La clase política chihuahuense no descansa un segundo en su mira del codiciado 2016. Sus actores son muy prudentes y piden y exhortan a la prudencia pública, a la reserva; hacen rabiar de impotencia a los periodistas cuando responden con el clima en el espacio sideral al ser cuestionados sobre aspiraciones y metas político–electorales.
En corto, en privado, planean y todos hacen estrategias, definen acciones y elaboran cerrados cronogramas de riguroso cumplimiento. Solo los muy ingenuos acatan los exhortos a “esperar los tiempos”.
Es así que la carrera no se detiene. El domingo pasado mencionamos que el gobernador del Estado, César Duarte, le está metiendo mayor velocidad al 2016. Él y todos los políticos chihuahuenses están haciendo lo mismo. Mirone no se ha topado con ningún inocente, ni siquiera con la ingenua sombra del propio escribidor que se ha vuelto respondona.
¿Una reforma constitucional para un período de gobernador de dos años? ¿Juan Blanco y Mario Mata candidatos cómodos de Palacio para la Gubernatura? ¿La terna no es una sino dos? ¿La mayor debilidad de Enrique Serrano se llama César Duarte?
La semana pasada, y aun antes de dicha semana, hubo énfasis de Palacio en mostrar fuerza en su relación con el único gran elector del 2016, el presidente Peña Nieto. El propósito fue conseguido, no tanto por los eventos en Los Pinos, sino porque la visita del presidente a Chihuahua no fue de rapidín como se había agendado, sino por muchas horas, algunas de las cuales fueron de conversaciones privadas con Duarte. La ventolera de las especulaciones se soltó… pero en privado. Muchas interpretaciones, nada que responda objetivamente a las preguntas fundamentales de la pirámide invertida en los manuales de Leñero, Marín, Salvador Borrego…
En los últimos días hubo ajuste de tema, pero con el mismo fin: el encantador 2016. Evidentemente desde el poder estatal fue soltado el borrego de un cambio constitucional sobre el periodo de gobernador, sin haberse puesto en práctica el cambio vigente que es de cinco años para el siguiente mandatario estatal, en lugar de los seis actuales.
“Aquí huele a azufre y yo sé quien es el diablo”, soltó entre divertido y serio el coordinador parlamentario del PAN, César Jáuregui Moreno, en la mesa principal de la Casa de Gobierno donde fue celebrado el cumpleaños 52 de César Duarte. Ahí una diputada opositora afín a Palacio soltó “la posibilidad” de los dos años con un guiño de ojo al gobernador. Luego siguieron los “trascendidos”.
El “borrego” continuó las horas siguientes, pero dejó de serlo el miércoles a lo largo de la mañana. cuando se supo oficialmente que el tema fue planteado en la torre legislativa y con todas las formalidades en una encerrona privada que involucró a los jefes parlamentarios de todos los partidos representados en el Congreso, al área jurídica y política del gobernador Duarte y al Supremo Tribunal de Justicia.
Horas antes de esa encerrona, en público el gobernador había dicho que eso de los dos años le correspondía decidirlo al Congreso. “Son puras especulaciones”, respondió a los reporteros.
Desde el Congreso, el líder de la mayoría priista, Rodrigo de la Rosa, aseguró que en el área legislativa no se estaba revisando nada al respecto. Lo dijo en una entrevista de radio.
El jefe del grupo parlamentario del PAN en el propio Poder Legislativo, César Jáuregui, aseguró que no había nada que reformar porque la ley ya contempla cinco años de periodo. Lo dijo a voz en cuello. Le llovieron críticas desde el bando priista por asumirse como “jefe del Congreso y de una mayoría que no tiene”. Lo bueno es que eran especulaciones.
Muy temprano del día siguiente –el miércoles– debió el colmilludo panista azul sopear sus palabras en café ligero para empezar la discusión de la reforma al periodo de gobernador… ¡por dos años!
