La Toma de Juárez fue lograda por un ejército de pobres sin ninguna educación ni entrenamiento militar, y además tenía muchas privaciones. Estaban alimentados más que nada por un gran resentimiento y odio tras la muerte de muchos de sus familiares y amigos, explicó el historidador Víctor Orozco.
Como ha pasado en muchas otras épocas importantes para el país, esta frontera también adquirió relevancia nacional con la batalla de la Toma de Juárez, que fue el punto decisivo para llevar a buen término la revolución maderista iniciada en 1910, destacó.
“La Toma de Ciudad Juárez determinó la caída de la dictadura y la renuncia de Porfirio Díaz. Llevó a la firma de los tratados de Ciudad Juárez, donde se estableció el triunfo de la revolución maderista, la renuncia de Díaz, la convocatoria a elecciones, la caída de algunos gobernadores del país, en fin, la Toma de Ciudada Juárez constituyó el punto decisivo. Ahí concluyó la revolución maderista”, manifestó Orozco.
Seis meses antes de la batalla y cuando se encendieron los primeros fuegos de la Revolución en el poblado de San Isidro en el Municipio de Guerrero, agregó el especialista, el resultado de la batalla hubiera parecido fantasioso, si alguien lo hubiera platicado.
“Muchos de los soldados-rancheros habían llegado a las goteras de la ciudad fronteriza y en febrero del mismo año estuvieron a punto de tomarla, pero tuvieron que retirarse por falta de municiones… ahora regresaban en número mayor y traían con ellos al líder de la insurrección Francisco I.Madero, quien había retrasado su regreso al territorio nacional hasta que se dio cuenta de la llama revolucionaria que crecía en los pueblos del noroeste de Chihuahua, hacia donde se dirigió después de cruzar por Guadalupe”, platicó el historiador
“Estos combatientes traían con ellos nuevos resentimientos y pesares por las muertes de familiares y amigos que habían caído en Pedernales, Mal Paso, Chopeque, Guerrero, San Andrés, El Tecolote, La Mujina, Bauche, Casas Grandes y Janos”, rememoró.
En la memoria del historiador brilla el Cerro Prieto , en 13 de diciembre de 1910, cuando después de la batalla una veintena de insurrectos fue fusilada por las tropas del general Juan Navarro, que se ensañó con los pacíficos vecinos de ese pueblo y que fue el mismo militar porfirista que comandó la defensa de Ciudad Juárez.
“Como efecto de todas las prédicas revolucionarias y patrióticas que recibían, estos campesinos juntaban los odios que acompañan a todas las guerras civiles y que en México comenzaban a sentirse duros… por primera vez desde 1859 estos hombres abandonaban el plan de guerra sus territorios, sus cerros y sus valles, y ahora estaban acá acampados a la orilla del río Bravo y mirando las chimenesa de Asarco”, relató.
Contó enseguida que muchos habitantes de Juárez simpatizaban con los revolucionarios y les llevaban una gallina o tamales.
“Esos revolucionarios no estaban acostumbrados al calor y se sofocaban, pero era más fuerte el deseo que tenían de acabar, de vengar de una vez por todas a sus muertos, derrocar al dictator y también a los mandones de los pueblos. Querían regresar a sus terruños y recuperar sus ejidos para implantar la justicia que por tanto tiempo les habían arrebatado”, dijo Orozco.
Contó que el 8 de mayo, Madero les ordenó retirarse sin atacar a Juárez, orden que dijo no obedecieron por el alto número de rencores que habían acumulado para entonces.
“De ahí siguió una batalla formal, una lucha a muerte en donde los enemigos más enconados eran los rurales y voluntarios que defendían al Gobierno… los soldados de línea se batieron bravamente con una disciplina que tenían a base de maltratos, insultos y castigos, porque muchos de ellos también simpatizaban con los rebeldes”, declaró Orozco.
Dijo que en ese entorno los rebeldes tomaron la aduana, el edificio de correos y al final el cuartel general, valiéndose de un primitivo cañón y unas carabinas 30-30.
Contó que la antigua Paso del Norte era entonces un caserío que se extendía a lo largo del río Bravo y con su cabecera principal, donde se ubicaban la iglesia, la aduana y la plaza de armas.
Dijo que los insurrectos se posesionaron de la ribera del río Bravo y atacaron por tres frentes, norte sur y occidente, penetrando las líneas federales a fuerza de balas y bayonetas.
“El día 10 de mayo a las 12:15 del día, en el cuartel federal se izó la bandera blanca y 483 soldados federales fueron tomados prisioneros. Los despojaron de sus uniformes y los obligaron a que entregaran sus armas, que muchos lo hicieron gustosos porque en cierta manera también estaban con la Revolución”, comentó el historiador.
De los que no fueron apresados, dijo Orozco, muchos se fueron a lado estadounidense, muchos más no volvieron a pelear y los menos se reincorporaron a las fuerzas federales. “La Toma de Ciudad Juárez se hizo así, a contrapelo de la estrategia de Madero. Fue ejecutada por ese ejército de pobres, de hombres que sin ninguna educación militar y con muchas privaciones fueron capaces de llevar a cabo una campaña afortunada y exitosa que a final de cuentas llevó a derrocar la dictadura de Porfirio Díaz y lo obligó a renunciar”, declaró el historiador Orozco.