Abuso y explotación laboral, aunque están mejor
Cada vez más se les observa en la Zona Centro, cargando bultos, vendiendo cosas, pero los salarios que reciben no son los de ley y carecen de prestaciones; los cobros por la renta son excesivos
Mauricio Rodríguez
Una cantidad de haitianos trabaja en el centro de la ciudad. Se les puede ver en los mercados, en algunos locales o de manera ambulante ofertando productos.
“Pero hay mucho abuso, los salarios son muy bajos y no tienen nada”, denunció Cristina Coronado Flores, coordinadora del Ministerio para Migrantes de la Sociedad Misionera de San Columbano.
En la Zona Centro los salarios no son los correctos, los de ley, porque muchos de ellos no tienen el RFC, entonces hay mucho abuso, insistió.
“Mientras esto no sea visible y las autoridades no entren a tomar su papel, siempre va a haber mucho abuso, como los que abusan con lo de la renta y también el trabajo”, reiteró.
La mayoría de la comunidad haitiana está asentada en el viejo centro de Juárez. También hay gente en Anapra, pero la mayoría reside en colonias como Altavista, Bellavista y las que están aledañas al primer cuadro de la ciudad.
“Cuando hubo el retorno de cruce (en Del Río, Texas), ellos pensaron que por aquí se estaba pasando porque alguna familia de Haití cruzó por aquí, lograron liberarse en Estados Unidos, entonces ellos pensaron que era por aquí”, recordó la misionera.
“Aparte es por la ciudad, ellos han manifestado, por ejemplo, Tamaulipas, hay mucho miedo y en Tijuana hubo mucho racismo, entonces ellos parece que encontraron por aquí familias que vinieron y dijeron aquí está mejor.
Ellos se comunican rápido, como traen una visa de visitantes, eso los ayuda a moverse”, añadió.
Al día de hoy, de los más de mil haitianos que se encuentran en Juárez, al menos unas 130 familias han manifestado su deseo de quedarse aquí y otros, probablemente lo hagan.
Coronado dice que al ser un grupo pequeño de personas el que colabora brindándoles atención, todavía hay quienes no han manifestado su deseo, debido a que con la larga fila de solicitantes de apoyo, no logran darse abasto.
“Primero decían yo voy a cruzar. Siempre había cientos de haitianos en el río entre diciembre y enero era común verlos cruzando. Pero después se dieron cuenta que estaban siendo deportados y empezaron a preguntar cómo podían ayudarles para residir en México”, recordó.
“Cambió muy rápido (su objetivo) pero esto se dio porque las deportaciones que están siendo masivas, creo que dos aviones diariamente salen para deportarlos, creo que esto les cambió también su plan”, apuntó.
Tierra de migrantes
La presencia de los haitianos, como de muchos otros extranjeros y connacionales en la ciudad, es un recordatorio para Juárez, que se caracteriza por ser una tierra de migrantes, que históricamente ha recibido con calidez a quienes buscan una mejor vida, afirmó Coronado.
“Es como recordarnos nuestro pasado migrante y también abrir el corazón, los ojos y las puertas porque esta comunidad es muy hermosa, es mucho lo que la comunidad puede recibir al abrirse las puertas para esta gente”, comentó.
“Son trabajadores bondadosos, muy agradecidos, ellos siempre están intentando cómo regresar lo que van recibiendo. Hemos tenido mucha experiencia de mucha honradez de ellos en el sentido cotidiano”, añadió.
Coronado afirmó que la experiencia de tratar a este grupo de personas, le ha dejado ver su genuina intención de arraigarse y echar raíces en esta tierra.
La indiferencia, el ser invisibilizados pese a que ya se cuentan por cientos, es un problema que debe atenderse no solo desde el Gobierno, sino de la comunidad en general, señaló.
“Varios me han dicho: ¡Por favor, ayúdame a vivir!”, es increíble esa frase que te pueden decir ayúdame a vivir. Entonces como sociedad, como humanos siempre recordar que todos somos migrantes, que un día nos toca estar tal vez de salida, pero yo creo que Juárez se ha distinguido por ser una ciudad muy pero muy noble, para recibir a todos”, enfatizó.
