Sierra Vista, tan lejos de la X de Sebastián y tan cerca del Umbral del Milenio, dos de las esculturas más icónicas de Ciudad Juárez, ambas erigidas en los albores del Siglo XXI.
Esta colonia localizada al suroriente de la ciudad, no tiene ni 10 años de haber sido creada y vendida como un espacio donde las familias encontrarían un hogar, una mejor calidad de vida, sin embargo, dada su situación geográfica, y que el crecimiento urbano no llegó a la par, quedó enclavada en medio de la nada.
Rodeada de desierto y naves gigantes de la industria maquiladora, apenas un par de caminos conectan a Sierra Vista con el resto de la mancha urbana. Para llegar a ella hay que viajar algunos kilómetros que se vuelven eternos ante el desolador paisaje.
Sierra Vista, una colonia joven entre el desierto y la inseguridad
Y es que alrededor de la colonia se tejen historias de horror, al encontrarse entre grandes parajes desérticos, el sitio es propicio para que sea –y es–, utilizado como cementerio clandestino.
No han sido pocos los cadáveres que se han encontrado en sus inmediaciones. Su lejanía con el resto de la ciudad, le ha convertido en un extraño gueto en donde delitos como el homicidio y la violencia intrafamiliar están a la orden del día y de la noche, porque, si bien se cuenta con la infraestructura para dotar la zona de servicios, la escasez de agua y los apagones de luz, son constantes en ese sector poblacional.
Fotos: José Zamora
Un milagro en medio de la desolación
En esta extraña versión de gueto, existe también una Casita de Milagros, en donde no se trata solamente del acto estricto de comer, sino de subsistir como comunidad, de alimentar el alma.
No es solo un rencor atrincherado de quienes no han visto la X de Sebastián y se conforman a ver a lo lejos el Umbral del Milenio, del que habita en las colonias lejanas, sino la lejanía de los Gobiernos que no han logrado sumar estas fragmentaciones de la comunidad como juarenses.
Aquí está pues, el enojo de una decadencia planeada, de una muerte anunciada de la esperanza, pero también de la resiliencia, esa que tanto presumen los gobernantes desde sus alturas, pero que a ras de tierra se les conoce como milagros cotidianos.
A la entrada de la colonia hay una tienda de conveniencia. Podrá faltar infraestructura, seguridad y servicios, pero de esos establecimientos siempre habrá uno en tu camino. En las bardas hay dos distintivos: el grafiti con palabras ilegibles y los nombres de candidatos de todos los partidos, esos que, si acaso alguna vez visitaron el barrio, nunca volvieron.
Hasta la sombra los abandonó
Hay parques abandonados, juegos en mal estado, tierra en lugar de césped, maleza en lugar de árboles que brinden un espacio confortable.
Sierra Vista es una colonia sin sombra, donde los habitantes, los trabajadores principalmente de maquiladora y estudiantes que esperan su transporte en la avenida principal, tienen que protegerse de los rayos del sol con la escasa sombra de los postes de energía, telefonía o replegarse en las bardas, incluso de la calle contraria, para esperar los camiones que en ocasiones llegan a tardar media hora.
El paisaje árido hace que el calor se resienta más en perspectiva. Hay que caminar kilómetros para llegar, si no se cuenta con un medio de transporte. Si usted visita la colonia partiendo desde el centro de la ciudad, hará un promedio de una a dos horas y media, dependiendo si viaja en vehículo particular o en transporte público.
A lo lejos se observa el Umbral del Milenio. Por acá no se alcanza a ver la X. De hecho, muchos, de ellos, de los habitantes de Sierra Vista, ni la conocen, solo la han oído nombrar.
Entre este desconcierto, hay personas que diariamente subsisten y salen a trabajar, otros que permanecen, en el mismo barrio, tratando de compartir algo más que pan, para los que menos tienen, un poco de alimento para el alma, algo de eso que llaman esperanza.
