No hay duda de que la comunidad estudiantil, académica y administrativa de la Universidad Autónoma de Chihuahua jugó un papel definitorio, aunque imprevisto, para el triunfo electoral del Partido Acción Nacional (PAN) en la histórica jornada electoral del 5 de junio.
La máxima casa de estudios tiene alrededor de 35 mil alumnos, cerca de 3 mil maestros y casi 5 mil empleados administrativos. Su potencial de votos es cercano a los 80 mil, si le sumamos al menos a un familiar por cada universitario.
Ni de cerca podríamos afirmar que esa universidad pública sea panista o se haya convertido en blanquiazul; al contrario, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y muchos de sus líderes han tenido ahí grandes cotos de poder que no sueltan ni a martillazos en las manos.
En la pasada campaña electoral prácticamente todos los directores de las facultades tuvieron responsabilidades específicas en la campaña por la gubernatura que encabezó Enrique Serrano. El operador responsable en la universidad fue el propio rector, Enrique Seáñez Sáenz.
Seguros como estaban todos de ganar bajaron la guardia y recibieron una golpiza demoledora. Los directores fueron activistas de escritorio. El grueso de los universitarios se unió en cafés, redes sociales, en elaboración y distribución de memes en contra de la asfixiante ingobernabilidad afuera del campus universitario y contra las múltiples irregularidades financieras y académicas sufridas en el interior de las aulas.
Todos se dieron cuenta de que su exdirector académico Alejandro Chávez compró residencias y otras propiedades en muchos millones de pesos, razón por la que fue primero separado del cargo y luego “jubilado”, para evitar lo inevitable: que todo mundo se enterara sobre los reales motivos de esa separación y afectara mayormente a la institución académica.
Los universitarios tampoco están nada contentos con la noticia de que su alma máter se encuentre entre las peor rankeadas de las universidades del país académicamente y dentro del ámbito deportivo.
Existen grandes excepciones que le dan lucimiento a la querida universidad, pero su potencial generalizado ha sido frenado desde hace muchos años por intereses político–partidistas mucho más que la excelencia académica.
Las sucesiones en las direcciones y la Rectoría de la UACH están a punto de culminar. Ayer tarde debió quedar definida la terna de la que saldrá este lunes el nuevo rector –o rectora–. Ha quedado demostrado que la designación de las nuevas autoridades no está puramente en manos de los universitarios. Es evidente que un bloque de consejeros universitarios es conducido por el gobernador, César Duarte (PRI), y que otro bloque lo coordina el gobernador electo, Javier Corral Jurado (PAN). No quedó bloque independiente ni para cafetearlo.
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¿Los universitarios no tienen capacidad para ponerse de acuerdo entre ellos y adoptar la genuina autonomía requerida y alcanzar el anhelado esplendor académico existente en cada integrante del campus?
Sí existe la capacidad, sin duda; pero no han sido confeccionados los mecanismos para desplegarla precisamente porque la UACH mantiene en su pescuezo los intereses político partidarios y hasta económicos de pequeñas poderosas facciones, que si bien en la pasada campaña fueron derrotadas por la furia de la mayoría, no fue porque esos grupos controladores quisieran perder, sino porque su omisión, negligencia, exceso de confianza y hasta traiciones entre ellos mismos los llevó a la derrota tan sorpresiva como contundente.
La elección de nuevo rector será en las próximas horas; repite Mirone, hay disputa entre siglas partidistas, no entre proyectos independientes y auténticamente autónomos que busquen engrandecer a la universidad y, por ende, a Chihuahua.
Son 14 los candidatos a la Rectoría, entre ellos existen grandes ejemplos de hombres y mujeres inteligentes, respetables y apreciados por sus altos niveles académicos y capacidades administrativas. Por supuesto que también hay ejemplos de todo lo contrario. Los hay auténticos pillos de siete suelas que no merecen dirigir ni la academia de un Cereso, pero desafortunadamente no son esos puntos los que han sido colocados en la evaluación pública para el análisis público, sino sus caminos de “afinidad” o de “encuentro” con el gobernador Duarte o con el gobernador Corral, con los funcionarios salientes o con los funcionarios entrantes, si son más panistas o si son más priistas.
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Las deficiencias de autonomía de la UACH las encontramos con toda facilidad en un vistazo al historial de sus rectores, de sus guías, de sus jefes.
La lista es la siguiente:
Ignacio González Estavillo, Felipe Lugo Fernández, Luis Raúl Flores Sánchez, José Fuentes Mares, Saúl González Herrera, Carlos Villamar, Manuel Russek, Oscar Ornelas, José R. Miller Hermosillo, Antonio Horcasitas Barrio, Reyes Humberto de las Casas Duarte, Rodolfo Acosta Muñoz, Rodolfo Torres Medina, Carlos Ochoa Ortega, Sergio Piña Marshall, Enrique Grajeda Herrera, José Luis Franco Rodríguez, Raúl Chávez Espinoza, y el actual Enrique Seáñez.
De todos ellos no tenemos más monumento perdurable en obra que de José Fuentes Mares, el escritor e historiador chihuahuense reconocido más allá de los linderos de nuestro estado grande.
