Aquella noche del viernes 1 de abril de 1938, José Borunda Escorza, había cumplido exactamente tres meses en el cargo como presidente municipal de Juárez, cuando el estallido de una bomba enviada por correo, acabó con su vida y la del conserje Domingo Barraza.
La década de 1930, era una época en la que aún no dejaban de sentirse los coletazos violentos, derivados de las disputas por el poder en tiempos posrevolucionarios.
Apenas un par de semanas atrás, se había registrado un homicidio de alto impacto en las calles juarenses: el senador Ángel Posada, perdió la vida en la escalinata del Hotel Kooper, a manos del General Rodrigo M. Quevedo, tras suscitarse un enfrentamiento entre ambos personajes de la política.
El militar descargó su arma contra la humanidad del legislador, impactándole en tres ocasiones en la cabeza y dándole otros cuatro balazos en el cuerpo, uno de ellos en el corazón, provocándole una muerte instantánea.
En la balacera también resultaron heridos el exalcalde José Quevedo y otras tres personas que se encontraban en el lugar, entre ellos una niña. Eran años en los que el poder se decidía a través de las balas.
En este contexto, el alcalde José Borunda, de 34 años de edad, ejercía su mandato al frente de la comuna juarense, aunque existen distintos registros de los acontecimientos fatídicos que llevaron a la muerte del presidente municipal en mención y de su conserje.
Una investigación en los periódicos de esa época realizada por Norte Digital, recupera los testimonios de primera mano de quienes vivieron el trágico desenlace del mandatario local y su ayudante.

Los hechos que marcaron a la comunidad
Gracias a la hemeroteca digital que tiene la Librería del Congreso de Estados Unidos, se pudo rescatar la edición del rotativo La Opinión, de Los Ángeles, California, publicada en su segunda edición del 2 de abril de 1938.
“Es Volado con una Bomba el Alcalde de Juárez” (sic), se lee en uno de sus principales titulares, añadiéndose en el sumario: “La máquina infernal fue enviada de Chihuahua por correo. El alcalde era José Borunda y murió instantáneamente”.
También que se logra rescatar en páginas de Facebook, como El Juárez de Ayer, una imagen de la portada de The El Paso Times, fechada el 2 de abril de 1938, en la que se da la información a 8 columnas del lamentable hecho.
Los primeros informes de aquella trágica noche señalaban que, tras el estallido del artefacto, el presidente municipal había muerto de manera instantánea, mientras que el conserje, había sido llevado con vida a un hospital donde horas después, se reportó su fallecimiento.
Sin embargo, conforme fueron avanzando los días y la investigación, surgieron datos y testimonios en este caso siniestro, que impactó a la comunidad de Juárez- El Paso, ya que el alcalde estuvo algunos minutos con vida y habló con su secretario, antes de fallecer.
En la narrativa original de los hechos se contaba que “el paquete infernal” había llegado desde temprana hora procedente de la ciudad de Chihuahua por el Servicio Express (sic) del ferrocarril, e iba dirigido al presidente Borunda.
Cuando la bomba hizo explosión en el despacho del alcalde, el secretario del Ayuntamiento, Humberto Escobar, era el único que se hallaba en la oficina al momento que ocurrió la desgracia, pero a diferencia de Borunda y Barraza, éste resultó ileso.
Fue gracias al funcionario, segundo en el orden de importancia en la jerarquía local, que se pudo conocer de manera precisa, el desarrollo de los acontecimientos.
Según se narra en La Opinión, Escobar declaró que el paquete llegó aquella mañana de viernes, procedente de la capital del estado. El secretario del Ayuntamiento afirmó que depositó el paquete a un lado del escritorio del alcalde y aunque estuvo tentado a abrirlo, un mensaje en el mismo, le hizo esperar a que fuera el mandatario quien que lo abriera.
Al enterarse de los acontecimientos, el entonces gobernador de Chihuahua, Gustavo Talamantes, nombró de manera provisional e inmediata al general José Ruiz, jefe de la Policía Judicial del Estado en Juárez, como encargado de la Presidencia Municipal.
La decisión se tomó de esa manera, debido a que el alcalde suplente, Octavio Escobar, se encontraba recuperándose de una enfermedad y se esperaba que en los días siguientes asumiera el cargo.
La dantesca escena del crimen
Al enterarse del estallido en la Presidencia Municipal, varias autoridades, entre ellas el Agente del Ministerio Público, el general Juan José Rico, ingresaron a la oficina del alcalde para encontrarse con una escena del crimen propia de una película de terror.
No solamente se trataba del estallido de las ventanas y del mobiliario del jefe municipal completamente destruido, sino que, entre los papeles revueltos y quemados, en las paredes y los pocos muebles en pie, estaban los restos humanos esparcidos.
“Buscando minuciosamente, los policías hallaron diseminados los dedos de las manos que fueron volados por la explosión, pedazos de carne con sangre, partes de intestinos. ¡Todo un horror!”, se narraba en la nota.

