Un buen fajador puede dolerse calladamente de un golpe bajo pero jamás quejarse de los dientes hacia afuera. Y si se trata de un fajador que también acostumbra golpes bajos, no se vale llorar.
Es la expresión dura pero ecuánime. Hasta la saciedad hemos leído y escuchado aquellas tan célebres por coloquiales palabras adjudicadas al connotado priista chihuahuense que en paz descanse, Artemio Iglesias Miramontes: “a puñaladas iguales, llorar es cobardía”.
Es el caso que el senador Javier Corral Jurado se quejó de lo que consideró un “golpe bajo” infligido en su propio terreno, –el Senado de la República–, por el gobernador del Estado César Duarte Jáquez.
Desde hace meses Corral ha venido repitiendo que Duarte es corrupto; Duarte se defendió en la más alta tribuna legislativa del país e insinuó relaciones de Corral con el crimen organizado porque un hermano suyo fue procesado en los Estados Unidos por narcotráfico. A eso le llamó Corral “golpe bajo”.
En estricto sentido jurídico, Duarte no puede ser acusado de corrupto sin ser sentenciado por un juez; tampoco Corral puede ser relacionado con el narco exactamente por la misma razón.
Pero Corral sí pudo colocarse a un lado de Duarte en el Senado y portar una cartulina con la leyenda de corrupto; y Duarte ejerció su derecho de acusar a Corral de estar coludido con el narco.
Ambos pueden denunciarse formalmente por difamación, o por daño moral, como amenazó Corral, pero si una denuncia interpuesta ante la PGR contra el mandatario tiene menos que futuro como destino, una denuncia por “daño moral” ni para qué discutirla, nace muerta.
Los dos políticos fueron respaldados por algunos correligionarios suyos en el mismo nivel legislativo, pero hasta ahí. Emilio Gamboa abrió las puertas del Senado a Duarte. Duarte se encargó del resto. No pasó a mayores. Muy quietecitos César Camacho y Gustavo Madero.
Desembocamos en un diferendo estrictamente político donde la sentencia buscada es la sentencia de las urnas. Corral para su causa y César Duarte para la suya.
Es cierto que el golpe provocado a personas e instituciones es grande. Los señalamientos de uno y otro lado han inundado los medios de comunicación y las redes sociales. La mala imagen creada no se quitarán algunos ni con Cloralex.
Es cierto que mucho, poco o ningún fundamento sostenga las denuncias. Desafortunadamente, no contamos con instancias de procuración de justicia, ni de fiscalización legislativa, ni de contraloría que nos brinde certeza sobre indagatorias de políticos a políticos; es excepcional la que llega a una sentencia y ordena reparación del daño.
Eso es ampliamente conocido en la opinión pública mexicana. Forma parte de la mala fama que afecta internacionalmente al país en materia de servicio público. De ahí que, francamente, no esperemos de esa confrontación más que objetivos mediáticos para alcanzar metas político–electorales.
Esa es la verdadera lucha que nos espera como espectadores. En el ámbito del morbo y la curiosidad, habrá cientos o miles ávidos de episodios como el ocurrido en el Senado para disfrutarlos en cafés, tertulias o bohemias; en el ámbito de los intereses políticos y de los negocios relacionados con el poder público, habrá quienes mantengan todos los sentidos alertas para calibrar el nivel de su actuación con unos y con otros según se perfilen hacia los carnosos puestos de Gobierno; el amor es con mucho y pérfido interés.
No es poco lo que está en juego. Ya lo hemos dicho en entregas mironianas dominicales anteriores: en la elección de este año se trata de nueve “modestas” diputaciones federales (a nivel estatal) que serán parte de la base para la gran disputa del año entrante por regidurías en los 67 ayuntamientos del Estado, sindicaturas, alcaldías, diputaciones, la gubernatura y todo lo que ello implica en presupuestos y posiciones de poder en todos esos niveles de Gobierno.
Concentrémonos entonces en los efectos de la parte mediática sobre la confrontación Corral–Duarte para que cada quién vaya perfilando sus apuestas, inclusive la misma ciudadanía cuyo solo interés puede estar reducido a su “modesta decisión” en el momento de votar por los integrantes de uno u otro bando.