Casita de Milagros, una historia donde la fe alimentó a la necesidad
En la calle Hacienda de Vargas, la vivienda marcada con el numeral 4118-A, se distingue entre las demás casas, porque dentro de ella hay una estufa que siempre tiene un alimento que preparar. Y no es cualquier tipo de vianda, sino una que se hace con el corazón, en busca de alimentar no solo el cuerpo, sino el alma.
Ahí habita la familia conformada por Raúl Alejandro Salazar Godina, Lourdes López Martínez y su hijo adolescente, Alexis. Desde 2021, su hogar cambió para convertirse en un comedor independiente que brinda servicio gratuito a niños y adolescentes del sector. Se trata de un proyecto al que denominaron ‘Casita de Milagros’.
Se sostiene con donaciones de personas, principalmente, aunque en el presente año con alimentos no perecederos que fueron gestionados por el Club Rotario.
Este lugar, desde su origen, se ha caracterizado por brindar un espacio, no solo para alimentación, sino que se ha convertido en una especie de santuario, a donde los menores del barrio pueden acudir para incluso hacer sus tareas y escuchar alguna palabra de aliento. Sin embargo, lograr posicionarse como tal no ha sido fácil, narran sus creadores.
Un milagro brotó del corazón de Raúl Alejandro
“Es un proyecto que Dios puso en el corazón de mi esposo porque tenemos un hijo y venían los amiguitos de él a comer, porque sus mamás trabajaban y venían, uno, dos, tres, empezaron a venir y entonces él me dijo, ¿cómo ves si ponemos un comedor infantil? Aquí veo la necesidad en los niños, porque muchos papás trabajan o muchos no ponen atención en sus hijos”, recordó Lulú, como prefiere que le llamen.
Mientras asea el comedor, Lulú cuenta que en otro tiempo, el frente de su casa era donde se improvisaba el lugar para servir alimentos, una vieja mesa y algunas sillas, además de una carpa donada, servían para recibir a los niños.
Pero fue gracias a una donadora que prefirió mantenerse anónima, que se construyó un cuarto de cinco por cinco metros donde hoy se colocan sillas y mesas plegables; el resto del espacio es utilizado para anaqueles donde se tiene la despensa, refrigeradores y lavadoras, estas últimas son utilizadas por los niños para lavar sus uniformes cuando no tienen luz, agua o jabón en casa.
Además, hay una vieja computadora y una impresora, donde los niños pueden acudir a hacer su tarea.
Una gran parte de los habitantes de Sierra Vista son trabajadores de la industria maquiladora, personas que cumplen jornadas entre las 12 y 14 horas diarias. La imposibilidad de algunos de ellos de atender a los pequeños, se da debido a carencias económicas y ausencias laborales, menciona Lulú.
En otros casos, al ser hijos de familias separadas o disfuncionales donde se viven problemas de violencia, uso de alcohol y drogas, mantenía a los menores en las calles, como caldo de cultivo ideal para ser presas de influencias nocivas, señaló.
“Y yo le decía que no tenemos los medios y él se incapacitaba muy seguido. Vamos a empezar a postearlo (en Facebook), me dijo, a ver si tenemos respuesta de la gente y así fue como empezamos”, recordó.
Pese a la enfermedad, mantienen vivo el milagro de pan
Raúl Alejandro Salazar Godina no se ha podido levantar de su cama desde hace 3 años, desde el 2021, cuando el Covid-19, sumado a su diabetes, le sumió en una de las más profundas crisis de salud que jamás había enfrentado y en la cual, aún sigue en la batalla.
Producto de las recaídas y daños posteriores, fue que Raúl perdió primero el dedo del pie y después, hace aproximadamente tres meses, la mitad de su pierna derecha.
Han sido años de crisis, con secuelas del Covid, en las que ha tenido que sacar adelante a su familia, sobreviviendo con la pensión que se le otorgó después de trabajar como operador en la industria maquiladora, por sus afectaciones de salud.
Pero, contrario a lo que pudiera imaginarse, la voluntad y su espíritu de servir al prójimo, principalmente a niños y adolescentes (NNA), no ha menguado en él y, por el contrario, asegura, cada día se fortalece en el proyecto que llamó Casita de Milagros.