El presidente del Congreso y amigo cercanísimo del gobernador, César Pacheco, despidió la semana el viernes en larga entrevista con Magaly Gómez y Adrián García, de Radio Universidad, dejando establecido con meridana claridad que una vez transcurrida la reforma a la Ley Orgánica del Congreso, quedará en la mesa de dictámenes la reforma de la Gubernatura a dos años. El señor diputado nada hubiera dicho sin el visto bueno de Palacio.
El juego parece muy sencillo. Son tantísimos los frentes e intereses que debe manejar el duartismo, que ni el escenario convencional de los seis años ni el de los cinco son suficientes para armar el tremendo rompecabezas de la salida y tejer la buena cobija indispensable para después de la salida.
Ya hemos dicho que a estas alturas del sexenio el duartismo conserva leal solo una parte del duartismo, no toda, y que todo lo demás hacia el interior del PRI es contra. Todo. Menos o más, más radical o menos radical, pero todo. Y si bien el gobernador goza de buenas migas con el presidente Peña, también los contras mantienen, no únicamente buena relación con Los Pinos, sino óptima. Y en el altiplano los necesitan a todos, no nomás al gobernador.
La gran ventaja para César Duarte es que todos los contras, por muy contras que sean, no rechazarían una buena negociación con el mandatario para tomar la estafeta de relevo. Así es la política de pragmática por todos los confines de la Tierra y desde el origen de las primeras tribus africanas.
La complicación es que a la inversa no es la misma: el gobernador podría jugar a las apariencias y hasta firmarles con sangre parralense un pacto, pero no con todos negociaría auténticamente. Lo único genuino y real es que el pleito está casado y en el fondo irreconciliable con algunos de los líderes y lideresas priistas. ¿Perdón de Palacio a Marco? ¿Perdón a Lilia? ¿Perdón a Reyes? ¿Perdón a Graciela? ¿Hacia los contras panistas, perdón a Corral? El presidente Peña podría decidirse por alguno o alguna de los tricolores mencionados, y aceptar Duarte la decisión, pero volvemos al tema de la ingenuidad… Todos pisarán sobre hielo frágil y buscarán negociar, sí, pero no con Palacio.
Los precandidatos y precandidatas tricolores no guardan la menor duda de que la intentona de los dos años busca excluirlos o, en el menor de los casos, debilitarlos hacia sus objetivos de convertirse en los nuevos jefes o jefas del Ejecutivo estatal. Esa certeza los obliga a tomar las medidas correspondientes contra semejante amenaza. Ninguno está dispuesto a deshacer la maleta del 2016 para esperar otro viaje.
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De ahí se deriva, entonces, que desde lo más profundo de los sótanos de la intriga surjan escenarios en los que serían más cómodos para Palacio al menos dos panistas que, encantados de la vida, le echarían a Duarte y a su Administración unos buenos cobertores king size San Marcos si obtienen el poder aunque sea por dos años.
El primero de ellos es el hoy candidato a diputado por el sexto distrito, Juan Blanco Zaldívar, que –no debemos olvidarlo– traicionó en el 2010 al candidato del PAN a gobernador, Carlos Borruel, apareciendo radiante en público con el también entonces abanderado, pero del PRI, César Duarte.
Blanco ha mantenido una buena relación con el gobernador a pesar de haber permanecido en la banca desde que dejó la alcaldía de Chihuahua y de haber sido sometido a un largo proceso penal por corrupción. Su ambición le da para cualquier proyecto político.
También aparece el nombre de otro candidato del PAN a diputado, este por el quinto distrito de Delicias: Mario Mata Carrasco. Ha tenido algunas diferencias fuertes con algunos duartistas, pero su padrino César Jáuregui se mantiene en el cariño y estima del gobernador en mayor grado que cualquier otro funcionario de Palacio o diputado local o federal… ¡aunque huela a azufre! Esta relación no es solo familiar, de copita, café y postre, no, también es una relación de dos tiburones políticos que pueden dar cualquier forma a la bola de plastilina en el PRI, el PAN, el PRD, el Verde, el Panal y el PT.