El “golpe bajo” con el que trató Corral de conmover al respetable, luego de ser tundido por el gobernador, será sin duda punto referente en el análisis. Vamos al contexto y las conclusiones iniciales sobre todo el entramado de poder que participa en la refriega por el 2016.
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Hace tres meses, cuando el senador Javier Corral, Jaime García Chávez, el exgobernador Francisco Barrio, y otros personajes ubicados en los extremos ideológicos de la derecha e izquierda de Chihuahua, iniciaron la idea de constituir formalmente la Unión Ciudadana, parecían tener claro que su “cruzada contra la corrupción” sería de largo alcance.
Plantearon la construcción de una organización articulada con la constitución de asambleas municipales. Le fueron dando forma a dos o tres de ellas, pero no avanzaron ni al ritmo esperado, ni alcanzaron la penetración esperada.
Era casi la construcción de un partido político paralelo al PAN pero que requería del tiempo completo del que carece su líder Corral.
El ruido mediático en cambio fue distinto: las redes sociales se inundaron de comentarios sobre las denuncias por presuntos actos de corrupción, incluso muchos de ellos incurriendo en francos excesos; pero no es lo mismo el desahogo personal, detrás de un monitor de computadora o desde el smartphone, que salir a la calle.
Tampoco los memes compartidos o los likes se traducen en masas de respaldo político, mucho menos electoral.
De ahí que el legislador del PAN y sus compañeros de aventura en la Unión Ciudadana vieron pasar el tiempo sin que avanzara en la PGR la denuncia por corrupción interpuesta contra el gobernador César Duarte y colaboradores.
Por el contrario, la visita del presidente Enrique Peña Nieto a Ciudad Juárez, el pasado 13 de enero, confirmó el respaldo de Los Pinos al mandatario estatal y acrecentó el rumor de que la PGR le daría carpetazo al expediente de la denuncia penal.
Puede ser que todos esos aspectos hayan pesado en el ánimo de Corral para tomar la decisión apresurada, desde el punto de vista de muchos panistas, de sacar el cartel durante la audiencia sobre seguridad en la que participó el gobernador Duarte en el Senado.
Las consecuencias que han derivado de todo eso apenas empiezan: el primer round parecen haberlo perdido el legislador blanquiazul y sus apoyadores, pero el tema seguirá vigente por varios meses más, a lo largo de las campañas electorales de los candidatos a diputados federales y se enfilará a la sucesión gubernamental del 2016.
Y es ahí donde las cosas pueden cobrar otra dimensión, si el propio Partido Acción Nacional decide entrarle al asunto, porque en esta primera etapa la estructura formal del PAN no lo hizo.
Hasta ahora el gobernador Duarte logró el beneficio de que los dirigentes formales del Acción Nacional en el estado, el presidente del Comité Estatal, Mario Vázquez Robles, y el coordinador de su bancanda en el Congreso del Estado, César Jáuregui, hayan estado “entretenidos” en otros asuntos, sin necesidad de entrarle al tema de la lucha anticorrupción.
Lo mismo sucede en el plano nacional con el presidente del CEN, Gustavo Madero, y Ricardo Anaya, el diputado al que le encargó el cuidado de sus intereses, mientras se licenció temporalmente para buscar la diputación plurinomonial, y ahora lo regresa a la Cámara para coordinar la bancada panista.
Anaya fue el impulsor de la propuesta para crear una Fiscalía Anticorrupción, en la coyuntura de los escándalos mediáticos de la llamada “Casa Blanca” de la esposa del presidente Enrique Peña Nieto y licitación del tren rápido, México–Querétaro, pero hasta ahí dejaron acotadas las cosas.
Gustavo Madero, en el ámbito nacional, y Mario Vázquez–Jáuregui, en el estatal, han jugado el mismo papel de negociadores con los titulares de los gobiernos federales y estatales; lo hizo el primero en el Pacto por México, la aprobación de las reformas estructurales, etc., y lo han hecho los segundos en la aprobación de la reestructuración de la deuda estatal, la reforma judicial y otros temas en el Congreso del Estado.