Postrado en su cama, Raúl Alejandro recordó que fue en 2020, cuando vio las necesidades que imperaban entre los menores que viven en la colonia donde él también habita, la Sierra Vista. La carencia de servicios, la crisis económica en muchos de los hogares y sobre todo el hambre de los NNA, no le fueron indiferentes, por eso apartaba parte de su pensión para, de vez en cuando, compartir pan dulce entre los chiquillos del barrio.
“Vi más la necesidad en los niños, porque, de hecho aquí había niños con drogadicción, con problemas como enfermedades feas, como es el cáncer, uno sí se murió, lamentablemente, pero el otro sí sigue, por eso le puse Casita Milagros, porque el otro sí sobrevivió”, recordó.
De la casa de los amigos al comedor de la esperanza
Durante el 2021, la casa recibió primero a un par de amigos de su hijo Alexis, quienes eran invitados a comer, luego los visitantes aumentaron a seis niños, hasta 11, y aunque todavía no se abría como comedor, ya los niños se corrían la voz para ir ahí en busca de alimento.
Raúl recuerda que fue en diciembre de 2021 cuando organizó, con ayuda de algunos donadores, una posada para los menores del barrio. Fue tal el entusiasmo que le generó ver los rostros felices, que ese día decidió abrir las puertas de su casa como comedor independiente.
“Le dije a mi esposa, ‘vamos a poner un comedor, mira, necesitan los niños de qué comer y sí, no tenemos la solvencia’, pero yo no sé, de la noche a la mañana dije y lo puse, ahí afuera, cuando aún no estaba construido, puse una mesa de madera, puse seis sillas y a raíz de eso empezaron a llegar las donaciones”, mencionó.
Todo lo que se ofrece, es producto de las donaciones de la gente
Lourdes López Martínez, quien es consultora de venta de productos de maquillaje por catálogo, hoy se nombra como una de las encargadas del comedor infantil Casita de Milagros, mientras platica, alista el espacio donde recibirá a los niños.
“Todo lo que usted ve aquí, es donado, nosotros no tenemos ni los medios ni el dinero; mi esposo es pensionado, él gana 2 mil 800 al mes, porque se pensionó muy joven por la enfermedad”, recordó.
En los anaqueles del comedor hay desde alimentos no perecederos hasta productos de limpieza, sin embargo, aún faltan víveres, como leche o huevo, para poder servir los desayunos.
Desde la cama donde reposa, Raúl Alejandro fija su mirada en la cómoda donde una colección de figuras de Dragon Ball, refleja el niño que lleva dentro y reflexiona sobre lo que han logrado para cambiar, aunque sea un poco, la vida de decenas de menores.
“Como podrás ver, ahorita estamos construidos, pero no es por parte de nosotros, es por parte de ustedes, por parte de la gente que confió en nosotros. Tratamos de ser lo más transparente que se pueda. ¿Para qué? Para que sigan llegando las donaciones”, comentó.
Banco de Alimentos y DIF Municipal: las trabas ¿o el diezmo?
El Banco de Alimentos les pidió una cuota de recuperación si querían tener acceso a los apoyos; el DIF Municipal, les vende la despensa a 25 pesos. Así resume Lulú el paso que ha vivido para gestionar recursos, que creía se entregaban de forma gratuita.
En el comedor se atienden entre 47 a 50 niños, los cuales acuden diariamente en los distintos horarios que se sirve el alimento, y es por esa razón que hay que gestionarlo en cualquier lugar que sea posible.
En Sierra Vista, son pocas las personas que acuden a donar. Los apoyos se consiguen a través de las redes sociales, por medio de la página del comedor, donde las personas les ofrecen desde comida, hasta calzado, refirió Lulú.
Es de gente de varios sectores de Juárez, de El Paso, incluso de Albuquerque, Nuevo México, quienes han llevado los apoyos, algunos de manera individual y otros, producto de organizaciones comunitarias que han visto sus publicaciones.
