En semanas recientes, la estabilidad en los planteles educativos de nivel medio y medio superior de nuestra ciudad se ha visto sacudida por el hallazgo de drogas y el asesinato de dos estudiantes, ocurridos en preparatorias de Ciudad Juárez.
Es probable que usted pertenezca a esas generaciones de cuando nuestro padre o madre, según la gravedad del asunto a tratar, nos decían una frase imperativa que, de inmediato, provocaba gran tensión: siéntate, tenemos que hablar.
En estos días, el consejo paternal ha sido suplantado por la inteligencia artificial, y los tradicionales juegos de antaño, que implicaban la convivencia con otros niños de la cuadra o la colonia, han sido sustituidos por consolas de videojuegos conectadas en línea con cualquier parte del mundo.
Justo en estos días, y de manera directa, la música hace apología del delito, exalta la misoginia y promueve el consumo de drogas, y su influencia es tal, que sus intérpretes y toda una industria colocan sus “corridos tumbados” y sus patrones de conducta como modelos de vida a seguir. Por esto, hoy más que nunca urge decirle a nuestros adolescentes y jóvenes adultos: “siéntate, tenemos que hablar”.
Hace unos días, el 27 de abril, para ser precisos, “un secreto a voces” se rompió en las escuelas de enseñanza media superior en Juárez: dos alumnos fueron hallados en posesión de drogas, cocaína y clonazepam, específicamente en un Colegio de Bachilleres 19, otrora Preparatoria de El Chamizal.
Según consta en archivos periodísticos, el caso se resolvió al dar de baja, a solicitud de los propios padres de familia, a los alumnos involucrados. Pero es aquí donde los problemas verdaderos comienzan, al hacerse evidente la ausencia de un programa efectivo que permita encauzar a los jóvenes ante un peligro tan latente y grave como lo es el consumo de drogas, u otro igual de riesgoso, su posesión para venta al interior de las escuelas.
No basta solamente con echar a los adolescentes a la calle a su suerte y que sus padres se hagan responsables, se requieren medidas que impliquen la permanencia en sus estudios y un doble esfuerzo tanto de instituciones como de padres o tutores de los menores de edad.
Llamó la atención que el caso del Bachi del Chami saliera a la luz, pero no es el único al que se enfrentan los docentes y personal que labora en las escuelas de secundarias y preparatorias de la ciudad.
Un mes antes, el 29 de marzo, el director general de los Colegios de Bachilleres, Reyes Humberto de las Casas, confirmó que, en lo que iba del semestre, se habían detectado cinco casos de alumnos con drogas al interior de los planteles en los municipios de Ojinaga, Chihuahua y Juárez, y en todos ellos se aplicaron “los protocolos de seguridad”.
Por protocolos de seguridad entiéndase la expulsión inmediata de los alumnos inmiscuidos, o como de manera eufemística se dice hoy: “la baja inmediata a solicitud de los padres”.
………………
A Mirone le cuentan, precisamente trabajadores de la educación, que el problema es más grave de lo que nos quieren hacer creer las autoridades educativas. En los planteles de estos niveles existe y crece cada vez más la venta y el consumo de drogas.
Estas fuentes mironianas afirman que el del Chami es solo uno de los casos que han sido atendidos en esos colegios, regidos por el sistema educativo estatal, pero en muchas escuelas particulares o de sistema federalizado la situación es similar.
Maestros, prefectos y directores tienen que enfrentar dentro de las aulas, día tras día, el fenómeno al que los jóvenes llaman hoy ‘el alucine’, que es una actitud prepotente y amenazadora de ciertos jóvenes que se dicen protegidos por ‘gente pesada’ allá afuera.
Un lenguaje muy similar al que se estila en las cárceles, entre los reclusos, para amedrentar al personal de vigilancia. Algunas escuelas se encuentran bajo esos regímenes de terror, donde, ante la ausencia de las más mínimas garantías de seguridad, mantener el secreto a voces ha sido la única medida viable para evitar que se desate el infierno al interior.
Sin embargo, coincidentemente con lo que argumentan algunos trabajadores de la educación, que piden mantenerse anónimos por el temor a represalias, los acontecimientos en las semanas recientes vienen a corroborar los dichos.
………………
El estruendo de los disparos de armas de fuego vino a romper, abruptamente, con el secreto a voces de muchas instituciones educativas de Juárez: dos ataques, en dos escuelas, con solo días de diferencia, arrojaron un fatal saldo relacionado con la venta de drogas.
Como ya es norma en estos casos, los perpetradores de estos crímenes tienen hoy altísimas probabilidades de incrementar, aún más, la ya enorme fila de los impunes, aunque sus balas arrancaron vidas que apenas comenzaban, quizá con fallas y errores, pero que pudieron cambiar de rumbo.
