Tras cada tormenta, funcionarios y políticos llegan al poniente con cámaras y despensas, se toman la foto, pero la infraestructura nunca cambia, esa sigue igual de vulnerable desde hace décadas
Francisco Luján | 25 noviembre, 2025
El ritual tras cada aguacero. En el poniente de Ciudad Juárez, cada tormenta se vive como una tragedia anunciada. Los arroyos se desbordan, las calles se convierten en ríos, las casas se llenan de lodo y los vecinos pasan la noche en vela para evitar que la corriente se lleve a los suyos.
La mañana siguiente es igual de predecible: funcionarios y políticos recorren las colonias, reparten despensas y cobijas, lanzan promesas y se dejan fotografiar. Las imágenes circulan en redes sociales como prueba de que “están cerca de la gente”. Después, desaparecen hasta el siguiente temporal.
El poniente nació del abandono institucional. Desde los años cuarenta, familias de escasos recursos se asentaron en terrenos inseguros, en los márgenes de los arroyos y en las laderas de la Sierra de Juárez. Levantaron sus viviendas con los materiales que tenían a la mano.
El Municipio, incapaz de ofrecer alternativas, toleró esos asentamientos y facilitó predios irregulares. Así surgieron colonias como la Fronteriza Baja, Felipe Ángeles y la Plutarco Elías Calles, que desde su origen quedaron expuestas a las corrientes pluviales.
Las consecuencias han sido fatales. En el 2000, un camión de transporte público fue arrastrado por el antiguo Arroyo Colorado: veinte personas murieron ahogadas. En 2006, las lluvias cobraron la vida de cuatro personas, entre ellas un niño de 13 años. A partir de esa tragedia se elaboraron diagnósticos técnicos y se instalaron consejos pluviales que pronto quedaron en el olvido.
Cada temporada de lluvias revive esa deuda histórica: diagnósticos que nunca se ejecutan, obras que nunca llegan y familias que pagan con su patrimonio y su vida los costos de la omisión política.
La tormenta de 2025
El 24 y 25 de junio de 2025, Juárez padeció una de las lluvias más intensas en décadas. En menos de una hora, cayeron 231 litros de agua por metro cuadrado en la Sierra de Juárez.
El saldo fue devastador: 350 viviendas dañadas, de las cuales 103 familias requieren reubicación urgente y 64 fueron catalogadas con daños estructurales. Una persona murió en La Chaveña, cuando el techo bajo el que buscaba refugio se derrumbó sobre ella.
La colonia más golpeada fue la Fronteriza Baja, seguida por la Felipe Ángeles y la Plutarco Elías Calles. El dique de La Montada colapsó, arrastrando casas y pertenencias. El Ejército activó el Plan DN-III y la JMAS retiró toneladas de basura acumulada durante seis años en los diques. Las presas Puerto La Paz y Pico del Águila lograron retener 190 millones de litros de agua, evitando que el desastre fuera tres veces mayor.
No obstante, en medio de la emergencia también apareció la política.
Promesas y visitas fugaces
El alcalde Cruz Pérez Cuéllar acudió al sitio con brigadas municipales y anunció que redireccionaría 44.5 millones de pesos para reparaciones en la zona. El Cabildo aprobó la medida el 9 de julio. Sin embargo, para los vecinos no fue novedad.
“Ya nos prometieron lo mismo muchas veces”, dicen en la Fronteriza Baja.
La gobernadora Maru Campos también se presentó en la zona afectada. Recorrió colonias como Mariano Escobedo, Lomas del Rey, Fronteriza, Siglo XXI, Puerto La Paz, Plutarco Elías Calles y Emiliano Zapata, entregó apoyos a familias damnificadas y afirmó que obras realizadas por su administración evitaron daños mayores. Su visita, sin embargo, fue percibida por muchos vecinos como parte del desfile político de la emergencia.
La senadora morenista Andrea Chávez llegó días después. Vecinos le señalaron el colector pluvial —al que llaman “bóveda”— mal diseñado en la calle 57 y Santiago, que en lugar de contener las corrientes las intensificó. “Hasta un niño sabe que está mal”, respondió. No volvió a exigir que se corrigiera.
Los diputados Oscar Avitia (Morena) y Lilia Aguilar (PT) hicieron campaña en la zona en 2024. Sus nombres siguen pintados en las bardas, pero no regresaron después de las lluvias.
