El nombre de Alicia Matías Teodoro, de 49 años, se volvió sinónimo de valentía en Iztapalapa y en todo México, tras la tragedia ocurrida el 10 de septiembre de 2025 en el Puente de la Concordia, sobre la calzada Ignacio Zaragoza, cuando la explosión de una pipa de gas alcanzó a decenas de personas.
Alicia estaba en su jornada como checadora en la base de camiones de Santa Martha, en el oriente de la Ciudad de México. Ese día, como muchos otros, su pequeña nieta de dos años la acompañaba mientras su hija —madre de la niña— cumplía con su turno de trabajo.
Cuando estalló la pipa, Alicia reaccionó con un gesto instintivo y definitivo: cubrió con su cuerpo a la niña para protegerla de la onda expansiva y las llamas. Esa acción marcó la diferencia entre la vida y la muerte para su nieta.
El sacrificio de Alicia le dejó quemaduras en el 98 por ciento de su cuerpo, la mayoría de tercer grado, además de graves daños pulmonares por la inhalación de humo. Fue trasladada al Hospital Magdalena de las Salinas, especializado en atención a pacientes con quemaduras, donde permanece bajo vigilancia médica en estado muy delicado y recibiendo atención integral y especializada.
La pequeña Azuleth —su nieta— también resultó con quemaduras de consideración, principalmente en rostro, brazos y piernas. Fue internada en el Centro Médico Siglo XXI del IMSS. Su estado también se considera grave y, debido a la complejidad de las lesiones, se analiza su traslado a Estados Unidos para recibir tratamiento especializado con apoyo de la Fundación Michou y Mau.
En los primeros días posteriores al siniestro, la Secretaría de Salud de la Ciudad de México incluyó a Alicia Matías en la lista de personas fallecidas. La noticia corrió con rapidez y provocó consternación; sin embargo, la familia salió a desmentirlo y confirmó que ella seguía con vida, aunque en estado crítico.
El error fue reconocido por la autoridad sanitaria, que ofreció disculpas por la confusión en los reportes iniciales.
Un acto que conmovió a todo México
El caso de Alicia ha desatado muestras de solidaridad en redes sociales y medios de comunicación. Se le reconoce como una mujer trabajadora que, primero vendiendo dulces y después como checadora de transporte, siempre llevó de la mano a su nieta.
Hoy, ese mismo lazo familiar la colocó frente al desastre como un escudo humano que resistió el fuego para darle una oportunidad de vida a la niña.
Aunque el pronóstico médico de ambas es reservado, su historia ya es recordada como la de una abuela que, en cuestión de segundos, convirtió el amor en un acto de heroísmo.
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