Que si va, o no, a haber libros de texto reformados para el arranque inminente del ciclo escolar, que si las adecuaciones son o no adecuadas, precisamente, que si es válido que incluyan los temas de educación sexual explícita para niños de los primeros años, que si el debate sobre los libros tiene fondo ideológico, que si el actual Gobierno federal manipula los programas para imponer su autoridad, que si la calidad de los nuevos libros es muy mala, en fin, estas y muchas más cuestiones se plantean por estos días en todo el país.
Todo lo que tiene que ver con los libros de texto en nuestro país ha desatado siempre la discusión, desde que Lázaro Cárdenas lanzó los primeros intentos de libros únicos y encargó la tarea exiliados españoles de la época de su guerra civil, hasta las transformaciones actuales de la 4T, pasando por los famosísimos libros con las pastas ilustradas con la figura de una bella mujer de rasgos mestizos, que representó a la patria y enarbolaba la bandera tricolor, mismos que fueron representativos de la etapa inicial del neoliberalismo; y variados intentos más.
Por estos días la hebra se ha venido reventando por lo más delgado, pues los dimes y diretes entre autoridades y especialistas levantaron ámpula cuando salió a la luz el contenido de los nuevos libros sobre educación sexual, precisamente en el momento en que ya se están distribuyendo para su uso en las escuelas.
El Gobierno del estado de Chihuahua protestó porque no se les consultó en la etapa de integración de contenidos, pese a que los representantes de las autoridades federales exhiben información de la participación estatal en las rondas que hubo para ello.
El caso es que, ante las protestas por los contenidos de temática sexual y otras acumuladas sobre calidad, cambios de cursos y materias, la gobernadora Maru Campos anunció la suspensión del reparto de los libros conocidos como los de la 4T, al igual que ya lo determinó el Gobierno, también panista, de Guanajuato.
Cierto que la Ley General de Educación establece, en su artículo 23, en materia de “planes y programas de estudio”, que “…la Secretaría considerará la opinión de los Gobiernos de los estados, de la Ciudad de México y de diversos actores sociales involucrados en la educación, así como el contenido de los proyectos y programas educativos que contemplen las realidades y contextos, regionales y locales”.
Y se agrega en el siguiente párrafo: “Las autoridades educativas de los Gobiernos de las entidades federativas y municipios podrán solicitar a la Secretaría actualizaciones y modificaciones de los planes y programas de estudio, para atender el carácter regional, local, contextual y situacional del proceso de enseñanza aprendizaje”.
También es cierto que se realizó una consulta nacional para la elaboración de las reformas, pero si esta es como las que se hacen tradicionalmente para los planes de desarrollo, que son obligadas por ley, pero que realmente solo se convierten en rutina para un cumplir un requisito, pues la imposición es la que precisamente se impone, y el que tiene más saliva traga más pinole.
Los libros de texto se ubican dentro de una mal llamada reforma educativa, y es mal llamada porque hace ya muchos años que se enquistó en los programas de nuestros Gobiernos, cuando la naturaleza de reforma es novedad, cambio y temporalidad, para dar paso a nuevas y mejores etapas, pero no, en nuestro México ya institucionalizamos la reforma, así como institucionalizamos la revolución, cuando ambos conceptos son precisamente para cambiar las instituciones que ya no funcionan para beneficio común.
Bueno sería que el problema educativo incluyera solamente el de contenidos como este de la temática sexual; entonces podríamos debatir mucho y finalmente llegar a conclusiones y acuerdos sobre los textos, y tan tan, pero no, el problema es muy profundo y endémico, pues desde hace ya casi un siglo no hay verdaderos esfuerzos por mejorar los niveles educativos en México. Y hemos ido de mal en peor.
Los especialistas coinciden en que se requiere mejorar la educación (ya no le llamemos reforma, pues), de eso no hay duda, se requiere cambiar los libros de texto, tampoco hay duda en ello, pero ilustrémonos con el comentario de la analista Carolina Hernández Solís en una mesa de Latinus en el caso de los nuevos libros: “hay soberbia, se juega con verdades a medias. Los libros de texto sí necesitan reformarse y se juega con esa verdad, pero las modificaciones son peores que lo que había, los libros son el ejemplo de la misma metodología que AMLO sigue en todo”.
La realidad es que el desgaste en educación es claro en una línea del tiempo que va desde 1950 (en que bastaba con cursar la educación primaria no solamente para leer y escribir con calidad, sino para tener conocimientos de matemáticas que permitían a las personas llegar al éxito en sus actividades cotidianas) a nuestros días, en que aún muchos que ostentan doctorados siguen siendo analfabetas funcionales.
