencias de seguridad y de inteligencia estadounidenses.
Un escenario de detención y extradición a Estados Unidos parecía inminente, sobre todo a partir de las nuevas políticas, acciones y estrategias implementadas por la administración de Donald Trump. También por las forzadas políticas colaboración de parte del Gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo.
En la semana que termina, un grupo de 26 miembros del crimen organizado fue entregado por el Gobierno de México a Estados Unidos. Se justificó la entrega con el argumento de que los criminales habían corrompido autoridades y continuaban sus operaciones ilícitas desde distintas prisiones.
“En todos estos casos, la decisión es por la seguridad de nuestro país. Son decisiones soberanas, no tienen que ver con una petición, aunque muchos de ellos tienen peticiones (de extradición)”, informó la presidenta Sheinbuam en su conferencia mañanera del pasado miércoles.
Entre las personas entregadas a Estados Unidos se encontraban varios capos del Cártel de Sinaloa.
Sin embargo, previamente la Fiscalía General de la República y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), señalaron que la extradición se efectuó “bajo solicitud” del Departamento de Justicia de Estados Unidos, es decir, a pedido de Washington.
Exactamente el mismo argumento fue utilizado por el Gobierno de México para explicar el traslado de 29 narcos de alto perfil en febrero pasado, lo que permitió librar los entrampados procesos de extradición que enfrentaban distintos líderes criminales.
Es en ese contexto que se comenta que Delta 1 estaba por ser detenido, ya que incluso tenía carpeta de investigación abierta por su vinculación al caso del narcotúnel descubierto en enero de este año, con entrada del lado mexicano casi al pie de la X monumental de la Plaza de la Mexicanidad.
Justo para evitar que en Estados Unidos hablara de los demás capos y sus vínculos con las corporaciones y jefes policiacos, es que se habría ordenado su asesinato. Simplemente sabía demasiado.
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De alguna forma fue contradictorio cómo se manejó Delta 1. Podría pensarse que lo hizo de bajo perfil porque antes no había sido señalado públicamente por autoridades como algún objetivo prioritario o como principal generador de violencia, pero le gustaba dejar constancia de su poder y su alcance de varias maneras.
Ahí quedó su historia plasmada en distintos narcocorridos, corridos tumbados o alterados.
Una de las canciones, desde 2021, daba cuenta de su carrera criminal ascendente, a partir de 2012, luego de haber empezado como vendedor de cerveza clandestina.
Sobre esa actividad, hay distintas referencias a Rancho Anapra, la zona que han mantenido La Línea y su derivación La Empresa, bajo control para distintas actividades ilícitas, como el trasiego de armas y drogas, el narcomenudeo y el tráfico de personas.
El narcocorrido interpretado por Adalid López se tituló “Comandante López”. Los capos dictan siempre lo que desean que se diga de ellos y así se habla de sus orígenes: “la humildad traigo de naciencia y es mi estandarte, mi bandera. Manejo un perfil bajito, semblante tranquilo”.
Deja claro que “Juaritos es nuestra frontera, es nuestra plaza, nuestra tierra” y describe que “por ahí miran mis comandos de negro, artillados, listos pa’ la guerra”.
El cantante hace referencia de quienes deben corretear la chuleta “hasta la X”, justo donde se encontró el túnel binacional.
Cuenta que Delta 1 se hizo experto para el combate y que “anda en medio del fuego, esquivando balas”. En otras palabras, retomó la visión aquella con la que justifican muchos su ingreso a la vida criminal pese al riesgo latente de muerte: “Un año de vacas gordas es mejor que vivir 100 años de perro”.
Lo dijo el mismo corrido del Comandante Delta, “nunca subestimes a nadie, la vida da muchas vueltas”.
Y aunque señalaba en su corrido que prefería vivir peleando y que tenía alma de guerrillero, en el ataque en que perdió la vida, no estaba armado. Hay varias versiones que señalan que aunque tuviera escoltas, siempre cargaba pistola.
