Solo de imaginar que regresen a esta frontera los escenarios de horror, terror y de sangre como los registrados de 2007 a 2010 se pone la piel chinita. Las ejecuciones individuales y masivas que empiezan a ser frecuentes en Juárez y en algunas partes del estado, la Sierra y la capital Chihuahua, están reviviendo el trauma que apenas estaba en proceso de sanación.
Las predicciones de “Jorge”, el jefe de una banda de sicarios, deben ser tenidas en cuenta porque son fundamentadas en hechos que ahora están ocurriendo aquí y en buena parte de la entidad.
Habrá nuevos enfrentamientos como en años pasados porque hay disputa del mercado de droga, específicamente por la venta de cristal y heroína y el cruce de enervantes en general hacia Estados Unidos, donde “no tienen llene”, dijo a inicios de semana el jefe de la célula delictiva a un periódico de circulación nacional.
Mirone tiene dos datos que complementan esa teoría que, insistimos, debemos concederle valor no por el solo dicho, sino por la realidad.
Durante las ejecuciones múltiples en el Tr3s Cantina, de la Gómez Morín, y ahora en la barbería de la colonia Terrenos Nacionales, los sicarios necesariamente recibieron facilidades desde las corporaciones policiacas en turno, porque sus elementos no estaban ni remotamente cerca de los hechos.
“Ya están operando de nuevo las campanas”, dijeron a este escribidor, refiriéndose a la conocida estrategia de sacar de determinado sector a los policías que deben vigilar la zona para que los ejecutores realicen su labor.
Esos esquemas fueron borrados del mapa con Julián Leyzaola al frente de la Policía municipal. Extraordinariamente los sicarios escapaban cuando cometían asesinatos en lugares concurridos. En tiempos de José Reyes Ferriz como alcalde, José Reyes Baeza como gobernador y Felipe Calderón como presidente de la República los hechos sangrientos se sucedían uno tras otro con participación directa de bandos entre los policías buenos y los policías malos.
La avenida Gómez Morín fue constituida como el primer corredor seguro de la ciudad tras la violencia que literalmente paralizó a esta frontera y desplazó a miles de sus habitantes y empresarios hacia otras regiones del país e inclusive de los Estados Unidos. No pasa una sola hoja por esa vía sin ser observada por agentes municipales y de Tránsito. Es el sector más disputado entre los agentes viales porque se llenó de antros, cantinas y centros nocturnos. Así que necesariamente los sicarios debieron contar con algún tipo de protección para hacer el “trabajo”.
Otro dato surgido desde las entrañas de las propias policías es que sicarios y operadores de La Línea (Cártel de Juárez) fueron trasladados a la ciudad de Chihuahua para reforzar allá a sus células contra la venta de cristal por parte de integrantes del Cártel de Sinaloa. La Línea pretende mantener el control y monopolio de venta de heroína y cocaína.
En la ciudad de Chihuahua las ejecuciones son, casi a diario, de una, dos y hasta tres personas por hecho. En las últimas semanas han sido detenidos dos sicarios que confesaron haber llegado de Juárez y trabajar para los “barredores” de la organización delictiva comandada por los Carrillo.
Esos escenarios son idénticos a los ocurridos particularmente en 2009 y 2010, cuando las pandillas de Los Aztecas, brazo armado y fiel de La Línea, y Los Doblados, o Doble A, o Artistas Asesinos, desplazaron a grupos numerosos de sus filas para pelear en la capital Chihuahua. Se descabezaban entre ellos y caían muchos inocentes, dejaban colgados en los puentes, las narcomantas eran de todos los días, etc.,
Para la sociedad pacífica y trabajadora el grave problema es quedar entre el fuego cruzado, por supuesto, pero más grave convertirse en víctima directa de los delincuentes cuando se quedan estos sin ingresos por drogas y deciden secuestrar, extorsionar y matar. Esta es la parte terrible y deleznable.
Pueden ser contadas mil historias de abarroteros sin mancha, hamburgueseros que trabajaban más que de sol a sol, taqueros de familias ejemplares que fueron ultimados por no pagar 100 o 200 pesos a los extorsionadores para “protección”… Ese fue el infierno de los habitantes chihuahuenses en aquella crisis de seguridad, cuando un día Juárez amanecía como el más violento del mundo y otro día le “ganaba” ese lugar la capital del estado.
Deben ser recordados aquellos acontecimientos para impedir por todos los medios que vuelvan a suceder. Las rejas en los fraccionamientos son testigos mudos de esa época reciente. La gran mayoría de ellas que fueron instaladas durante esos años no han sido aún retiradas, incluidos todos, absolutamente todos, los accesos al fraccionamiento donde reside ni más ni menos que el gobernador del Estado, Javier Corral, en la ciudad de Chihuahua.
