El Partido Acción Nacional (PAN) está cerrando el 2014 con expectativas de ensueño hacia los pasteles electorales colocados sugestivamente en los dos años próximos.
En la parte inmediata vienen nueve diputaciones federales que de suyo carecen de relevancia numérica y doméstica para las 500 que estarán en juego a nivel nacional en la elección del 2015.
¿Qué dicen para los juarenses los nombres de Luis Murguía, Adriana Fuentes, Ignacio Duarte y Carlos Angulo? ¡Nada! Sus actividades no han ido más allá de sus círculos partidarios o de escuálidos pronunciamientos más perecederos que el vistazo al encabezado de alguna nota periodística ocasional con sus temas. Para los juarenses en general no ha habido un plus en sus vidas con el quehacer legislativo de esos diputados. Al contrario, apenas entraron y permitieron un aumento al IVA de casi el 50 por ciento para la frontera. Eso basta y sobra para convertirse en repelentes.
Entonces la importancia del 2015 es meramente político–electoral. Esa elección es referente obligado para la contienda del 2016 porque sus actores serán los mismos en ambos procesos y porque es año harto trascendente para la vida cotidiana de los chihuahuenses.
Viene el cambio de régimen estatal en el Poder Ejecutivo, de 67 alcaldes, de 67 síndicos, de todos los regidores y de todos los miembros de la Legislatura estatal. De ahí se desprenden otros muchos controles de áreas gubernamentales distintas, entre ellas el Poder Judicial.
En términos llanos y monetarios, estamos hablando de que las diputaciones federales del año entrante implican algo así como 150 mil pesos mensuales que benefician exclusivamente a cada uno de los ganadores de una curul; una bicoca frente a la gubernatura con el manejo de unos 58 mil millones de pesos en promedio.
César Duarte empezó administrando exclusivamente de presupuesto estatal anual cerca de 40 mil millones y es posible que termine arriba de los 60 mil millones de pesos al concluir los seis, más los agregadijos federales “etiquetados”.
Son esas cifras las que hacen lamerse los bigotes a los panistas que, al igual que los priistas, buscan hacer sentir su presencia desde ya para posicionarse con sus equipos el año entrante y llegar al 2016 en adecuada condición física para conseguir ese objetivo.
Hoy nos ocuparemos del PAN; del análisis correspondiente a su optimismo, de los distintos grupos que vienen peleando el control del blanquiazul y de su salud interna. Ello nos llevará a ir midiendo las posibilidades reales que los panistas tienen de regresar a la gubernatura después que la tuvieron con más pena que gloria entre 1992–1998.
Decía Mirone que el 2016 es trascendente para los chihuahuenses porque manejar 60 mil millones de pesos de presupuesto público, originado de la bolsa de todos los contribuyentes, no es cosa simple ni para dejarse al ahí se va.
Estamos hablando de obra pública, escuelas, hospitales, médicos, policías, pavimento, alumbrado, agua potable, saneamiento, drenaje… Esos 60 mil millones, en promedio, cada año deben ir directito a todos esos rubros, no a las bolsas de los funcionarios públicos ni a sus cuentas bancarias.
Si a esa cantidad le pellizcan o le quitan tajadas importantes, el daño es mayúsculo. El solo jineteo de los ingresos representa grandes pérdidas en obras y servicios.
Deben saber muy bien los electores, entonces, a quién quieren como gobernador, como diputados, como alcaldes, etc., estamos más que en tiempo de medir el agua a los camotes sobre las candidaturas que se vayan presentando como alternativas Gobierno. Los errores, lo estamos viendo, salen muy caros.
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Si hablamos de la imagen negativa y los resultados de los sondeos en contra, tanto del Gobierno federal y del Gobierno estatal, en las redes sociales, podemos justificar el optimismo del PAN chihuahuense. Ya podrían los panistas ir adquiriendo los tacuches de gala correspondientes para recibir los mandos de la Cámara de Diputados el año entrante y del gran pastel del 2016. Porras y confeti.
Tenemos que el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, ha obtenido las calificaciones más bajas en la historia de Los Pinos. Ni López Portillo, considerado un saqueador cínico, tocó fondo como lo está sufriendo el marido de La Gaviota.
El tema de Ayotzinapa–Iguala todavía no alcanza su clímax y está impactando ya brutalmente a una Administración federal que parece desconocer qué conducta firme adoptar. Los titubeos son peores que no hacer nada. La opinión internacional, específicamente los medios de comunicación estadounidenses, le tienen el pie en el cuello.