Incertidumbre e indignación tras la muerte del alcalde
Las horas siguientes al magnicidio se respiraba en Juárez el miedo y coraje en el polvo ensangrentado. La noticia corrió como el mismo olor a pólvora que aún se percibía cerca de la Presidencia.
El pueblo enardecido salió a las calles para manifestar su indignación ante el crimen, por lo que se requirió el despliegue de soldados federales para pacificar el ambiente violento.
Aquella noche, los salones de baile, los centros de espectáculos y las cantinas cerraron sus puertas. Al día siguiente, los edificios públicos colocaron moños negros y crespones, además de izarse la bandera nacional en señal de duelo.
Humberto Escobar había dado ya sus primeras declaraciones a la prensa y recordó que su jefe, José Borunda, llegó a la oficina cerca de las 8 de la noche y mientras revisaban los pendientes, le comentó sobre el paquete, el cual procedió a abrir.
“Yo alcancé a ver cuando él levantó la tapa del bulto, que fue cuando se produjo la explosión. Yo quedé sin sentido y cuando volví en sí, me hallé sobre los restos de mi escritorio, como a 12 pies de distancia del sitio acostumbrado”, testificó Escobar.
“Entonces vi a José, como recostado sobre su escritorio; pero con la cara horriblemente mutilada, así como las manos y el estómago, que había desaparecido”, añadía en su testimonio.
“Quítenme esta venda de los ojos. ¿Qué cosa pasó?” Un testimonio desgarrador
El único sobreviviente de este caso siniestro, fue el secretario del Ayuntamiento, Humberto Escobar, quien días más adelante, narró al corresponsal de La Opinión, con mayor precisión, lo vivido aquella infernal noche.
Recordó que el paquete que contenía una bomba de dinamita, llegó de la ciudad de Chihuahua, teniendo como consignatario a Teófilo Borunda, sobrino de José, con la dirección de “Hotel Regis” y la anotación de “Personal”.
A continuación, transcribimos el testimonio del secretario del Ayuntamiento tal y como declaró al periódico aquellos días de abril de 1938:
“El viernes a medio día me entregó el mensajero del Express un bulto dirigido al señor Borunda y estuve a punto de abrirlo en presencia de señoritas, como cinco o seis, que estaban sentadas frente mí esperando hablar con el señor Borunda. Sin embargo, me fijé que tenía la anotación de “personal” y arrojé el paquete sobre una mesa, sin acordarme más del asunto.
Por la noche, el señor Borunda me pidió que nos quedáramos solos para dictar algunos acuerdos y dio órdenes al conserje Domingo Barraza para que no dejara entrar nadie.
Después de revisar la correspondencia del día y de dictar sus acuerdos, me preguntó si no había llegado una propaganda sobre el asunto del petróleo que le había ofrecido enviar al gobernador. Yo le contesté negativamente, pero en esos momentos me vino a la memoria el paquete que había llegado a medio día y así se lo hice saber.
El señor Borunda me pidió entonces el paquete y se lo entregué. Lo estuvo agitando fuertemente entre sus manos y dos o tres veces dijo ‘¿qué será esto?’, a lo cual le contesté que, si lo deseaba, yo lo abriría para que saliera de las dudas.
Entonces reflexionó un momento y me dijo que prefería que le hiciera dos cheques para situar unos fondos a Chihuahua y de cuyo asunto ya me había dado orden anteriormente, mientras él abría el paquete.
Me dispuse a obedecer y me senté ante el escritorio del señor Borunda para llenar los cheques. El alcalde se sentó en otro escritorio próximo y se disponía a abrir el paquete, pero observé que los amarres eran muy fuertes, de manera que llamó al conserje Domingo Barraza y le pidió unas tijeras.
El conserje no tenía a la mano las tijeras y le entregó una navaja, quedando junto al señor Borunda.
De pronto, escuché una espantosa explosión que me lanzó de mi asiento y creí que se habían derrumbado los techos que unos días antes habían sido reconstruidos.
Mi primer impulso fue correr hacia la calle para pedir auxilio, pero en esos momentos entraron varios policías (la Comandancia de Policía queda contigua), así como los empleados de guardia.
Desde luego, nos dirigimos hacia el lugar donde se encontraba el señor Borunda en medio de una nube de humo y lo vimos que estaba hincado, con la cabeza hundida en el pecho. Le hablamos y no contestó, pero observamos que respiraba. Al cabo de varios momentos pareció recobrar el conocimiento y comenzó a quejarse.
Después dijo claramente ‘quítenme esta venda de los ojos. ¿Qué cosa pasó?’.
A intervalos pronunciaba algunas palabras insistiendo en que le quitaran la venda de los ojos y veinte minutos después entró en agonía, llegando su fin rápidamente. EI conserje también yacía sin sentido al lado del señor Borunda, desangrándose horriblemente.
