El domingo 11 de septiembre, después de conocerse la carta de Francisco Barrio anunciando su separación de la coordinación del equipo de transición, el gobernador electo Javier Corral hizo precisiones sobre la salida de su mentor y la interpretación que dieron algunos medios informativos a ese hecho.
En el texto publicado en sus redes sociales Corral inicia su breve epístola con un enjundioso énfasis sobre la “distorsión vil” que sufrió el anuncio de Barrio y remata con dos párrafos que serán emblemáticos para evaluar la relación que tendrá el futuro gobernador con los medios de comunicación.
También se desprende de ahí una obligada reflexión sobre la congruencia que tendrá en el ejercicio del poder público, con lo que ha sido su trayectoria de más de 30 años como político, legislador, académico y periodista. El eje fundamental de sus propuestas legislativas ha sido ni más ni menos la libertad de expresión.
El texto de Pancho Barrio deja para lo íntimo, para el ámbito estrictamente personal, la intensa relación familiar con Javier a lo largo de estas décadas; se remite a colocar el caballete y plasmar con su pincel el perfil meramente político del gobernador electo:
“…debo ir, sin embargo, a seguir un plan de vida que me lleva por otros derroteros. Puedo irme, afortunadamente, con una gran tranquilidad en el alma, porque sé, de cierto, que las cosas van a ir mejorando para Chihuahua, que nuestra tierra volverá a estar, por fin, en buenas manos; porque veo a un gobernador electo con los mejores atributos para asumir y desempeñar el cargo”.
“Me voy a atender mis asuntos personales con una gran confianza de que será un gobernador prudente, que sabrá ponderar cuidadosamente sus decisiones para escoger, siempre, las que sean las mejores opciones para este pueblo; un gobernador sabio, con la capacidad de ver al fondo de las cosas sin dejarse engañar por lo aparente; un gobernador justo, que buscará dar a cada quien lo que le corresponde y un gobernador sensible a las carencias y sufrimientos de este pueblo tan desatendido y maltratado”.
Prácticamente por cada medio informativo habido en la ciudad y en el estado hubo una interpretación a esa salida de Pancho. Algunos la consideraron lógica, otros consideraron la necesidad de desmenuzar las palabras para llegar a una interpretación adecuada en el futuro y los más directos la catalogaron como rompimiento. La reacción de Barrio y Corral fue en automático contundente y a la defensiva.
Corral terminó su texto de la siguiente manera: “Por lo demás, la campaña de distorsión da lugar para que la gente observe cómo de aquí en adelante no solo se me criticará cualquier cosa, sino las mentiras y calumnias de las que seremos objeto, exactamente por los mismos que no tocaron a Duarte ni con el pétalo de una rosa. Para fortuna nuestra son los medios que cuentan con el menor prestigio y credibilidad entre los chihuahuenses”.
“Así manipulen y distorsionen nuestros mensajes, les ofrezco que no nos vamos a dejar extorsionar por ningún medio de comunicación; por eso debemos reforzar nuestro vínculo de información, retroalimentación e intercambio verdadero que son las redes sociales, nuestra ventana libre y libertaria para asomarnos y decir la verdad”.
Barrio Terrazas anotó sin lugar a dudas:
“Pero una vez que él tome posesión, y que vayan pasando los días, las semanas, los meses… y los años, quedará claro que seguimos cercanos y compartiendo los mismos anhelos y los mismos ideales”.
“Así que me tiene absolutamente sin cuidado lo que digan unos cuantos medios de comunicación que no tienen respeto alguno por la verdad ni por el derecho de sus públicos a ser bien informados”.
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Al final del día, verdad completa, media verdad o mentira total, los textos publicados por los medios informativos “tradicionales” tuvieron el efecto dominó clásico, replicado masivamente en redes que son detonadas de manera abrumadora justo por los medios convencionales. Tanto así que los dos principales actores de los hechos debieron salir al quite para aclarar entuertos.
Este episodio, sin embargo, ofrece la pauta para escudriñar y recordar lo que es el gobernador electo en materia de libertad de expresión; sus antecedentes, sus conceptos y esta posición no nueva –la generalización– pero sí destacable: “…así manipulen y distorsionen nuestros mensajes, les ofrezco que no nos vamos a dejar extorsionar por ningún medio de comunicación”.
La advertencia produjo incontables reacciones de periodistas en lo individual y medios de comunicación en lo institucional. La polémica apenas empieza a menguar pero ya sentó precedente.
Nueve meses atrás, el 10 de enero de 2016, para ser exactos, en una conferencia impartida por el entonces senador panista Javier Corral, invitado por la Federación de Estudiantes Universitarios para presentar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la segunda época de la revista Arenga, afirmó que hay peligro para varias de las libertades políticas de los mexicanos, principalmente “la libertad de expresión se encuentra vulnerada desde distintos ámbitos del poder público”.
“Pero sucede que nos acostumbramos a la censura, al control de medios, al manejo interesado de la información. Nos estamos inmovilizando socialmente en el terreno de los hechos porque creemos que con las redes sociales tenemos, ya que estas nos permiten cumplir esa defensa de nuestra libertad… que con ello cumplimos el deber de denuncia; pero nunca un like o un post podrá sustituir la presencia en la calle para alzar la voz de la protesta”, disertó Corral ante estudiantes y después reprodujo la ponencia en formato de artículo para el portal La Silla Rota.
En su exposición Corral dejó salir su preocupación por la posibilidad de que los casos de censura, como el que había sufrido meses atrás la periodista Carmen Aristegui, quedaran olvidados; repasó algunas de las reformas que ampliaron libertades y quedaron plasmadas en leyes pero no operan en la realidad, entre ellas mencionó la libertad de expresión, consagrada en la Constitución de manera completa, casi entre las mejores del mundo, pero acotada en las leyes secundarias que la reglamentan.
