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Hay quejas y hay deseos
Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le pidió a Dulciflor, joven ingenua, que le hiciera dación –y para colmo a título gratuito– del íntimo tesoro de su doncellez, que ella guardaba celosamente para entregarlo a aquél a quien daría el dulcísimo título de esposo
Por Catón