El activismo político partidista del gobernador electo, Javier Corral Jurado, en la Ciudad de México está generando suspicacias acá en el terruño.
Miles de ciudadanos que votaron por el panista el pasado 5 de junio no alcanzan a comprender su afán de mantenerse vigente en el Altiplano, cuando tiene el enorme reto de hacer efectivo el cambio y satisfacer las grandes expectativas generadas en campaña.
Desde que recibió su constancia de gobernador electo Corral ha pasado gran parte de su tiempo en la Ciudad de México, ya reuniéndose con los “intelectuales” de Porfirio Muñoz Ledo y Jorge Castañeda, ya con empresarios, ya con los fundadores del ADN azul, ya lanzando serias advertencias contra el sistema bancario nacional por si le prestan dinero a la administración duartista.
El grueso de los gobernadores –fue el caso de César Duarte– creen indispensable dedicar de dos a tres días de la semana al cabildeo y la grilla nacional, con el pretexto de empujar los proyectos de sus respectivos gobiernos en el centro de las decisiones políticas del país.
Por las vísperas, pareciera que el próximo mandatario de Chihuahua va por la misma senda. Sabe que de allá salen las grandes decisiones para el resto del país. De allá salió la senaduría que ostentó en calidad de titular hasta este año y de allá surgió su candidatura a gobernador, desde la cúpula blanquiazul.
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Entre días de descanso para reponer energías tras el desgaste físico de la campaña y los viajes a la Ciudad de México, donde viene atendiendo una agenda de entrevistas con medios de comunicación, asuntos de partido y algunas reuniones con grupos empresariales, Corral Jurado ha permanecido poco tiempo en la entidad que gobernará dentro de 90 días.
Ya designó el equipo de transición que se está haciendo cargo del proceso de entrega–recepción; con ellos y un grupo de académicos e intelectuales de reconocido prestigio nacional, así como exgobernadores del PAN en otras entidades, Corral ha sostenido dos reuniones de trabajo para ir perfilando las políticas públicas que le cambiarían el rostro al Gobierno que arrancará el 4 de octubre.
Hasta hoy, la idea corralista de lo que será su administración únicamente está delineada a grandes trazos en la Plataforma de Gobierno de la Alianza Ciudadana por Chihuahua, presentada a mediados de mayo, en pleno fragor de la campaña electoral.
Ese documento es de los obligados para los partidos políticos en el momento de designar candidatos ante las autoridades electorales correspondientes. Es de rigor, aunque bastante genérico y de cumplimiento no obligatorio una vez obtenido el poder.
Algunos otros visos los dio en su discurso en la plaza pública, frente a Palacio, inmediatamente después de recibir la constancia de mayoría que lo acredita como gobernador electo, donde apuntó que el próximo Gobierno dará prioridad a la atención de los que menos tienen, será austero y dará un combate frontal a la corrupción y la impunidad.
Por los personajes incluidos en el equipo de transición estaría enfilado hacia ese objetivo; sin embargo, con la situación de estrechez presupuestal y la carga financiera que representa la deuda estatal, conseguir ese fin se antoja una tarea de titanes. Demanda concentración total de los integrantes del equipo de transición y del próximo titular del Ejecutivo del Estado.
Por eso el recelo de militantes del PAN y de amplias capas de ciudadanos ante la promoción corralista de la Segunda Asamblea del Movimiento Acción Democrática Nacional (ADN) que él presidió en la Ciudad de México, el viernes, junto con varios exgobernadores panistas.
Javier Corral fue el principal orador de la Asamblea Deliberativa de ADN, en su calidad de presidente del movimiento, iniciado por él hace un año, cuando decidió buscar la Presidencia Nacional del PAN, frente al actual dirigente, Ricardo Anaya. Desde esa plataforma partidista pidió a sus correligionarios hacer una lectura correcta de los triunfos logrados en el país el pasado 5 de junio y se dijo convencido que magnificarlos puede llevarlos a cometer errores.
Los medios de comunicación que cubrieron el evento consignaron el discurso corralista, en el que de cara a las elecciones estatales del próximo año en entidades como Nayarit, Estado de México, Coahuila, las presidenciales del 2018 y el inicio de los siete gobiernos que encabezará el PAN, precisó que una lectura equivocada de la victoria ciudadana puede llevarlos a fallar en el cumplimiento de las metas e insistió en el compromiso de hacer gestiones ejemplares.
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De los gobernadores electos del PAN Corral fue el único que asistió a la Asamblea de ADN, pero parecía hablar a nombre de todos al exponer que si el PRI no aprende la lección de junio y opta por la revancha deberá asumir las consecuencias, pero el PAN no se puede dar el lujo de fallar ni dejar pasar la segunda oportunidad que le dio la ciudadanía.
En esta ocasión no fue Corral el encargado de aventarle cacayacas al dirigente nacional del PAN, Ricardo Anaya, ante su promoción como posible precandidato del blanquiazul a la Presidencia de la República.
La estafeta la tomó el exgobernador de Nuevo León, Fernando González Clariond. Dejó clara la oposición interna a la idea de que el presidente del comité ejecutivo tenga esa doble condición, por el trabajo y concentración que demandan ambas posiciones.
¡¿Corral aspira a la Presidencia de la República?!, se preguntaron incrédulos más de tres encumbrados políticos del PAN, apenas conocieron el activismo del gobernador electo en la política partidistas y sus andanzas por el Altiplano.
Prestos, agarraron sus teléfonos inteligentes para mandar mensajes de Whatsapp, Telegram, mails y telefonazos entre los grupos panistas, siempre dispuestos al canibalismo interno. De ahí salieron disparados más mensajes a las columnas políticas de los medios locales.
Si bien el propio gobernador electo, Javier Corral, aclaró ante los medios de comunicación de tierras chilangas que los integrantes de ese movimiento “estamos fuera de las precandidaturas presidenciales, nuestra preocupación fundamental es el partido y el momento de enorme oportunidad que tenemos para hacer modelos ejemplares de gobiernos locales”, eso no aplacó las especulaciones en la entidad que deberá dirigir en 90 días.
De por sí el PAN es una hervidero de grillos, listos para brincar al primer movimiento, por la posibilidad de agarrar hueso en el próximo cambio de Gobierno estatal, los principales ayuntamientos y el Congreso del Estado, el chirrido subió a nivel de estruendo con la plataforma ADN relanzada por Corral.
No alcanzan a comprender el empeño del juarense por andar como ajonjolí de todos los moles, cuando acá le falta integrar gabinete –una de sus promesas de campaña fue consultar los nombramientos con los sectores y nombrar los mejores–, arrastrar el lápiz para elaborar el Plan de Desarrollo, entrar en firme a la reducción del aparato de gobierno antes de iniciar la administración y aterrizar al equipo de transición.
Eso sin contar otras promesas de campaña, como la de incluir en el Gobierno a los más capacitados, transparentar y democratizar la toma de decisiones, transformar el sistema de partidos y proponer una reforma integral a la Constitución del Estado, todo en un plazo que no va más allá de 18 meses y, para acabalarla, con una bancada de diputados panistas sin experiencia.
El reto es monumental; sí es cierto lo que el propio gobernador electo fue a decir a la asamblea de ADN: están obligados a ser modelos ejemplares de gobierno. Si quiere lograrlo deberá aplicar un dicho ranchero de los que conoce al dedillo, “no se puede chiflar y comer pinole” ni el repetido líneas antes: tampoco se puede convertir en ajonjolí de todos los moles. La agonizante administración estatal sirve como botón de muestra. Más cambio no pudo recibir.
Don Mirone