Frente a la violencia incontenible que azota al país, al estado de Chihuahua y particularmente a Juárez, nuestros Gobiernos han optado por el sofisma y el bulo, todo con tal de justificar su incompetencia y derrota frente al crimen organizado y desorganizado.
Por un lado, tenemos la enésima ocurrencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, al afirmar, temerariamente, que existen lugares donde predomina una banda criminal fuerte y que, por lo mismo, no hay enfrentamientos entre grupos y tampoco homicidios. AMLO pone de ejemplo a Sinaloa y Durango.
A continuación, en este mundo fantástico y rocambolesco, aparece la justificación exculpatoria de nuestras autoridades estatales y locales, en el sentido de que las masacres registradas en el estado tienen su origen en venganzas entre grupos rivales del crimen organizado.
Pero, como nunca terminamos de sorprendernos, también tenemos el sofisma más absurdo y solapador, aquel que les encanta manejar a los jefes políticos y policiacos, en el sentido de que, dicen, la gran mayoría de los ataques armados ocurridos durante este gobierno estatal son solo reacciones naturales a los “fuertes operativos” y “acciones” que se realizan contra los grupos delictivos. Solo falta saber a qué operativos y acciones contra el crimen se refieren.
Tenemos aquí, por lo menos, tres falacias que, lejos de dar tranquilidad a la población, la deja en completa incertidumbre, al ver que las autoridades que tienen la obligación de velar por la seguridad de nuestras familias están rendidas, por miedo e ineptitud, ante el poder de fuego de los criminales, y lo único que aciertan a hacer es lavarse las manos con semejantes sandeces.
Un día antes de la masacre en el restaurante Denny’s de esta ciudad, López Obrador expuso en su mañanera, con su cara dura, su teoría de la pax narca, de la que se desprende que la seguridad de una comunidad depende totalmente de la configuración del crimen organizado en determinada región. Esto es, para que haya paz en un lugar tiene que haber, primero, un grupo criminal predominante por zona o estado.
La vacilada de AMLO cobra más fuerza cuando los integrantes de la Mesa de Seguridad de Juárez, determinaron que el multihomicidio del conocido restaurante familiar fue a consecuencia de la rivalidad entre grupos del crimen organizado.
Como única respuesta a la masacre, los mandos policiacos, encabezados por la gobernadora, se reunieron, otra vez, en su clásica mesa de seguridad (mesa de desayuno debería llamarse), que para “analizar los hechos y determinar las acciones” a seguir ante tan adverso escenario en la materia.
Resulta que los señores integrantes de estas mesas de seguridad o de desayuno, tienen vocación de sastres o de sepultureros, porque lo único que hacen en sus asambleas de comilona, güiri güiri y viva viva, es decir que van a tomar medidas. Vaya usted a saber cuáles y para qué, porque el grueso de los autores materiales e intelectuales de los asesinatos y masacres ocurridos en el último año continúan sueltos por nuestras calles.
Después de esta última comilona mañanera, la gobernadora Maru Campos salió a dar un mensaje, otra vez, para anunciar e informar que su Gobierno ha asumido la “responsabilidad irrenunciable” de atender el tema de seguridad y que no ha escatimado ni escatimará recursos para atender estos problemas de violencia. Nomás eso nos faltaba.
En un refrito de su mensaje del 16 de enero, donde –después de aquellos actos terroristas con varios vehículos incendiados– la gobernadora salió a cuadro para anunciar el operativo Juntos por Juárez, ahora sale, 5 meses después, a anunciar lo mismo, mientras las masacres que cimbran a la población siguen registrándose al amparo de una absoluta impunidad.
Como usted recordará, estimado lector, en aquella fecha, como el viernes pasado, Maru habló de un trabajo coordinado con las fuerzas de los tres niveles de Gobierno, con más elementos, patrullaje terrestre y aéreo, mediante el uso de un helicóptero boludo que, si acaso, se vio solo unos días sobrevolando las calles de Juárez.
Por esas mismas fechas, la mandataria hizo alusión a su proyecto insignia, la Plataforma Centinela que tanto presume, y aseguró que iban a acelerar su implementación para ser más “asertivos” en la lucha contra el crimen, con inteligencia y mejores herramientas.