Nunca como ahora las corrientes internas del PRI tienen tanta fuerza fuera de Chihuahua como ahora. Lilia Merodio arrebató la candidatura a senador que Palacio de Gobierno tenía reservada para Enrique Serrano. Reyes Baeza y Víctor Valencia superaron el veto para ocupar las posiciones que ahora mantienen en la Federación. Graciela Ortiz debió recurrir a sus propias capacidades y enlaces con el presidente Peña Nieto para obtener la curul.
Todos ellos, más otros muchos, no han recibido flores de Palacio, por lo tanto Palacio no debe esperar flores de ellos, a menos que alguno o varios se lancen tras la zanahoria de los dos años.
En el proyecto principal del gobernador, el de sus más profundas querencias, sigue estando el alcalde Enrique Serrano, quien sin chistar responde a Duarte que sí a todo. Todo es todo. Quizá el mandatario tuvo grandes esperanzas en su delfín alcalde de Chihuahua, Javier Garfio, pero el políticamente enano no creció; en lugar de ayudar y fortalecer, estorba y hace quedar mal; por lo tanto, sigue en pie nomás Serrano, aunque bastante acotado por la insuficiencia de recursos y una personalidad introvertida, amigable solo entre su círculo personal. Los azares del destino que lo colocaron en la política no le enseñaron cómo desenvolverse entre los políticos ni entre la sociedad.
Pero entre las corrientes priistas y aun panistas existe la coincidencia de que la principal debilidad de Serrano Escobar no es ni siquiera su personalidad, sino el propio gobernador, cuyo costo en el ejercicio de gobierno lo está heredando íntegro al alcalde juarense.
Lo ideal sería no sólo cinco años para Serrano, sino los seis, pero en caso de extrema necesidad pueden también ser los dos para que lave con Cloralex al sexenio duartista y que de ahí en adelante regrese la política estatal a la “normalidad”.
Una decisión de ese tipo no tendría dificultades Palacio para operarla con los partidos de oposición (la de los dos años para Serrano o para el presidente del Supremo Tribunal de Justicia, o para el exalcalde Teto Murguía). Donde sería imposible conseguirlo es justamente entre el propio priismo concentrado en el 2016 y de veto abierto contra Serrano porque, desde su punto de vista, representaría alargar el periodo de Duarte Jáquez, que no les ha permitido ni respirar con tranquilidad.
También ha surgido en este ejercicio de los dos años el nombre del torbellino secretario de Educación, Marcelo González Tachiquín, quien se recuperó muy bien de la caída de la Secretaría Particular, tomó bastante oxígeno en Pensiones y hoy es quien más escenario le pone al gobernador para las fotos y las notas periodísticas.
No ha sondeado Mirone adecuadamente la fuerza del doctor entre las corrientes tricolores más sólidas; en el llamado duartismo de sangre no lo aceptan, de plano, pero es candidato preferente de varios actores de Palacio que le abren cancha y le facilitan el avance, incluida la masonería que está preparándose con todo para asaltar Palacio, y no la masonería infante, la templaria del día a día, sino la que ocupa los grandes espacios de poder público.
Son muchas las piezas, factores y actores que irán siendo desmenuzados para cualquier escenario. En Veracruz y Oaxaca fueron modificados los calendarios electorales en una estrategia autorizada desde Los Pinos. Debe esperarse que esa misma mano intervenga en Chihuahua, pero sea como sea el caso, y venga como venga la estrategia, queda claro que Duarte buscar mantener bien agarrada la sartén por el mango… dos años de una elección o un interinato, o cinco años, o los que sean. Ahora las leyes se reforman con la facilidad que lo requieran los intereses circunstanciales.
Dijo una excelente amiga mironiana: “ojalá pensaran en que lo que se está decidiendo es el futuro de Chihuahua y eso –de los dos años– sería condenar al estado a la incertidumbre cuando más necesitamos crecer en la economía”.
Por lo demás, este tema y otros manejados desde Palacio están consiguiendo sofocar por completo la campaña electoral y a sus candidatos. Prácticamente no existen ni en el mundo mediático.