Los niveles de consumo de fentanilo en la frontera de México con Estados Unidos están vinculados a las deportaciones de connacionales que ya habían desarrollado la adicción en aquel país y que continúan consumiéndola al regresar a ciudades del lado mexicano.
Así lo expuso el antropólogo Víctor Clark Alfaro, director del Centro Binacional de los Derechos Humanos, quien trabaja en Tijuana de manera independiente.
En entrevista con Norte Digital, explicó que desde 2017 se empezó a detectar la presencia del fentanilo en aquella ciudad, principalmente en la zona conocida como El Canal, un corredor de varios kilómetros junto a la franja fronteriza donde se concentraba población adicta.
Según el especialista, el crimen organizado comenzó ese mismo año a introducir la droga como parte de una estrategia de mercado: primero la mezclaron con otras sustancias para generar resistencia entre consumidores y evitar sobredosis inmediatas, ya que la intención no era perder clientes, sino crear una nueva población dependiente.
Clark Alfaro señaló que el 85 por ciento del consumo local aún corresponde al cristal, por lo que el fentanilo se ha posicionado principalmente como aditivo. Usuarios compraban metanfetamina sin saber que estaba mezclada con fentanilo, sobre todo en las llamadas narco tienditas.
Aunque el mercado ya es amplio, comentó que el fentanilo suele venderse mezclado y que, en el caso de las pastillas, manejan dosis bajas para evitar sobredosis. Posteriormente, surgió una segunda etapa en la que comenzó a ofrecerse fentanilo puro.
Indicó que el por cuatro pastillas se pagan aproximadamente 100 pesos o un dólar por unidad.
En un inicio se pensó que el fenómeno sería un “tsunami”, como lo fue el cristal en los años 90, pero no ocurrió. La mayoría de consumidores sigue prefiriendo metanfetamina y se mantiene cauta ante el fentanilo por su alto riesgo.
“Mueren por asfixia”, advirtió.
Clark Alfaro dijo que la Cruz Roja Tijuana ha documentado 80 casos de intoxicación por fentanilo en lo que va del año, en los cuales fue necesaria la aplicación de naloxona para revertir el efecto.
Sobre los llamados “zombies” —usuarios que se observan en espacios públicos en ciudades como Philadelphia, Los Ángeles o Arizona— señaló que en Tijuana existen casos, aunque menos de lo previsto y sin el crecimiento masivo esperado.
Pese a lo letal de la sustancia, dijo que no ha tenido la aceptación que se temía, aunque su consumo se mantiene y hay gran disponibilidad en las calles, incluso con decomisos constantes. Aseguró que existen numerosos laboratorios caseros o bodegas donde se procesa el producto para venta directa.
Las sobredosis atendidas y el ingreso de consumidores a centros de rehabilitación confirman su circulación. Actualmente hay alrededor de 100 centros de atención a adicciones operando en esa ciudad.
Respecto al futuro, consideró que el fentanilo “llegó para quedarse”, pero en un nicho específico de consumo. Aun así, insistió en que el cristal continúa siendo la droga dominante en Tijuana.
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