Una bendición rotaria
La lucha por mantener viva la esperanza de brindar algo qué comer a los niños, ha motivado a que esta familia recurriera a instituciones como el Banco de Alimentos, para solicitar que fueran incluidos para recibir víveres, pero al carecer de recursos para pagar una cuota de recuperación, fueron puestos en una lista de espera, en la que, hasta hace poco, el Club Rotario pagó el dinero para que recibieran el servicio.
“Apenas este mes que pasó, el Banco de Alimentos nos apoyó, pero porque el Club Rotarios (sic) nos bendijo y él pagó la cuota de recuperación, porque nosotros, desde que empezamos a trabajar el Banco de Alimentos se arrimó, pero ellos querían que pagáramos una cuota de recuperación que de verdad yo no tengo el dinero, mi esposo gana 2 mil 800 al mes, y yo pago luz, agua, internet, gas”, dijo.
Nosotros seguimos posteando porque no abarca toda la necesidad de los niños, el banco de alimentos nada más maneja latería, no maneja leche, no maneja huevo, la proteína que maneja es atún y a veces no hay, entonces más bien es sopa, aceite, latitas de verdura, arroz, frijol me trajeron, pero no manejan muchas cosas.
“Durante el año que se mantuvieron en espera, el comedor se mantuvo con las donaciones de la comunidad. Raúl mencionó que no pudo disponer este año de su pensión para contribuir, ya que, debido a la amputación de su pierna, gran parte de ese recurso se fue en medicamentos y gastos en el proceso de recuperación”, agregó.
Lulú recuerda que cuando iniciaron con el proyecto, cuando apenas tenían una carpa, una mesa y varias sillas, hubo un acercamiento del DIF Municipal para brindarles apoyo con despensas, pero el apoyo no se concretó debido a que le pedían que tuviera un espacio cerrado para hacer las veces de comedor.
Pagarle al DIF para tener despensa
Tiempo después, cuando regresaron, les ofrecieron incluirlos entre los comedores comunitarios, todo iba bien, hasta que le pidieron pagar por las despensas.
“El DIF (municipal) se arrimó cuando empezamos en la carpita, sí, y la señorita nos dejó unas cajitas que da el Gobierno, me dijo ‘no podemos hacer mucho porque tienes que tener cerrado’. Después, cuando volvimos a salir en una entrevista, ahí etiquetaron al DIF y volvieron a venir y vieron que ya teníamos cerrado y me dijo que me iban a meter a los comedores comunitarios, pero tú tienes que pagar una cuota por cada caja, que son 25 pesos, en ese entonces, son 25 pesos por cada caja, me quedé en jaque”, recordó.
“Las cajas no son gratuitas, a 25 cada cajita y dejan según los niños, lo que comen, los pesan, todo eso y ya según eso te dicen ‘no, pues a ti te tocan tantas cajas y más baratas, mucho más, 250 para ti es nada’, entonces, la verdad, como les digo, a mí no me sobra el dinero, yo ya lo tengo exactamente, pago luz, internet, entonces no puedo, por eso optamos por ser un comedor independiente”, añadió.
La ausencia de ayuda por parte de los tres niveles de Gobierno, ha dejado sinsabores en esta labor, confiesa Lulú, al recordar con desencanto cómo en tiempos de informes en los que todos aseguran ayudar a miles, en la vida real, quienes más lo necesitan, se ven impedidos por los trámites y el dinero que se les pide.
Apelando al buen corazón de las personas
“Yo a veces veo el anuncio del Banco de Alimentos y digo ‘no, no es cierto’, porque no es de que tú tengas hambre y vas y te dan. No, pasas por un proceso, empezamos por un proceso, vino la nutrióloga, pesó a los niños, este, los midió y ya dijo ‘pues es tanta proteína, etcétera’. No es verdad, el DIF ya no regresó, dijo ‘te voy a meter a los comedores comunitarios’, ya no regresó, no es cierto, no es verdad. Nosotros por eso optamos para buscar ayuda en las personas de buen corazón y que saben cómo trabajamos y que nuestra prioridad son los niños”, agregó.
