La noche del domingo 3 de agosto de 1997 estaba por cambiar el concepto de lo que conocíamos como violencia en las calles de nuestra ciudad.
Además de los crímenes seriales y múltiples hallazgos de cuerpos de mujeres, a la década de 1990 se sumaba un nuevo fenómeno al cual nuestra sociedad jamás se había enfrentado: las ejecuciones múltiples en lugares públicos.
Nos referimos a la Masacre del Maxfim, con la que se inauguró una nueva era del horror, fue la noche en la que se abrieron como puertas del infierno las muertes en los espacios públicos hasta ese entonces respetados, y en los cuales, a la fecha, se sigue lastimando a nuestra ciudad.
Aquella noche dominical de 1997, aproximadamente a las 21:30 horas, dos hombres armados con rifles de alto poder, ingresaron al restaurante-bar Maxfim, dirigiéndose al baño.
Tras ubicar a su objetivo, sacaron las armas largas conocidas como ‘cuernos de chivo’ y comenzó la masacre que dejó seis personas muertas y tres heridas.
El Maxfim se ubicaba en el Paseo Triunfo de la República y calle Monumental, donde hoy hay una gasolinera; este establecimiento era considerado uno de los más populares entre la clase social media alta.
Era concurrido tanto por hombres y mujeres, como por familias enteras que acudían a celebrar algún acontecimiento o bien, se reunían tras las corridas de toros que se realizaban enfrente de dicho restaurante, en la hoy desaparecida plaza de toros Monumental, de la cual solo queda la escultura “El Encierro”, del artista Humberto Peraza.
Lo que parecía una noche tranquila sin mayores contratiempos, tomó por sorpresa a la ciudad entera, en especial a quienes habían asistido a la corrida de toros.
Eran años en los que la cobertura de eventos violentos, los medios de comunicación llegaban mucho tiempo antes que las autoridades, sin embargo, a diferencia de otros casos cubiertos por los reporteros de esos años, esa noche la historia violenta de la ciudad había cambiado al registrarse la primera ejecución múltiple en un espacio público.
En total, fueron seis las personas que murieron en el ataque –cuatro hombres y dos mujeres–, cinco al interior del restaurante y una persona afuera, un mando del Centro de Readaptación Social para Adultos que se encontraba en el sitio y quien aparentemente intentó repeler la agresión de los delincuentes.
Entre las versiones que surgieron en el lugar de los hechos, en aquellos días, se habló de un supuesto ajuste de cuentas entre narcotraficantes, no hacía mucho que el entonces líder del Cártel de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, apodado “El Señor de los Cielos”, había perdido la vida, el 4 de julio del mismo año, luego de una cirugía fallida y entre los reacomodos de líderes criminales, el número de homicidios se había incrementado de manera sustancial.
Las víctimas que murieron la noche del 3 de agosto de 1997 respondían a los nombres de Teresa Herrera Rey, de 25 años de edad; Héctor Arturo Jiménez Holguín, de 32 años; José David Ramírez Rojas, de 32 años; María Eugenia Martínez Joo, de 27 años; Alfonso Corral Olague, de 36 años; este último, el objetivo del ataque y en el exterior del Maxfim, afuera del bar Gerónimo’s se halló el cuerpo de Armando Olague Hernández de 44 años de edad (jefe de custodios del Cereso).
Además de las personas sin vida, otras cuatro, un mesero, un custodio, y otros dos clientes ajenos al conflicto, resultaron lesionados en la balacera.
Archivos periodísticos refieren que aquella noche José David Ramírez Rojas cumplía años y había acudido en compañía de su novia María Eugenia Martínez Joo y algunas amistades a celebrar; eran jóvenes trabajadores y que además estudiaban la carrera en Ingeniería en Sistemas.
La celebración los fundió en un abrazo que pasó de la alegría al terror, cuando los alcanzaron las balas asesinas, dejándolos unidos por siempre, abrazados, ella en posición fetal en el piso, él tratando de protegerla de los proyectiles, tal y como fueron hallados por las autoridades –según los registros periodísticos–, como parte de las víctimas de este ataque.
¿Cómo ocurrieron los hechos?
Una reconstrucción llevada a cabo por las autoridades en aquellos días, tras las investigaciones, arrojó que al Maxfim ingresaron dos hombres por el área del bar. Ya estando en el área central del establecimiento, sacaron los rifles AK-47 y dispararon contra la mesa donde se encontraba Alfonso Corral, quien murió de manera instantánea al igual que otras cuatro personas que se encontraban cerca, quedando otras cuatro más heridas.
Los asesinos escaparon por la puerta principal hacia Paseo Triunfo de la República, donde se enfrentaron con el jefe de custodios, Armando Olague Hernández, quien poco pudo hacer en el intercambio de balas con un revólver calibre .38, contra las potentes armas largas que portaban los asesinos, quienes huyeron en una camioneta de color escuro, la cual quedó abandonada sobre la avenida 16 de Septiembre.
Nadie escuchó la voz del ángel exterminador
Una semana después de estos hechos sangrientos, Donald Ferrarone, exagente de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), advertía tras el asesinato múltiple del Maxfim y un hecho similar acontecido en el bar Kumbala en El Paso, que la región Juárez-El Paso se encontraba “en camino de colombianizarse”.
“Tradicionalmente, los narcotraficantes de la zona Juárez-El Paso, habían preferido que sus actividades pasaran un tanto en la sombra, pero ahora, todo parece indicar que se dirimen las diferencias públicamente” dijo el exagente de la DEA.
Anterior al ataque en el Maxfim, la entonces Policía Judicial del Estado, tenía contabilizados en 1997, 16 casos de ejecuciones relacionadas con actividades de narcotráfico, en las cuales se sumaban 24 personas muertas, 15 hombres, 2 mujeres y 7 cuerpos que permanecían sin ser identificados.
En aquellos días, el entonces presidente municipal, Ramón Galindo Noriega, llamaba a los tres niveles de Gobierno, a unir las fuerzas policiacas para combatir la violencia y a la sociedad en general, solicitó su apoyo.
Nadie entendió en ese momento el mensaje que dejó el Maxfim, las puertas del infierno se habían abierto en las calles de Juárez.