Pero llegado el momento, también esa línea colaboracionista se tendría que hacer a un lado para entrarle a las elecciones; el primer frente será la elección de gobernador de Chihuahua el próximo año, donde el tema de la corrupción volverá a serles conveniente.
No lo fue hasta ahora como se ha podido apreciar en la falta de acompañamiento del PAN a las banderas de la Unión Ciudadana y varias de las figuras panistas que en ella participan.
Por lo pronto, el PAN dejó solo a Corral con las consecuencias de su round mediático con el gobernador Duarte en el Senado de la República. Ni un solo comentario en apoyo al legislador salió del Comité Ejecutivo Nacional.
¿Y cómo podría obtener Corral ese apoyo si también ha decidido mantener una brutal confrontación contra su líder nacional? Leamos fragmentos de su editorial publicado por El Universal el 17 de enero, relacionado con la elección interna de diputados plurinominales.
“Contrario a lo que le pasó a la ex primera dama, Gustavo Madero amarró su primer lugar en la circunscripción plurinominal. Ya no reconoce límites, ni tradición de los jefes nacionales del PAN. Desbordada su ambición, ha colocado al partido como trampolín de sus propósitos personalísimos; durante su campaña por la reelección timó a la militancia con la esperanza de un fortalecimiento del PAN, tanto en la consecución de la reforma estatutaria como en la selección de los mejores perfiles para tener una cámara de diputados vigorosa, desde la cual se volviera afianzar el vínculo con los ciudadanos, tan decepcionados de nuestro partido. Pero todo terminó en él.
“Escondido de la realidad, en uno de los momentos más dramáticos de México, y en la mayor crisis de legitimidad que ha vivido el país a cargo de la incompetencia y la corrupción de Peña Nieto, Gustavo Madero olvidó sus promesas, se desentendió de la institución, pero se encargó de lo suyo. No sólo su propia candidatura, sino de negociar en el anonimato de sus escondites varios, diversas candidaturas para sus afines, para los que lo apoyaron; el pago de facturas y lealtades. ‘Porque el que gana, se lleva todo’, es el antiguo lema de los espíritus facciosos. Qué pena lo que le sucede a Acción Nacional”.
En Chihuahua, las posturas públicas del dirigentes estatal, Mario Vázquez, y del coordinador parlamentario no alcanzaron ni el término tibio.
Y ahí está el quid del asunto, porque marca con claridad los intereses que los separan: el factor electoral que tanto Madero–Vázquez–Jáuregui persiguen por un lado, y los de Corral y aliados por el otro.
Al senador lo empujó la prisa en su aparente cruzada contra la corrupción en Chihuahua, pero cuando sea necesario para los dirigentes formales del PAN retomarán esa misma bandera en las elecciones del próximo año, con el consecuente choque partidista.
La sombra de esa confrontación ya se ha delineado: hace poco más de 15 días, el PRI abortó la organización de la marcha de la dignidad en defensa del gobernador Duarte y del presidente Enrique Peña Nieto.
El cuarto de guerra en Palacio logró meter reversa y eliminar el ingrediente explosivo de la movilización tricolor, que iba paralela al destape de los candidatos de diputados federales.
Pero el próximo año, cuando los apetitos políticos de al menos dos candidatos fuertes al Gobierno del Estado estén compitiendo en el escenario con las siglas del PRI y del PAN; 67 candidatos a presidentes municipales por cada partido, 33 candidatos a diputados por cada distinta sigla partidista, más los candidatos a síndicos y la las listas de regidores, ya no será tan fácil contener los ánimos de guerra.
El arma preferida será el tema de la corrupción, y de ahí para allá a todos les salpicará algo, porque artillería para lanzar acusaciones hay en ambos frentes de batalla.
Mientras tanto, los saldos fríos están a la vista; una primera gran derrota para Corral, y el gran dilema para los otros opositores a Palacio, externos e internos: ¿por dónde avanzar hacia sus objetivos frente a un enemigo formidable como ha demostrado que es Duarte, que un golpe bajo lo regresa con cinco golpes bajos?