En alguna ocasión, el secretario de Seguridad Pública Municipal, César Omar Muñoz acudió junto a su familia a llevarles desayuno a los niños. También el regidor Pedro Matus acudió a llevarles apoyos.
“Me decía (Matus) ‘júntame unas 20 personas para regalarles una despensa’, venía la gente y se llevaba su despensa y les hablaba del partido de las cosas que había en beneficio de ellos, pero ya de repente ya no vino porque un día se molestó, porque llegaron de repente y yo no tenía gente y me dijo que traía las despensas, pero no me avisó” mencionó.
El año pasado, los niños recibieron una invitación al espacio interactivo La Rodadora, visita patrocinada por la Junta Municipal de Agua y Saneamiento; también visitaron el centro de entretenimiento Fiesta Park, una posada especial, recuerda Lulú, que seguramente permanecerá en el recuerdo de toda la vida de los niños beneficiados.
El valor para brindar valores en el lugar donde “hay mucho prospecto para ser bueno”
“No somos un comedor convencional, porque aquí se les habla tanto de la palabra de Dios, mas no de religión, pero estamos tratando de dar valores”, dice Raúl Alejandro.
Vivir en uno de los sectores considerados más peligrosos y marginales de la ciudad, ha generado que ni los choferes de transporte por plataforma acepten llegar hasta ese lugar.
Aun cuando existen historias sombrías que rodean la colonia, en los lotes baldíos donde han dejado varios cadáveres, Raúl espera el momento en el que la imagen de su sector cambie para bien.
“Aquí hay mucho prospecto para ser bueno”, afirma, para luego destacar los talentos de algunos de los chicos que han sio asistido al comedor.
“Nosotros no somos de religión, soy hijo de Dios, no me han gustado las iglesias, el valor me lo dio Él, porque no es sencillo tener un comedor y adaptarse a eso -señala su pierna-, más bien adaptarse porque muchos piensan que no lo trabajas, que no es trabajo todo esto”, comentó.
Cereal sin leche, aceite sin huevo
En el comedor se atienden entre 47 a 50 niños, los cuales acuden diariamente los distintos horarios que se sirve el alimento. Son menores que viven maltrato, viven de cerca problemas de adicciones al alcohol o drogas, por lo que buscan entregarles una opción distinta para su vida, menciona.
Raúl espera pronto recuperar el ritmo de su vida para junto a su esposa Lulú, poder brindar los tres alimentos a los chicos.
“Orita lamentablemente tenemos cereales, pero no tenemos leche, tenemos aceite pero no tenemos huevos, nos hace falta mucho material”, refiere Raúl y aunque eso le preocupa, no merman sus ganas de continuar con este proyecto.
“Si tienen un sueño positivo o que quieran remendar como este, algo comunitario, háganlo, no digan que no pueden porque sí podemos hacer las cosas, todo es pa’nfrente nada pa’trás, no debes pensar nada pa’trás, nada. Todo tiene que ser pa’nfrente, tienes que pensar positivo y ser positivo”, dice.
La puerta donde brilla la esperanza
Son casi las 2:00 de la tarde y en la calle comienzan a verse niños que llegan de distintos puntos, algunos vienen acompañados por sus padres, otros se apresuran para acompañarse entre sí.
El portón de la calle Hacienda de Vargas 4118-A ha abierto su puerta. Apresurados, pero en orden, los invitados a la mesa se preparan para recibir su alimento. Previo a ello, uno de los niños ora agradeciendo por la comida, por las personas que han donado y por los habitantes de esa casa, que hoy les han recibido para compartir el pan.
Esta tarde comen un plato con arroz y ensalada, un jugo y galletas saladas. El sonido de sus risas contrasta con el árido paisaje del exterior. Adentro hay luz y en sus ojos brilla, eso que algunos llaman esperanza.
Si usted quiere apoyarlos, puede visitar su página en Facebook en el perfil https://www.facebook.com/ComedorCasitaDeMilagros, o bien, comunicarse al teléfono 656-493-4349.