Existe una disonancia entre lo que se proclama conseguir urbanísticamente y la realidad, en el desarrollo urbano de Ciudad Juárez. El Plan de Desarrollo Urbano Sostenible del Centro de Población de la Cabecera Municipal de Juárez, Chihuahua, conocido como PDUS 2040, establece unos objetivos, políticas y estrategias propios de los lineamientos internacionales, en materia de justicia económica, social y ambiental, que tienen su reflejo en el fortalecimiento de la gobernanza urbana y las dependencias municipales que incluyan una mayor determinación de los planes, los instrumentos, las normas, los reglamentos y las leyes que inciden y dan forma a la ciudad y a su gestión. La inclusión social, la seguridad, el acceso a los servicios, el fortalecimiento de las infraestructuras, la gestión patrimonial y ambiental, así como la compactación, la densificación y la mixtura de usos, que permitirían una ciudad más dinámica, accesible y eficiente, son sus ejes vertebradores.
Pero, pese a esta proclama, que se articula en una serie de documentos bien trabajados, en la forma de Diagnóstico, Objetivos y Políticas, Estrategias, Espacio Público y Equipamiento, Programas y Proyectos, e Instrumentación que conforman el PDUS 2040, no tienen un plan a su altura, en el documento clave: Normatividad, con sus Mapas de Zonificación Secundaria, que es, en definitiva, el testimonio de su verdadero proyecto. Allí, la realidad es su norma, es decir, su inercia, no su transformación. Es un plan continuista sobre el fundamento de lo existente hecho norma, con puntos ambiguos donde se insta a proponer soluciones y mejoras, sin aportar nada realmente nuevo a lo existente. No existe un plan de inclusión social que combata la segregación socioespacial ni un plan de creación de espacios públicos de calidad, ni de la creación de servicios públicos y comunitarios ni de densificación y mixtura de usos. Así, la ciudad no se densifica, no se vuelve inclusiva, sigue despilfarrando el suelo, desatendiendo el cuidado y la calidad del espacio público y reproduciendo el “patrón imperial” de la casa unifamiliar como destino último de la planificación urbana, donde quien más tiene mejor vive. Apenas se apoyan promociones de edificios en altura para usos lucrativos, mediante un acuerdo tácito entre las partes al interpretar el susodicho PDUS 2040.
Para resolver esto es necesario determinar su impacto sobre la estructura de la propiedad del suelo, y sus expectativas de beneficio, así como las necesidades técnicas y financieras para encuadrarlo en la actual infraestructura urbana, por parte tanto del sector público como del privado. Si un plan no tiene resuelto esto, no puede cambiar la inercia de su desarrollo, que impone su ley. La ley que informa de lo que tolera la ciudad, y lo que no.
No es de recibo prometer un compromiso que no se puede cumplir, cosa que genera una frustración evidente y una profunda desafección entre la ciudadanía, los técnicos y el cuerpo político y empresarial que acaban por ponerse de acuerdo en dejarlo todo tal como está, con pequeñas concesiones al lucro derivado del desarrollo de bienes privados en altura, ya sean en usos residenciales, hoteleros o sanitarios.
La ciudad, pese a tomar conciencia de ello, lo cierto es que no ha resuelto la transición del compromiso y las buenas ideas a la apuesta por un verdadero plan transformador, que requiere muchos más recursos técnicos y financieros, un plan y unos instrumentos a su altura, así como unas normas, reglamentos y leyes adecuados. El talón de Aquiles es el dinero y el conocimiento técnico para llevarlo a cabo, o mejor dicho la acción política que debería apoyarlo, y no llega a hacerlo. Sin dinero ni una mayor capacitación no hay fuerza que valga para convencer a la visión política y empresarial dominante.
Y aquí es donde quería llegar. Como docente universitario, ¿qué debo enseñar al alumnado que desea trabajar la ciudad desde el urbanismo? ¿Debo difundir las ideas del PDUS 2040 pero entrenarlos en la forma inercial de crear ciudad? ¿O debo hablarles de esta lectura crítica, y prepararlos, también, para impulsar un cambio, con la mirada puesta en el PDUS 2040, que resuelva el coste técnico y financiero y convenza al Gobierno y a los empresarios? Los dos enfoques dan cancha a los objetivos, estrategias y políticas que promueve el PDUS 2040, pero el primero sin incidir conscientemente en su verdadera transformación, y el segundo sí. Con lo cual, el primero es conciliador y según cómo una garantía de éxito profesional para quienes se alineen en su planteamiento, pero el segundo es más riesgoso, atendiendo al coste profesional que se asume desde el momento en que se apunta al cambio estructural del plan, los instrumentos y la forma política y legal de entender su verdadero impacto.
Dejo esta pregunta al aire, con su espacio reflexivo. Los dos caminos forman parte de mi vocación, sin los cuales me alejaría de la realidad que se persigue y la que se impone. Y creo que hago lo correcto, en coherencia con mi compromiso con la ciencia urbanística y esta ciudad, como un ejercicio de responsabilidad profesional, docente y universitaria. Pero también comprendo la responsabilidad de los demás, a este respecto. No todos estamos en el mismo sitio, ni a todos nos mueven los mismos condicionantes. Creo que, en cierto modo, ante esta disyuntiva nos encontramos todos quienes observamos y participamos de la difusión, el conocimiento y la experimentación del desarrollo urbano en Ciudad Juárez.
El IMIP, la Universidad, el Gobierno y la ciudadanía trabajan todos en la misma dirección, a su manera. Pero cuanto antes nos demos cuenta de que no todos tenemos la razón, sino nuestras razones para actuar condicionados, no sabremos descubrir la raíz del problema y, por lo tanto, atenderlo debidamente. Y, cuanto antes empecemos a resolver un desarrollo urbano verdaderamente planificado que se proponga transformar su actual inercia, antes materializaremos nuestras voces e inquietudes en un proyecto colectivo por el que valga la pena vivir y trabajar.
Este año, 2025, con un nuevo plan, continuista en las ideas del anterior, pero inercial en su verdadero impacto, en el que se conmemoran los 30 años del IMIP, es un momento adecuado para recapacitar, colectivamente.
Andreu Marfull Pujadas es profesor del Instituto de Arquitectura, Diseño y Arte (IADA) de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), cuenta con una Maestría en Planificación y Desarrollo Urbano y un Doctorado en Geografía.
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