Es clara la debacle, que incluye también otra realidad: los maestros pasaron de ser aquellas figuras con un prestigio y respeto, que inspiraban a la comunidad para consultarles cualquier duda o asunto, pues eran los sabios a la mano, para llegar a ser hoy, generalmente, objeto de desconfianza por su debilidad académica o por su filiación política.
Y qué podemos esperar, si las escuelas normales de México son calificadas por especialistas como de las peores en todo el mundo, y este dato no es nuevo, prevalece desde hace ya como 40 años, y sin mejora, más bien con empeora.
Y así andaban las cosas cuando nos cayó el Covid-19, ahora sí que éramos muchos y parió la abuela. La politóloga Denisse Dresser lo juzga de la siguiente manera: “La pandemia evidenció un sistema educativo ya de por si pésimo, los resultados de las pruebas PISA, que se aplicaban antes de la pandemia arrojan que éramos el último país en la capacidad de enseñarle a los niños las habilidades necesarias para progresar en el mundo, demuestran que 7 de cada 10 niños salían de primaria sin conocimientos básicos de matemáticas y 6 de cada 10 sin conocimientos básicos de español, producto de las históricas desigualdades que venimos acarreando”.
Y así el contexto, sobreviene el temor del efecto que puedan causar los nuevos libros, a los que ya se señalan fallas y ambigüedades por todos rumbos. Dresser advierte un “desprecio absoluto a los procesos legales sobre los cuales se tienen que armar los libros de texto, que incluyen reuniones, comisiones de expertos, revisión, participación de los padres de familia”.
El análisis de la politóloga señala que los nuevos libros de texto van a exacerbar los problemas a existentes, ante las siguientes situaciones:
– Se excluye lo que es central para la educación de alguien en el mundo
– Ciencia
– Tecnología
– Matemáticas
– La redacción de 1º de primaria está hecha como si los niños ya leyeran
– Hay ideologización, por ejemplo: el ejercicio “eres opresor o eres oprimido”
Surgen entonces las preguntas: ¿son estos los ejercicios que debería estar haciendo un niño de primero de primaria? ¿Es lo que les va a enseñar a pensar críticamente, a incorporarse a la innovación? Así nos deja su reflexión Denisse Dresser.
Pero también los autores Eduardo Andere e Irma Villalpando, investigadores y maestros universitarios, advierten, en la revista Nexos, los siguientes problemas con los libros de texto:
– Ausencia de un libro específico para el aprendizaje de las matemáticas como materia propia
– Las matemáticas se observan únicamente como un recurso para el aprendizaje de las ciencias sociales o naturales
– Falla en la secuencia de los aprendizajes
– Poca atención al desarrollo del pensamiento lógico matemático, que es una de las mayores demandas sociales al sistema educativo nacional
– El diseño de actividades, la extensión en las instrucciones y el lenguaje empleado en los libros no corresponden a la edad de los niños
– Se contempla un esquema que requiere siempre la presencia de un adulto para que traduzca a los niños
– Se ignora que en primero de primaria los alumnos necesitan estar en contacto directo con los libros, como parte de su proceso de apropiación de la lectura y escritura convencional
– Ausencia del principio básico de la didáctica “ir de lo simple a lo complejo”
– En cuanto a ciencias, no se toma en cuenta la investigación nacional e internacional respecto a su aprendizaje
– Predomina la acumulación de datos por encima de la comprensión de los fenómenos y colocan a los niños como simples observadores
Esos dicen los especialistas, y para entender con mayor universalidad basta con que revisemos el contenido de los cambios en el nuevo sistema educativo que ahora se pretende imponer, en el que desaparecen las tradicionales asignaturas de Matemáticas, Español, Biología, Geografía, etcétera y se sustituyen con los siguientes campos formativos, a aplicarse desde preescolar hasta secundaria:
– Lenguajes
– Saberes y pensamiento científico
– Ética, Naturaleza y sociedad
– De lo humano y lo comunitario
Pero tampoco vamos a encontrar ya los niveles de preescolar, seis años de primaria y tres de secundaria, no señores, entramos de golpe y porrazo al sistema que dicta precisamente el dictador de Palacio Nacional, a través de sus incondicionales que ha puesto a manejar el tema: Marx Arriaga, encargado de los nuevos libros de texto, y el subsecretario de Educación, Luciano Concheiro Bórquez.
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Ahí les en cargo la primera, de 0 a 3 años ¿a quiénes van a designar como responsables de educar a los bebés? Y como dice mi compa en la esquina… ¿de cuál fumarían estos burócratas?
Así se ve el asunto en el ámbito educativo, que arroja un panorama sumamente grave, pero avoquémonos ahora a las repercusiones sociopolíticas de estos mal habidos libros de texto del Gobierno amlista.