Programa Compañeros y SUVPTLS coinciden en que el consumo de drogas en la ciudad es una realidad que debe ser atendida desde una perspectiva de prevención y reducción de daños. Abordar el tema a partir del estigma solo genera desinformación, lo cual puede ser perjudicial para la salud de las personas consumidoras.
Es deber de las autoridades correspondientes, personal médico y de primera respuesta, capacitarse y contar con los insumos necesarios para atender la situación, que podría agravarse en caso de que drogas más potentes como el fentanilo empiecen a ser más comunes en la ciudad, de acuerdo con las organizaciones consultadas.
Sobre esto, se buscó una entrevista con la responsable del Centro Estatal de Atención a las Adicciones, Lizeth Gutiérrez, y se solicitaron estadísticas de personas atendidas por consumo de drogas en el sector Salud de Chihuahua, pero ninguna de las peticiones –realizadas a través de la coordinadora de Comunicación Social de la Secretaría de Salud, Alejandra del Bosque; de Rodolfo Cortés, enlace de Chihuahua; y de Enrique Pazos Valles, enlace en adicciones– tuvo respuesta.
Las reincidencias, el riesgo
A mediados de mayo, cinco personas murieron en la ciudad tras consumir cocaína con fentanilo, mientras dos más fueron hospitalizadas, de acuerdo con los análisis toxicológicos realizados por la Fiscalía General del Estado de Chihuahua. Tres de las víctimas tenían entre 19 y 21 años.
Los fallecimientos ocurrieron en dos hechos distintos, en diferentes colonias –fraccionamiento Oasis Revolución y Salvárcar– y se registraron con una diferencia de pocas horas.
Con base en el trabajo que realizan en Compañeros, Alejandro Ortiz comenta que las sobredosis por fentanilo no han sido tan recurrentes en la ciudad, pero las sobredosis por heroína –opiáceo– tienen mucho tiempo sucediendo.
Aunque algunos registros académicos establecen que la heroína llegó a la ciudad en los años 30 o 40, Ortiz dice que prefiere no equivocarse con una fecha específica. Lo que sí asegura es que, luego de hacer una investigación en 2023, detectó que al menos el 30 por ciento de las personas usuarias de heroína han tenido al menos una sobredosis al año.
“Muchas de las veces ya son reincidentes. El hecho de tener una sobredosis aumenta tu probabilidad de tener otra en el futuro”, agrega. Con su investigación, en la que entrevistó a personas usuarias de heroína durante 2022 y 2023, identificó que si las condiciones que las llevaron a una sobredosis no cambian, es seguro que reincidan.
Otro de los factores que aumenta el riesgo de una sobredosis es la exposición a drogas a edades tempranas, como en el caso de Luis. Respecto a las personas que usan heroína, Compañeros detectó que es un grupo poblacional vulnerado, abandonado y que a menudo se encuentra en situación de calle.
En la misma calle Loreto, los vecinos cuentan que el agua arrastró animales de granja, destruyó cocinas y obligó a varias familias a refugiarse en las azoteas. “Cada año es lo mismo, cada año promesas. Aquí lo que se necesita es cemento, no fotos”, dice un padre de familia.
La ciudad entera paga cara la ausencia de obras pluviales. La JMAS gasta alrededor de 18 millones de pesos al año en limpiar drenajes azolvados, de donde extrae siete mil toneladas de residuos. A eso se suman otros 27 millones en reparar pavimento y cinco millones en atender hundimientos.
Para las familias, el golpe es devastador: en colonias de pobreza extrema, cada hogar pierde en promedio 15 mil pesos en muebles y pertenencias cada vez que el agua entra a sus casas. En
zonas de menor marginación, las pérdidas superan los 190 mil pesos por vivienda.
La cuenca Anapra, que concentra más de 7 mil 500 viviendas, se inunda todos los años. El 14 por ciento de sus casas resulta afectado en cada temporada de lluvias.
El poniente es un espejo que devuelve a Juárez la imagen de su fracaso político. Muestra cómo la desigualdad histórica, la negligencia institucional y la demagogia electoral se combinan para condenar a miles de familias a vivir con miedo cada vez que llueve.
Las obras necesarias no son vistosas ni generan votos. Reforzar diques, encauzar arroyos y construir presas no es atractivo para campañas políticas. Por eso se posponen año tras año. Lo que sí se multiplica son las visitas fugaces de funcionarios con despensas y fotógrafos.
Cada temporada revive la misma secuencia: tragedia, visitas oficiales, promesas, fotos y olvido. Mientras los políticos llegan solo para la foto, los vecinos levantan con sus manos lo que la lluvia se llevó.