“Las legislaciones secundarias que se han originado en esta última década han quedado a expensas de las conveniencias coyunturales de los partidos, de los humores político electorales de las campañas, de los intereses mercantiles de los grandes consorcios comunicacionales, de las presiones de los más ricos del país, de los fines de control estatal sobre la información, y de una combinación de todos ellos dentro de la oligarquía político empresarial que gobierna al país”, escribió Corral.
Siempre enfocado más en su papel de periodista que de político, Corral Jurado enfatizó en su charla con estudiantes:
“De la Constitución a la ley hay mucho trecho en materia de libertad de expresión, y de la ley a la realidad una tragedia: la libertad de expresión está en venta en la mayoría de los casos, el presupuesto público de la Federación y los estados es el principal fondo comprador de silencios y aplausos al poder en turno. Los conglomerados de anunciantes privados también delinean la jerarquía y el enfoque de ciertas noticias. Son pocas, realmente muy pocas, las excepciones dentro del sistema tradicional de los medios masivos, prensa, radio y televisión”, dijo casi lapidario.
“Internet y las hijas de su libertad, las redes sociales, constituyen la principal plataforma de difusión de contenidos que más contribuye al ejercicio de la libertad de expresión e información, y el acicate frente a la censura y el silenciamiento por su también carácter libertario, pues todo lo escruta y todo lo ventila. Pero cuidado con la magnificación si de la libertad de información hablamos; no es con mucho el medio masivo, sobre Internet recae también otro tipo de secuestro, el de las tarifas de las empresas telefónicas” (¿¿¡¡!!??).
“Y este es el quid de la cuestión, la valoración de la práctica, del respeto a su ejercicio y promoción en el conjunto de la sociedad a través de los medios de comunicación, como los principales cauces del debate, la discusión plural, la libertad de opinar, y sobre todo de criticar y contrapesar al poder. Y ahí, la regresión que vivimos es brutal, como en ninguna época están lanzados los desafíos, amenazas, controles y cooptaciones más cínicas a la libertad de expresión”.
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En 2005, en su primer periodo como senador de la República, durante el foro “Gobernabilidad democrática y libertad de expresión en América Latina”, definió como uno de los principales retos del estado democrático de derecho, el proteger y garantizar la libertad de expresión mediante leyes justas y políticas públicas que transparenten la relación entre medios de comunicación, órganos gubernamentales y el conjunto de la sociedad.
«Solo en la libertad para informar y publicar se puede consolidar la democracia, pero es fundamental que tal prerrogativa se constituya entre nosotros como el derecho que abarca a todos, a cada uno de los ciudadanos para dar y recibir información de cualquier tipo”, afirmó entonces Corral en el foro donde participaron periodistas e intelectuales de diferentes países latinoamericanos.
En abril de 2012 Corral firmó un emotivo texto en reconocimiento a la aportación que hizo Jorge Carpizo a la formación de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi), de cuyo consejo consultivo fue parte. El jurista había fallecido por esos días.
Corral suscribió la defensa que hizo Carpizo de la libertad de expresión, cuando el statu quo de la clase política y los medios de comunicación se sintió amenazado por las propuestas de quienes buscaban hacer efectivo el derecho a la información de los ciudadanos.
“La libertad de expresión es un derecho humano de siempre y para siempre, ha jugado un aspecto crucial en el desarrollo del ser humano y de las sociedades, y mucho más a partir de las últimas cinco décadas, y cada día más, debido a las nuevas técnicas de comunicación masiva.
Las líneas fundamentales son las siguientes:
La libertad de expresión es siempre manifestar la verdad.
La libertad de expresión es honestidad.
La libertad de expresión es información objetiva.
La libertad de expresión es la divulgación de criterios y opiniones propios.
La libertad de expresión es el derecho de crítica.
La libertad de expresión es respeto a los otros derechos humanos.
La libertad de expresión es actuar con responsabilidad personal y con sentido ético de la existencia.
La libertad de expresión es responsabilidad social.
La libertad de expresión es contribuir a formar opinión sobre temas internacionales y nacionales.
La libertad de expresión es contribuir a edificar la paz en las sociedades y en el mundo.
Por lo anterior, la defensa de la libertad de expresión es un deber de todo ser humano, porque los derechos y las libertades se defienden. Libertad de expresión: ¡sí, mil veces sí! Un millón de veces sí. Pero libertad de expresión con responsabilidad, ética y respeto a los otros derechos humanos.
En consecuencia:
La libertad de expresión no es derecho a mentir.
La libertad de expresión no es sinónimo de difamación y calumnia.
La libertad de expresión no es derecho a desdibujar, alterar o maquillar la realidad.
La libertad de expresión no es derecho a confundir a la audiencia.
La libertad de expresión no es el avasallamiento de los otros derechos humanos.
La libertad de expresión no es sustitución de los tribunales.
La libertad de expresión no es el derecho a crear inquisiciones.
Entonces está muy claro qué es la libertad de expresión y qué no lo es para la concepción corralista. El episodio Barrio–transición no requiere de mayor abundamiento para interpretar lo que es específico desde el punto de vista de las generalidades ahí expresadas tanto por el electo como por el exgobernador y el futuro que depararía a quien informe u opine en contrario a las visiones y acciones del nuevo régimen. Nada qué ver en absoluto con las romantiquerías voltaireanas, como esa de que “podré no estar de acuerdo con lo que dices pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.