Las consecuencias definitivas todavía son impredecibles en ese tema. El daño es mayúsculo a estas alturas pero puede ser fatal por completo en la medida en que se vaya desentrañando con mayor claridad la forma en que murieron los seis normalistas y la forma en que desaparecieron los otros 43.
Es evidente que la responsabilidad política la comparte el PRD junto con Peña, pero son el presidente y sus funcionarios los responsables de una investigación opaca, torpe, lenta e inverosímil en los escasísimos resultados obtenidos hasta ahora. En esta parte puede aparecer precisamente el extremo de una caída que no sólo contemplaría a Murillo Karam.
Es pues ese un tema delicado que está afectando tremendamente la imagen del presidente y a todo lo que le rodea, incluida la marca PRI para efectos electorales; pero cierra la pinza con efectos devastadores la corrupción dentro del régimen federal, en particular la cometida por el mismísimo presidente Peña en la adquisición de las mansiones para su esposa.
Los argumentos de defensa han sido escasos, pobres e inoportunos, ahora incluido el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, con una residencia adquirida a los mismos inmobiliarios de la primera dama. La confianza de todos es ellos es inaudita. Quizá sigan creyendo que no pasa nada; despegados de la realidad.
El PAN en ese escenario ya observa que tiene en sus manos el control de la Cámara Baja del Congreso de la Unión el año entrante. Cualquier buen partido podría tener esa certeza.
En Chihuahua el panismo suma en su favor la problemática del peñanietismo al desgaste sufrido por el régimen priista de César Duarte Jáquez, quien en público ha confesado su angustia por el cuestionamiento generalizado a su Administración en temas como la deuda pública y las denuncias interpuestas en su contra.
A eso deben incluirse los severos trastornos internos que sufre el partido en el poder. No son desconocidos: Palacio decidió jugar con su propio equipo y dejó fuera de la repartición al resto de las corrientes tricolores.
La confrontación es encarnizada entre el duartismo y el reyesbaecismo. En esa guerra no hay tregua. En algunas ocasiones las diferencias salen a flote, pero es permanente el golpeteo bajo la superficie. Llevan peleando varios años precisamente por el 2016.
Otros personajes con alta influencia dentro del priismo han exhibido sus fuertes desavenencias con Palacio. La senadora Lilia Merodio Reza es una; también lo es la ex dirigente del sector femenil del PRI, Teporaca Romero, o el ex dirigente del PRI municipal en la ciudad de Chihuahua, Fermín Ordóñez. Los escenarios se repiten en gran parte del estado. Juárez está prendido con alfileres. “Teto” Murguía mantiene férreamente gran parte de la estructura territorial y el baecismo tiene también lo suyo en esta frontera.
Por esas y muchas otras razones pareciera la mesa servida para los panistas. Su optimismo desbordante tiene sentido bajo esos argumentos.
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“La situación que vive el partido en nuestra entidad es muy compleja. Para mucha gente que antes nos apoyaba, el panorama es decepcionante, y para otros que reconocemos y admitimos esa complejidad, lo vemos como oportunidad. El problema es que a veces gana el desánimo de los más que no participan, y las cosas terminan resolviéndose entre un universo menor que, además, se desgaja en intereses de grupo , necesidades personales, traiciones miedos y mezquindades”.
Con esa radiografía interna contundente hacía campaña el senador Javier Corral a favor del juarense Ramón Galindo Noriega. Lo apoyaba en la disputa por la dirigencia estatal de su partido, que terminó en manos de Mario Vázquez Robles, irónicamente con el propio voto de Corral en una segunda ronda.
El problema del PAN es el propio PAN. Corral, sentado hoy en una curul del Senado por un controvertido decreto judicial cabildeado en niveles insospechados y por personajes insospechados, ha formado parte y ha instigado sonorosos conflictos internos que han repercutido negativamente en las competencias constitucionales.
Votó por Vázquez, pero obligado por las circunstancias y como el mal menor porque su candidato Galindo quedó fuera en la primera ronda. La epístola no le alcanzó para disuadir a los delegados panistas de dar su voto al juarense: “estoy convencido que, a nivel estatal, debe haber una renovación de la dirigencia y no la reelección de Mario Vázquez”, dijo en aquella ocasión.
La falta de calidad moral del PRI para atraer electores en su favor ha sido más que expuesta, pero quienes abanderen al PAN tampoco pueden llegar ante los ciudadanos montados en la ola de la pulcritud, la ética y la decencia.