Fuera de ahí aparecen algunas buenas personas, no todos, buenos académicos, excelentes varios de ellos, también algunos buenos administradores, pero ninguno ha alcanzado renombre junto con la UACH en el mundo académico de la república y mucho menos más allá. En diversas partes del globo hay estudiantes o trabajan egresados de la UACH en proyecto científicos y/o humanistas extraordinarios, pero son y han sido garbanzos de a libra, solitarios.
Por el contrario, la inmensa mayoría de los rectores iniciaron sus actividades como catedráticos, luego alguna dirección de facultad, después la suerte de la Rectoría por consigna y como cereza del pastel el regreso al servicio público con posiciones de las mejor pagadas y con suculentos presupuestos… Y grilla, grilla partidista a morir. He ahí el grave problema en el historial de la aún ponderada Universidad Autónoma de Chihuahua.
Manuel Russek Gameros dejó la Rectoría y pasó a un cargo de gabinete con el exgobernador Manuel Bernardo Aguirre (PRI); Saúl González Herrera fue rector, después gobernador interino (PRI) para evitar que el PAN obtuviera la gubernatura en 1986, dirigió una asonada contra la propia casa de estudios con protestas, manifestaciones callejeras multitudinarias; tiró al gobernador en turno (1985) del propio tricolor (Oscar Ornelas), luego fue premiado con más y más: senador, diputado federal…
Oscar Ornelas terminó la Rectoría en la UACH y recibió la gubernatura en 1980. En 1983 el Partido Acción Nacional (PAN) se hizo de las principales alcaldías del estado y amenazaba con ganar la gubernatura en 1986. El sistema nacional priista operó el memorable “fraude patriótico” y desde la Secretaría de Gobernación federal armaron las protestas universitarias para crear el “terremoto de Chihuahua” en 1985 que tiró a Ornelas. En la UACH cayó el rector De las Casas Duarte (PRI) empecinado en reelegirse para toda la vida y más allá.
José Miller Hermosillo, después de rector obtuvo notaría y la entonces Procuraduría General de Justicia en el régimen de Fernando Baeza Meléndez. Rodolfo Acosta Muñoz fue funcionario estatal de diversas área tras la Rectoría, incluido su paso como magistrado por el Poder Judicial.
Rodolfo Torres Medina obtuvo la Presidencia municipal de Chihuahua bajo las siglas del PRI, después fue procesado penalmente por corrupción, fue recluido momentáneamente en el Cereso y actualmente es director general de las escuelas preparatorias administradas por el Gobierno estatal conocidas como Colegios de Bachilleres.
El doctor Carlos Ochoa Ortega apareció como rector al finalizar el sexenio de Fernando Baeza. Después fue por un periodo muy corto Secretario de Educación del Gobierno estatal y ahora tiene varios años en un puesto menor de la Presidencia municipal de Chihuahua capital (PRI).
Durante el régimen panista de Pancho Barrio no hubo mala entonación de las rancheras. Sergio Piña Marshall llegó como afín azul a los órganos electorales. Estuvo ahí por espacio de ocho años; en el actual régimen de Duarte fue secretario de Salud. Jesús Enrique Grajeda es de los más mencionados como integrante del gabinete del gobernador electo, Javier Corral. Es considerado como el único blanquiazul de todos los exrectores.
José Luis Franco Rodríguez fue el rector del exgobernador Patricio Martínez (PRI). No consiguió premio, sino un fuerte castigo. El sucesor de Patricio, Reyes Baeza (PRI), lo procesó penalmente también por corrupción y lo mandó al Cereso por una larga temporada que duró años; falleció poco después de salir. El castigo en el interior del reclusorio fue más que severo, según platicó el propio Franco a Mirone semanas después de ser liberado.
Raúl Chávez Espinoza llegó a la Rectoría bajo el patrocinio de José Reyes Baeza y hasta la última parte del Gobierno de César Duarte fue premiado con la Secretaría de la Contraloría. Ahí sigue.
Seáñez, ya lo dijimos, igual que casi, casi, todos sus antecesores, debió cumplir con una responsabilidad de primer orden en favor del PRI durante la pasada campaña electoral con los resultados ya conocidos.
La llegada del PAN al Gobierno estatal le permitirá a la Autónoma de Chihuahua, a los universitarios, la oportunidad enorme de colocar la excelencia académica, deportiva, etc., sobre las tareas eminentemente político–partidarias de sus directivos.
En junio pasado la comunidad universitaria se volcó en favor de alternativas panistas para buscar un cambio radical en la administración del municipio capitalino, del estado y del Poder Legislativo, es tiempo entonces también de independencia de su alma máter, aunque las vísperas de los nombres y apellidos en la terna seleccionada ayer por el Consejo Universitario no hablan de augurios esperanzadores: Enrique Carrete (PRI), Luis Fierro (PRI) y Javier Martínez (PRI, respaldado por figurones panistas); los otros once candidatos fueron obligados a declinar antes de iniciar la sesión de Consejo, por ahí de las 6 de la tarde.