La visita de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a Ciudad Juárez –el viernes pasado– no tuvo otro objetivo que darle el espaldarazo y apoyo a Juan Carlos Loera como su candidato a la gubernatura de Chihuahua. La evaluación de programas para el Bienestar fue una buena excusa, pero se trató de una visita más importante que cualquier otra pantalla.
Antes del evento oficial con Javier Corral y el alcalde local, el presidente López Obrador dialogó un par de veces con Juan Carlos Loera. En un nivel super top secret formato película, sin cámaras ni chismosos merodeando, hablaron a bordo de la Suburban que se abría paso por las ruinas de la Tecnológico durante el traslado del presidente, y más tarde en un salón privado de las instalaciones del Tec de Juárez, donde se realizó el evento.
En esta última visita López Obrador hizo repaso de la inacabable crisis migratoria y de los programas sociales con la entrega de becas y ayuda a grupos vulnerables, mientras el secretario federal de Bienestar Javier May miraba atentamente. AMLO le tendió la mano a Corral y restableció la relación entre el Estado y la Federación con un guiño al gobernador y los puños chocando en formato pandémico. Corral, habituado a la pirotecnia y sus tecnologías explosivas de fuegos artificiales (y artificiosos), tuvo que bajarle tres rayitas a la confrontación y sonreírle plácidamente al presidente, y todo sin quitarse el cubrebocas, mientras confirmaba, quizá con sentimientos encontrados, que la coordinación de seguridad sería restablecida a la brevedad después de aquella expulsión de Juan Carlos de las reuniones de la Mesa para la Construcción de la Paz.
El respaldo del propio López Obrador a la candidatura de Loera lo consagró como el gran ganador de la jornada presidencial, un buen arranque de campaña para su gente. El discurso del presidente tuvo tono juarense, alejado de la lentitud pasmosa de las conferencias mañaneras. Con un claro fraseo y fuerte contenido, AMLO reconoció: “Podemos tener diferencias, esto es consustancial a la democracia, siempre será aburrido que pensemos igual todos. Sería muy aburrida la vida si solo existiese el pensamiento único y no pensáramos distinto. La democracia es pluralidad, diversidad, respeto a las libertades”. Remató afirmando que “al margen de esas diferencias, como autoridades tenemos la responsabilidad de trabajar en beneficio del pueblo, y en aras de eso vamos a continuar trabajando juntos. Eso es lo que vengo a ofrecer a Chihuahua”. ¿Qué más puede pedir un candidato a las puertas del arranque de su campaña?
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Estar ubicado en la primera fila de las encuestas es un excelente material de comunicación estratégica para el arranque de la campaña electoral 2021. Mirone no hace pronósticos (aunque a veces le haga al brujo), pero el que está adelante cuando empieza la carrera puede parecer Usain Bolt en esos metros iniciales de la campaña.
Consulta Mitofsky lanzó un estudio reciente de opinión electoral en el municipio de Chihuahua que deja al panismo pariendo chayotes. A la pregunta de “¿si hoy fueran las elecciones por cuál partido o candidato votaría?”, los dos candidatos punteros quedan apretujados con un empate técnico en la puerta de salida, porque los tocayos Quezada y Bonilla no se sacan entre sí un pelo de ventaja. Marco Quezada arranca con el 28.4 por ciento y Marco Bonilla con el 29.4 por ciento, apenas un punto de diferencia.
Pero la pesadilla panista apenas comienza, porque cuando le preguntan a los ciudadanos de la capirucha por “los atributos” de los candidatos, Quezada supera al panista Bonilla en 13 de 14 de estos atributos personales, una verdadera paliza. Con semejantes diferencias es muy posible que Quezada siga aumentando de peso y Bonilla parezca que le entró a una dieta cetogénica. Mitofsky también consultó quién conoce a los candidatos, un rubro donde Quezada anda en el 60 por ciento ante un Bonilla mucho más abajo, tanto que hasta Miguel Riggs, el panista que vive en la cuadra de MC, lo supera. Eso duele en los huesos en pleno verano.
