El recién casado quedó en éxtasis cuando al empezar la noche de bodas vio por primera vez al natural a su flamante mujercita. Exclamó arrobado: “¡Qué cuello! ¡Qué hombros! ¡Qué senos! ¡Qué cintura! ¡Qué caderas! ¡Qué muslos! ¡Qué piernas!”. Le dijo con impaciencia la muchacha: “A lo que venimos, Vehementino