Habían pasado apenas 20 días de la balacera que aconteció en el restaurante Maxfim, que cobró la vida de seis personas, cuando un nuevo hecho violento sacudió a la comunidad fronteriza.
El caso siniestro al que nos referimos en esta entrega y que estremeció a Ciudad Juárez aconteció hace 27 años, era el 23 de agosto de 1997, cuando la comunidad fronteriza amaneció con la noticia del hallazgo de cuatro personas asesinadas, apiladas y dejadas en una calle de terracería cercana al Malecón.
Se trataba de los cadáveres de cuatro médicos que un día antes habrían acudido a un domicilio particular para atender a un supuesto herido de bala.
En aquellos días, la noticia causó indignación en el Colegio de Médicos, gremio que hizo un reclamo enérgico, al señalar que los galenos “fueron asesinados cuando se dirigían a atender un paciente en el cumplimiento de su deber profesional”.
La entonces Procuraduría de Justicia del Estado, manejaba la hipótesis de que los médicos salieron a atender a un herido tras un atentado ocurrido durante la tarde del viernes 22 de agosto.
De acuerdo a las versiones recabadas en el hospital Guernika, donde trabajaban tres de las víctimas, las autoridades policiacas refirieron que un hombre, probablemente conocido, amigo o cliente del doctor Paternina, acudió a buscarlo aproximadamente a las 8 de la noche para pedirle auxilio médico para un tercero que se encontraba herido y requería la atención urgente, pero no debía ser en las instalaciones del nosocomio, sino en un domicilio particular.
Paternina buscó el apoyo en la misma institución médica de otro doctor, un ortopedista, ya que tenía conocimiento que la lesión había afectado el hueso, pero el médico se mostró renuente a salir, ya que en el hospital se garantizaba una mejor atención al contar con el equipo adecuado, por lo que le pidió que el herido fuera trasladado a la clínica.
Ante la negativa, Paternina pidió ayuda a otro ortopedista, Javier Quintero Heredia, quien en ese momento acababa una intervención quirúrgica en el mismo hospital, apoyado por el anestesiólogo, Lamec Villalobos Cornejo, quienes además de colegas, eran amigos cercanos.
Quintero aceptó atender la emergencia y lo acompañó Villalobos, ya que tenían programada una cirugía horas más tarde en la clínica Providencia, cita a la que no lograron llegar.
En esas fechas, circuló la hipótesis que la cuarta víctima localizada en el Malecón, era la persona que había acudido a solicitar el apoyo de los médicos; con el tiempo se esclareció que se trataba de otro colega, Tabaré Flores González, quien laboraba en el hospital San Rafael.
Ambas instituciones médicas se ubicaban sobre la avenida Hermanos Escobar, entre Adolfo López Mateos y Plutarco Elías Calles. Los dos hospitales dejaron de operar desde hace años.
Habrían sido llevados por la fuerza
Durante aquellos días de horror, circuló entre las autoridades una versión distinta a la que se manejaba originalmente.
Según los registros periodísticos, a los hospitales habría llegado un grupo de hombres armados con vestimenta vaquera, quienes llevaban a una persona herida de bala y solicitaron la atención médica.
Sin embargo la atención les fue negada, por lo que amenazaron a los doctores obligándolos a que los acompañaran.
El fatídico hallazgo
A temprana hora del sábado 23 de agosto, un joven trabajador se dirigía a su centro laboral cuando observó una imagen que jamás olvidaría: los cuerpos sin vida de cuatro hombres apilados, con signos de tortura.
Señalan los archivos del caso que fue entonces que el muchacho se comunicó con la Policía Municipal, acudiendo las autoridades y procediendo al aseguramiento de la escena del crimen. Eran aproximadamente a las 8:00 de la mañana del sábado.
Los cuerpos se encontraban tirados en un terreno sobre la calle Río Champotón, y tenían entre 8 y 10 horas de haber fallecido, revelaron las autoridades.
Tres de los cuerpos presentaban surcos equimóticos en la parte superior del cuello, por lo que las autoridades consideraron que fueron estrangulados, el cuarto de ellos, murió a consecuencia de los golpes.
Dos de los cuerpos tenían restos de cinta adhesiva gruesa color gris sobre el pantalón a la altura de los tobillos. También tenían marcas de haber sido maniatados y golpeados.
Dolor y consternación por los médicos asesinados
Las víctimas contaban con un amplia trayectoria dentro de la comunidad. Javier Quintero Heredia, de 41 años de edad, había sido director de Servicios Médicos Municipales y Lamec Villalobos Cornejo, de 40 años, fue subdirector de la misma dependencia durante la administración de Francisco Villarreal Torres. Quintero también fue director de la Cruz Roja, un año antes de su muerte.
Fredy Paternina Grandett, de 38 años de edad, era de origen colombiano, sin embargo, se había asentado en esta frontera y su proceso de nacionalización estaba por concluir el mes de diciembre de ese mismo año, en el que se coartó su existencia.
Tabaré Flores González, de 40, era ginecólogo y tenía su consultorio en el hospital San Rafael, contiguo al Guernika y también prestaba sus servicios en la clínica 35 del Seguro Social.
A la fecha, la muerte de los médicos sigue siendo un misterio. Según narran los archivos periodísticos, el crimen múltiple habría sido ordenado por quien aparentemente habían acudido a atender, pidiendo su muerte para que no lograran identificarlo. Sin embargo, el caso nunca logró esclarecerse.
Las ediciones periodísticas sobre este caso, destacaban que tras el macabro crimen, en todo momento se defendió la honorabilidad de los médicos asesinados, surgiendo las muestras de apoyo tanto de sus colegas como de la sociedad fronteriza, para sus familias.
La comunidad entera se unió para solicitar de manera desesperada una vez más el cese a la violencia en las calles. El miedo, comenzaba de nueva cuenta a apoderarse de las familias juarenses.