Geográficamente hablando, México no tiene peros, hay precipicios, llanuras montañas, desiertos, bosques, ríos que se desbordan, playas –dijo Jorge Ibargüengoitia en Instrucciones para vivir en México (1990)– y después de señalar los diferentes parajes que hay en este país, viene la exhibición de lo que resulta vergonzoso pero que es motivo de jactancia: “nomás que tiene defectos”.
El escritor pudo describir con lujo de detalle tenaz, lo que a su perspectiva es un mexicano y lo hizo sin temores y con bravía, sin miedo de que su obra fuera criticada. No obstante, esta crítica resultó fructífera, ya que sus letras han sido replicadas infinidad de ocasiones para sellar la imagen de lo que implica ser y haber nacido mexicano.
Dijo el autor que el principal de ellos (de los defectos), es el estar poblado por mexicanos, muchos de los cuales son acomplejados, metiches, avorazados, desconsiderados e intolerantes. Ah, y muy habladores. En efecto, esta país tiene grandes obras arquitectónicas, playas hermosas, y lugares paradisiacos para admirarlos y vivirlos, pero el defectito es que está lleno de paisanos, sí, y lo peor es que hay muchos.
El autor aún tiene mucho por decir: “El mexicano es acomplejado. Este rasgo no tiene nada de inexplicable. Raro sería que no lo fuera. Una buena parte de los mexicanos vive del favor gubernamental”.
El trabajo de Ibargüengoitia es de hace treinta años, pero no ha perdido vigencia, sigue intacto e irrefutable. No es la única versión que socaba y critica la personalidad del mexicano. Samuel Ramos, en la década de los treinta, hizo un trabajo en donde, desde su cosmovisión, realiza una radiografía nada indulgente. Para sus tiempos, lo que elaboró fue como una película de denuncia, en plena recuperación de la Revolución Mexicana, de la Guerra Cristera.
Imagínese amable lector, mientras Orozco, Rivera y Siqueiros defendían al mexicano hasta la estulticia a través del muralismo, Ramos se encargaba de darle una repasada sin filtros. No tuvo piedad y no dejó títere con cabeza.
Ramos (1934) habla de las deficiencias del mexicano y argumenta que sus actitudes como el machismo son un mero grito del complejo de inferioridad. Se refiere al peladito como ese quien precisamente insiste en ser el macho mexicano, y se refiere al mismo como “gran desecho humano”. Se trata de un tipo quien no ha corrido con la bendición de la vida y la ha tenido muy difícil, por lo que vive resentido y busca pelear por cualquier motivo.
En sus conatos de pelea, verbalizar aduciendo que el contrario tiene relación con lo femenino, lo hace mejor y más macho, además confunde su arrojo con el hecho de ser muy mexicano, coloreando su personalidad con su lugar de nacimiento. Por tal razón, el ser un patriota que linde en lo patriotero, es el común denominador del peladito.
Daré un ejemplo: cantar el Himno Nacional en un partido de futbol en la cantina más grande el mundo que es el estadio Azteca, mientras con una mano se sostiene una cerveza y con la otra se saluda, mejor imagen no puede haber de un patriotero… y de un peladito.
En este México poblado por mexicanos, comenzaron las campañas electorales, y como dijo Octavio Paz en el Laberinto de la soledad (1950): “Para el mexicano, la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado”.
Lo que veremos no es quien es el mejor, sino quién chinga más.
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