Ofrecerles una sonrisa, un saludo, tal vez un vaso de agua, son suficientes para demostrar el espíritu que caracteriza a los juarenses, dijo.
“También nos puede enseñar quiénes somos nosotros porque en este momento donde se está cayendo el mundo, las guerras y tanta pobreza, migraciones, es un anuncio de que algo está pasando en el mundo, de que ese sistema no sirve. Nosotros como humanos, ¿qué respuesta damos, quiénes somos?”, puntualizó.
Pero su idea es cruzar a Estados Unidos, continuar sus estudios, primero de preparatoria y después de universidad.
Aún no sabe si tendrá la oportunidad de conseguirlo, mientras tanto, se aloja junto a otros haitianos en una finca improvisada como departamentos, localizada en la calle Constitución de la colonia Partido Romero.
No revela muchos detalles sobre su llegada, ni siquiera sabe si fue la mejor opción; solamente llegó.
Tampoco reveló los costos de hospedaje, solo que otras tres personas comparten la pequeña habitación que ocupa. Su idea principal hoy en día es establecerse y ahorrar. Tal vez en algún momento alcance el ‘sueño americano’.
El lunes fue su día de descanso y como muchos de sus compatriotas, prefiere pasar la tarde en casa, tomando el sol a las afueras de la finca donde reside.
Consideró que la ciudad es tranquila, salvo por los cuerpos de Seguridad que les piden dinero a veces, en las calles cercanas a las tiendas de conveniencia.
A su patria no la extraña, hace mucho tiempo que partió de Haití. Salió solo y hoy prefiere vivir en Juárez.
En busca de la plenitud
A unas cuantas cuadras del lugar donde habita Agustín, está la iglesia La Plenitud. Esta se localiza en el cruce que forman la esquina de las calles República de El Salvador e Ignacio Mejía; allí, un grupo de haitianos, principalmente niños, se divierte al tiempo que sus madres conversan en la acera mientras los supervisan de reojo cómo juegan.
En esa esquina, está el viejo edificio que en otro tiempo albergó oficinas y negocios de distintos giros, hoy está habilitado para dar cabida a cerca de 30 personas provenientes de Haití.
Al centro de la vieja edificación se encuentra la iglesia, sentado en la puerta se encuentra un haitiano, quien le marca al pastor Arturo Ochoa para que baje a recibir una donación de despensas de parte de un ciudadano.
Tras agradecer el gesto caritativo, Ochoa cuenta a Norte Digital la travesía que ha vivido desde la llegada de los primeros haitianos a su templo, el pasado 5 diciembre de 2021.
Su recibimiento en esa finca fue corriendo de boca en boca entre los caribeños y al cabo de unos días, ya se encontraban ahí varias familias solicitando alojamiento.
La construcción se encontraba abandonada en la parte baja, juntos, el pastor y los extranjeros comenzaron a limpiar, recoger y acondicionar los cuartos.
“Empezaron a llegar más, que si les podía ayudar, entonces pues yo, pues venían con familias y con niños, no podía rechazarlos…”, recordó.
Actualmente hay cerca de 30 personas, entre niños y adultos, residiendo en el edificio, pero llegó a haber hasta 52 personas, 40 adultos y 12 niños, mencionó.
“Se salieron como seis familias, rentaron en otro lugar, buscaron cuartos, departamentitos y dejaron el albergue provisional, pero otras más han venido ocupando los espacios”, mencionó.
De los que permanecen, la gran mayoría de adultos se encuentra trabajando durante la semana, solo algunas mujeres se quedan para cuidar a los infantes.
Algunos se han ido, otros se han quedado con la esperanza de que les den la oportunidad de ingresar a los Estados Unidos.