En palabras del propio Corral, los chihuahuenses deberán pensarla dos veces antes de obsequiar su voto a los panistas:
“Los grupos internos en el partido lo dividen y con frecuencia son importante causa de derrotas electorales. Estos grupos han provocado prácticas deleznables, voto corporativo, afiliación por interés y sin convicción ciudadana, alteración de padrones, acarreos masivos y fraude electoral. Toda esta cauda de desviaciones ha ocasionado el desprestigio del partido y la decepción de la gente. Lo más lamentable en este panorama es la discordia interna provocada por los mismos dirigentes, como la que ahora lleva a cabo el propio dirigente estatal Mario Vázquez”.
Objetivamente no puede creerse que el PAN, definido así por un panista con el poder y la influencia de Corral, pueda recibir el beneficio de la duda del electorado. Menos aún cuando su análisis ciertamente forma parte de la realidad que sufre el panismo chihuahuense ante los chihuahuenses en general, sólo que también el legislador está incluido en esa radiografía como célula de una de las facciones internas, obviamente no la de Mario Vázquez.
Las diferencias entre ambos siguen latentes. La semana pasada presentó su segundo informe Corral en esta ciudad. No asistió su dirigente estatal por “problemas de agenda” pero sí estuvo el dirigente estatal de Morena, Víctor Quintana, quien frecuentemente aparece en público hombro a hombro con el senador Corral.
En aquel discurso memorable consideró importante el senador azul analizar “aquellas conductas torcidas por la mera ambición personal o los intereses de facción, que han llevado a varios incluso a acciones de componenda o combinación con nuestros mismos adversarios”. Lo que en otros es pecado, debe ser considerado virtud en Corral, ¿o Morena no es adversario del PAN? Es pregunta para fortalecer el análisis.
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La fotografía completa del Partido Acción Nacional (PAN) en el estado está conformada, además, con un Javier Corral buscando la candidatura a gobernador, un Mario Vázquez también apoyando la misma nominación a favor del ex alcalde de Delicias, Mario Mata, en un compromiso asumido por el estratega en turno del blanquiazul, César Jáuregui Moreno; con un Gustavo Madero que dirige al PAN nacional pero que tiene toda su atención puesta en el estado; con un Juan Blanco, ex alcalde de Chihuas capital, dispuesto a recuperar espacios en su partido, incluida la misma candidatura a gobernador.
Entre ellos la amalgama de intereses se amplía a fuertes liderazgos como Ramón Galindo, Cruz Pérez Cuéllar, Hiram Contreras, el Dhiac–Yunque (Teresa Ortuño, Arturo García Portillo, Eduardo Fernández, Juan Antonio González, Sergio Madero, Jorge Espinoza), María Antonieta Pérez, Francisco Barrio, Salvador Beltrán del Río, Arturo Zubía, Inés Martínez, Beto Pérez, Heliodoro Juárez, Carlos Aguilar Camargo…
Las guerras entre facciones son a muerte. A diferencia del PRI que tradicionalmente preserva la unidad interna sobre diferencias hasta irreconciliables, en el PAN los conflictos se buscan solucionar con la expulsión. En ese terreno ha sido expulsado por un año precisamente Pérez Cuéllar, pesadilla gastrointestinal de Corral y Vázquez.
Todos los mencionados participan con ímpetu enorme en los proceso internos de selección de candidatos pero todos se alejan del ganador en las campañas constitucionales.
Ocurrió en 1998 con el barrismo –la familia feliz, se le llamaba entonces– que se desactivó frente a la obtención de la candidatura de Ramón Galindo aliado con el Yunque; ocurrió en el 2004 cuando el candidato fue un solitario Javier Corral; y ocurrió en el 2010 cuando el Dhiac–Yunque de Carlos Borruel entró en diferencias con su propia cofradía y con Juan Blanco, cuya furia la tradujo en respaldo público y sin tapujos al entonces candidato del PRI, César Duarte.
Esa propensión a la discordia interna, a la guerra fratricida y a la violencia doméstica de tercer nivel, mantienen al blanquiazul altamente vulnerable frente a un PRI fogueado en ganar elecciones a pesar de la corrupción, la mala imagen y la pésima administración de los asuntos públicos.
Insiste Mirone, el PAN desborda optimismo con las actuales dolencias de los gobernantes priistas, pero el análisis de sus propias circunstancias conduce a asegurar que la debilidad tricolor no será su vía para retomar el poder tanto por sus conflictos internos como por la radiografía puntualmente elaborada por su ícono en eso de la retórica, Javier Corral. La verdad ahí está.
Don Mirone