“Brazo armado de La Línea, traigo un equipo siniestro”, remata la pieza y deja claro que él era el encargado de la plaza.
En otra parte del corrido asegura que va cubierto con el manto de su “santa madre”.
Lo que sí resultó un hecho es que si operó el narcotúnel, lo hizo con el manto de la protección oficial y la corrupción que se hizo evidente en el momento mismo en que al menos dos policías fungían como sus guaruras.
Otro de los temas, interpretado por Kevin Alfredo, hace referencias parecidas y da cuenta de los enfrentamientos con otros grupos criminales o de “unas ciertas personas” que “se nos han volteado” o los han traicionado.
“Yo sigo fiel al cártel con el señorón, aquel de los cuernos. Tra- tra-trakas voy por ustedes. Cero miedo. Las matracas suenan como en el agujero. Para allá va todo aquel que no se quiera alinear. Aquí lo alineamos. Grupo delictivo de Juaritos. Pura Raya, compa, así nomás. (…) de aquí de Juaritos yo estoy encargado y un manchón de gente traigo por un lado, activados todos vienen artillados”, dice el corrido tumbado.
En esa pieza aseguraba que nunca se escondía y que todo mundo sabía dónde se movía. Se la dedicaba a los rivales, pero el dato igual aplicaba para las autoridades que desde hace mucho debían tenerlo bien ubicado.
“Que me andan buscando, compa, no les creo, porque saben dónde está mi terreno, dónde vivo y dónde me la navego, porque solamente se hacen pendejos…”, daba el puntillazo la rola alterada.
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La vida de Ulises Nache Trujillo acabó la noche del lunes 11, pero no la historia de infiltración de los grupos criminales en las corporaciones policiacas, ni la investigación que, suponemos, debe de estar abierta al respecto.
Ya la semana antepasada hubo aquí un despliegue de la Secretaría de Marina. Se dijo entonces que el secretario de Seguridad y Participación Ciudadana, Omar García Harfuch, había impulsado el operativo.
La gobernadora Maru Campos estuvo en el despacho de Harfuch en la Ciudad de México hace un par de días. La acompañaron el fiscal general César Jáuregui y el titular de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal, Gilberto Loya.
Después del encuentro se anunció que se iría en todo el estado por los objetivos prioritarios, los principales generadores de violencia, a partir de operativos conjuntos, estrategias focalizadas y un intercambio ágil de información.
Si en verdad los distintos órdenes de Gobierno tienen la voluntad política de actuar contra los grupos criminales que siguen teniendo el control de muchos territorios, quizá tendrían que empezar antes con la depuración de sus corporaciones.
Ya quedó demostrado que, hasta ahora, los controles de confianza han resultado ineficaces. Ahí está el caso reciente de Galdino “N”, alias El Monster, el presunto sicario de La Línea (otra vez la misma organización) que entraba y salía de la Policía Municipal cada vez que quería.
Hay mucho trabajo por hacer, a partir de tomar esa decisión de depurar en serio.
Los esfuerzos tienen que ser interinstitucionales, para que se actúe en todos los frentes. Hablamos de los cárteles y por lo tanto de delincuencia organizada, esa que no suele operar por vía separada de las estructuras policiacas que corrompe y controla, por lo que se requiere de una más decidida actuación de la Fiscalía General de la República y de la Fiscalía Especializada en materia de Delincuencia Organizada.
Se deben ampliar las investigaciones, pero principalmente se requiere que estas concluyan en causas penales y acciones que terminen con la detención de los objetivos prioritarios, además de todo aquel agente o jefe policial que haya actuado en su protección o forme parte de alguna manera de sus estructuras.
Hay una gran deuda con la justicia y en contra de la impunidad en ese sentido, pero también está pendiente que los funcionarios rindan cuentas ante la autoridad y despejen todas las dudas de la ciudanía.
La sociedad juarense tiene derecho a saber qué está pasando con sus corporaciones policiacas y si en verdad podrá, en algún momento, depositar nuevamente su confianza en ellas.
Don Mirone