Marco Quezada empatiza con los electores chihuahuitas, suma apoyos en sectores cercanos al panismo y tiene experiencia en conquistar las colonias populares. Con ese capital político le suma unos buenos guantes a la marca Morena para pelear la capital y poner a Loera en el palacio chihuahuita. Los datos están frescos y la campaña todavía está muy verde, pero en el arrancadero capitalino Quezada está un centímetro más adelante.
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Estos datos de la capital le interesan a Mirone porque le dan alimento para algunas interesantes reflexiones que le encanta compartir con sus distinguidos lectores. En Chihuahua capital votan 350 mil ciudadanos, con el PRI y la chiquillada ocupando el 20 por ciento. El 80 por ciento restante queda para el PAN y Morena, unos 140 mil votos en promedio para cada uno, esto suponiendo que la disputa siga tan pareja como empieza ahora. Con esos números la fortaleza capitalina del panismo entraría en riesgo y la carrera se le pondría complicada a Maru, que en 2018 aventajó a Morena por 100 mil votos. Necesita repetir algo así para entrar en palacio, con números empujando para arriba.
Sin embargo, no se pueden descartar ciertos escenarios. Por ejemplo, uno parecido al de 1992, cuando el PAN de Pancho Barrio ganó la gubernatura, pero el PRI de Patricio Martínez ganó la capital. O como sucedió en 2004, cuando el PRI de Reyes Baeza ganó la gubernatura, pero el PAN de Carlos Borruel se quedó con la capital. Estos escenarios cruzados podrían resultar de lo más normales en contiendas tan revueltas.
También resulta muy importante no perder de vista que los partidos, los candidatos y las empresas consultoras huelen las cosas de una manera diferente, muchas veces lejos del gusto y sabor que siente y vive la gente en la calle. En el inicio de la campaña, el lenguaje verbal y no verbal de los ciudadanos de la capital, de Juárez y de las otras ciudades más pobladas del estado como Parral, Delicias o Cuauhtémoc, está poco entrenado. Las respuestas dibujan un escenario incierto y confuso, con encuestas que entregan resultados de quiénes están en la primera fila de la carrera, cuando la competencia todavía no empezó.
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Mirone hace un ejercicio de prospectiva cautelosa estudiando las encuestas. En Cuauhtémoc la morenista Lupita Pérez Domínguez se quedaría con las manzanas en la canasta y el PAN cosecharía un lejano segundo lugar. En la capital del mundo todo el mineral sería para el priista Miguel Jurado, que sorpresivamente domaría al caballito del Caballo y dejaría al PAN sollozando una modesta medalla de bronce. Según este panorama las ciudades del interior, cuando se ponen a peso las calabazas, inclinan la línea de salida a favor del PRI y de Morena.
En Juárez, la tierra de El Dorado, el asunto parece claro, porque las encuestas indican que Morena arranca en primera línea con una ventaja de 2 a 1 respecto al PAN, con Cruz Pérez Cuéllar llevándose 160 mil votos y González Mocken arañando los 100 mil. Si trasladamos estos datos a todo el estado, se nos viene encima una elección polarizada y competitiva, con los grandes jugadores empujándose desde la línea de salida.
La encuesta estatal de Arias Consultores confirma los datos de Mitofsky para todo el estado con una ventaja de 3 puntos a favor de Maru sobre Loera o del PAN sobre Morena. Esos 3 puntos representan unos 30 mil votos, una pequeña diferencia que puede cambiar en la campaña, más aún a favor de la polarización y el infarto. Aunque algunos dicen que Maru Campos llegó a su techo y no avanzará sin una jugada espectacular, Mirone explica que ese techo es el piso, que está en la línea de salida de esta competencia y debe conquistar terrenos nuevos, como en cualquier campaña.
