Desde mironianas fuentes nos llega el run-run de las patadas bajo la mesa que de un tiempo a esta parte están ahondando los divisionismos y enconos existentes al interior del sector empresarial fronterizo.
Una nueva y cada vez más profunda escisión es la que desteje desde hace varios años la ya de por sí rasgada vestidura del sector empresarial de la ciudad.
Se trata de una situación que de un tiempo a esta parte se está haciendo cada vez más notoria, según aceptan integrantes del gremio empresarial de la ciudad que, consultados al respecto, reconocen la existencia de diferencias añejas y cada vez más evidentes.
Es algo que, dicen, en lo positivo tradicionalmente ha permitido debatir los temas y lograr cierto nivel de consenso y entendimiento, pero que actualmente ha sido factor de alejamiento y desencuentro, con las consabidas patadas bajo la mesa.
Como muestra está el tan llevado y traído tema del Centro de Convenciones de Ciudad Juárez que, a diferencia de lo que sucede con el empresariado de la capital del estado, no ha podido concretarse.
Allá, el Centro de Convenciones de Chihuahua, construido mediante el aporte de dos impuestos adicionales que los empresarios de la capital aceptaron imponerse de común acuerdo, está a punto de cumplir el cuarto de siglo.
Mientras que en Juárez, lejos de que sean directamente los aportes empresariales, lo que se ha buscado es que el Gobierno del Estado sea principalmente quien asuma el gasto.
El “pequeño inconveniente” es que el propio Gobierno impone así sus decisiones que, por desgracia, han resultado erróneas como ocurrió en el caso de César Duarte, con el fallido intento de ubicarlo en el centro de la ciudad, cuando las condiciones técnicas no lo permitían.
“¿Lo hacemos nosotros, o les aplaudo?” fue lo que les dijo Duarte a los empresarios “gobiernistas” locales que, ni tardos ni perezosos aceptaron su “lo hacemos”, que luego, ante lo ya mencionado, se pretendió ubicarlo en los terrenos del antiguo hipódromo y galgódromo, también por decisiones de Gobierno igualmente aplaudidas, que al final quedaron en nada.
¿Qué es lo que hace la diferencia entre los empresarios de ambas ciudades? ¿Es una cuestión de unidad? ¿De habilidad negociadora? ¿De sometimiento de voluntades?
Varias son las explicaciones que los propios empresarios juarenses dan al respecto.
Una de ellas -dicen quienes se animan a la autocrítica- es que la comunidad empresarial de la ciudad de Chihuahua responde al unísono a lo que mandata su élite empresarial, conformada por familias de abolengo que ejercen un liderazgo no de representación, sino de dirección, es decir, que dictan rumbo.
Apuntan que se trata de una cúpula empresarial que no pregunta, que impone voluntades antes que concertar acuerdos y que, por lo mismo, suelen ir de la mano con las decisiones del Gobierno. Pero que a la vez opera en favor de la ciudad.
¿Por qué? Porque son miembros de familias cuyos integrantes transitan a diario por sus calles, que comen en sus restaurantes, con hijos que estudian en escuelas locales, entre muchas otras razones que les hacen destinar recursos, e imponer políticas de desarrollo y mantenimiento urbano para la ciudad.
Mientras que en Juárez la comunidad empresarial es más diversa, con una parte formada de integrantes de abolengo, muchos de tercera o cuarta generación que poco o nada saben y no les importan las necesidades de la ciudad, porque tienen resueltas sus necesidades urbanísticas viviendo en El Paso.
La otra parte, integrada por empresarios de clase media que, a su vez, están divididos entre los que se identifican y se sienten parte de la clase rica (o fifí) dispuestos a aplaudir lo que les digan, y los que se saben ajenos a esta y dispuestos a no dejarse llevar por la corriente.
Algo de esto fue lo que se vio hace poco más de una semana cuando Óscar Fidencio Ibáñez Hernández, representante del Gobierno del Estado en Ciudad Juárez -a quien muchos reconocen sus habilidades para “nadar”en las embravecidas corrientes de la política regional-, convocó a representantes de las cámaras empresariales fronterizas a una “importante” reunión en la que, “ahora sí”, estaría presente la gobernadora Campos.