“Vamos a aumentar las capacidades del estado a través de tecnologías y vamos a enviar un mensaje muy claro a los malos: aquí nadie puede perturbar la paz de las familias juarenses y salir impune” (sic), advirtió en su discurso.
Lo cierto es que esa inteligencia artificial y esas nuevas herramientas tecnológicas, que no se han visto por ningún lado, siguen siendo simples proyectos que solo existen en el papel. Así lo confirma su mensaje del viernes, cuando expuso que “los proyectos de seguridad están en marcha y las operaciones de inteligencia y combate a las organizaciones delictivas siguen avanzando”.
La gobernadora habla de proyectos y de avances, pero estos no se han materializado en los hechos, de ahí que, en cada crimen de alto impacto, tengan que improvisar y salir a anunciar “operativos especiales”, que, en el mejor de los casos, terminan siendo reacciones elementales e inocuas que no inhiben el delito ni asustan a los bandidos. Los golpes de realidad no dejan lugar a dudas.
El operativo Juntos por Juárez es hoy percibido como una acción efímera, y recordado, tal vez, como el anuncio de combate a la criminalidad más volátil de la actual administración, ya que consistió, prácticamente, en dos semanas de presencia policial en algunas zonas de la ciudad y después se apagó, sin que a nadie le preocupara.
Con sus mensajes, la gobernadora cumple, ciertamente, con su obligación política de dar la cara para tratar de tranquilizar a la ciudadanía, pero tales mensajes no dejan de ser discursos improvisados al calor de las crisis que no convencen ni tranquilizan a nadie, porque les falta lo principal: los resultados y la consistencia.
Mientras Maru no les exija a sus mandos policiacos, de manera tajante, que se pongan a trabajar para sacar a los generadores de violencia de nuestras calles, mientras siga aceptando sus sofismas, justificaciones y excusas, o mientras no acepte que quizá muchos de ellos no son los perfiles adecuados para las labores y responsabilidades encomendadas, la problemática continuará y se agravará hasta un punto de no retorno.
Ya es hora de que los mandos salgan de su zona de confort y se pongan a trabajar en lo más importante: el combate a la impunidad, ese cáncer que se ha convertido en el mayor incentivo para el crimen organizado y desorganizado en nuestro estado y en nuestra ciudad.
Ya es hora de que se dejen de justificar los múltiples asesinatos que ocurren a diario en nuestra comunidad, bajo la perversa estrategia distractora de criminalizar a la mayoría de los víctimas, prestas siempre, nuestras autoridades, a dar con algún antecedente penal o relación de tipo criminal, para que el asunto deje de importar y misión cumplida.
Nuestras autoridades podrán anunciar, una y otra vez, que la seguridad será reforzada con más elementos y mayor patrullaje, incluso aéreo, pero mientras no se acepte que las cabezas son clave, mientras no se coloque a los perfiles adecuados, con capacidad de mando y decisión en cargos tan sensibles y complejos, ni 10 Torres Centinela (de 20 pisos cada una) nos devolverán la paz y la tranquilidad.
Pero si nuestros mandos policiacos y de seguridad, de los tres niveles de Gobierno, no quieren o no pueden con este paquete, deberemos aceptar, entonces, que AMLO guarda algo de razón, y que, de acuerdo con su estrategia de abrazos y no balazos, nos queda todavía la opción de poner a la ciudad y al estado en subasta o la posibilidad de licitar la plaza, para que sea un grupo criminal, el más fuerte, con más poder de fuego y billete, el que mande y dicte las políticas de seguridad en nuestra región.
En esta lógica, y con la visión de treparnos al “Modelo Sinaloa” o al “Modelo Durango”, ¿a qué cartel o grupo criminal será adecuado entregarle el estado de Chihuahua, para que el escenario de violencia y descontrol total que tenemos, sobre todo en Juárez y Cuauhtémoc, pase a una fase de bienestar pleno al abrigo de una “pax narca?”.
Mirone se lo deja de tarea, apreciado lector.