David Toscana (Monterrey, Nuevo León, 1961) es uno de los narradores mexicanos contemporáneos importantes. Ha ganado varios premios y tiene entre sus obras, Santa María del Circo (1998), El último lector (2004), El ejército iluminado (2006), Los puentes de Königsberg (2007) y Olegaroy (2017). En esta ocasión hablaré de Duelo por Miguel Pruneda (2002), que fue reeditada hace un par de años.
Esta novela tiene varios elementos que se encuentran al menos en las obras de la primera década de la narrativa de Toscana: fragmentariedad, humor, personajes solitarios, personajes que tienen dificultades para relacionarse con otros, personajes con empresas disparatadas, quijotescas, podríamos decir. El protagonista es Miguel Pruneda, un oficinista al que quieren retirar luego de 30 años de servicio. Entre él, su esposa Estela, un compañero nuevo del trabajo, Hugo, y el vecino peluquero, Horacio, buscan la forma de preservar el cuerpo de un vecino que se enteran acaba de fallecer, José Videgaray, esto porque lo asocian a una de las gestas heroicas contra los estadounidenses y ese rencor patrio guardado por la invasión de 1846.
En 2020 presenté la reedición de la novela y le comentaba a David que me parecía un catálogo de la muerte porque justamente aparecen distintos tipos de muertes, desde los accidentes, como el aéreo que tuvo lugar en Monterrey en 1969 o el deceso natural, como le sucede al vecino que se queda tirado en medio de su apartamento, muertes de ancianos, la muerte de una niña, etcétera. Este texto me recordó algo que Philippe Ariès dice en Morir en Occidente (1974): la muerte se ha convertido en un tema tabú, el que nadie quiere tocar y por eso los cementerios han adquirido cada vez más la imagen de un parque, algo que aleje la idea misma de la muerte.
Esta novela de Toscana, repleta de elementos relacionados con la muerte, invita, no obstante, a considerar aspectos que le dan vitalidad a la vida, la hacen vivible, le dan un sentido y llaman a esos impulsos que vuelven disfrutable una vida: planear un viaje a Uruguay, buscar un buen vestido, caminar por las calles cercanas a la casa para llegar a un parque, charlar en la sala mientras se bebe un café o un refresco.
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