Los protagonistas de esta historia eran todos unos niños cuando la llamada ‘Guerra contra el narco’, tuvo sus inicios, en el año de 2007.
Tanto la víctima, como sus victimarios, tenían entre 8 y 10 años de edad, para esa fecha, cuando la sangre comenzó a correr en las calles de nuestra ciudad de una forma inusitada, registrándose cada día más homicidios tanto en calles como en viviendas, centros comerciales o espacios de diversión nocturna.
No había pues, en la ciudad, un lugar en el que alguien se sintiera a salvo. Una escalada de violencia que tuvo consecuencias y dejó heridas difíciles de sanar que aún prevalecen, tanto en la salud física como mental de los juarenses.
La historia hoy reconoce como fallida la guerra contra el narco implementada por el Gobierno del entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa, entre los años 2007 y 2012, pero que se extendió en el sexenio de Enrique Peña Nieto, hasta el 2014, cuando los niveles de homicidios comenzaron a descender.
Fue a principios de 2015, cuando el caso siniestro que hoy nos ocupa, tuvo lugar; sus protagonistas, ya para este año, eran adolescentes, pero con la suficiente sangre fría para cometer un crimen.
Los jóvenes implicados además de victimarios, también fueron víctimas, al no contar con oportunidades en una ciudad que aún se mostraba hostil para su desarrollo, según comentaron especialistas en aquel mes de febrero, cuando un joven llamado Irving, murió asesinado a manos de otros adolescentes en la colonia Altavista, al norponiente de la ciudad.

Una cita con la muerte
La tarde del viernes 6 de febrero de 2015, Irving, de 14 años de edad, estudiante de tercer grado en la secundaria Altavista, acudió a una reunión con otros jóvenes, luego de que recibiera una invitación para ‘echarse unas chelas’.
Quien lo invitaba era Óscar, un excompañero que meses atrás había abandonado los estudios en el mismo plantel educativo. Ambos compartían el gusto por el futbol, de hecho, Irving soñaba con ser futbolista.
Pero en sus corazones anidaban sentimientos por una joven estudiante de la misma secundaria. Por parte de Óscar, el desamor y los celos lo torturaban, ya que la chica en cuestión fue su novia, pero terminaron.
La joven comenzó a afianzar la amistad con Irving, pero Óscar no soportó verlos juntos y se debatía entre el suicidio o asesinar a quien creía su rival de amores, decidiendo esto último, según consta en los testimonios recabados y que se encuentran en los registros policiacos.
Aquel viernes, Irving llegó a la casa de la abuela de Óscar, donde también se encontraban otros adolescentes: Miguel, Juan e Iván.
La casa donde se registró este caso siniestro, estaba en la calle Helio, apenas a tres cuadras de la secundaria y a siete de la casa de Irving.
La vivienda en mención estaba deshabitada. Ahí, la víctima fue recibida a golpes con un bat, después de quedar inconsciente, los agresores lo acuchillaron y lo ahorcaron con una manguera, para posteriormente semienterrarlo en el patio, sitio en el que fue hallado el cadáver días después.
Se entregó el responsable del crimen
Cuando Irving iba a la secundaria –estudiaba en el turno vespertino–, solía ser acompañado por su hermana Bianca, pero aquella tarde de viernes, por azares del destino, ella no pudo ir.
Sin embargo, la muchacha tenía conocimiento de que existía un peligro por parte de los jóvenes que acechaban a su hermano, especialmente Óscar, que no superaba la ruptura con su novia.
Luego de esperar por un rato afuera de la escuela, la joven decidió regresar a casa con la esperanza de que su hermano se encontrara allí. Pero no fue así.
Durante la madrugada del sábado, la familia decidió acudir a la Fiscalía General del Estado a interponer una denuncia por la desaparición del adolescente.
Unas horas después, los agentes lograron la captura de Miguel, de 15 años, uno de los participantes en la reunión y el homicidio.
Convencido por su padre, Óscar decidió entregarse el lunes 9 de febrero, confesando el crimen que le implicaba a él y a los otros cuatro menores.
Óscar dijo a las autoridades que lo cegaron los celos, porque Irving visitaba a su exnovia, lo que le hizo caer en depresión y pensar en quitarse la vida, pero prefirió vengarse y fingió ser amigo de Irving durante algún tiempo, a la par de que planeaba, junto a sus cómplices, la manera en la que llevaría a cabo su desquite.

Asesinos de Irving, de víctimas a victimarios
Este caso llamó la atención de especialistas e integrantes de organizaciones de la sociedad, quienes señalaban que dicha situación era producto del descuido social, familiar y educativo.
Además, la ausencia de oportunidades a los jóvenes, que, ante los años violentos vividos, se mantenían creciendo a la deriva, sin alguna intervención efectiva que permitiera proporcionarles espacios dignos y seguridad para su sano desarrollo.
Tanto los padres y madres de familia como las instituciones educativas, gubernamentales y la sociedad civil, deberían asumir la responsabilidad evadida por años, de manera concreta, apuntaban los especialistas.
La captura de los imputados se dio entre el sábado 7 y el lunes 9 de febrero y fueron identificados como Óscar de 16 años, Miguel de 15, Iván de 17 y Juan de 16.
Irving tenía apenas dos semanas de estudiar en esa secundaria, acababa de llegar de la ciudad de Chihuahua, de donde fue traído por su familia para continuar en esta frontera sus estudios. Quería ser futbolista.