El joven Kevin Francisco, de 17 años de edad, alumno de la preparatoria Visión Azteca, en la colonia Toribio Ortega, fue asesinado el pasado 27 de abril cerca del plantel, cuando aún vestía su uniforme.
Anteriormente, Kevin habría sido amenazado con un arma de fuego por otro alumno, lo que provocó que dejara las aulas.
Sin embargo, dicho alumno fue asesinado hace un mes y medio, por lo que Kevin volvió a la escuela para terminar el semestre, pero, según versiones, fue sacado del plantel y en cuadras aledañas le dispararon.
Herido, Kevin fue trasladado a una clínica cercana, pero nada se pudo hacer, ya que en el camino lo encontró la muerte.
Cinco días después, el 2 de mayo, justo a la hora de salida del plantel del Cbtis 128, localizado en la colonia Oasis, atacantes dispararon directamente contra Ulises, otro alumno de prepa, y en la balacera hirieron en el hombro a otra alumna que estaba al lado de la víctima.
Los asesinos huyeron en motocicleta. Pese a que Ulises fue llevado de emergencia a un hospital del IMSS, murió mientras personal médico intentaba salvarle la vida.
………………
Algo muy grave está pasando en los planteles escolares, donde la droga y la violencia han penetrado y se están convirtiendo en un problema que ya desborda las capacidades de los directivos y docentes en las escuelas.
No se trata de ser alarmista, pero en estos lugares que deberían considerarse zonas intocables, incluso para los criminales, ha comenzado a correr la sangre, ante la vista miope de las autoridades.
Ante estos riesgos, el secreto a voces del miedo que existe por parte del personal educativo, cada día crece y se sustenta con mayor fuerza. Para ellos, nos dicen, ya no es sostenible evadir la presencia de grupos dedicados a la venta de drogas, jóvenes que han sido reclutados por criminales y ahora representan un peligro latente.
Es insostenible también, que los directivos en algunos planteles, se hagan de la vista gorda ante esta problemática y que comiencen a darse autogobiernos, tal y como ocurrió en los penales de la entidad. Sí, estimado lector, así como lo lee, es muy grave el problema.
Hay una gran preocupación, porque la implementación del operativo mochila no se realice con el rigor debido. Quienes están padeciendo esta inseguridad en las aulas, sostienen que debe hacerse un replanteamiento sobre su aplicación, se debe llegar al fondo del problema y atenderlo.
Afirman que se está viviendo una situación de excepción y, ante ello, deben tomarse acciones efectivas que incluyan un plan para trabajar con los jóvenes, y no solamente expulsarlos para dejarlos a su suerte o a la orden de los criminales, sino, por el contrario, atender con seriedad esta situación.
………………
Estimado lector, siéntese, este Mirone y usted tenemos que hablar…
Las autoridades, corporaciones de seguridad y comunidad en general debemos entrar de lleno al tema y ponernos serios, para hablar con nuestras hijas e hijos.
El miércoles pasado, el subsecretario de Educación Zona Norte, Maurilio Fuentes Estrada, hizo un llamado en ese sentido, al solicitar el apoyo a los padres de familia para que hablen con sus hijos sobre los riesgos latentes, tras los hechos de violencia y presencia de drogas en las escuelas.
Apreciado padre y madre de familia, sincérese consigo mismo y piense. ¿Hace cuánto no platica con sus hijos? Si lo hace regularmente, lo felicito, pero de hacerlo, entenderá entonces la gravedad del problema que tenemos encima: la urgencia de mantener el control sobre la educación y los valores de niños y jóvenes.
¿Es usted del grupo de padres que no tiene contacto con sus hijos? Dejar la responsabilidad de la educación solo a los profesores es una apuesta que conduce al fracaso. La formación de los niños y adolescentes debe ir acompañada del fortalecimiento de los valores al respeto a la vida y al ser humano.
Hoy, más que nunca, desde el seno familiar debe darse la comunicación, la seguridad debe partir desde casa, pero también en las mismas escuelas con profesores comprometidos con la correcta formación de los nuevos ciudadanos, para tratar de evitar así que las cárceles se llenen de adolescentes que, pudiendo haber sido apoyados y encauzados como hombres y mujeres de bien, terminen expulsados de los planteles, arrojados a las calles a merced de los reclutadores criminales.
Cierto es que esta es una responsabilidad que no solo concierne a padres de familia y maestros, es tiempo de las corresponsabilidades, juntos, sociedad y gobierno, trabajando para impulsar políticas públicas que le permitan a esta dolorida ciudad mantener a sus hijos más pequeños alejados de las adicciones, de la violencia y de la muerte.