“A unos les ha tocado suerte, me han llamado diciéndome, ‘pastor, me quedé, me dejaron aquí pero otros me hablan de Haití, me deportaron’. Así es, es pura suerte, pero yo les aconsejo que no se vayan, que se queden. La mayoría han preferido esperarse a ver si surge una ley que les favorezca para poderse ir”, comentó.
Una experiencia que no esperaba
“El primer mes fue el más difícil, no tenía apoyos de ninguna índole, fue acercando el auxilio clamando a su comunidad religiosa”, recordó.
Luego el apoyo se extendió desde fieles de otras creencias y otros grupos altruistas sin religión que comenzaron a traerle distintos apoyos.
“Fueron momentos de mucha oración. Yo aquí, vivo arriba, pero tenía algunos espacios, y comencé a habilitarlos, ponerles puertas, ventanas, lo que se podía y para lo que alcanzaba”, dijo.
“El lugar este se improvisó, fue algo que pasó espontáneamente, nunca había yo trabajado de esa manera, claro que no es algo que no me gustó, sí me gustó, pero es algo muy diferente a cómo yo le hacía”, agregó.
Servicios religiosos llenos
Con la llegada de los extranjeros, fueron pocos los fieles locales que siguieron asistiendo al culto, reconoció.
Sin embargo, los haitianos han ido adaptándose y hoy en día se celebran las oraciones con la ayuda de un traductor de su misma comunidad.
“Hay varios que hablan español, pero hay uno que es ministro y también predica la palabra y es el que me traduce”, confirmó.
“Ha sido bonito porque he conocido el lenguaje de ellos, comparten conmigo sus experiencias, sus historias, cómo llegaron aquí, qué tuvieron que pasar, sus alimentos, su forma de cocinar. Es algo diferente a lo que están acostumbrado uno”, añadió.
Los haitianos que hoy residen en La Plenitud, ven en Juárez una ciudad que les ha dado una nueva oportunidad de vida.
Los testimonios que comparten con Ochoa coinciden que los juarenses los apoyan mucho y a pesar de las carencias es mejor la condición de vida para ellos. Sin embargo, reconoció que no todos los que han llegado se encuentran en las mismas condiciones.
Hay que darles la mano
Ochoa pidió extender la mano a este grupo poblacional que poco a poco se integra a la comunidad juarense. Afirmó que en este trabajo no basta la participación de voluntarios y personas integradas a una comunidad religiosa. Incluso la ayuda del gobierno resulta insuficiente. Se requiere de una participación total de la ciudadanía.
“Hay que echarles la mano, en lo que pueda uno hay que extenderles la mano para que ellos puedan ver que realmente hay amor aquí en Juárez”, aseguró.
“Que Dios bendiga a toda esa gente y que si lo pueden hacer que lo hagan. Es por el bien de ellos también, para que se sientan a gusto y que algún día digan ‘bueno, pues yo hice algo’, y de esa manera yo también lo voy a hacer, algún día que ellos se vayan pues voy a decir ‘bueno, hice algo para la Gloria de Dios’”, puntualizó.
María, con la esperanza de cruzar la frontera
En la esquina, junto a otras mujeres, está María, quien vive en La Plenitud con su esposo. Mientras él trabaja, ella ayuda en el edificio en las labores cotidianas.
Sus dos hijos se quedaron en Haití. Su sueño es que un día puedan llegar a esta frontera e intentar cruzar a Estados Unidos, donde residen otros familiares.
Aunque se encuentran solos en Juárez, se siente a gusto y aquí permanecerá el tiempo que sea necesario.
Está esperando a sus hijos para cruzar, insiste con las pocas palabras que conoce del español. En México es tranquilo. En Haití vivir es difícil, señala con su pulgar hacia abajo, “es triste”, dijo y sus ojos se remontan en el vacío con dolor a otro lugar.
“Haití no” , puntualizó.
Los grupos o personas interesadas en ayudar pueden comunicarse al teléfono 656 321-3351 o bien, llevar directamente su donativo a la catedral, en el Centro Histórico de la ciudad.
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Textos: Mauricio Rodríguez
Edición: Guadalupe Salcido
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