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La búsqueda por conformar el mejor equipo de candidatos hace que cada partido tenga estructuras débiles y pertenencias cambiantes que aspiran a un buen resultado, pero no construyen un buen proyecto político. Por eso encontramos perredistas que terminan como aliados del PAN, verdes que cambian su alianza con el tricolor o con el partido guinda. Hasta somos testigos de una impensable coalición de los dos archienemigos de siempre, PAN y PRI, unidos en un mismo interés electoral. Si los grandes fundadores Plutarco Elías Calles y Manuel Gómez Morín resucitaran, volverían a enterrarse a toda velocidad ante semejante despropósito.
Hace un par de semanas comenzó el rumor que se confirmó hace unos días como uno de los “chapulineos” más dolorosos que sufrió el PRI en los últimos años. Adriana Terrazas Porras, exsenadora, exdiputada federal y exdirigente del partido a nivel municipal, pegó el gran salto y aterrizó en Morena confirmando la descomposición que desguaza al tricolor, convertido ahora en un zombie fantasmagórico que, en lugar de asustar, da pena.
Mirone ya dijo que el destape de la maestra Terrazas reventó el sismógrafo en plena antesala del inicio de las campañas políticas. Es que la excoordinadora de campaña de Enrique Serrano se queda con lo mejor que supo hacer en el PRI: la organización de la estructura territorial y la movilización de la militancia a través de representantes generales de partido, seccionales, jefes de manzana, etc. Morena le echó el ojo y le abrió las puertas logrando que Terrazas deje sin remordimientos el PRI después de haber saboreado largamente la cuchara grande en el otrora imbatible partidazo.
Semejante golpe seco tendrá un impacto en la campaña política de su tocaya Adriana Fuentes, que necesita una remontada brava contra el PAN y Morena si quiere ganar la presidencia municipal. Terrazas Porras le comunicó su renuncia personalmente por teléfono, escuchando del otro lado los reproches de la empresaria juarense y accionista del Grupo Imperial. Mirone sabe que la eficiente operadora de esta jugada quirúrgica fue la neomorenista Mayra Chávez, exdiputada local priista y exdirigente del Comité Municipal del PRI. Aunque su carrera tiene grandes deudas con Terrazas, hay que reconocerle que la política suele estar muy llena de aliados, pero muy vacía de socios.
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Morena tiene un dilema bastante grande después de aquella gloriosa irrupción que arrasó en las elecciones de 2018 gracias al huracán obradorista. El problema es que el partido mantiene las preferencias ciudadanas a la hora del voto, pero hay fuertes indicios de desencanto y enojo ciudadano, poniendo en riesgo de muerte súbita el control del Congreso federal para el próximo 6 de junio, el lugar donde radica el verdadero interés de Morena y del presidente sobre estos comicios. Si el Congreso se le va de las manos, el presidente teme con razón que el resto del sexenio resulte ingobernable, con una Cámara de Diputados que no tome en cuenta los designios del jefe del Ejecutivo. Quizá esto lo obligaría a intentar gobernar a decretazos.
Las jugadas de ajedrez que desarrolla la dirigencia nacional de Morena a la hora de postular candidatos externos extraídos de perfiles panistas, priistas e independientes, exponen la decisión de acumular votos en la mayoría de los 300 distritos electorales federales, cuatro de ellos en Juárez, y llevarse en la mochila una tajada de las 200 diputaciones pluris en juego.
Con la llegada de los contingentes “arribistas” varias tribus históricas quedaron arrinconadas, dolidas y enfurecidas, esperando la oportunidad de ganarse una merecida candidatura que al final le regalaron a personajes como Adriana Terrazas, Armando Cabada, Marco Quezada, María Antonieta Pérez y muchos otros. Tironeados entre la lealtad partidaria y la adhesión a los principios, se desconoce la futura reacción de estos militantes en el transcurso de la campaña electoral.