Y hablamos de Chihuahua y Juárez porque son la ciudades más pobladas de la entidad, las económica y políticamente más importantes, pero la región de la Sierra también es Chihuahua; allá sus pobladores no han tenido todavía tregua ni sueño tranquilo durante una sola noche. Allá los secuestros no han disminuido desde 2006, tampoco los asesinatos individuales o masivos, mucho menos la siembra de droga ni tampoco las extorsiones, ni han cesados los desplazamientos. Los gritos de horror lanzados por la población civil pacífica no han tenido oídos de autoridad alguna.
Desde Chínipas, en los límites con Sonora; Guadalupe y Calvo, con linderos en Durango y Sinaloa; hasta Guachochi y su publicitada Sinforosa; o Bocoyna con el turístico Creel; Urique y su extraordinario divisadero Barrancas, y Ocampo, con su mundialmente reconocida cascada de Basaseachi, los grupos armados mantienen retenes y el control pleno en el trasiego de drogas. Varios presidentes municipales de aquellas zonas y todas sus policías preventivas fueron cedidas “políticamente” a cárteles de la droga. Los asesinatos, violaciones de niñas, acoso a maestros, a doctores y extorsiones a comerciantes son realidades cotidianas.
Es increíble que eso siga ocurriendo cuando, por ejemplo, en la región de Guachochi fue instalada una base militar precisamente para al menos inhibir a los delincuentes; en Guadalupe y Calvo desde toda la vida también hay una base de operaciones militares al pie del cerro del Mohinora, el más alto y conocido del norte de la república, pero a los pobres soldados los mantienen muertos de hambre y sin posibilidad si quiera numérica de enfrentar a los narcos. Son bases con 30, 40 soldados frente a comandos de 50, 100 y hasta 200 criminales.
Solo de esa manera se entiende el desafío a la mismísima Sedena con la masacre a los integrantes de un convoy en Sinaloa que fue nota mundial por la crueldad impresionante usada contra los militares (acribillados y quemados; en los videos difundidos se escuchan sus gritos aterradores cuando los alcanzan las llamas). La respuesta de los altos mandos castrenses ha sido tan insignificante que la situación en Sinaloa sigue idéntica como también en toda la zona del tristemente célebre triángulo dorado, justo en esa parte que Chihuahua tiene sus fronteras limítrofes con esa entidad y Durango.
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Para comprobar las vísperas anunciadas por el sicario “Jorge”, los antecedentes y análisis contextuales a la inseguridad creciente en las dos principales ciudades de la entidad, tenemos enseguida algunos datos oficiales y extraoficiales. Esta realidad no admite polémicas ni mayor discusión. Es irrebatible.
Según el Inegi, en todo el estado de Chihuahua hubo mil 541 homicidios dolosos en 2015… Y fue el tercer estado con más homicidios del país. En Juárez hubo 311 y 84 casos en el municipio de Chihuahua.
Según el Observatorio Ciudadano, patrocinado por el Ficosec, estos son los datos que hay registrados de 2016: En el municipio de Juárez: enero 32, febrero 24, marzo 28, abril 30, mayo 38, junio 38, julio 51, agosto 56; de septiembre y octubre no hay datos todavía.
En el municipio de Chihuahua: enero 16, febrero 12, marzo 9, abril 15 , mayo 23, junio 20, julio 28; de agosto en adelante no hay dato oficial… Pero según reportes periodísticos, hasta agosto de 2016 iban 850 homicidios en todo el estado.
En la en la naciente administración del panista Javier Corral contabilizan alrededor de 80 homicidios en todo el estado; solo en los primeros 10 días de Corral se reportaron 57 homicidios… 30 de ellos entre Juárez y el Valle de Juárez, así como 21 en la capital del estado.
Según la cadena noticiosa CNN, hasta el pasado 18 de octubre 54 de los homicidios eran de Juárez..
Seguramente los grupos delictivos están aprovechando los cambios de Gobierno en los niveles municipal y estatal. Un año y medio antes de la jornada electoral los índices delictivos se fueron considerablemente al alza, pero es obvio que se trata solo de un factor más dentro de una enfermedad grave que a nivel nacional no ha sido curada. Mientras en Chihuahua se recuperó la paz en otras entidades la violencia siguió igual o peor. Hoy está de vuelta y en ascenso.
Las novedades en el ámbito policiaco no son tampoco nada halagadoras. Precisamente por ahí ha quedado roto el hilo de la buena comunicación y respectivo entendimiento que en campaña presumieron el hoy alcalde, Armando Cabada, y el gobernador, Javier Corral Jurado. Jefes policiacos de uno y otro nivel no parecen como las cartas más confiables para detener la ola que se aprecia ya cerca.
Cometerían un crimen lesa humanidad esas nuevas autoridades si por cellos o por controles personalistas de poder permiten que la inseguridad siga avanzando como lo ha hecho en estas pocas semanas al frente de sus respectivos cargos.