Habían transcurrido exactamente 454 días desde que María Eugenia Campos Galván asumió el cargo como la primera gobernadora de la historia en el estado de Chihuahua, tiempo durante el cual “por angas o por mangas” no había podido reunirse directamente con quienes integran la base empresarial de esta frontera.
Ese día, los representantes de los organismos que conforman el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) de Ciudad Juárez A. C., se aprestaban para la reunión en la que, junto con otros representantes del gremio en la ciudad, en un par de días más estarían compartiendo el pan y la sal con la gobernadora.
¿El motivo? Tocar “en corto” los proyectos de Gobierno destinados a esta frontera.
Para nadie es un secreto que una de las encomiendas de Ibáñez, egresado de las huestes Dihacas, es buscar la cohesión de sectores representativos de la ciudad, para las acciones de Gobierno estatal en estas fronterizas regiones.
Y es que no la ha tenido fácil Ibáñez en lo que se refiere al sector empresarial, donde la criada ha salido algo respondona y cacheteadora, con cuestionamientos diversos a proyectos “emblema” del Gobierno.
Hasta ahí todo parecía ir bien; pero una llamada telefónica mediante la que -con un sentido de gran logro diplomático, según mencionan algunos- se informaba a los integrantes del CCE de Juárez que se les ubicaría en segunda fila durante la reunión con la gobernadora, descompuso el hasta entonces amable clima reinante, al ponerse en evidencia una “presunta estrategia” de mayoriteo que buscaba también debilitar más la ya algo decaída cohesión de los especialistas del emprendimiento económico local.
A la hora de la hora se anunció la presencia de más de una cincuentena de invitados de Desarrollo Económico de Juárez y del recientemente conformado Consejo de Desarrollo Económico Regional Juárez, A.C. (Coder), y ocho invitados por parte del Centro Coordinador Empresarial (CCE), directivos del gremio.
En términos coloquiales los primeros -que tradicionalmente han aceptado ejercer de aplaudidores de las acciones de Gobierno, encabezados por Dagoberto Cedillos, presidente de Coder- presuntamente pretendían hacerles montón a los segundos.
Por tal motivo estos últimos decidieron hacerle el vacío a una reunión, a la que únicamente asistieron representantes de la Canaco local y de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) en Ciudad Juárez.
Comentan a Don Mirone que hay quien ha sabido meter hilo para sacar madeja de la raigambre empresarial, luego de otra negativa de una parte del sector, particularmente del seno del CCE.
Para una parte del gremio empresarial juarense, Coder -una agrupación surgida a mediados de la década pasada, retomada y fortalecida por la cúpula empresarial representada por Alejandra de la Vega, durante y después de la gestión de Javier Corral- constituye un organismo híbrido que no es propiamente una cámara ni una A.C.
Según las suspicacias del caso, su objetivo es hacerse de proyectos sociales, con la venia de un grupo empresarial siempre favorecido en este tipo de acuerdos.
En un especial publicado en febrero de 2019, Norte Digital daba cuenta de los nombres y apellidos de estos hombres y mujeres de negocios, empresarios de élite cuya mayoría radica en El Paso, y que aparecen en las estructuras orgánicas de fideicomisos que administran millones de pesos provenientes de recursos públicos, enfocados a programas sociales o de infraestructura urbana, de los cuales hacen un uso a su propia discreción.
Se trata, decía el artículo, de una supremacía de empresarios que se autodenominan “empresarios líderes” y que participan activamente en la definición de políticas públicas, muchas de ellas implementadas de manera muy cuestionada.
Ante la presunta tendencia al “Divide et impera”, o “divide y vencerás” de las instancias gubernamentales, ¿hay posibilidades de equilibrio en el empresariado local? ¿Realmente entre los empresarios juarenses pesan más los intereses personales o de grupo antes que los del gremio al que se representa?
Al respecto del entendimiento entre habilidad política y la moral, en su tratado sobre “La Paz perpetua”, el filósofo alemán Imanuelle Kant apunta: “Sed astutos como la serpiente, y cándidos como la inocente paloma”. Algo que traducido a la típica jerga nacional sería: “Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”.
Algo de equilibrio pues, el que debe privar entre las diferencias e intereses personales y el interés público y de gremio que, en algún sentido, los representantes de los diferentes organismos empresariales están obligados a privilegiar en bien de su comunidad, pero que luce difícil ante el pequeño abismo que -al menos por ahora- separa a sus diferentes integrantes.