Fue conducido en el acto al sanatorio del doctor Quiroz Reyes y más tarde a El Paso, falleciendo nueve horas después de haber hecho explosión la máquina infernal”.
Aquí concluye el relato del secretario del Ayuntamiento Humberto Escobar.
Un Gobierno difícil que culminó de manera trágica
Los medios informativos destacaban que Borunda había tenido un arranque de gobierno difícil, ya que pertenecía a una corriente política contraria al General y exgobernador Rodrigo M. Quevedo, quien ya se encontraba acusado de haber asesinado al senador Posada.
Al día siguiente del bombazo, se registró en la capital del estado el arresto de Efrén Escobar, quien era amigo íntimo del general Quevedo y que habría sido el presunto responsable del atentado.
El entonces procurador general de Justicia del Estado, Ignacio Lomelí, detallaba en un informe a medios, que, con base en las investigaciones, se había logrado también la detención de Nicolás Chávez, un hombre de 60 años, quien habría sido quien envió, por órdenes de Escobar, el paquete dinamitero llamado “la máquina infernal”.
Chávez aseguró al ser detenido, que desconocía que el paquete guardaba una bomba.

A la Izquierda funeral del alcalde José Borunda (1938); a la derecha,
inauguración del parque que lleva su nombre (1941). Fotos: Tomadas de Internet
Asistieron miles al funeral del alcalde
Las honras fúnebres del presidente municipal José Borunda fueron reconocidas como sin precedente en la historia de Ciudad Juárez, afirmándose que a ellas habían acudido más de 10 mil personas.
El alcalde que durante 90 días gobernó la ciudad, fue velado en el salón principal del edifico de la Aduana, que en la actualidad alberga el Museo de la Revolución en la Frontera, el Muref. Al salir del recinto, el edil fue acompañado por vehículos y personas a pie, cortejo fúnebre que llegó hasta el panteón Tepeyac, sitio de su última morada.
Los gritos y el llanto de la multitud exigiendo justicia caracterizaron la última despedida del mandatario, que fue sepultado con honores y el respeto de toda la comunidad fronteriza.
Toma protesta el nuevo alcalde Octavio Escobar
Un par de días después del sepelio de Borunda Escorza, en una sesión extraordinaria del Ayuntamiento, Octavio Escobar tomó protesta como nuevo presidente municipal de Juárez.
Escobar, de tan solo 28 años de edad, había sido elegido como alcalde suplente de Borunda, para el periodo que comprendía del 1 de enero de 1938 al 31 de diciembre de 1939.
En tanto, Humberto Escobar, hermano menor del nuevo alcalde, presentó su renuncia como secretario del Ayuntamiento; su lugar fue ocupado por Teófilo Borunda, sobrino del presidente asesinado.
Octavio Escobar entregó a la prensa un posicionamiento sobre su nueva encomienda en la cual decía lo siguiente:
“Los miembros del Ayuntamiento han acordado declarar por mi conducto, después de que la trágica muerte del Presidente Municipal José Borunda E., nos legara la grave responsabilidad de cumplir el programa revolucionario que con notable acierto y gran espíritu ciudadano desarrolló en el breve plazo de tres meses, que un leal y sincero deseo de colaborar en la ejemplar obra del Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas y el gobernador del estado, ingeniero Gustavo L. Talamantes, es lo que los anima para que procuremos ser los más fieles intérpretes de sus ideales, haciendo cumplir enérgica y exactamente su programa constructivo y moralizador, como la mejor manera de honrar al mártir de la democracia de Ciudad Juárez.
Conocemos con exactitud las obras que intentaba realizar para el mejoramiento de nuestra población y procuraremos llevarlas a cabo con esfuerzo y dentro de una absoluta honradez administrativa, para lo cual pedimos la cooperación entusiasta y desinteresada de todos los sectores sociales que en la manifestación luctuosa del domingo significaron el respaldo de 45 mil habitantes hacia la labor del desaparecido, hacia el que había unánime buena voluntad. Ese mismo respaldo lo solicita y espera la actual administración municipal, pues estamos seguros de que siempre sabremos permanecer a la altura del sagrado deber que nos impone la vida ejemplar de civismo de Borunda y que fueron y siguen siendo las ansias más grandes del noble pueblo juarense”.
Con el paso de los días, las autoridades informaban que en total eran seis los detenidos en la ciudad de Chihuahua, a los que se les relacionaba con el atentado, entre ellos, el autor intelectual, Alfredo Asís, quien había sido recaudador de Rentas en Ciudad Juárez cuando gobernaba el General Quevedo. Al final, sólo Efrén Escobar fue condenado por el atentado.
Al día de hoy, un parque, considerado el punto de reunión más tradicional en Ciudad Juárez, lleva el nombre del alcalde José Borunda en honor a su memoria.