Luis Miguel Pérez Juárez, coordinador del comité de análisis pedagógico de la Academia Mexicana de Educación, nos ilustra al respecto cuando señala que la política pública más delicada es la educación, y por ello prende la luz amarrilla –o muy roja– ante los libros de texto.
Afirma que, en materia de políticas públicas, cuando los proyectos y planes no se complementan, resultan lamentables, y cita el caso de una refinería que no produce gasolina, o un aeropuerto que no tiene vuelos, solo como ejemplos, sin agotar otros casos.
Pero en el caso de Educación, con los libros de texto, las consecuencias son mayores, ya que, explica, en el libro de Saberes y Pensamiento Científico solo hay 13 páginas de matemáticas.
Entonces, argumenta, en el mundo irrumpe la robótica y se convive con la inteligencia artificial, y en México parece que viviéramos en un mundo sin matemáticas, pues con los nuevos libros de texto se atenta contra el futuro de todos, en donde muchos ya no estaremos, pero sabemos que dejamos una semilla del mal, en una generación que insultara a sus antepasados al reclamar que no les dieron oportunidades para enfrentar la realidad en el mundo del futuro.
Pérez Juárez nos ha señalado que en política pública puede haber cuestiones decepcionantes, como los casos de obras frustradas, pero lo que no se puede tolerar es la tragedia que va a generar el nuevo plan educativo y los libros de texto, que van a tener un impacto muy grave por muchos años en la sociedad mexicana.
Sobre el caso, otro analista reconocido, Jesús Silva Herzog, ahora en Latinus, opina que
se percibe soberbia, arrogancia de un grupo, desprecio a las visiones distintas, vanidad moral de que la historia está de su lado, que las causas del progreso son su propiedad. Vaya definición del maestro no solamente por este tema, sino que apunta con claridad la posición del gobierno federal actual.
Y lo dijo así: “Los libros de texto son uno de los espacios en donde más existe esta arrogancia que comunica López Obrador cotidianamente, donde hay un desprecio absoluto por lo que diga alguien más”. Pues sí, está muy claro y se exhibe toditos los días.
Pero aviéntese usted ahora esta contundente afirmación: “Es una barbaridad lo que hay en los libros de texto en los términos de obscurantismo, rechazo a la ciencia, al conocimiento, desprecio por la historia, adoctrinamiento y manipulación política”, señala Héctor de Manuelón, editorialista del periódico El Universal y analista de varios medios de comunicación.
Para ejemplificar que en los nuevos libros todo está cargado de ideología, menciona un capítulo que viene sobre el derrumbe del colegio Rebsamen en el sismo de 2017, donde perdieron la vida 19 niños y 7 adultos por fallas en la construcción del edificio; el asunto es que enseguida aparece en el párrafo donde ponen que Claudia Sheinbaum pidió disculpas por los errores que pudo haber cometido la delegación. Esto es uso del texto oficial para justificar a una figura política de la 4T. Inadmisible, por supuesto, y si revisamos a fondo hasta ilegal (recursos públicos a favor de la imagen de una figura política y que además participa en elecciones).
Y otro caso: Aparece un relato en el que ponen a una abuelita y a su nieto comentando sobre enfermedad y ponen ahí una receta herbolaria como remedio para curar el Covid-19. Pregunta el analista: ¿es esta la forma adecuada de enseñar a los alumnos sobre una pandemia que mató a más de 800 mil mexicanos?
La posición de los especialistas en la materia es muy clara, desde las ilustraciones que no reflejan la realidad de los mexicanos, sino solamente la de los pobres, que además son de ínfima calidad, hasta los controversiales contenidos sexuales explícitos para niños de corta edad, como los cambios estructurales que parecieran más capricho impositivo porque no se han explicado los fines académicos, todo se denuncia como un riesgo y problema.
Pero, ¿cuál es la posición de las autoridades del poder central para justificar los nuevos libros de texto? Se las dejo aquí en tres actuaciones:
AMLO dice: “Entonces tenemos que revisar los contenidos educativos, no andar formando personas, profesionales, ciudadanos deshumanizados, egoístas, porque ese era el plan del modelo neoliberal”.
Marx Arriaga indica: “Podría señalar centenares de problemas sociales que el modelo neoliberal, meritocratico, conductista, punitivo, patriarcal, racista, competencial, eurocentrico, colonial, inhumano y clasista, ha generado”.
Luciano Concheiro Bórquez señala: “Festejar el comunismo desde nuestro país nos parece esencial en este momento, si lo que pretendemos es transformar nuestra lacerante realidad”.
No, pos ta’ muy clarito, así con esos hu…mos, ni qué alegar. Pero les he dicho muchas veces, muchachos, que ya no anden fumando esa maldita yerba.