La noche del 19 de abril de 2020, el esposo de María Pilar Domínguez Soto, Gerardo Miranda Rodríguez, fue a comprar hamburguesas y ya no regresó.
“Yo estaba embarazada y a él le daban los antojos, y salió a comprar las hamburguesas, y ya no regresó”, contó la mujer, que hoy tiene 33 años, dos hijos y un marido sin enterrar.
El hombre fue asesinado y su cuerpo localizado en el ejido Loma Blanca. Fue una muerte violenta.

Ella vivía entonces en Vistas de Zaragoza, por la zona de Riberas 9, y ahora radica con sus papás en la colonia Guadalajara Izquierda, quienes le ayudan a cuidar a su hija de 10 años y a su hijo de 5.
Incluso puso un reporte de desaparición y la Fiscalía emitió una alerta Amber de búsqueda, en donde se difundió el retrato de Gerardo.
La ficha de Fiscalía decía que se le había visto por última vez a las 19:00 horas del 19 de abril, vistiendo un pantalón de mezclilla y una camiseta negra.
Después, los agentes ministeriales localizaron el cuerpo en el mencionado ejido de la zona del Valle de Juárez, con claras señas de violencia.
El acta de defunción estableció como causa de muerte traumatismo craneoencefálico y golpes contusos; por eso se determinó que tenía que ser inhumado, pero la funeraria tomó otro camino.
El “cuento” de la cremación en EU
Le dijeron a Pilar que supuestamente habían movido el cuerpo a Nuevo México para incinerarlo allá y brincarse así la legislación mexicana.
Pero ese cuento ella no se lo puede creer. Su marido no tenía visa, así que no pudieron haberlo cruzado a Estados Unidos, recordó Pilar al momento de contar su historia este viernes 1º de agosto.
La única certeza que tuvo –dijo– es que ella pudo ver el cuerpo en la funeraria que le dio el servicio, que en ese tiempo se llamaba Paraíso. Lo identificó por los tatuajes: en el brazo izquierdo la leyenda CONY, en la pantorrilla la leyenda GERARDO, una calavera, un hongo, un signo de carta, y en el tobillo otro con las letras GP.
Cenizas que no convencen
Fue un golpe duro para ella perder a su pareja, porque además estaba embarazada de su segundo hijo. Ahora le dieron otro golpe que la está consumiendo. Después de cinco años, nadie sabe decirle dónde quedó el cuerpo de su esposo.
La funeraria cambió de dueño y de nombre. Ahora se llama Amor Eterno, y aunque sigue estando en la avenida Insurgentes, nadie tiene información.
“La duda que tengo yo es de las cenizas, porque yo abrí la urna y parecen cemento”, relató.
Por el servicio funerario y la supuesta cremación le cobraron 19 mil pesos.
Hace dos semanas decidió denunciar su caso ante la Fiscalía y ahí le dijeron que van a investigar dónde quedó el cuerpo.
“Yo solo quiero saber dónde quedó, porque mi cabeza piensa tantas cosas… hasta que a lo mejor se lo dieron a otra persona”, expresó.
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