Cientos de personas llegaron este fin de semana a la Parroquia Corpus Christi, ubicada en el norponiente de esta frontera, en ocasión de recordar a sus muertos, para quienes colocaron altares dentro de la iglesia y en la pared; además, colocaron una cartulina con un mensaje acerca de la justicia social.
Mujeres y hombres hinchaban sus gargantas entonando “ven con nosotros a caminar, Santa María ven”, mientras los niños que cumplían años se acercaban al altar a recibir una salpicada de agua bendita.

Al fondo del salón, ofrendas de colores enmarcaron el momento, con platos de comida, fruta, papel picado, veladoras encendidas y flores de cempasúchil.
También había fotos de personas migrantes que fallecieron antes o después de cruzar la frontera, mal atendidos en centros de detención de la Patrulla Fronteriza, según relatan las crónicas periodísticas que contaron sus casos.
Otros retratos eran de personas que murieron a balazos, víctimas de la violencia rampante del norponiente de Juárez.
Al verlos de cerca parecía que asomaban sus rostros desde el papel fotográfico, para decirle a sus ejecutores, fallaste, sigo viviendo en otra vida a pesar de tus malas intenciones.
Ahí estaban, entre otros, los retratos de Darlyn Cristabel Córdova Valle, niña salvadoreña que murió bajo custodia del gobierno de los Estados Unidos en 2019; de Carlos Gregorio Hernández Vázquez, guatemalteco fallecido el mismo año, en un refugio de la patrulla Fronteriza; y de la niña Mariee Juárez, también de Guatemala, que falleció en un hospital de Filadelfia, después de haber enfermado en un centro de detención estadounidense.

“Como pastor, como sacerdote, yo siempre quiero integrar con esta fiesta de los fieles difuntos, la fiesta de todos los santos, porque antes de ser un fiel difunto, cada cristiano está llamado por el bautismo a ser santo”, comentó el padre William Morton, conocido en la comunidad como el padre Memo.
“El mundo en que estamos viviendo -agregó- necesita muchos santos y debemos aprender que la fe, no es solo para tener devociones privadas, sino que hay que ir a la comunidad para servir a los demás y dar testimonio con obras -no solo con palabras- a los que están sufriendo, los vulnerables, los pobres, las víctimas de la violencia”.
El clérigo enfatizó que la tradición del Día de los Muertos, no existe en otros países, solo en México.
“En Estados Unidos no tenemos algo parecido”, indicó.
Dentro de la cultura mexicana -explicó- hay un sentido de cercanía con la muerte, que conlleva a que no se le tenga miedo a ese momento de la vida del ser humano.
Lo más significativo, dijo, es como se manifestó la fe de la comunidad, al acudir la noche del sábado y la mañana del domingo, y llenar el templo “para rezar por los fieles difuntos”.
Planteó como algo indispensable levantar la voy profética y decir al que sufre: Dios está aquí, usted no está solo.
Los oídos que escuchaban al religioso, eran los mismos que hace no muchas semanas oyeron las detonaciones que privaron de la vida a cuatro jóvenes, apenas a unas calles de la parroquia, sobre la calle Cangrejo.
“Cuando usted tiene una balacera en la mera calle -recordó el sacerdote sobre ese hecho violento- en un lado de la iglesia, usted está en un lugar muy peligroso”.
“Hay mucho desorden aquí y mucha necesidad de Cristo”, remarcó.

Culto a la muerte incluye danzas y mariachis
Aquí la muerte no se mira como un tabú o algo de lo que no se pueda hablar, dijo el cura, mientras en otros recintos, no muy lejos de ahí, una calavera vestida en túnica negra era venerada por otro sector de la misma comunidad.
Frente a dos altares, uno en una casa de las calles Rancho Anapra y Orfio, y otro en una caseta a la orilla del periférico Camino Real, seguidores de la santa muerte, realizaron danzas y llevaron mariachis, además de celebrar liturgias en las que se incluyen elementos católicos y cristianos.
A lo lejos, los danzantes llamaban la atención por sus atuendos negros, contrastantes con el colorido que suelen usar otros devotos, cuando hacen retumbar el suelo fronterizo en las fiestas patronales de San Lorenzo.
La actividad en ambos puntos empezó desde las primeras horas del domingo y terminó ya entrada la noche. No se trataba de algo macabro o con intensiones oscuras, pero era inevitable sentir algo de escalofrío al ver esas imágenes en medio de la noche.
Sobre el Camino Real decenas de carros se estacionaron a un costado de la caseta, repleta de figuras de calaveras y globos blancos y amarillos.

En la esquina de la calle Orfio, sobre el techo de una casa, pusieron un esqueleto sentado en una silla, con un sombrero en el cráneo y una túnica oscura sobre los hombros, o mejor dicho, sobre clavícula y omóplato. Es lo primero que vieron quienes todavía hoy lunes, seguían deteniéndose a rendirle culto.
Más allá de las distintas formas de profesar la fe, en todas las manifestaciones que se observaron este fin de semana en la colonia Rancho Anapra, el elemento cristiano fue un denominador común.
“Jesús está en la calle, reconciliando personas que están lejos uno de otro, o salvando a la mujer prostituta sorprendida en adulterio diciendo: si usted no tiene pecados, tire la piedra, interviniendo siempre por las cosas de la comunidad”, dijo al final de una breve entrevista el padre Memo.
A pesar de que las fechas ya pasaron, el olor a cempasúchil en la iglesia no se había extinguido, como tampoco las flamas de las velas, en el Camino Real.
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